San Agustín de Hipona

 

–Isaías 58,1-9: ¿Es ése el ayuno que el Señor desea? El ayuno no solo ha de consistir en comer menos, sino también y principalmente en no cometer pecados y hacer actos de caridad. Esto es constante en los profetas y también en las enseñanzas de Cristo (cf. Mt 6,1-6.16-18; 25,34-40). Dice San Agustín:

«Vuestros ayunos no sean como los que condena el profeta (Is 58,5). Él fustiga el ayuno de la gente pendenciera; aprueba el de los piadosos; condena a quienes aprietan y busca a quien aflojan; acusa a los cizañeros, aprecia a los pacificadores. Éste es el motivo por el que en estos días refrenáis vuestros deseos de cosas lícitas, para no sucumbir ante lo ilícito.

De esta forma, nuestra oración, hecha con humildad y caridad, con ayuno y limosnas, templanza y perdón, practicando el bien y no devolviendo mal por mal…, busca la paz y la consigue» (Sermón 206,3).

–El ayuno que Dios nos concede hacer consiste en una total conversión en obras buenas, y no solo en palabras y ritos externos. Por no haber ayudado así en muchas ocasiones, hemos de confesar nuestra culpa con gran arrepentimiento: el Salmo 50, que ya comentamos el Miércoles pasado, expresa nuestra súplica de perdón.

–Mateo 9,14-15: Llegará un día en que se lleven al Esposo y entonces ayunarán. El ayuno está relacionado con el tiempo de la espera. Jesús mismo ha ayunado en el desierto, resumiendo en Sí la larga preparación de la humanidad en la instauración del Reino. Cuando comienza el ministerio público, Jesús puede decir con toda razón que el Reino ya está allí, que ha llegado el Esposo, que sus discípulos no han de ayunar mientras Él viva.

El ayuno del Viernes Santo responde de modo especial a estas palabras de Jesús: es el ayuno en el día en que Jesús, muerto en la Cruz, es arrebatado de entre los suyos.

En nuestros días esperamos la venida definitiva del Esposo, al final de los tiempos, en la plenitud del Reino. La evocación de los misterios redentores del Señor es preparada como lo hicieron sus seguidores. En los primeros tiempos, sólo el Viernes y Sábado Santos. Más tarde, se alargó a una semana y, posteriormente, a los cuarenta días de la Cuaresma.

En esta preparación se intensifican las prácticas ascéticas de ayuno, abstinencia y otras penitencias. La abstinencia actual de los viernes de Cuaresma es por tanto la preparación para la celebración de los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, y también actitud de espera de la llegada gloriosa de Jesucristo y la instauración de su Reino en el fin del mundo.

Artículo de Manuel Garrido Bonaño

Fuente: deiverbum.org