Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

Juan 1,1-18

 

El Evangelio de la Solemnidad de la Natividad del Señor nos regala el portentoso Prólogo de Juan. A quien celebramos, es el hacedor de todo lo que existe, es la luz para el mundo y quien nos rescata por la gracia superando la limitación de la ley.

La convicción con que se expresa Juan nos habla de una profunda comprensión de la persona de Cristo. Lo visualiza como el Logos de junto al Padre, como la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y por quien ha sido creado todo lo que existe. Él es el Unigénito del Padre y sólo Él lo conoce.

Describe la eficacia del bautismo: por el cual, los hombres vienen a la vida no por deseo humano, sino por gracia de Dios.

Toda esta explicación, sin embargo ,queda como velada cuando acercándonos al misterio de la Navidad, descubrimos a un recién nacido a penas envuelto en pañales al calor del aliento de un burro y un buey y la mirada de María, José y los santos pastores. Toda la teología queda colgada de un ser indefenso que ha querido hacerse pobre por amor a los hombres y necesitado de su amor y su cuidado.

Qué forma tan extraña de venir Dios al mundo. Por supuesto, si lo vemos con ojos del mundo. Pero él es Dios y puede presentarse como Él quiere, de la forma en que puede hablar al corazón del hombre.

Pero, claro está, no cualquier corazón. Sino el corazón de un hombre de buena voluntad. Qué dicha tan grande habrá sido para unos pastores ignorantes, es decir, pobres de sí mismos pero llenos de fe, porque creyeron en las palabras de los ángeles y llevaron en el corazón el deseo de hacer el bien y la alegría de saberse elegidos por Dios.

Tal vez haya que hacerse como aquellos pastores y entonces aquellas palabras grandilocuentes de Juan serán como poesía o mejor como un cuento real, un cuento que un niño muy buen puede creer porque de quienes son como ellos es el reino de los cielos. En esta Navidad le pido al Niño Dios la pobreza de los pastores, el gozo de los ángeles, la ternura y embelezamiento de José y de María y que Jesús me mire con su mirada eterna que refleja al Padre, que libera y que da a luz a los verdaderos Hijos de Dios.

 

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