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Matthew 10:7-15

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús envía a los doce discípulos a evangelizar. Evangelizar es proclamar a Jesucristo crucificado y resucitado de entre los muertos. Cuando este kerygma, este Misterio Pascual, no está en el corazón del proyecto, la evangelización cristiana desaparece, convirtiéndose en una convocatoria a una religiosidad blanda o espiritualidad genérica. 

Cuando no se proclama a Jesús crucificado y resucitado, surge un catolicismo beige que no amenaza; un sistema de pensamiento que, en el mejor de los casos, es eco de la cultura ambiental. Peter Maurin, uno de los fundadores del movimiento Obrero Católico, dijo que la Iglesia tomó su propia dinamita y la colocó en contenedores herméticamente cerrados y se sentó sobre la tapa. 

De manera similar, el teólogo protestante Stanley Hauerwas comentó que el problema con el cristianismo no es que sea socialmente conservador o políticamente liberal, ¡sino que “es demasiado aburrido!”. Tanto para Maurin como para Hauerwas, lo que lleva a esta atenuación es una negativa a predicar lo que es peligroso o inquietante respecto del Jesús que ha resucitado de entre los muertos.

 

 

Benito de Nursia, Santo

Memoria litúrgica, 11 de julio
Por: Redacción | Fuente: Corazones.org

 

 

Abad, Patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental

Martirologio Romano: Fiesta de san Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio y escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado «Patriarca de los monjes de Occidente». Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo. († 547)

Patronazgo: Patrón de Occidente, de Europa, de los maestros y los escolares, de los caldereros, mineros, espeólogos, de los moribundos, contra la fiebre, las inflamaciones, envenenamientos, los cólicos y contra la hechicería.

Iconografía: Se lo presenta como abad, con hábito benedictino, con vaso (con serpiente), cuervo, el libro de la regla.

Breve Biografía

Benito de Nursia, conocido como San Benito, nació en (Nursia, cerca de la ciudad italiana de Spoleto, 480 – Montecasino, 547), fundó la orden de los benedictinos y es considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada «La Santa Regla» y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas.



Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad.



Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía.




Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva.



 

Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.



Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.



Vida de oración disciplina y trabajo



Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos.



Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.



San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio.

La medalla de San Benito

La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.



Descripción de la medalla:



En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: «A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia». (Oración de la Buena Muerte).



El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:



C.S.P.B.: «Santa Cruz del Padre Benito»
C.S.S.M.L. : «La santa Cruz sea mi luz» (crucero vertical de la cruz)

N.D.S.M.D.: «y que el Dragón no sea mi guía.» (crucero horizontal)



En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:


V.R.S. : «Abajo contigo Satanás»

N.S.M.V. : «para de atraerme con tus mentiras»
S.M.Q.L. : «Venenosa es tu carnada»
I.V.B. : «Trágatela tu mismo».
PAX : «Paz»

ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN
 
Santísimo confesor del Señor;
Padre y jefe de los monjes,
interceded por nuestra santidad,
por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida,
de nuestra casa,
las asechanzas del maligno espíritu.
Líbranos de funestas herejías,
de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor,
remedie nuestras necesidades
espirituales y corporales.
Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica;
y porque mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiado en Tu poderosa intercesión,
pueda algún día en el cielo,
cantar las eternas alabanzas.
Amén.

Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.

 

 

¡Sí, que haya paz en esta casa!

Santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15.

 

 

Jueves XIV del Tiempo Ordinario
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, creo que estás aquí conmigo, que me escuchas y me hablas al corazón. Creo que todo lo que soy es regalo tuyo y que me amas más que nadie en este mundo. Enséñame a tomarme de tu mano y a vivir más confiado en ti, porque contigo no existe mal alguno. Ayúdame a abrirte mi corazón en esta oración, para aceptar con gozo tu voluntad y amarte en el cumplimiento fiel de tu querer.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15



 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra, que a aquel pueblo.



Palabra de Dios



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Mateo ha grabado en su Evangelio estas instrucciones que Jesús dio a sus discípulos antes de enviarlos por los pueblos a predicar que el Reino de Dios estaba cerca. Los cristianos de todas las épocas han entendido que estas disposiciones no estaban dirigidas sólo a ellos, sino a todo cristiano que, en virtud de su bautismo, es también discípulo del Maestro y enviado a proclamar su mensaje a todos los hombres.

¿Y qué nos dice este pasaje a nosotros, dos mil años después? Las palabras de Jesús siguen siendo tan actuales como entonces, ya que vivimos igualmente en un mundo necesitado de testigos de Dios, que busca desesperadamente dónde está la verdad y el amor. Nosotros, apóstoles de nuestro tiempo, estamos también llamados a entregarnos gratuitamente a nuestros hermanos, en la ayuda desinteresada, el servicio franco y la donación personal sin medida.



 

Jesucristo nos sigue insistiendo en la necesidad de no perdernos en las cosas y los métodos, para que así brille la luz que llevamos en el corazón. Nos previene contra el peligro de no alumbrar este mundo por estar muy distraídos con nosotros mismos. Él quiere que vivamos una vida de amor, de paz, de alegría y confianza en Él, una vida que sencilla y centrada en lo fundamental. Este es el testimonio que transforma, que convierte. Este es el estilo de vida de los primeros cristianos que cambió todo un mundo para Cristo.



«Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que de deseáis vendrá a ella.» Ser hombres de misión, de saludo y de paz. Hombres que llevan a Dios en los labios y en el corazón, pero sabiendo que mucho antes que las palabras, es el testimonio de la propia vida lo que convence y lo que arrastra a los demás hacia Dios.



