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Bartolomé, Santo

Fiesta Litúrgica, 24 de agosto

Apóstol y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)

Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.

Breve Biografía

A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa «regalo de Dios») Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida.

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: «Jesús se encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme». Felipe se encontró a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret». Natanael le respondió: » ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe le dijo: «Ven y verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» Natanael le preguntó: «¿Desde cuando me conoces?» Le respondió Jesús: «antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi». Le respondió Natanael: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.» (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: «¡Ven y verás que gran profeta es!»

Una revelación que lo convenció.

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: «Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño». El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: «Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas». Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: «¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: «San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza».

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

¡Felicidades a los Bartolomés!

 

 

Una cadena de encuentros

Santo Evangelio según san Juan 1, 45-51. Martes XXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Aquí delante de ti, Señor, quiero renovar mi fe. Quiero adorarte y reconocer lo grande y bueno que eres conmigo en todo momento. Permíteme descubrirte hoy una vez más. Por intercesión de tu Madre, María, concédeme conocerte y amarte como ella. Que mi fe y mi amor me lleven a vivir totalmente para ti. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

«Ven y lo verás». Cada uno de nosotros ha llegado a conocer a Cristo gracias a otra persona. Un sacerdote nos bautizó y nos da los demás sacramentos; en casa o en la parroquia nos enseñaron el catecismo; seguramente algún amigo o amiga en concreto nos ha atraído más hacia la fe… En cada cristiano, a lo largo de los siglos, se repite el evento de Felipe, Natanael y Jesús.

Gracias, Señor, por todos aquellos que me han llevado a ti. ¿Qué sería de mí sin la ayuda de mis papás, de los sacerdotes, de mis amigos y hermanos en la fe? Gracias, Jesús, porque entraste en mi vida gracias a las personas que amo y sé que me aman; gracias por ser ese tesoro que he recibido de otros. Gracias, por la oportunidad de venir y verte, de conocerte más de cerca y de descubrir tu amor. Gracias porque, siendo el Hijo de Dios, has querido vivir entre nosotros.

Quien ha conocido a Cristo, ha recibido el mayor don de esta vida. Pero con el don viene una responsabilidad. ¡Cuánta gente no ha escuchado hablar de Cristo! ¡Cuántos saben de Él, pero no lo conocen en realidad, y por eso no lo aman! Y cuántos de ellos viven a nuestro lado, trabajan junto a nosotros, pasan por nuestras mismas calles. No podemos guardarnos el mayor tesoro de la humanidad para nosotros mismos. Tenemos que compartirlo, transmitir la gran noticia: ¡hemos encontrado a Aquél que tanto anhela el corazón humano!

Jesucristo, Tú tienes el gran deseo de que todos te conozcan, para que encuentren el verdadero Amor del Padre. Pero has querido hacerte necesitado de mi boca para hablar de ti. Cuenta conmigo. Aquí mismo donde vivo, en mi puesto de trabajo, entre mis amigos, sé que algunos no te conocen. Dame ese fuego misionero, la gracia de transmitir el encuentro contigo.

«Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: “Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia”. Nos eligió a cada uno de nosotros para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo. Creó el mundo como un hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción» (Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un misterio del rosario por aquellas personas que me enseñaron la fe, o bien hablar de Cristo a algún conocido o amigo que no lo conoce.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Felipe y Natanael

Felipe empieza a hacer apostolado con su amigo Natanael.

El encuentro con Felipe

«Al día siguiente quiso Jesús salir hacia Galilea»(Jn). Es entonces cuando aparece en escena el temperamental Felipe. Jesús «encontró a Felipe y le dijo: Sígueme». Es la primera vez que Jesús utiliza el consejo imperativo de seguirle. Nada se nos dice sobre si se dio una conversación previa, o si estaba con Andrés y Pedro sus convecinos de Betsaida. Quizá, estos le habían hablado antes y le habían presentado al Mesías; o bien fue un encuentro en el que Jesús se presenta directamente al que sabe que le está buscando. Sea como fuere, los frutos de esa llamada no pudieron ser más fulminantes: Felipe empieza a hacer apostolado con su amigo Natanael.

