Estamos a pocos días de la Navidad, en la que celebraremos el nacimiento del Dios que sigue viniendo

Él nos ha dado la vida, nos ha traído a la existencia, y luego nos ha colmado de innumerables gracias

La alegría es acción de gracias por todo lo que recibimos

Conmemoracion: 13 de Diciembre

Este domingo 13 de diciembre iniciamos la tercera semana de Adviento, estamos a pocos días de la Navidad, en la que celebraremos el nacimiento del Dios que sigue viniendo y es fuente de la alegría profunda, esa alegría que tiene como cimiento el agradecimiento y la confianza en la fidelidad de Dios, porque Él es todo Amor, y “su amor es para siempre, más estable que los cielos…”

Ante ello, podríamos decir, ¡claro, en estos días todo y todos parecen estar más alegres! Sin embargo, ¿se trata de esa alegría efímera o fugaz que se desvanece con un parpadeo, o la del espejismo y el oasis, que no tienen nada detrás? ¿No se tratará de una alegría de temporada?

En fin,  la alegría que nos anuncia y trae la Navidad se parece más a la alegría de quien siente que una buena noticia le reconforta en la dificultad, a la de quien acepta los problemas sin venirse abajo, cuando un compromiso te pone en situaciones serias. Se parece más a la alegría de quien sabe a dónde va, aunque en el camino haya obstáculos. La alegría de quien descubre que no está solo, la de quien ama y se sabe amado…

Y esta alegría existe y es posible vivirla, expresarla, compartirla  en la medida que vivamos la Navidad desde su verdadero sentido… ¡y eso también es posible!…en la medida que nos abrimos a ese deseo de un encuentro interior, personal, de plenitud de vida que existe en cada uno de nosotros, y ese deseo se ha podido percibir desde niños o darse más tarde en una experiencia de conversión…la verdad es que Dios responde siempre a ese deseo y se hace conocer a quien se lo pide, y viene y lo llena de alegría…

Entonces ¿es que esta alegría profunda tiene una estructura específica? Lo que es claro es que como base de la alegría profunda se tiene al “reconocimiento.” La alegría es acción de gracias por todo lo que recibimos, aún por todo aquello que a nuestros ojos no parece bueno, conveniente ni oportuno.  En la medida que somos agradecidos, vamos viviendo con mayor plenitud nuestra vida y así vivimos la auténtica alegría que expresa que Dios nos ha puesto en posesión del mundo, que todo lo que tenemos y obtenemos es gracia, que todo es don…

Frente a ello, tenemos tantas razones para alegrarnos, tantas razones para experimentar una alegría sobrenatural… Por ejemplo, por un momento pensemos que (de toda la eternidad) hemos sido elegidos por Dios. Él nos ha dado la vida, nos ha traído a la existencia, y luego nos ha colmado de innumerables gracias. Además aquí, consideremos por un momento el curso de nuestra vida, ¿no vemos acaso múltiples razones para dar gracias?

Pues bien,  junto a este reconocimiento, a este ser agradecidos, la alegría profunda contiene otro elemento: “la confianza.” Y no nos referimos a la confianza condicional – “creo en Ti si haces tal o tal cosa” –  nos referimos a la confianza absoluta, incondicional. Ya que sabemos que Dios ha hecho todo para nosotros, que nos ama y ha escogido, que tenemos un lugar definitivo en el plan divino y del universo, ¿qué podemos temer?
Esa es la alegría profunda expresada en reconocimiento desbordante y confianza total. Y si vamos por la vida con esos dos sentimientos, recordando todo los que Dios ha hecho por nosotros y la confianza absoluta de lo que hará por nosotros…esta Navidad será un desborde de alegría profunda que se hace plena en un compartir auténtico…Y es que la alegría profunda sólo te puede comprometer a salir de ti mismo y amar,  y además contagia…
Pues bien, en este último tramo hacia la Navidad pidamos a nuestro Señor con humildad de corazón que nos llene de su luz, de su amor y de su paz que son alegría perfecta, haciendo morada en nosotros con su Espíritu Santo, y de ese modo llevemos a Belén un corazón más humano, más responsable, más libre.

“Quiero llevar tu sello, 
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.
A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va segando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.
Sobre mi corazón, deja tu sello…”

Julia Prilutzky

Jesús te ama