El Dulce Nombre de María
Memoria Litúrgica, 12 de septiembre
Origen de la fiesta: Victoria en la batalla de Viena, 1683
En 1682 el Sultán Mehmet IV declaró la guerra y escribió al emperador Leopoldo I: «Primero nosotros le ordenamos a que nos espere en su ciudad de residencia, Viena, para que le podamos decapitar… (…) Nosotros lo exterminaremos a usted y a todos sus seguidores… (…) Los niños y los adultos serán expuestos a las mas atroces torturas antes de ultimarlos en la manera mas ignominiosa imaginable…»
Kara Mustafa Pasha, frente al ejército Otomano del Sultán, llegó a las puertas de Viena y la sitió el 14 de julio de 1683. El emperador Leopoldo y la mayoría de las tropas y ciudadanos huyeron de la ciudad, quedando en ella solo 5000 civiles y 11,000 soldados al mando de Ernst Rüdiger von Starhemberg. El número de invasores era superior a los defensores, 20:1. Se propusieron destruir sus murallas socavándolas y dinamitándolas. En Septiembre, los defensores estaban sin comida y extenuados. Los turcos lograron abrir boquetes en la muralla y la ciudad estaba al borde de la derrota cuando providencialmente les llegó auxilio.
Juan Sobieski n.1629, coronado rey de Polonia en 1674, bien llamado el «León del Norte» vino al rescate. Partió de Cracovia el 15 de Agosto. En camino las tropas visitaron el santuario de la Virgen de Cñestochowa, patrona de Polonia, se consagraron a ella y Sobieski puso a Polonia bajo su protección. El 6 de Septiembre, los polacos cruñaron el Danubio 30km, N.O. de Viena y se unieron con las fuerñas imperiales y otras que habían respondido a la llamada de formar una Liga Santa de defensa con el respaldo del Papa Inocencio XI. (Luis XIV de Francia no respondió y mas bien aprovechó la oportunidad para atacar ciudades alemanas).
El 11 de Septiembre las tropas de Sobieski llegaron a Viena. Aunque los turcos les superaban en número (según cálculos de Sobieski, 76,000 vs 300,000), sabían que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de Septiembre, temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y se puso en manos de Dios. La victoria salvó a Europa y frustró el plan de conquista islámica de Europa. Sobieski dio todo el crédito por la victoria a Dios. Dijo: «Veni, vidi, Deus vicit». En agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, el Papa Inocencio XI extendió la fiesta del Dulce Nombre de María a la Iglesia Universal, el 12 de Septiembre.
El Nombre
Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con «mirra», que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.
Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: «Y su nombre era María». El nombre de María, traducido del hebreo «Miriam», significa, Doncella, Señora, Princesa.
En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. «Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra». «He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura». Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. «Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra». La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.
La Misión
En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: «Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia». María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.
Quién dices que soy…
Santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35. Domingo XXIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, permíteme descubrir quién eres realmente en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta:»¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Algunos dicen que eres Juan Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas».
Entonces él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que El Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres».
Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio del día de hoy Jesús te pregunta: «¿quién decís que soy?». Probablemente dirás «el Hijo de Dios» o cualquier otra respuesta, pero Dios quiere que respondas, no de forma impetuosa como hizo Pedro, sino que veas en tu corazón y valores si lo que dices con los labios lo dices con tus acciones.
La vida cristiana no es fácil y el ímpetu por dar respuestas rápidas pueden
llevarte a no comprender la magnitud de lo que dices o haces, es por esto que después que Pedro profesa que Jesús es el Hijo de Dios Vivo le increpa diciéndole: «¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Habiendo subrayado esto, pregúntate, ¿quién es realmente Jesús para mí? ¿Le veo como Dios hecho hombre o como uno más de quien se cuentan historias maravillosas y fantásticas? Para ayudarte a contestar éstas y otras preguntas que puedan surgirte contéstate y recuerda, ¿cómo, (cuándo y dónde) fue la experiencia con Jesús que me cambió la vida?
Si eres casado o tienes una relación sentimental con alguien, recuerda esos momentos que te llevaron a querer entablar una relación, que te llevaron a tener un proyecto común con esa persona; reviviendo esos momentos memorables podrás responder quién es la persona que está a tu lado, afianzarás esos lazos que les unen y renovarás el amor que hay en ti por esa persona especial en tu vida. De la misma forma, pero ahora con Cristo, recuerda esos momentos en que libremente decidiste seguirle y hacerle parte de tu vida; revive esos momentos y podrás responder quién es para ti y de igual forma afianzaras los lazos familiares y amistosos que les unen.
Que san José y la Virgen María te guíen en tu caminar, que puedas renovar tu relación con Cristo y responderte quién es Él en tu vida.