El cuestionamiento de Natanael

Natanael se nos presenta como un hombre prudente que pondera los pros y los contras. Buen amigo, pero cauto. Así, cuando Felipe le dice: «hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José», Natanael le responde con una cierta incredulidad: «¿de Nazaret puede salir algo bueno?». Natanael objeta los prejuicios sobre una población vecina que no ha tenido ningún hecho relevante en su historia y que tampoco ha tenido ninguna referencia notable en las profecías. Sus palabras son similares a las de los fariseos cuando decían que el Mesías tenía que nacer en Belén. No debió ser fácil convencer a Natanael. Podemos apreciarle como hombre de convicciones firmes y fundamentadas, difícil de convencer; pero hizo caso a Felipe, y fue a ver a Jesús ante el argumento irresistible: «Ven y verás», es decir, «juzga por tí mismo; no te retraigas, pues es tan importante lo que te digo que no investigar a fondo es una locura, aunque yo no sepa explicarme muy bien todavía».

El encuentro con Natanael

El diálogo de Natanael con Jesús es muy distinto a los dos anteriores. Jesús estaba aún con otros de los primeros cuando interrumpe la conversación y dice ante todos: «He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez». Natanael debió quedarse sorprendido. El elogio, naturalmente, le agradaba. Pero podía ser una trampa para atraerlo halagando su vanidad, y es muy posible que la primera reacción le endureciese más que ablandarle; sobre todo si era cierto que era un hombre de una pieza. Trucos tan ingenuos, pensaría, no servirían para convencerle. Levantó la cabeza y preguntó cortante: «¿de qué me conoces?». Era como un reto, y Jesús lo aceptó. Quizá acentuó su sonrisa y dijo: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi»(Jn).

Natanael y la higuera

La respuesta conmocionó a Natanael. ¿De qué higuera hablaba Jesús? Parece claro que Natanael lo sabía bien. Nunca sabremos lo que pasó debajo de aquella higuera, si bueno o malo. Es muy probable que Natanael en ese lugar tuviese algún pensamiento que nadie pudiese conocer, sino el mismo Dios. Quizá le pedía por la salvación de su pueblo, o la pronta venida del Mesías, ya próxima según los vaticinios de los profetas. Lo cierto es que Natanael sintió que aquellas palabras desnudaban su alma. Era un signo. Quien conociera aquello no podía sino ser un enviado de Dios. Por eso, sin que mediara una palabra más, prorrumpió en elogios aún más intensos que los del entusiasta Felipe: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Cree, y sabe muy bien lo que cree. Su fe revela una preparación doctrinal sólida.

Jesús sonrió ante la respuesta de aquel hombre íntegro y duro que se entusiasmaba como los jóvenes, por eso añadió una palabras llenas de promesas: «¡Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees! Mayores cosas verás»(Jn). Todos escuchan con asombro. Ya creían en Jesús, y comenzaban a amarle, pero es posible que -en aquel momento- les invadiese un cierto temor, como el discípulo cuando el maestro destapa algo de su sabiduría y le deslumbra, pero mucho más, pues les hablaba de realidades divinas.

Jesús sabía que ese asombro era bueno, pues percibían un poco quien era Él, y les adentraba en la experiencia de Jacob, que buscando con esfuerzo la bendición de Dios vio en sueños una escala: «en verdad, en verdad os digo que algún día veréis el cielo abierto y a los ángeles del cielo subir y bajar sirviendo al Hijo del hombre»(Jn).

Estas palabras recuerdan la profecía de Daniel en la cual Mesías se presenta como el Hijo del Hombre servido por ángeles, que venía a juzgar y la visión de la escala de Jacob que subía al cielo. Esto se hacía realidad en Jesús. Él se proclama el Mesías esperado. Un estremecimiento recorre el ambiente, todos intuyen que quizá, si es verdad, empieza un mundo nuevo.

¿Quién era aquel hombre que así conocía a las personas, y con una simple mirada bajaba a lo más profundo de los corazones anunciando, además, que esto era sólo el prólogo de lo que se avecinaba?

Se sentían felices y asustados de haber conocido a Jesús. Acababan de descubrir a alguien que se había metido en sus vidas, y hasta el fondo de sus corazones. Cierto es que podían huir o escabullirse con las variadas excusas que sabe construir el egoísmo, pero estaban fascinados por Jesús. Esa es la verdad.

 

 

El Papa anima la Semana Litúrgica Nacional en Italia

Mensaje del Papa Francisco a Monseñor Claudio Maniago.