¿Cuál es el testimonio que irradio a los demás? ¿Sé dejar el buen olor a Cristo con mi presencia, testimonio y conversaciones?, ¿o el respeto humano puede más en mí, y no soy capaz de dar ese testimonio que Cristo me pide?, ¿es mi comportamiento distinto frente a Dios y frente a los demás, o soy un hombre auténtico que actúa siempre de cara a Dios?



«Cuando Jesús envió a los Doce, les dijo: “No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino; ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento”. La pobreza evangélica es una condición fundamental para que el Reino de Dios se difunda. Las alegrías más hermosas y espontáneas que he visto en el transcurso de mi vida son las de personas pobres, que tienen poco a que aferrarse. La evangelización, en nuestro tiempo, sólo será posible por medio del contagio de la alegría».
(S.S. Francisco, del Mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud 2014).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Daré testimonio de mi fe en una entrega alegre a los demás, siendo siempre un sembrador de paz.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Benito Abad, el exorcista por excelencia

 

 

Un santo tan extraordinario que inspiró una medalla que lleva su nombre

De los primeros años de san Benito tenemos datos gracias a los Diálogos de san Gregorio Magno, escritos en el siglo VI.

Benito nació en el año 480 en la familia Anicia, en Nursia, en la región de Umbría (en la actual Italia). Su hermana gemela, Escolástica, se consagró a Dios ya en su infancia. Él fue enviado en la adolescencia a Roma para recibir instrucción. Pero al ver la degradación de la ciudad que hasta entonces había sido la capital del Imperio y del mundo, decidió abandonarla.

Inician los milagros

La nodriza que le había acompañado a Roma por decisión paterna siguió trabajando para él. Era la única que sabía que Benito se marchaba. Se dirigieron al poblado de Enfide (hoy Affile), en las montañas, a unos 50 kilómetros de Roma.  Allí vio con claridad que Dios le pedía que abandonara el mundo y llevara vida de ermitaño.

En ese momento, la nodriza ya se había percatado del poder de origen divino del joven san Benito. Y es que a ella le habían prestado una pieza de cerámica, que se le cayó y se rompió. Benito milagrosamente restauró el objeto.

Comienza su vida monástica

Benito decidió entonces marcharse, esta vez solo, hasta que llegó a Subiaco. Allí se encontró con un monje llamado Romano, quien vivía en un monasterio. Le explicó su deseo y Romano le ayudó: lo llevó a una cueva y le dio unas vestimentas de piel de animal.

La cueva estaba en una montaña de difícil acceso. Allí vivió tres años y Romano le llevaba a diario la comida, que hacía llegar con una cuerda.

Ataques y tentaciones vencidas

Dos anécdotas nos hacen entender la naturaleza de este gran santo:

En un monasterio cercano falleció el abad. Los monjes, que admiraban a Benito, le pidieron que fuera su sucesor. Benito accedió, pero el estilo de vida que proponía no cuajó entre ellos. Arrepentidos de su elección, intentaron envenenarlo con vino,  pero al ofrecerle el vaso, él le hizo la señal de la cruz y el vaso se rompió en tantos pedazos como si le hubieran tirado una pedrada.

En otra ocasión, el maligno le presentó una tentación carnal muy violenta. Recordó a una mujer, conocida tiempo atrás, y se sintió inmediatamente inflamado por una pasión incontrolable.  Para dominarse, el santo se quitó la ropa, y desnudo, se arrojó sobre un gran matorral de espinas. Herido en su carne, pero curado en el alma, nunca más volvió a sufrir ese tipo de tentaciones.

Encuentros con el maligno

Durante toda su vida, San Benito presenció el influjo del demonio sobre personas cercanas a él, pero siempre fue vencido por el santo. 

Un día, Benito es llamado a uno de los monasterios fundados por él. Había un monje que no podía permanecer en oración dentro de la capilla, ya lo había amonestado su abad y fue enviado con Benito, que también le llamó la atención.  Solo duró dos días el efecto del regaño, por lo que el santo decidió ir personalmente a ver qué pasaba. 

Cuando todos estaban dentro del oratorio, un «chiquillo negro», como lo describe San Gregorio Magno, lo tomaba de la orilla del vestido y lo arrastraba afuera, donde se distraía en cosas terrenas e inútiles. Luego de orar tres días junto a los miembros del monasterio, San Benito sale del oratorio y cuando encuentra al monje, lo golpea con su bastón para curar la ceguera de su corazón, quedando liberado para siempre del distractor.

Fundación de monasterios y Regla Benedictina

San Benito, al que se le conoce cada vez más por sus milagros, decide regresar a Subiaco para evitar más tentaciones. Allí estuvo 30 años predicando «la Palabra del Señor». En el año 530 fundó el monasterio de Monte Cassino, entre Roma y Nápoles. Creó trece monasterios cerca de Subiaco y en cada uno de ellos había 12 monjes con su propio abad. Compuso su propia regla, la Regla Benedictina.

Su lema, que permanece hasta nuestros días, Ora et Labora, hace referencia a una vida monacal en la que se combinan trabajos con la intensa vida de piedad, en pleno apartamiento del mundo.

Su fiesta se celebra el 11 de julio.

Oración

Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de san Benito, patrono de Europa, nos estimule a una vida más perfecta para responder fielmente a nuestra vocación. Por Jesucristo nuestro Señor.

Puedes leer otras vidas de santos aquí.

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