Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 3:10-18

 

Leyendo el inicio del Evangelio de ayer, cabría preguntarse, cuántas personas pasan por nuestras vidas siendo testimonio del amor de Dios, y porque no, hasta profetas, es decir, personas que hablan en nombre del Señor.

Y si esto es así, ¿qué respuesta hemos dado?. ¿Los hemos atendido, o hemos sido indiferentes?. Porque, recordemos, que Dios se vale de muchos medios para hablarnos, despertarnos o corregirnos. Quizá esa palabra o llamada de atención, pasó de largo sin que fructificara en nosotros.

Tiempo de penitencia, por tanto, tiempo de cambiar, de intentar ser diferentes, Es un llamado a un cambio en nuestras actitudes, pero un cambio marcado por cierta radicalidad.

Al respecto, la lectura es muy precisa: el que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene, el que tenga para comer que haga lo mismo. Es decir, no sólo es dar limosna, se trata de compartir y eso implica un allanamiento o en todo caso un asimilarte con el otro, hacerte pequeño quizá.

El compartir, claro está no se reduce a lo puramente material. Tal ves sea en el orden de lo espiritual en donde haya mayores dificultades para abrirnos a los demás y dar de nosotros, aquello que el otro espera y que resulta tan dificil de dar: comprensión, tolerancia, paciencia…

Un llamado a la disposición para recibir al niño que viene. ¿Qué tienes para compartir?, ¿Qué posees digno de darle al otro? O tal vez, ¿Cómo te puedes hacer igual al otro? ¿Cómo te haces niño?. Por último. ¿Qué parte de ti, compartirás con el niño Jesús?.

La exigencia evangélica, a medida que nos acercamos a la Navidad se hace cada vez más viva y determinante. Dice la lectura que el Señor lleva con sigo el bieldo para distinguir el trigo y quemar la paja.

Creo que la respuesta a todo esto se resume precisamente en la pregunta con la que se inicia el Evangelio: «Pues ¿qué debemos hacer?». En efecto Juan predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados y aquel gentío variopinto de todos los estratos se hacían el mismo cuestionamiento. La exortación de Juan de hace dos mil años muy bien calza el día de hoy. Porque somos una misma humanidad, con las mismas búsquedas e ilusiones. Pero también con las mismas pequeñeces y miserias.

Por ello Juan es actual, porque su mensaje es actual, porque no habla de sí mismo, sino de Cristo y su Buena Nueva. ¿Qué debemos hacer?: abrirnos a la buena noticia y anunciarla a los demás. Abrirnos al Señor que viene para llenarnos de él y poderlo comunicar y transmitir a quien no tenga túnica o un pedazo de pan.

 

por Mario Aquino Colmenares