John 12:24-26
Obispo Robert Barron
Amigos, nuestro Evangelio de hoy contiene uno de los más bellos y terribles resúmenes del mensaje cristiano: “Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Esta persona, sobre quien las multitudes habían puesto sus esperanzas, ahora les habla acerca de caer en la tierra y morir. Luego, el mensaje se volverá más extraño: “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”. ¿Qué?
Justo cuando nos sentimos elevarnos, Jesús nos habla acerca de descender; justo cuando veíamos como nuestra vida podía llegar a su plenitud, nos habla acerca de odiar esta vida. Para entender todo lo que esto significa debemos volver al grano de trigo que cae en la tierra. Es verdad que la vida de la semilla está dentro de ella, pero es una vida que crece cuando se entrega y mezcla con la tierra a su alrededor. Tiene que romperse, ser destruida.
El signo de Jesús es la señal de la cruz, muerte que conduce a la Transfiguración.
Jesús ha llevado al mundo una esperanza nueva y lo ha hecho como la semilla: se ha hecho pequeño, como un grano de trigo; ha dejado su gloria celeste para venir entre nosotros: ha “caído en la tierra”. Pero todavía no era suficiente. Para dar fruto Jesús ha vivido el amor hasta el fondo, dejándose romper por la muerte como una semilla se deja romper bajo tierra. Precisamente allí, en el punto extremo de su abajamiento —que es también el punto más alto del amor— ha germinado la esperanza. Si alguno de vosotros pregunta: “¿Cómo nace la esperanza?”.
“De la cruz. Mira la cruz, mira al Cristo Crucificado y de allí te llegará la esperanza que ya no desaparece, esa que dura hasta la vida eterna”. Y esta esperanza ha germinado precisamente por la fuerza del amor: porque es el amor que «todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Corintios 13, 7), el amor que es la vida de Dios ha renovado todo lo que ha alcanzado. Así, en Pascua, Jesús ha transformado, tomándolo sobre sí, nuestro pecado en perdón.
Pero escuchad bien cómo es la transformación que hace la Pascua: Jesús ha transformado nuestro pecado en perdón, nuestra muerte en resurrección, nuestro miedo en confianza. Es por esto porque allí, en la cruz, ha nacido y renace siempre nuestra esperanza; es por esto que con Jesús cada oscuridad nuestra puede ser transformada en luz, toda derrota en victoria, toda desilusión en esperanza. Toda: sí, toda. La esperanza supera todo, porque nace del amor de Jesús que se ha hecho como el grano de trigo en la tierra y ha muerto para dar vida y de esa vida plena de amor viene la esperanza. Cuando elegimos la esperanza de Jesús, poco a poco descubrimos que la forma de vivir vencedora es la de la semilla, la del amor humilde. (Audiencia general, 12 de abril de 2017)
CON ALEGRIA EN EL SEÑOR LES COMUNICO QUE SISTER ISELA HA PARTIDO EN LA CASA DEL SEÑOR QUE EN EL CIELO RUEGUE POR TODOS LOS QUE HEMOS SENTIDO SU SANTIDAD.
Lorenzo, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de agosto
Díacono y Mártir
Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).
Breve Biografía
San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos.
A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos («episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur» — Cipriano, Epist. lxxx, 1). Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato («Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor.» Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.
En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.
Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina («III id. Aug. Laurentii in Tibertina»; Ruinart, «Acta sincera», Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, «Roma Sott.», I, 178).
Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo («Peristephanon», Hymnus II).
El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano.
La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos.
Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.
Detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.
San Lorenzo: un mártir que entendió la riqueza de la Iglesia
San Lorenzo, el santo de la caridad, consideraba que los santos eran el tesoro de la Iglesia. Murió como mártir y es patrono de cocineros y bomberos
San Lorenzo, diácono y mártir, se distinguió por su caridad con los pobres a quienes consideraba los tesoros de la Iglesia, por lo que fue asado en una parrilla. Esta es su historia.
Nacimiento y vocación
Lorenzo nació en Huesca, España, en la primera mitad del siglo III. Estudió teología en Zaragoza y allí conoció al futuro papa Sixto II. Juntos fueron a Roma.
Allí Lorenzo se distinguió por su piedad y caridad hacia los pobres. Gracias a sus dones, el papa Sixto II lo nombró diácono y fue uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia.
Tenía que supervisar la administración de los bienes, aceptar ofrendas y custodiarlas, para poder proveer a los necesitados, huérfanos y viudas.
Lorenzo fue capturado por los soldados del emperador Valeriano el 6 de agosto de 258 en las catacumbas de san Calixto, junto al papa Sixto II y otros diáconos.
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Los «tesoros» de la Iglesia
Mientras que el Papa y los otros diáconos sufrieron el martirio de inmediato, Lorenzo se salvó porque el emperador quería que le entregara los tesoros de la Iglesia.
El santo en seguida repartió lo que tenía con los pobres y luego llegó delante del emperador Valeriano, acompañado de numerosos pobres y enfermos y dijo:
“Aquí están los tesoros de la Iglesia”.
La tradición dice que el emperador, enojado, lo mandó a torturar quemándolo vivo, y después de un rato de estar en la parrilla ardiente, el mártir dijo:
“Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”.
San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo, y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Patronazgo
San Lorenzo es patrono de los diáconos, los cocineros y los bomberos.
Lugares de culto
A partir del siglo IV, san Lorenzo fue uno de los mártires más venerados de la Iglesia de Roma. Constantino I fue el primero en construir un pequeño oratorio, que luego será la basílica, en el lugar de su martirio, el ager Veranus un terreno para cultivos, llamado así quizás por el nombre del propietario Lucio Vero.
De allí toma el nombre el monumental cementerio de Roma que se encuentra atrás de la basílica, el “cementerio del Verano”.
Curiosidad
La noche del 10 de agosto día que se celebra el santo se produce un fenómeno meteorológico muy popular en el hemisferio Norte, conocido como “lluvia de estrellas” o “Perseidas”, y que la tradición popular ha bautizado como “lágrimas de san Lorenzo”.
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Oración
Señor Dios: tú le concediste a este mártir
un valor impresionante para soportar sufrimientos por tu amor,
y una generosidad total en favor de los necesitados.
Haz que esas dos cualidades
las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia;
generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres,
y constancia heroica para soportar los males y
dolores que tú permites que nos lleguen.
Amén