«“Tú eres el Mesías”. Respuesta acertada sin duda alguna, pero aún insuficiente, puesto que Jesús advirtió la necesidad de precisarla. Se percataba de que la gente podría utilizar esta respuesta para propósitos que no eran los suyos, para suscitar falsas esperanzas terrenas sobre él. Y no se deja encerrar sólo en los atributos del libertador humano que muchos esperan».
(S.S. Benedicto XVI, Homilía, 16 de septiembre de 2012).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, ante Jesús Eucaristía, recordaré esos momentos en que decidí seguirlo y le pediré que me ayude a serle siempre fiel.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Pregunta inquietante
Meditación al Evangelio 12 de septiembre de 2021 (audio)
Jesús y sus discípulos van de camino y ahí, caminando, es donde se presentan los problemas y las crisis, donde se cuestionan sobre la meta, donde se revisa el camino andado. Nos encontramos a la mitad del Evangelio de San Marcos… Jesús ha realizado prodigios en pro de la vida y del pueblo oprimido. Ha liberado a enfermos y endemoniados, ha restituido dignidad y valor a los marginados. Ha denunciado las actitudes hipócritas y serviles de los escribas y fariseos. Ha anunciado por todo Galilea y más allá de las fronteras, su Buena Nueva y llega el momento de preguntarse ¿Qué se ha logrado? Parece poca cosa: la ceguera de los fariseos, la alabanza del pueblo sencillo que busca respuestas inmediatas a sus necesidades, los intereses de sus discípulos, el escándalo y el alejamiento de su familia. ¿Es el camino que quiere Jesús? Entonces viene la pregunta a los cercanos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, y las respuestas no se dejan esperar. Y viene la comparación con los personajes más importantes que sostienen el ideal del judío, y se esperaría que Cristo estuviera muy contento con estas respuestas pero lejos de esto insiste con otra pregunta más incisiva e ineludible: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. No es una pregunta accidental o sin importancia, sino la pregunta fundamental en la vida que hoy mismo nos hace Jesús a cada uno de nosotros.
Nuestras respuestas no estarían muy lejanas de las que dicen los discípulos. Ciertamente hay una admiración por Cristo como líder, como hombre, como persona, como fundador de una religión, como el gran maestro. Hay millones que se dicen sus seguidores y que en una u otra forma están bautizados y se reconocen cristianos. Pero ¿esto es lo importante para Cristo? También que hay quienes lo atacan y buscan enlodar su nombre, hay quienes quisieran destruirlo y se empeñan en ensuciar su imagen, para otros es un nombre más que pasa ignorado… pero Cristo sigue insistiendo en su pregunta: “y tú, ¿quién dices que soy yo?” No espera confesiones ni monumentos, no pregunta si llevas una medalla en el pecho o si tienes una bella imagen en tu cuarto, va más al fondo, a tu interior y pregunta por tu vida. No por tus palabras, con tu vida quién dices que soy yo. Claro que somos multitudes los que nos decimos cristianos, pero quizás recibiríamos el mismo reproche dirigido a Pedro: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”. Porque a pesar de llamarnos sus seguidores, nos acomodamos más a los criterios de los hombres que a los criterios de Jesús, porque buscamos los primeros lugares, porque luchamos denodadamente por el poder, porque mentimos y robamos, porque damos la espalda al prójimo, porque ¡no hemos entendido lo que quiere Jesús! Usamos su nombre para nuestros propios fines.
Al igual que Pedro, nosotros ahora le daríamos algunos consejos muy prácticos a Jesús sobre su forma de ser Mesías porque nos parece absurda su propuesta en un mundo moderno. Le diríamos que tiene que adaptarse, que tiene que renovar sus esquemas. Que no es posible seguir soñando con un mundo donde todos sean hermanos, que hay sus diferencias y debemos aceptarlas, que el sacrificio y la lucha por los pequeños y los pobres no lleva al triunfo, que los grandes éxitos se logran de otra forma… y Jesús nuevamente nos diría que esos no son sus caminos, sino los caminos de los hombres. Si miramos con atención a los discípulos, veremos que siguen a Jesús pero no han cambiado de idea ni de mentalidad. Se resisten a perder sus proyectos de triunfo, y ahora Jesús les presenta una nueva forma de seguirle. Ya no se trata solamente de acompañarle y compartir la misión de curar y predicar. Ahora seguirle representa un conflicto, sufrimiento y muerte. Sólo así se defiende la verdad y la vida. Por eso, aunque corre el riesgo de quedarse solo, replantea con toda claridad su propuesta: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”. Es la misma propuesta que Jesús nos hace a nosotros. No hay otra forma de ser su discípulo que tomar su cruz. Hay que renunciar a los proyectos propios de poder, de intereses personales, de satisfacciones y ambiciones. Cristo es radical. La única forma de seguirlo es cargando con la cruz, la única forma de conservar la vida es perderla por él y por el Evangelio. Jesús es nuestra justicia y nuestra verdad. Con Él podremos encontrar caminos que nos den vida, paz y armonía, pero debemos seguir sus criterios y vivir su Evangelio.