Recordando la «triste experiencia de ‘ayuno’ litúrgico» durante el aislamiento del año pasado y los diversos problemas que sacó a la luz, el Papa Francisco espera nuevas «orientaciones pastorales litúrgicas» para las parroquias, con el fin de hacer frente a la «marginalidad» hacia la que parecen «caer inexorablemente» el domingo, la asamblea Eucarística, los ministerios y el rito. El deseo es que todo esto recupere “centralidad en la fe y en la espiritualidad de los creyentes”, escribe el Pontífice en un mensaje a Monseñor Claudio Maniago, Presidente del Centro de Acción Litúrgica (CAL), con ocasión de la apertura de la 71ª Semana Litúrgica Nacional, que comienza hoy, 23 de agosto, y termina el 26 de agosto, en la ciudad italiana de Cremona.

Las celebraciones puestas a prueba por el Covid

En el texto, firmado por el Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin, leído al inicio de los trabajos, el Papa se siente agradecido a Dios por el hecho de que la Semana pueda finalmente celebrarse tras «el triste momento del año pasado», cuando fue prorrogada a causa de la pandemia. Una prórroga útil, sin embargo, para encontrar nuevas ideas para el tema elegido – «Dónde están dos o tres reunidos en mi nombre. Comunidad, liturgias y territorios» – y también para «profundizar en aspectos y situaciones de la celebración, tan duramente puestas a prueba por la llegada de la difusión del Covid-19 y las necesarias restricciones para contenerla.

Según el Papa, la suspensión de los servicios religiosos durante el año pasado, aunque ha sido una «triste experiencia», ha «puesto de manifiesto la bondad del camino recorrido desde el Concilio Vaticano II», en la senda trazada por la Sacrosanctum Concilium. El tiempo de privación ha permitido, en efecto, «percibir la importancia de la divina liturgia para la vida de los cristianos».

La creatividad pastoral de sacerdotes y laicos

«La reunión semanal en el ‘nombre del Señor’, que desde el principio ha sido considerada por los cristianos como una realidad irrenunciable e indisolublemente ligada a su identidad, se vio gravemente afectada durante la fase más aguda de la propagación de la pandemia», evidencia el Papa Francisco. «Pero el amor al Señor y la creatividad pastoral empujaron a los pastores y a los fieles laicos a explorar otros modos de alimentar la comunión de fe y de amor con el Señor y con los hermanos, a la espera de poder volver a la plenitud de la celebración Eucarística con tranquilidad y seguridad». «Fue una espera dura y dolorosa -afirma el Papa-, iluminada por el misterio de la Cruz del Señor y fecunda en muchas obras de atención, amor fraterno y servicio a las personas que más sufrieron las consecuencias de la emergencia sanitaria».

La liturgia «suspendida» y sus problemas

La liturgia «suspendida» durante el encierro y las dificultades de la reanudación posterior, sin embargo, confirmaron también lo que ya se había visto en las asambleas dominicales en Italia: un «indicio alarmante del avanzado estado del cambio de época». Es decir, el hecho de que, «en la vida real de las personas ha cambiado la propia percepción del tiempo y, en consecuencia, del propio domingo, del espacio, con repercusiones en la forma de ser y sentir la comunidad, las personas, la familia y de la relación con un territorio».

«La asamblea dominical -señala el Papa- se encuentra así desequilibrada tanto por la presencia generacional y la desigualdad cultural, como por la dificultad de encontrar una integración armoniosa en la vida parroquial, para ser la verdadera cumbre de todas sus actividades y fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la misericordia a las periferias geográficas y existenciales».

Nuevas líneas de pastoral litúrgica

Por ello, el Pontífice espera que la Semana Litúrgica Nacional, con sus propuestas de reflexión y momentos de celebración, presenciales y en línea, «pueda identificar y sugerir algunas líneas de pastoral litúrgica» para proponer a las parroquias. En esta dirección, concluye el Papa, «la reciente publicación de la tercera edición del Misal Romano y la voluntad de los Obispos italianos de acompañarla con una robusta reanudación de la formación litúrgica del santo pueblo de Dios es un buen augurio».

Por último, el Papa Francisco bendice a todos aquellos -diáconos, sacerdotes, consagrados y laicos- que participan en la Semana Litúrgica Nacional, y se siente consolado por el hecho de que se desarrolle en «un territorio que ha sufrido tanto por la pandemia», pero que, al mismo tiempo, «ha visto florecer tanto bien para aliviar tan inmenso sufrimiento».

