Una voz de Pax
Reflexión del Evangelio Dominical
Mc 14,12-16.22-26
En la lectura del Evangelio de ayer, fiesta del Corpus Christi, nos centramos exclusivamente en la institución de la Eucaristía.
Dice el relato al inicio: “El primer día de los Ázimos…” – y esto porque la festividad duraba siete días, fiesta de origen agrario y que recordaba el ingreso en tierras cananeas – “…cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Es decir, con el tiempo se unieron los Ázimos y la Pascua en una sola fiesta. Pascua, que viene del hebreo Pesaj, le recuerda al pueblo judío el día del paso del Señor en el que hirió a los primogénitos egipcios, pero no a los suyos, en el que comieron el cordero pascual con los ázimos (massot = pan sin levadura) y las hierbas amargas en una gran simbología que marca el evento histórico más grande de la vida de Israel: el éxodo.
Para nosotros, el gran éxodo es operado por Cristo por su muerte y resurrección porque es el paso de nuestra humanidad caída a una redimida.
Quiero detenerme en las últimas palabras de Jesús porque, así como les pidió a sus discípulos preparar la Pascua, también fue categórico cuando les dice: «Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Entonces cabría preguntarnos ¿en qué parte de la preparación de su “Pascua” definitiva nos encontramos? ¿Con qué enriqueceremos esa cena triunfal? Imaginemos por un momento ese instante crucial que han sabido plasmar de modo magistral autores como Da Vinci o Tiziano, y elijamos a alguno de los personajes. ¿A cuál de ellos representamos? ¿Somos como el que huye antes del fin de la cena? ¿O somos de aquellos que comienzan a preguntarse quién de ellos es el mayor? ¿Podríamos como Juan, recostar nuestra cabeza en el pecho del Señor y conocer sus sentimientos? .
Así como los apóstoles dispusieron la mesa para la celebración de la Pascua, también el Señor ha dispuesto un Reino para los que perseveran con él en las pruebas, “…para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. (Lc 22,30).
Si como discípulos de Cristo estamos marcados por la prueba también se nos confirmará en este seguimiento sólo si perseveramos, lejos de huir nos abandonaremos con total confianza en el Señor. Ya no buscaremos más que ser los servidores y podremos oír en los latidos del corazón de Jesús lo que quiere y desea de nosotros. Dispongamos la cena con Dios, cena a la que Él mismo nos invita.
por Mario Aquino Colmenares