No son superficialidades, no es una religión para vestirse, no son apariencias, es una entrega completa y definitiva a su evangelio. Es tocar con su palabra todos los aspectos de nuestra vida, es abrir los oídos y el corazón y dejarse invadir por sus criterios. No se puede dejar a un lado la pregunta de Jesús. Hoy tenemos que tener una actitud de escucha. Debo empaparme de lo que Jesús me dice. Rumiarlo y asumirlo en todos los momentos de mi vida, aun en los más triviales o en los más importantes. Hoy necesito hablar con toda honestidad con Jesús sobre mis sentimientos, mis deseos y preguntarle si no son erróneos, si no es una forma de pensar a estilo de los hombres. Hoy necesito confrontar mi vida con el evangelio y hacerme preguntas en serio: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a seguirlo? ¿Vale la pena vivir la vida como lo estoy haciendo?
Míranos, Señor, con ojos de misericordia y haz que experimentemos vivamente tu amor, para que podamos seguirte con sinceridad y servirte con todas nuestras fuerzas. Amén.
Estrés: un mal de nuestros días
El estrés se ha convertido en una palabra cotidiana de nuestros tiempos y es considerado uno de los grandes males que nos tocan padecer, sin distinción de edad, género o clase socia
-¿Quién sabe algo de Juan?
-Fue al médico. Parece que lo de la presión es por el estrés.
-¡Qué cara tenés!
-Es que ando estresado.
Comentarios como éstos y muchos más son usados, hoy, corrientemente para explicar un estado sin que la mayoría de las personas tenga claro en qué consiste.
El estrés se ha convertido en una palabra cotidiana de nuestros tiempos y es considerado uno de los grandes males que nos tocan padecer, sin distinción de edad, género o clase social. Las personas que manejan un alto grado de responsabilidad suelen ser las más afectadas por este trastorno que se está transformando, cada vez más, en una especie de enfermedad alarmante.
¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de estrés?
El empleo de este término se ha popularizado sin que la mayoría de las personas sepa realmente qué significa. Etimológicamente, proviene del participio latino (strictus) del verbo stringere que significa provocar «tensión».
El ritmo acelerado de vida, así como el desarrollo tecnológico y la prisa con que debemos iniciar y vivir cada día ha creado una tensión permanente en nuestro diario vivir que nos lleva a estar angustiados, ansiosos, apurados y perder vitalidad. Esto hace que nuestro organismo emita una respuesta a semejante cantidad de estímulos o, dicho de otra manera, el estrés es la respuesta «adaptativa» del organismo ante los diversos «estresores». Esta adaptación a las condiciones de cambio se denomina «síndrome general de adaptación ». La utilización actual del término tiene su antecedente fundamental en la teoría de la adaptación: «Síndrome General de Adaptación » (G.A.S), del húngaro y endocrinólogo de la Universidad de Montreal, Hans Selye, a quien, posteriormente, se ha llamado «padre del estrés».
El estrés es algo habitual en nuestras vidas, no puede evitarse, ya que cualquier cambio al que debamos adaptarnos representa estrés. Es la reacción de nuestro organismo frente a la presión constante, y, cuando los mecanismos de recuperación fallan, se produce las enfermedades de adaptación. La disconformidad crónica, el apuro, la urgencia, los estados ansiosos, los sentimientos de impotencia, el alerta constante, el miedo irracional, las preocupaciones económicas, laborales o escolares y otras generan, consecuentemente, ansiedad, angustia y tensión. Nuestro cuerpo responde con cansancio, problemas digestivos, dolores de cabeza, pérdida del apetito se nos olvidan las cosas, cambia nuestro estado de ánimo, tenemos problemas para dormir o descansar, dolores musculares, irritabilidad o aislamiento, aumentan las frecuencias respiratorias y cardíacas, entre otras.
Cuando estos síntomas perduran y se instalan en el tiempo, el estrés se constituye en un proceso relativamente independiente del síndrome general de adaptación, en una «enfermedad» en sí misma. Cualquier suceso que genere una respuesta emocional puede causar estrés. Las experiencias estresantes provienen de tres fuentes básicas: nuestro entorno (referente a las condiciones ambientales, como el ruido, las aglomeraciones, etc.), nuestro cuerpo y nuestros pensamientos. Esto incluye tanto las situaciones positivas (el nacimiento de un hijo, matrimonio), como las negativas (pérdida del empleo, muerte de un familiar).