 

 

Enfrentando y liberando los miedos

Escuchar la palabra miedo, muchas veces produce miedo.

“Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”.

Marie Curie, física francesa

Escuchar la palabra miedo, muchas veces produce miedo.

Y es que el miedo es una de las emociones básicas necesarias que compartimos todos los seres humanos. Esta emoción es vital para manejarse ante el peligro, para responder y adaptarse a una situación de riesgo.

Todo miedo activa nuestro sistema de alarma y nos lleva a la acción para reaccionar con cautela, defendernos, retirarnos… Los miedos nos llevan a buscar protegernos.

Hay miedos innatos, instintivos necesarios para sobrevivir, miedo al abandono a la obscuridad, a un alacrán, a las alturas. También se teme el dolor físico o emocional.

Otros miedos pueden ser aprendidos por una mala experiencia o por imitación por ejemplo el miedo a los truenos, a la lluvia, a manejar un automóvil.

Hay otros miedos que llevan a actuar, a crecer, a superar retos. Son situaciones difíciles que al enfrentarlas y superarlas colaboran en el fortalecimiento de la autoestima tales como pasar un examen, exponer un tema en público, conseguir un puesto importante en el trabajo.

Dentro de los miedos existen modalidades que pueden llegar a grados altamente patológicos y postrar a la persona en una depresión o parálisis. Una de ellas son las fobias, ese temor intenso e irracional, de carácter enfermizo hacia una persona, cosa o situación. Otro es el pánico que es un miedo repentino muy intenso y manifiesto especialmente en situación de peligro. Y uno más la ansiedad, miedo extremo y preocupación que perdura.

En ocasiones los seres humanos se crean miedos inexistentes o distorsionan la realidad provocándose una inmovilización o huida innecesaria. De esta manera las personas se encarcelan a sí mismas, teniendo actitudes paralizantes, aislamientos sociales y evitaciones para no enfrentar un peligro que en no pocas ocasiones solo existe en la mente o que de ser reales, se pueden vencer con un trabajo de exposición a las situaciones que se consideran peligrosas hasta lograr superarlas. Estos miedos afectan la vida familiar, laboral, social.

Finalmente existen miedos que pocas veces se confrontan y que quizá son más urgentes y necesarios de resolver y que sin duda nos llevarían a una auténtica libertad. ¿Por qué se tiene miedo a profesar la fe, a actuar con justicia, a amar, a solidarizarse con el necesitado, a salir del propio egoísmo? ¿Por qué no buscar salir de estos miedos empezando por practicar la entrega con los que están en nuestra propia casa?

Los resultados no se pueden lograr de la noche a la mañana, es necesario ir dando pequeños pasos en la consecución del objetivo.

Algunos puntos que pueden ayudar a liberar los miedos:

• Primero tomar conciencia de nuestros miedos, es parte del autoconocimiento y primer paso para poder iniciar el trabajo.

• Aprender a respirar profundamente y a relajarse.

• Hacer una lista de los pensamientos que nos llevan a temer, “soy muy tímido”, “siempre me pongo nervioso”, ”no logro hablar en publico” , “soy muy aburrido para los demás” y buscar renovarlos por pensamientos donde la persona logra tener el control de si mismo.

• Evitar “leer la mente”. Es decir dar por verdaderos los juicios negativos que hacemos de las intenciones de los demás. Si una persona hace una crítica a mi persona verlo como oportunidad de crecimiento y no como una muestra de rechazo. Ver y agradecer un halago creyendo en la sinceridad de las palabras. Tener una visión más optimista de la vida.

• Evitar amplificar los acontecimientos negativos, con un pensamiento catastrófico, “todo me sale mal”, “nadie me comprende,” Derribar estas creencias que perjudican. Recordar que no es el acontecimiento lo que afecta sino la forma en que se percibe ese acontecimiento. Evitar la percepción exagerada o distorsionada en cada evento.

• Hacer una lista de las consecuencias que se viven a causa de los miedos, pérdida de libertad, de oportunidades de trabajo, aislamiento social, timidez.

