Referencias Bíblicas
• John 3:13-17
Obispo Robert Barrron
Amigos, hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. ¡Que extraña fiesta debe haber sido para alguien en el mundo antiguo! ¡El triunfo de la cruz! Habría sido similar a que alguien hoy hable sobre el triunfo de la silla eléctrica o la exaltación de la horca.
La cruz era algo terrorífico para la gente en la época Greco-Romana, y ese era el punto. La cruz era terrorismo de estado, una forma de castigo capital reservado para aquellos que, del modo más ofensivo, habían socavado la autoridad del estado Romano.
Entonces, ¿por qué razón estamos celebrando el triunfo de la cruz? Hay sólo una explicación posible, y ella es la Resurrección de Jesús de entre los muertos. Todo intento de minimizar y restar importancia a la Resurrección quedan afuera por medio de esta fiesta. Si Jesús fue sólo víctima de esa terrible cruz tout court, entonces todos debemos irnos a nuestras casas.
Pero cuando la experiencia de la Resurrección comenzó a ser internalizada, los primeros Cristianos se volcaron con una cautivante atención a la Cruz, convencidos que en ella iban a encontrar algo decisivo. De algún modo, en la extraña providencia de Dios, esa Cruz fue un ingrediente del mismo proceso por el cual Dios salvaría al mundo.
Exaltación de la Santa Cruz
Fiesta, 14 de septiembre
Por: Redacción | Fuente: evangeliodeldia.org
Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.
Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: «En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero» (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.
Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.
«No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado» (León Bloy). «Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía» (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.
Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.
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La Exaltación de la Santa Cruz
Himno (laudes)
Brille la cruz del Verbo luminosa,
Brille como la carne sacratísima
De aquel Jesús nacido de la Virgen
Que en la gloria del Padre vive y brilla.
Gemía Adán, doliente y conturbado,
Lágrimas Eva junto a Adán vertía;
Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.
¡ Salve cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!
Reine el señor crucificado,
Levantando la cruz donde moría;
Nuestros enfermos ojos buscan luz,
Nuestros labios, el río de la vida.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
Sacramento de nuestra eterna dicha. Amén
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la Cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
Himno (vísperas)
Las banderas reales se adelantan
Y las cruz misteriosa en ellas brilla:
La cruz en que la vida sufrió muerte
Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
Que, al ser herido por la lanza dura,
Derramó sangre y agua en abundancia
Para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente
Lo que David profetizó en su verso,
Cuándo dijo a los pueblos de la tierra:
“ Nuestro Dios reinará desde un madero”.
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol hornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza,
Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
Que acrecientes la gracia de los justos
Y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre
La alabanza de todos los espíritus,
Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
Añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén
Para salvarte
Santo Evangelio según San Juan 3, 13-17.
Exaltación de la Santa Cruz
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, hoy que se celebra la Santa Cruz, en algunos países, quiero agradecerte el que hayas aceptado el anonadarte a ti mismo para venir a salvarme. Que nunca me acostumbre o sea indiferente ante tu sacrificio en la cruz. Concédeme que en esta oración pueda percibir un poco más tu amor, vivo y verdadero, para buscar, con tu gracia, corresponderte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Santo Evangelio según San Juan 3, 13-17
En aquel tiempo Jesús dijo a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy celebramos la fiesta de la Cruz, símbolo del cristiano. En este diálogo entre Jesús y Nicodemo se anuncia de una manera oculta el momento supremo de la vida de nuestro Salvador: la crucifixión.
La cruz no es sólo un símbolo material, sino la guía de nuestra vida.
Dios en su gran amor, viendo la necesidad que tenía el mundo de ser salvado, no dudó en entregar a su propio Hijo para su salvación. Las circunstancias históricas concurrieron para que la redención se realizara por medio de la cruz. A partir de este acontecimiento la cruz se ha convertido en señal de salvación para todo el que cree que Jesús es el redentor del hombre.
A pesar de que Jesús se puso el primero en el padecer no nos resulta fácil asumir la realidad de la cruz y todos la esquivamos de la mejor manera posible. Pero si ser cristiano es seguir al crucificado, ¿por qué rehusamos seguir sus huellas? Sólo desde el amor se entiende esta entrega, y sólo el amor hace posible convertir en alegría las mayores angustias de la vida. Es cuestión de amor, y cuando algo nos cuesta mucho es señal de que el termómetro del amor marca baja temperatura.
«La oración, expresión de apertura y de confianza en el Señor: es el encuentro personal con Él, que acorta las distancias creadas por el pecado. Rezar significa decir: “no soy autosuficiente, te necesito, Tú eres mi vida y mi salvación”». (Homilía de S.S. Francisco, 10 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participar en una hora eucarística o hacer un acto de adoración a la Santa Cruz.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz: la mayor muestra del amor de Dios
En la misa se reza antes del Evangelio este aleluya: «Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido al mundo»
El 14 de septiembre se celebra en la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y en algunas confesiones protestantes la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
El calendario del Martirologio Romano recuerda que esta celebración va situada al día siguiente de la dedicación de la basílica de la Resurrección, que fue erigida sobre el Sepulcro de Cristo en el año 335, después de que santa Elena encontrara el lugar.
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La Santa Cruz es la señal distintiva del cristiano, porque es la gloria y la exaltación de Cristo, que murió por todas las personas para salvarnos del pecado y alcanzarnos la vida eterna.
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San Pablo escribe en la Carta a los Filipenses 2, 6-11:
«Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
’Jesucristo es el Señor’».
Señal de victoria
La Cruz fue castigo injusto, supuso dolor y fue la muerte de Cristo, pero significó el paso previo para que Dios llevara a cabo nuestra Redención con la Resurrección posterior.
Además, el Señor ha prometido que vendrá al final de los tiempos llevando la cruz en señal de victoria.
En «La peregrinación de la monja Egeria» se recoge una tradición que indica que en el año 628 el emperador romano de Oriente, Heraclio, recuperó la Cruz, que estaba en manos de los persas.
Estos, al apoderarse de ella, la habían llevado a Ctesifonte después de ocupar Jerusalén en el año 614.
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Heraclio, al querer devolver la cruz a su lugar decidió tomarla y llevarla triunfante. Pero conforme avanzaba se le hacía más pesada, hasta tal punto que ya no podía con ella.
Le indicaron entonces que si quería alcanzar la cima, debía despojarse de sus vestimentas y de la parafernalia.
Es la lección que puede aplicarse cualquier cristiano a su vida, al seguir las palabras de Cristo en el Evangelio:
«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará».
Lc 9, 23-24
También hoy es momento de crecer en la fe recordando aquella otra frase del Señor en el evangelio de san Juan, 12, 32:
«… Y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Oración
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la Cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo.
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