Una voz de Pax
Reflexión del Evangelio Dominical
Mateo 2, 1-12
La lectura de ayer señala en su párrafo más importante la adoración de los sabios de oriente, a los que por tradición llamamos reyes magos, marcando lo que la Iglesia ha definido como la Epifanía del Señor.
La palabra, de origen griego, explica el acontecimiento grandioso aunque velado, por la humildad de un niño recién nacido. En efecto, Epifanía, viene de dos términos griegos: epi =encima y faineien = aparecer, mostrarse.
La Epifanía, es pues la manifestación de Dios, aunque debamos hacer una presición, pues no será ésta la única de sus manifestaciones, en cuanto a la importancia teológica e histórica que comporta.
Esta Epifanía señala la manifestación de Dios ante los pueblos que no pertenecían a Israel y que los sabios de oriente, representan, es decir, el niño Jesús se muestra como Dios y rey de toda la humanidad. Las otras dos epifanías se darán en el bautismo del Señor, donde Jesús se manifestará como Dios ante el pueblo judío y en las bodas de Caná, cuando Jesús se revele como Dios ante sus propios discípulos.
La lectura también explica lo especial del homenaje que los recién llegados prodigan al niño Dios: Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. El primer regalo, oro, es para Jesús en cuanto Rey, el incienso porque es Dios y la mirra, que unido a otros elementos servía para embalsamar los cadáveres, es un reconocimiento de Jesús como Salvador quien por su muerte y resurrección, redimirá al mundo.
Al inicio del relato se nos cuenta que llegaron a Jerusalén estos sabios de oriente a preguntar por el rey de los judíos, que había nacido. Esto inquieta a Herodes quien reinaba en ese tiempo y que según narra el Evangelio, con osadía extrema, hace llamar a los más sabios y entendidos para saber dónde se halla el recién nacido.Y será una profecía la que le dará la respuesta: «En Belén de Judea; porque así lo escribió el profeta:
En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de esa tierra; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel.”
Herodes no tiene mayor contemplación ante el testimonio de la misma Escritura y por ello insiste en ser informado una vez sea hallado el niño. Sin embargo sabemos que la narración tiene un final feliz. No sólo porque Herodes fue burlado sino porque, como lo narra el texto, los sabios de oriente retornaron por otro camino.
La lectura nos dice que fueron avisados en sueños para volver a sus lugares tomando otra dirección, pero creo que acá podrìamos detenernos para hacer una breve reflexión. Y es que Jesús en su humildad se nos ha querido mostrar como un niño frágil y necesitado de acogida y amor. No siempre somos concientes de cuan ávido de nuestro corazón está el Señor. Cuan atentos estamos a la estrella del Salvador, es decir cuantos acontecimientos o personas pueden hacer de estrella que nos conduzcan a Jesús. Hagámos el ejercicio diario de reconocer la presencia del Señor de ser testigos de su Epifanía y seguramente no podremos dejar de alabarlo, adorarlo y probablemente también él nos de el regalo de volver por otro camino.
por Mario Aquino Colmenares