Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Juan 14,1-12

«Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo»

 

Esta aseveración es como un bálsamo para el corazón del apóstol. Al cuantificar las moradas del cielo, Jesús deja en claro que para sus discípulos hay un lugar especial. Pero ese lugar solo se «asegura» por la fidelidad y por el seguimiento del Señor. Por eso, a la pregunta de Tomás por el camino, es decir, por el como llegar a esa morada, Jesús responde: » Yo soy el camino y la verdad y la vida». En definitiva, Jesús nos pide, permanecer a su lado. Esto no siempre es posible ya sea por nuestra propia debilidad o por nuestras dudas y falta de fe.

En el mismo pasaje, Felipe, que ha vivido tres años con el Señor, bebiendo de su enseñanza, no es capaz de reconocer al Padre en él. Igualmente nuestra vida de fe puede tener momentos de oscuridad y sosobra más allá de la práctica religiosa. En efecto, lo dice el mismo Jesús: » No todo el que me diga: »

Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial». Ser discípulo del Señor es estar en una permanente escucha de su voz y cumplimiento de sus mandatos. Una sentencia a propósito del Evangelio dominical podría ser: dime el tamaño de tu compromiso, seguimiento, servicio …y te diré cuál es tu morada. Descubrir al Padre en Jesús pasa por hacer su voluntad.

Lo que realmente hace feliz al Señor es que se cumpla lo que el Padre quiere. Esta lectura debe hacernos meditar que la labor del cristiano es en razón del Reino, lo que siembre en esta vida lo cosechará en la venidera. Si mantiene limpia la casa de su alma tendrá en el cielo una estancia mejor y en nada comparable con la que habita acá en la tierra. Confiados en la gracia y misericordia de Dios, debemos procurar tener un lugar privilegiado en el corazón de Jesús. ¿De qué modo?: creyendo en él, transitando por el camino que él ha dispuesto, siendo servidores de la verdad, sometiéndonos a ella y viviendo en Cristo Jesús.

 

Una Voz de Pax