Las situaciones que provocan estrés en una persona pueden resultar insignificantes para otra.
Si logramos percibir estos síntomas como alertas y no como parte normal de nuestra vida, si aprendemos a escucharlos como mensajes que nos dicen que estamos a punto de perder el equilibrio que debe haber entre las presiones diarias y nuestra capacidad de respuesta a ellas, es el momento justo de otorgarnos un respiro y tomarnos un tiempo para nosotros mismos.
Pero ¿cómo darnos ese respiro con todas las exigencias que nos abruman? Lo primero que deberíamos hacer es discernir entre lo que tiene una importancia vital y lo que no. Muchas de ellas son autoexigencias que nuestro «deber ser» nos impone. Las situaciones que no podemos controlar son, a menudo, las más frustrantes. Uno puede sentirse mal simplemente por ejercer presión sobre uno mismo: sacar buenas notas, tener aspiraciones en un trabajo, la autocrítica desmedida es una de las causas principales.
El estrés no siempre es malo. De hecho, un poco de estrés es bueno. Por ejemplo, la presión de la competición (competencia en el sentido de mejorar) permite el logro de los objetivos. Sin el estrés de alcanzar la meta, la mayoría de nosotros no sería capaz de terminar un proyecto o de llegar a trabajar con puntualidad.
¿Qué hacer, entonces, frente al estrés?
No preocuparnos de las cosas que no podemos controlar. (No sólo en los días soleados suceden cosas buenas.)
Hacer algo con las cosas que sí podemos controlar. (Aprendamos a poner límites a aquellos que nos exigen dar o hacer más de lo que podemos dar o hacer.)
Prepararnos, lo mejor posible, para sucesos que sabemos que pueden ocasionarnos estrés. (Al fin de cuentas, esas circunstancias también pasaran, y vendrán otras mejores.)
Esforzarnos por resolver los conflictos con otras personas. (Un buen diálogo quiebra barreras y concilia los ánimos.)
Pedir ayuda a nuestros amigos, familiares o profesionales. (Dejar la omnipotencia de lado no es signo de debilidad.)
Fijarnos metas realistas en casa, en el trabajo o en la escuela. (Poner mucha expectativa en un proyecto, casi imposible acarrea desdicha.)
No olvidar de realizar una actividad física (Alguien dijo mens sana in corpore sano
Orar un poco más. (La buena oración nos conecta con lo trascendente.)
Tratar de ver los cambios como desafíos positivos, no como amenazas. (Dice el saber popular «no hay mal que por bien no venga».)
Poner más atención en lo que tenemos y no en lo que nos falta. (Por ahí, descubrimos lo inmensamente ricos que somos.)
Seguramente, dado los tiempos que corren, no podremos eliminar, del todo, las fuentes que nos suscitan estrés, sin embargo, sí podemos aprender a buscar un equilibrio ante las consecuencias que la presión y las exigencias excesivas generan. Si logramos no llegar a los extremos, tal vez entonces, tengamos tiempo para disfrutar y ver la vida desde un lugar más positivo.
11 de septiembre, la invitación de los Papas a la reconciliación
Han pasado veinte años desde el terrible atentado terrorista en Estados Unidos.
Pocas fechas en la historia tienen un eco similar. Hablar del 11 de septiembre es recordar a los ciudadanos de todas las naciones el atentado terrorista que reescribió la historia del siglo XXI en pocas horas. Han pasado veinte años desde aquel día, que también fue excepcional por la cobertura mediática que permitió seguir en todos los continentes las distintas etapas del atentado, que culminó con el derrumbe de las Torres Gemelas. Hubo 2.996 víctimas, incluidos los 19 terroristas de los cuatro atentados suicidas con aviones. En la semana del 20º aniversario, se identificaron tres víctimas. Un proceso, el del reconocimiento, que nunca se ha detenido en estas dos décadas y que Barbara Sampson, jefa del departamento legal de la ciudad de Nueva York, definió hace unos días como una «obligación sagrada».
La consternación del Papa «más allá del dolor”
El 11 de septiembre de 2001, el Vaticano también recibió imágenes en directo del ataque terrorista. El Papa Juan Pablo II estaba en Castel Gandolfo ese día. Joaquín Navarro-Valls, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede durante más de 20 años, le advirtió. «Llamé, hablé con él directamente. Le dije lo que estaba pasando. Le hablé de las terribles imágenes que la CNN estaba transmitiendo en directo», dijo el estrecho colaborador del Papa Wojtyla en una entrevista con Andrea Tornielli en el décimo aniversario del atentado. «El Papa -leemos- estaba profundamente conmovido, apenado. Pero recuerdo que se preguntó cómo pudo ocurrir un ataque tan atroz. Su consternación ante esas imágenes iba más allá del dolor. Se quedó un rato frente al televisor y luego se retiró a la capilla, que se encuentra a pocos pasos de la sala de televisión. Permaneció en oración durante mucho tiempo. También quería ponerse en contacto con George Bush, para hacerle saber su cercanía, su dolor, su oración. Pero no fue posible contactar con el presidente, que por razones de seguridad volaba en el Air Force One. Así que el Papa decidió enviar un telegrama inmediatamente. Y a la mañana siguiente dedicó la misa a las víctimas del atentado, pidiendo a Dios que diera descanso eterno a las numerosas víctimas y valor y consuelo a sus familias».
