El ocio contemplativo según Josef Pieper
Ocio sosegado vs. ocio tiránico
Frente al mundo del cálculo, la utilidad, la diversión obligatoria y la tiranía de la mercancía, nos proponemos reflexionar sobre un itinerario educativo para familias (familias de familias), escuelas y comunidades que se plantean vivir un ocio diferente. Un ocio cuyo eje es la contemplación. Y para ello seguiremos a Josef Pieper (1904-1997) cuando nos señala que “contemplar significa aceptar lo que es, como es, con calma y silencio, sin pretender dominarlo” (Ocio y vida intelectual, 2003, Rialp). Para este filósofo tomista alemán ese es el fin de un ocio de contemplación (theorein en los griegos): el gozo que nace en conocer y afirmar la realidad amorosamente.
Una realidad exuberante y bella que asombra
Porque la realidad (natural, artística, cotidiana) es muy exuberante y bella si la miramos con detenimiento. Y dado que la meta del hombre es la felicidad, hay que ir a la realidad desde el silencio y el sosiego para que esta nos dispense todo el deleite y alegría que se esconde en ella. En las casas será en fines de semana y vacaciones; en la escuela en extraescolares y campamentos de verano realmente imaginativos; en las comunidades será en fiestas y celebraciones. Un ocio (scholé) creativo (no simplemente empaquetado, útil, directo y eficaz) que consiste en estar atentos a la realidad en el día a día para maravillarse ante lo que es (asombro), para disfrutarlo y compartirlo. El asombro (thauma) no es simple curiosidad, sino sorpresa reverente ante el ser, una conmoción que abre la inteligencia al misterio y que pone en marcha la búsqueda filosófica. Pieper, desde este descubrimiento, insiste en una expresión llena de admiración ante la sorpresa de la maravilla de la realidad: “¡qué bueno que existas!”. Cada uno puede exultar con esta verdad por su cuenta o en grupo, leyendo o cantando. Pero no haciendo jerigonzas sino aprendiendo a mirar atentamente lo que sucede, de un modo cuidadoso y no precisamente caro.
Celebrar y agradecer la realidad
¿Para qué? Para cultivarse, para crecer en humanidad, para vivir el amor familiar y la amistad. Para conocer la verdad alcanzando la plenitud de lo que significa ser humano. Y para ello es preciso moverse desde un corazón educado y cultivado y, a la vez, muy receptivo. Un corazón templado y puro que ve con profundidad.
¿Qué hacer? Casi de todo: experiencias deportivas y culturales, conocer personas, realizar tareas de voluntariado con niños y mayores. Por ejemplo, plantando árboles. Celebrar y agradecer el ser de las cosas en iniciativas excursionistas visitando la vida más cercana a nuestro hogar, pueblo, escuela. Pero sin caer en una vida activista, ni en la tiranía de la utilidad, ni en la búsqueda de los más altos rendimientos en términos de diversión. Siempre con una serenidad baja en decibelios, lejos del ruido del ocio más comercial de las pantallas.
La vida desinteresada
Hay que aprender a descansar con un propósito, pero no desde el activismo. Ir más allá de la esclavizante dualidad ocio & placer y abrazar la calma y la vida desinteresada. Es decir, apreciar todo lo que la realidad ofrece sin dar casi nada por descontado para ir al meollo de lo que es. Y esta tarea exige humildad, austeridad, sencillez. El objetivo es andar con paz en el corazón, hacer las cosas bien y ser capaz de encontrar, y a menudo compartir, en la observación de la realidad, algunos momentos de contemplación que la vida nos regala cada día. No se trata de una búsqueda o un conocimiento analítico y racional de la realidad. Solo hay que estar atentos y, desde el intelecto que cuenta con una mirada más integral en Pieper, obtener de la vida su significado.
La inagotable grandeza del ser
Es decir, estamos hablando de un ocio significativo, que busca tener sentido y generar adhesión en los amigos para que unidos, unas cuantas familias, desde las escuelas, nos encontremos con muchas realidades que no conocemos. Reconozcamos la realidad misma, en el sentido amplio del término, para evitar vivir encadenados por un consumo -de la industria del ocio- que a menudo nos envilece. Para conocer una realidad que ha quedado ocultada y que nos antecede, y que sutilmente nos demanda una respuesta llena de gratitud ante la inagotable grandeza del ser. Un ocio que se encuentra en realidades grandes que nos hablan de nuestro destino y del fin de nuestra vida en sentido fuerte. El ocio no está hecho para olvidar quienes somos en una sutil evasión de la realidad. El ocio familiar y escolar puede llevarnos no solo a conocer la realidad sino a disfrutar de la belleza, el bien y la verdad como horizonte. Ya no hablamos pues de ocio hipnótico sino de un ocio contemplativo. Un ocio alegre que se regocija de que las cosas sean tan maravillosas si se las mira con cuidado. Un ocio que se enamora de lo sublime que late detrás de la vida en común, la naturaleza y el arte.
Necesitamos formación para el mejor ocio contemplativo
Pero no es fácil dar este paso. Hay que formarse. El ocio de las últimas décadas nos ha deformado nos ha embrutecido el paladar. Debemos afinar nuestro gusto para contemplar la realidad plagada de dones, finezas, regalos. Formar la mirada, el corazón para degustar con gran gozo lo que vale la pena: que las cosas son y son inteligibles. Es preciso formarnos para contemplar.
Fuente: religionenlibertad.com