• Enumerar y jerarquizar los miedos en orden de importancia.
Prepararse y planificar la forma de afrontar y superar primero los menos importantes, para ir ganando confianza y destreza; y posteriormente enfrentar los más fuertes. Si se enfrentan y se consiguen pequeños logros se va superando el problema. Si se evitan se refuerza el acto de seguir evitando y se incrementa el miedo a enfrentarlo.

• Evaluar los resultados obtenidos. Y buscar enfrentar situaciones que originalmente causaban temor.

• Si es un miedo aprendido, reaprender, es decir adquirir un nuevo aprendizaje emocional. Buscar ayuda espiritual y psicoterapéutica.

En la Biblia se hace alusión 365 veces a no tener miedo, desde el principio. Adán cuando Dios lo llama se esconde por temor porque su desobediencia le había mostrado su fragilidad humana. Que bien conoce Dios la debilidad del hombre que parece recordarle cada día del año que no tenga miedo de visitar a sus hermanos presos, a sus hermanos enfermos, a los que tienen hambre material y espiritual, que no tenga miedo de salir a su encuentro de abrazar, de sanar, consolar, compartir, defender sus derechos, compartir su fe, sus conocimientos. Y todo esto con la certeza del apoyo constante de Dios para superar cualquier tipo de temor.

“No tengáis miedo que yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. Mt 28,19

 

 

La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas

La Iglesia está comprometida en la recuperación de los adictos.

La adicción a la droga, el juego, alcohol, etc. lleva a la persona a perder la libertad sobre su propio comportamiento, a la destrucción de la familia y a la ruina social.

La Iglesia está comprometida en la recuperación de los adictos.

La adicción es un estado de dependencia a algo. Aunque generalmente se refiere al alcohol, las drogas y los juegos de azar, hay muchas otras adicciones, por ejemplo la pornografía. El adicto adquiere un aumento de tolerancia a la sustancia, pero también queda atado al hábito de consumo. Experimenta una creciente dificultad para dejar la droga, sustancia o experiencia. El miedo a los síntomas de retiro de la sustancia es el mayor obstáculo, aún para personas que están convencidas, en el campo moral, que debieran de superar la adicción.

Los programas de recuperación seculares ofrecen algunos medios positivos, pero solos no pueden llegar a la raíz espiritual del problema. El hombre es criatura y depende de Dios. Sin Dios el hombre queda vacío y termina dependiendo de otras cosas. Sólo un retorno a Dios puede verdaderamente liberar al hombre. El hombre sin Dios no tiene las fuerzas para liberarse. Dios puede actuar por medio de programas seculares para ayudar a la recuperación pero, sin una apertura a Su gracia, el alma seguiría vacía.

El Papa Juan Pablo II intervino en el tema de la adicción en más de 360 ocasiones. Cristo ha venido a sanar al hombre cuerpo y alma. El estudio de la adicción ha contribuido a desarrollar la teología moral Católica en cuanto a comprender la culpa subjetiva. El adicto pierde el control de su vida y necesita insertarse en un cuerpo donde experimente el amor de Dios. Solidaridad: esta necesidad del convivir con otros en un ambiente con fundamentos cristianos de moral es necesario para todo ser humano. Comprender esto ha hecho posible un mejor y más efectivo cuidado pastoral de los adictos.

El Espíritu Santo ha suscitado varios movimientos apostólicos en la Iglesia que ministran a los adictos.

La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas

El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios abordó la cuestión de las drogas en un manual pastoral titulado “La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas”, publicado en el 2001. Desde un punto de vista moral la Iglesia no puede aprobar el consumo de drogas, explicaba el texto, porque implica una renuncia injustificada a pensar, querer y actuar como personas libres (N. 43).

El consejo decía que los individuos no tienen el “derecho” a abdicar de su dignidad personal o a dañarse a sí mismos. La liberalización de las leyes que controlan las drogas, advertía el consejo, corre el riesgo de crear una clase inferior de seres humanos subdesarrollados, que dependen de las drogas para vivir. Esto sería un abandono del deber del Estado de promover el bien común (No. 51).

En lugar de extender el acceso a las drogas, el manual proponía una mayor educación que enseñe a las personas el verdadero sentido de la vida y dé prioridad a los valores, comenzando por los valores de la vida y el amor, iluminados por la fe. La Iglesia también propone una terapia de amor y dedicación a las necesidades de los adictos para ayudarles a superar sus problemas (N. 53-55). Soluciones que será difícil poner en práctica, pero que ofrecerán un remedio acorde a la dignidad humana-

A continuación extracto de la Carta a los agentes sanitarios, 1995 del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios.

