Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 20,27-38

 

 

Entre las verdades de fe que conforman nuestro Credo, como por ejemplo, la creación a partir de la nada o la encarnación del Hijo de Dios, es quizá la resurrección de los muertos, la más inaudita de todas. Y sin embargo, más allá de lo humanamente incomprensible, es algo que anhelamos.

No faltará quien pueda objetar que prefiere dejar este mundo lleno de duelo y aflicción. Pero de lo que se huye no es de la vida sino del sufrimiento y entonces cabría preguntar qué vida no comporta sufrimiento.

Curiosamente, resucitar, significa volver a levantarse.

Pero, nuestra fe en la resurrección o este volver, no cifra su esperanza en seguir viviendo como se ha vivido, muy por el contrario: es resucitar a una vida nueva. ¿Y qué es lo nuevo en la resurrección?

En primer lugar debemos recordar que la muerte es consecuencia de nuestra naturaleza caída, la cual ha sido redimida por Cristo en la Cruz, pero lleva consigo aún, las consecuencias de la primera soberbia. Por ello, una vida resucitada deberá traer una naturaleza renovada, una nueva humanidad, una nueva creación, un cielo y tierra nuevos.

Si, el  mundo en el que vivimos está herido por el error, el horror y el mal, hemos de esperar entonces, que la vida nueva, será la del reinado de la verdad, la belleza y el bien.

La sed de infinitud, es implacable contra cualquier ideología y si anhelamos algo, es porque existe.

Probablemente, la actitud de aquellos saduceos, sólo respondía a una idea, a lo aprendido, a lo escrito en piedra. Sin embargo en la agudeza de su trampa, rebelan sin sospecharlo, la verdad que quieren negar.

Porque, si la ley del levirato, buscaba asegurar la descendencia, se entiende, para la conservación de la especie, esta ley pierde su  vigencia con la resurrección, pues como responde Jesús:

“…en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir…”.

Con la resurrección, la existencia humana ya no tiene fin, es para siempre. La descendencia que quería asegurar el levirato queda superada ad infinitum por la vida resucitada en Dios.

 

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