La audiencia del 12 de septiembre
De aquella la misa celebrada por las víctimas del atentado, Juan Pablo II habló durante la audiencia general del miércoles 12 de septiembre de 2001. El Papa definió lo ocurrido unas horas antes como «un día tenebroso en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre». Luego, hablando de una » inaudita atrocidad «, expresó su cercanía espiritual a las familias de los muertos y heridos, subrayando que “aun cuando parecen dominar las tinieblas, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra”.
Ayer fue un día tenebroso en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre. Desde que recibí la noticia, seguí con intensa participación el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi apremiante oración. ¿Cómo pueden verificarse episodios de una crueldad tan salvaje? El corazón del hombre es un abismo del que brotan a veces planes de inaudita atrocidad, capaces de destruir en unos instantes la vida serena y laboriosa de un pueblo. Pero la fe sale a nuestro encuentro en estos momentos en los que todo comentario parece inadecuado. La palabra de Cristo es la única que puede dar una respuesta a los interrogantes que se agitan en nuestro espíritu. Aun cuando parecen dominar las tinieblas, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra. Aquí se funda la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza apoyada en la oración. Con gran afecto me dirijo al amado pueblo de Estados Unidos en esta hora de angustia y desconcierto, en la que se pone a dura prueba el valor de tantos hombres y mujeres de buena voluntad. De manera especial abrazo a los familiares de los muertos y de los heridos, y les aseguro mi cercanía espiritual.
Incluso antes de que el Papa llegara a la Plaza de San Pedro, un altavoz anunció a los fieles presentes una petición especial de Juan Pablo II en lo que sería una audiencia marcada por los «dramáticos acontecimientos» del día anterior. «Precisamente para crear un ambiente de recogimiento y oración -fueron las palabras que se escucharon en la plaza- el Santo Padre desea que no haya aplausos».
Que la paz reine en el mundo
Once días después, durante su viaje apostólico a Armenia y su visita apostólica a Kazajstán, al final del Ángelus rezado en Astana, Juan Pablo II hizo un sentido llamamiento por la paz en el mundo. En esa ocasión, el Papa pidió que los fieles de todas las religiones se unan para «para que cooperen en la construcción de un mundo sin violencia», sin permitir que lo ocurrido en Estados Unidos aumente las divisiones, porque «la religión nunca debe ser utilizada como motivo de conflicto».
Desde esta ciudad, desde Kazajstán, un país que es ejemplo de armonía entre hombres y mujeres de diversos orígenes y creencias, deseo hacer un apremiante llamamiento a todos, cristianos y seguidores de otras religiones, para que cooperen en la construcción de un mundo sin violencia, un mundo que ame la vida y crezca en la justicia y la solidaridad. No debemos permitir que lo que ha sucedido lleve a ahondar las divisiones. La religión nunca debe ser utilizada como motivo de conflicto. Desde este lugar invito a cristianos y musulmanes a orar intensamente al Dios único y todopoderoso, que nos creó a todos, para que reine en el mundo el bien fundamental de la paz. Que las personas de todos los lugares, fortalecidas por la sabiduría divina, trabajen por una civilización del amor, en la que no haya espacio para el odio, la discriminación y la violencia. Con todo mi corazón suplico a Dios que mantenga al mundo en paz. Amén.
Juan Pablo II decidió entonces convocar un nuevo Encuentro de Religiones por la Paz en Asís en enero de 2002, tras el histórico primer encuentro de 1986. En su mensaje de saludo a los Representantes de las distintas religiones del mundo, leemos:
En los momentos de más intenso temor por el destino del mundo, se siente con mayor fuerza el deber de comprometerse personalmente en la defensa y en la promoción del bien fundamental de la paz.