La dependencia

92. La dependencia, desde el punto de vista médico-sanitario, es una condición de hábito a una sustancia o a un producto -como fármacos, alcohol, estupefacientes, tabaco- por los cuales el individuo sufre una incoercible necesidad, y cuya privación puede ocasionarle turbaciones psicofísicas. El fenómeno de la dependencia presenta en nuestra sociedad una creciente, preocupante y en ciertos aspectos dramática escalada. Este hecho está en relación, por un lado, con la crisis de valores y de sentido por la cual atraviesa la sociedad y la cultura de nuestro tiempo, por otro lado, con el stress y las frustraciones generadas por el eficientismo, por el activismo y por la elevada competitividad y anonimia de las interacciones sociales. Indudablemente los males causados por la dependencia y su curación no le pertenecen exclusivamente a la medicina. Pero de todos modos le compete una gestión cercana preventiva y terapéutica propia.

Droga

93. La droga o tóxicodependencia es casi siempre la consecuencia de una reprobable evasión de la responsabilidad, una contestación apriorística contra la estructura social que es rechazada sin propuestas productivas de razonables reformas, una expresión de masoquismo motivada por la carencia de valores. Quien se droga no comprende o ha perdida el sentido y el valor de la vida, exponiéndola así a riesgos y peligros, hasta perderla: muchos casos de muerte por sobredosis son suicidios voluntarios. El drogado adquiere una estructura mental nihilista, prefiriendo superficialmente el nada de la muerte al todo de la vida.

94. Desde la dimensión moral «el drogarse es siempre ilícito, porque comporta una renuncia injustificada e irracional a pensar, querer y obrar como persona libre». El juicio de ilicitud de la droga no es un dictamen de condena al drogado. Él vive la propia situación como una «pesante esclavitud», de la cual tiene necesidad de ser liberado. La vía de recuperación no puede ser ni la de la culpabilidad ética ni la de la represión legal, sino impulsar sobre todo la rehabilitación que, sin ocultar las eventuales culpas del drogado, le favorezca la liberación y reintegración.

95. La desintoxicación del drogado es más que un tratamiento médico. Por otra parte, los fármacos poco o nada pueden. La desintoxicación es una intervención integralmente humana, orientada a «dar un significado completo y definitivo a la existencia» y a restituirle al drogado aquella «autoconfianza y saludable estima de sí» que le ayuden a reencontrar el gozo de vivir. En la terapia recuperativa del tóxicodependiente es importante «el esfuerzo de conocer a la persona y comprender su mundo interior; conducirlo hacia el descubrimiento o al redescubrimiento de la propia dignidad de hombre, apoyarlo para que le resuciten y crezcan, como sujeto activo, aquellos recursos personales que la droga había sepultado, mediante una segura reactivación de los mecanismos de la voluntad, dirigida hacia firmes y nobles ideales».

96. La droga es contra la vida. «No se puede hablar de la «libertad de drogarse» ni del «derecho a la droga», porque el ser humano no tiene la potestad de perjudicarse a sí mismo y no puede ni debe jamás abdicar de la dignidad personal que le viene de Dios» y menos aún tiene facultad de hacer pagar a los otros su elección.

Alcoholismo

97. A diferencia de la droga, el alcohol no está deslegitimado en sí mismo: «un uso moderado de éste como bebida no choca contra prohibiciones morales». 200 Dentro de límites razonables el vino es un alimento. «Es condenable solamente el abuso» el alcoholismo, que crea dependencia, obnubila la conciencia y, en la fase crónica, produce graves daños al organismo y a la mente.

98. El alcohólico es un enfermo necesitado tanto de tratamiento médico como de ayuda a nivel de solidaridad y de la psicoterapia; Por eso, se deben poner en ejecución acciones de recuperación integralmente humana.

Tabaquismo

99. También para el tabaco la ilicitud ética no concierne al uso en sí mismo, sino al abuso. Actualmente se afirma que el exceso de tabaco es nocivo para la salud y crea dependencia, ya que induce a reducir siempre más el umbral del abuso. El fumar crea un problema que ha de manejarse por disuasión y prevención, desarrollándolas especialmente mediante la educación sanitaria y la información, aún de tipo publicitario.

Psicofármacos

100. Los psicofármacos conforman una categoría especial de medicina tendientes a controlar agitaciones, delirios y alucinaciones o a liberar del ansia y la depresión.

101. Para prevenir, contener y superar el riesgo de la dependencia y del hábito, los psicofármacos están asumidos bajo control médico. «Rige la misma instancia sobre la indicación médica de sustancias psicótropas para aliviar en casos bien determinados sufrimientos físicos o psíquicos, aunque también conciernen criterios de gran prudencia, para evitar peligrosas formas de hábito y de dependencia». «Es responsabilidad de las autoridades sanitarias, de los médicos, del personal directivo de los centros de investigación dedicarse a reducir al mínimo estos riesgos mediante adecuadas medidas de prevención y de información».

102. Suministrados con finalidad terapéutica y con el debido respeto a la persona, los psicofármacos son éticamente legítimos. Rigen para ellos las condiciones generales de licitud de la intervención curativa. En particular, se exige el consentimiento informado y el respeto al derecho de rechazar la terapia, teniendo en cuenta la capacidad de decisión del enfermo mental. Como también el respeto al principio de proporcionalidad terapéutica en la elección y suministro de estos fármacos, sobre la base de un estudio cuidadoso de la etiología de los síntomas o de los motivos que inducen a una persona a solicitar el fármaco.

103. Es moralmente ilícito el uso no terapéutico y el abuso de psicofármacos llevado al punto de ser potencializadores del funcionamiento normal o a procurar una serenidad artificial y eufórica. Utilizados en esta forma, los psicofármacos son semejantes a cualquier sustancia estupefaciente, por eso se aplica para ellos los juicios éticos ya formulados respecto a la droga.

Psicología y psicoterapia

104. En casi toda la patología del cuerpo está ya demostrado un componente psicológico ya sea como con-causal o como resonancia. De esto se ocupa la medicina psicosomática, que sostiene el valor terapéutico de la relación médico-paciente. El agente de la salud ha de esmerarse en la interacción con el paciente, de modo tal que su sentido humanitario refuerce la profesionalidad y la competencia y, así, éstas resulten más eficaces por su capacidad de comprender al enfermo. El acercamiento pleno de humanidad y de amor al enfermo, procurado por una visión integralmente humana de la enfermedad y avalado por la fe, se inscribe en esta eficacia terapéutica de la relación médico-enfermo.

105. Malestares y enfermedades de orden psíquico pueden afrontarse y tratarse con la psicoterapia. Ésta comprende una variedad de métodos que consienten que una persona le ayude a otra a sanarse o al menos a mejorarse. La psicoterapia es esencialmente un proceso de crecimiento para la persona, es decir, un camino de liberación de problemas infantiles, o de conflictos pasados, y de promoción de la capacidad de asumir identidad, rol, responsabilidad.

106. Como intervención curativa la psicoterapia es moralmente aceptable; pero con el respeto a la persona del paciente, en cuya interioridad él permite entrar. Tal respeto obliga al psicoterapeuta a no violar la intimidad ajena sin su consentimiento y a obrar dentro de los límites que le impone el mismo paciente. «Así como es ilícito apropiarse de los bienes de otro o atentar contra su integridad corporal sin su aprobación, igualmente no es tolerado entrar contra su voluntad en su mundo interior, cuales sean las técnicas y los métodos empleados».

El mismo respeto obliga a no influenciar y forzar la voluntad del paciente. «El psicólogo verdaderamente deseoso de buscar solo el bien del paciente, semostrará muy atento de respetar los límites fijados a su labor por la moral, dado que él, por así decirlo, tiene en la mano la facultad psíquica de un hombre, su capacidad de obrar libremente, de realizar los más elevados valores que comportan su destino y su vocación social».

107. Desde el punto de vista moral las psicoterapias privilegiadas son la logoterapia y el counselling. Pero todas son admisibles, a condición de que sean administradas por psicoterapeutas guiados de un elevado sentido ético.

Consultar el documento completo: Carta a los agentes sanitarios

 

A todos los abuelos y abuelas

Y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad

Quiero aprovechar esta ocasión para expresarles nuestro reconocimiento. A Ustedes les ha tocado formar a sus hijos en tiempos muy complejos, de profundos cambios, algunos muy buenos otros no tanto. Pero todos ellos han formado una realidad diferente a la que han logrado acoplarse con gran velocidad y generosidad sin perder su fe y valores fundamentales.