El primer aniversario
El 11 de septiembre de 2002 cayó un miércoles. En la audiencia general, Juan Pablo II recordó lo ocurrido doce meses antes. Lo hizo, en primer lugar, encomendando “a la memoria de Dios» a las víctimas del atentado. El Papa reafirmó con fuerza que “toda persona humana tiene derecho a que se respete su vida y dignidad”, bienes inviolables para Dios, sancionados por el derecho internacional, proclamados por la conciencia humana y que exige la convivencia civil. En lo que Juan Pablo II describió como » tristísimo aniversario», se elevó una oración a Dios para que «para que el amor supere al odio y, con el empeño de todas las personas de buena voluntad, la concordia y la solidaridad se consoliden en todos los rincones de la tierra”. Ya el 1° de enero de ese año, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Juan Pablo II recordó lo sucedido unos meses antes e hizo hincapié en la justicia y el perdón:
Lo que ha ocurrido recientemente, con los hechos sangrientos que acabamos de recordar, me ha impulsado a continuar una reflexión que brota a menudo de lo más hondo de mi corazón, al rememorar acontecimientos históricos que han marcado mi vida, especialmente en los años de mi juventud. Los indecibles sufrimientos de los pueblos y de las personas, entre ellas no pocos amigos y conocidos míos, causados por los totalitarismos nazi y comunista, siempre me han interpelado íntimamente y animado mi oración. Muchas veces me he detenido a pensar sobre esta pregunta: ¿cuál es el camino que conduce al pleno restablecimiento del orden moral y social, violado tan bárbaramente? La convicción a la que he llegado, razonando y confrontándome con la Revelación bíblica, es que no se restablece completamente el orden quebrantado, si no es conjugando entre sí la justicia el perdón. Los pilares de la paz verdadera son la justicia y esa forma particular del amor que es el perdón.
Católicos con acción, tres palabras que unidas cobran sentido
Hay una diferencia entre la bondad pasiva y la bondad activa, lo que es, en mi opinión, la entrega del tiempo y energía de uno en aliviar el sufrimiento y el dolor
Por: http://catolicosconaccion.com | Fuente: http://catolicosconaccion.com
“Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino.” Papa Francisco
“Hay una diferencia entre la bondad pasiva y la bondad activa, lo que es, en mi opinión, la entrega del tiempo y energía de uno en aliviar el sufrimiento y el dolor. Supone salir, buscar y ayudar a aquellos que sufren y están en peligro, y no simplemente seguir una vida ejemplar, de forma puramente pasiva sin hacer el mal”. La vida de Sir Nicolas Winton, la persona a la que pertenece la frase recién planteada, encarniza la esencia de lo que en la misma nos quiere transmitir. El pasado 1 de julio murió a sus 106 años este filántropo inglés, quien en 1939, en un acto inspirado por una profunda valentía, justo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, salvó a 699 niños judíos de la muerte a manos de la Alemania Nazi.
En ese entonces, siendo un corredor de bolsa y banquero a sus 29 años, Nicolas arriesgó su pellejo en vistas de la inminente muerte que tantas personas estaban por padecer y consiguió alquilar ocho convoyes en los que llevó a los 699 niños desde Praga hasta Londres; su tarea no quedó ahí, sino que se dedicó a la tarea de encontrarle a cada uno de los niños familias adoptivas para asegurar su bienestar. Esta historia de la vida real fue la base del libro y la película llamadas “Schindler’s List”, ambas premiadas y reconocidas a nivel mundial.
La razón que inspiró esta acción de solidaridad a gran escala es, también, la fuerza que puede mover nuestro actuar cristiano hacia niveles de amor y entrega que ilumine todas las facetas de nuestra vida en un vertiginoso crecimiento espiritual y hacia grandes esfuerzos por el bienestar común, que desemboquen en verdaderos cambios positivos en nuestra sociedad y en la vida de las personas que nos rodean. Esta fuerza es la denominada servicio, inspirada por, la anteriormente dicha, “bondad activa”.
En un punto de mi experiencia de ser cristiano, me llegué a sentir estancado en una situación con la que muchos quizá podrán sentirse identificados: Había luchado por acercarme a una vida ejemplar, mi ser cristiano se basaba en intentar ser una buena persona, en esforzarme por hacer las cosas bien, más estaba trabajando para mí mismo; pese a que todo marchaba bien, me sentía sin avanzar en mi crecimiento cristiano, por lo que empecé a buscar desesperadamente algo que le diera más sentido, fue aquí donde empecé a descubrir el servicio a los demás y esto cambió totalmente mi perspectiva de ser cristiano. En esto pasé de una bondad pasiva a una activa, encontré un misterio que ha marcado la dirección de mis aspiraciones
Este misterio es básico, y consiste en una ley casi matemática, que podemos enunciar de la siguiente manera: Mientras más se entrega de sí mismo a los demás, más se le retribuye a uno mismo; en consecuencia, la felicidad aumenta en proporción directa con el trabajo que se realiza por los demás. Esto tiene inclusive un fundamento psicológico, ya que en nuestro cerebro, según estudios del documental “Happy”, las acciones de entrega que producen un sentimiento de utilidad para con las personas que nos rodean representan el 40% de nuestra felicidad, en contraste, por ejemplo, con la cantidad de dinero y bienes materiales que se poseen, que representan solo el 10%.
Además de ser esta bondad activa una fuente de verdadera felicidad, es también el fundamento del amor cristiano. La fe para que sea auténtica tiene que ser una fe viva, que nos mueva a la acción. Jesús no solo nos invita, sino que nos exige está acción en Mateo 25, 35-40:
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿O sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”.
Esta bondad activa inspirada en el amor cristiano es una fuerza de renovación en nuestra sociedad, y el motor para llevar el Reino de Dios en esta Tierra. En el Padre Nuestro, oración que rezamos a diario decimos: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Si en tan solo uno de estos días en que lo rezamos cumpliéramos a cabalidad lo que decimos, saldríamos directamente a la calle y talvés, al primer indigente que encontrásemos en nuestro camino lo invitaríamos a entrar a nuestro coche, tratándolo como si fuese un amigo a quien encontramos tirado en una acera, le daríamos abrigo, comida, lo llevaríamos a nuestra casa y le daríamos techo donde dormir.
Hay personas (como Sir Nicolas Winton) que han expandido los límites de su entrega a estos niveles y han llevado el amor a su prójimo a condiciones que les han significado poner en peligro su propia seguridad. Ya sean obras a esta escala u obras que podemos considerar insignificantes, si nos hacen llevar nuestra bondad de pasiva a activa, tienen un valor inmenso para Dios, y pueden significar también un cambio inimaginable para nuestro prójimo.
El reto está en que estos hechos de bondad activa no sean de carácter esporádico, ni circunstancial, en que seamos CATÓLICOS CON ACCIÓN constante y permanente, no católicos en acción “en ciertas circunstancias”; la Doctrina Social de la Iglesia te invita a que está acción sea parte de tu ser, de tu día a día y, se convierta, en parte de tu actuar. La forma para lograr esto es la entrega de nuestro tiempo y energía para acciones en función de los demás, al perseverar en esto, convertiremos esta bondad activa en parte inherente de nuestra persona, nuestro ser cristiano
El Papa: No a una fe que vive de ritos y de repeticiones
Attila KISBENEDEK / AFP
Ary Waldir Ramos Díaz – publicado el 12/09/21
Conclusión del Congreso Eucarístico Internacional en Budapest: Dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme
«Dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme». El papa Francisco pidió que la «Eucaristía», nos lleva «a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás». Lo dijo ante miles de los fieles reunidos en la Plaza de los Héroes de Budapest para la celebración de la Santa Misa al final del 52º Congreso Eucarístico Internacional.
¿Qué quiere decir caminar en pos de Jesús? Es ir adelante por la vida con su misma confianza, la de ser hijos amados de Dios. Es recorrer el mismo camino del Maestro, que vino a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano, expresó el Papa vestido con casulla amarilla.
El papa Francisco recordó a los mártires de la fe en el país que sufrió el totalitarismo ateo que intento incluso cerrar el santuario de la Virgen de los Dolores.
Francisco les recordó su raíces cristianas así «como transformó a los grandes y valientes santos que ustedes veneran, pienso en san Esteban y santa Isabel».
«Como ellos, no nos contentemos con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y de repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado, Pan partido para dar vida al mundo. Entonces viviremos en la alegría; y llevaremos alegría«, sostuvo ante 10o.00o personas.
Este Congreso Eucarístico Internacional es un punto de llegada de un camino, afirmó el Papa, «pero hagamos que sea sobre todo un punto de partida. Porque el camino en pos de Jesús invita a mirar hacia adelante, a acoger la novedad de la gracia, a hacer revivir cada día dentro de nosotros ese interrogante que, como en Cesarea de Filipo, el Señor dirige a sus discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».
Seguir a Cristo
En su homilía, el Papa ha invitado a seguir la perspectiva de Dios, no del mundo, o del diablo, como en el Evangelio, Pedro fue alertado por Jesús, quien «comenzó a reprenderlo (cf. v. 32). Nos puede pasar también a nosotros que llevemos “aparte” al Señor, que lo pongamos en un rincón del corazón, que continuemos sintiéndonos religiosos y buenos y sigamos adelante por nuestro camino sin dejarnos conquistar por la lógica de Jesús».
Jesús, dijo, sin embargo, «nos acompaña en esta lucha interior, porque desea que, como los Apóstoles, elijamos estar de su parte. Está la parte de Dios y está la parte del mundo».
Diferencia…
«La diferencia no está entre el que es religioso y el que no lo es. La diferencia crucial es entre el verdadero Dios y el dios de nuestro yo. ¡Qué lejos está Aquel que reina en silencio sobre la cruz, del falso dios que quisiéramos que reinase con la fuerza y redujese al silencio a nuestros enemigos!», explicó.
«¡Qué distinto es Cristo, que se propone sólo con amor, de los mesías potentes y triunfadores, adulados por el mundo! Jesús nos sacude, no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía».
Adoración
El Pontífice afirmó que nos «hace bien estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios. Dediquémosle tiempo a la adoración. Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos. De este modo llegamos al tercer paso».
Saber dar un paso atrás
El Papa ha indicado el camino en pos de Jesús. ««¡Ponte detrás de mí, Satanás!» (v. 33). De ese modo Jesús atrae de nuevo a Pedro hacia Él, con una orden dolorosa, dura. Y afirmó que el buen cristiano saber dar “un paso atrás”.
«El camino cristiano no es una búsqueda del éxito, sino que comienza con un paso hacia atrás, con un descentramiento liberador, con el quitarse uno del centro de la vida. Es entonces cuando Pedro reconoce que el centro no es su Jesús, sino el verdadero Jesús. Caerá de nuevo, pero de perdón en perdón reconocerá cada vez mejor el rostro de Jesús. Y pasará de la admiración estéril por Cristo a la imitación concreta de Cristo».
Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos.
Papa Francisco
Ángelus
“¡Que la cruz sea para ti un puente entre el pasado y el futuro! Dijo el Papa Francisco después de predicar la oración del Ángelus en la Plaza de los Héroes en Budapest. El sentimiento religioso es «el alma de esta nación tan apegada a sus raíces», enfatizó. Pero la cruz, “plantada en la tierra, además de invitarnos a echar raíces bien, alza y extiende sus brazos hacia todos: nos urge a mantener las raíces sólidas, pero sin partición”.
El Papa llamó así a los húngaros a «sacar de las fuentes», mientras se abren a los «sedientos de nuestro tiempo». «Mi deseo es que seas así: arraigado y abierto, arraigado y respetuoso», sostuvo el obispo de Roma.
y nuestra acción no podrán existir una sin la otra.
Ya sea en movimientos sociales, religiosos, en la atención a los problemas de tus amigos y familiares, a acciones de gran escala que den solución a problemas graves de nuestra sociedad o de cualquier forma en la que te sea posible, esfuérzate por ser ese Católico con Acción, busca el servicio a los demás con pasión y encontrarás en cada acción un tesoro invaluable, verás en los ojos de quien sufre a Jesús y en tu trabajo por su bienestar encontrarás una experiencia de amor auténtico.
Artículo con dedicación especial a todas las personas que han trabajado para que este gran proyecto de “Católicos con Acción” cumpla este mes de julio de 2015 su tercer aniversario: equipo, seguidores, lectores, y todos los involucrados. Ha sido gracias a su acción que hoy existe esta gran comunidad católica, como testimonio vivo de la presencia de Dios en nuestra realidad.
Oración de san Alfonso María de Ligorio al Santísimo Nombre de María
Waiting For The Word | CC BY 2.0
Las glorias de María. San Alfonso María de Ligorio por su gran amor a la Virgen María nos ha dejado un legado maravilloso con un clásico de la mariología, su libro Las glorias de María.
Alfonso lo escribió para defender las devociones marianas, que el jansenismo criticaba.
Incluye numerosas citas a favor de la Virgen María, de los Padres y Doctores de la Iglesia, y también algunos de sus pensamientos.
San Alfonso nos hace una hermosa catequesis de la vida de la Virgen y nos enseña sobre sus dogmas, para que la verdadera Madre de Dios sea venerada como corresponde.
En su libro encuentras una serie de oraciones y prácticas marianas, como esta oración dedicada al Santísimo Nombre de María:
Oración
¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú, que deseas y quieres mi salvación, me has de otorgar,
aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir.
¡Dulce Madre, María!
Haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme cada vez que te llame.
Pues en cada tentación que me combata, y en cualquier necesidad que experimente, quiero llamarte sin cesar;
¡María!
Así espero hacerlo en la vida, y así, sobre todo, en la última hora,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:
“¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!”
¡Qué aliento, dulzura y confianza, qué ternura siento con sólo nombrarte y pensar en ti!
Doy gracias a nuestro Señor y Dios, que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
Señora, no me contento con sólo pronunciar tu nombre; quiero que tu amor me recuerde que debo llamarte a cada instante; y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor mío!”
Amada María y amado Jesús mío, que vivan siempre en mi corazón y en el de todos, vuestros nombres salvadores.
Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre, para acordarme sólo y siempre, de invocar vuestros nombres adorados.
Jesús, Redentor mío, y Madre mía María, cuando llegue la hora de dejar esta vida, concédeme entonces la gracia de deciros:
“Os amo, Jesús y María; Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía”.
Amén.