La tarea de educar a los hijos nunca termina. Al principio de la vida, cuando son niños, las enseñanzas son muy prácticas: instruirlos a comer, caminar, vestirse, sentarse, lavarse, etc. Sin embargo cuando más crecen, el desafío es más profundo y más humano, pues hay que ayudarlos a entender los grandes rasgos de ser persona, pero sobre todo a sobrellevar la vida, que es un torrente de oportunidades, limitaciones, alegrías y por supuesto adversidades.

Los invitamos a seguir con perseverancia y generosidad su tarea. Que en ningún hogar mexicano falte la palabra sabia, caritativa, prudente y testimonial de los abuelos. Que nuestra sociedad siga contando con un caudal de tradición que nos reúna, encuentre y sobre todo nos descubra el verdadero sentido de la vida.

“Los ancianos son los que traen la historia, que nos traen la doctrina, que nos traen la fe y que la dejan en herencia. Son los que, como el buen vino envejecido, tienen esta fuerza dentro para darnos una herencia noble” (S.S. Francisco. Homilía celebrada en la misa del 19-Nov.-2013, Casa Santa Marta).

Los exhorto también a seguir participando de cada una de sus parroquias, capillas y comunidades eclesiales.

No solamente necesitamos fortalecer la vida de las familias, Iglesias domésticas, sino también el servicio que la Iglesia presta al mundo, en una dinámica de misión permanente, transmitiendo el amor de Cristo a cada uno de los hombres y mujeres de este tiempo.

Pidamos hoy a los Abuelos Santos: Simeón, Ana, Policarpo y Eleazar, la gracia de custodiar, escuchar y venerar a nuestros antepasados. Dios bendiga su vida, su paz y sobre todo su alegría, con la presencia del Dios Uno y Trino.

+ Mons. Francisco J. Chavolla Ramos
Obispo de Toluca y
Responsable de la Dimensión Episcopal para la Familia

 

 

El apóstol desconocido: ¿Bartolomé y Natanael son la misma persona?

 

La adhesión a Jesús puede vivirse sin obras sensacionales

Respecto al casi desconocido san Bartolomé, el papa Benedicto XVI ofreció una magnífica catequesis en octubre de 2006:

En la serie de los Apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy nuestra atención se centra en el apóstol Bartolomé.

En las antiguas listas de los Doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que varía el nombre de quien lo precede y que puede ser Felipe (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14) o bien Tomás (cf. Hch 1, 13).

Su nombre es claramente un patronímico, porque está formulado con una referencia explícita al nombre de su padre. En efecto, se trata de un nombre probablemente de origen arameo, bar Talmay, que significa precisamente «hijo de Talmay».

De Bartolomé no tenemos noticias relevantes; en efecto, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce citadas anteriormente y, por tanto, no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración.

Bartolomé y Natanael

Pero tradicionalmente se le identifica con Natanael: un nombre que significa «Dios ha dado«. Este Natanael provenía de Caná (cf. Jn 21, 2) y, por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran «signo» realizado por Jesús en aquel lugar (cf. Jn 2, 1-11).

La identificación de los dos personajes probablemente se deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de san Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los Apóstoles referidas por los otros evangelios.

A este Natanael Felipe le comunicó que había encontrado a «ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1, 45).

Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?« (Jn 1, 46).

Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. En efecto, nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret (véase también Jn 7, 42).

Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos.

Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente «de Nazaret», sino que había nacido en Belén (cf. Mt 2, 1; Lc 2, 4) y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.

Ven y verás

La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión: en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa: «Ven y lo verás« (Jn 1, 46).

Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos.

Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús.

De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4, 42).

El elogio de Jesús

Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» (Jn 1, 47).

Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: «Dichoso el hombre… en cuyo espíritu no hay fraude» (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: «¿De qué me conoces?» (Jn 1, 48).

La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1, 48).

No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.

Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente.

Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1, 49).

En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado.

No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.

Su radio de expansión

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias precisas.

Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé (cf. Hist. eccl. V, 10, 3).

En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular.

Pensemos en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias se veneran aquí, en Roma, en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina, a donde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983.

Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales.

Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte.