Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 4,1-13

 

La lectura describe uno de los episodios más enigmáticos del Evangelio. Jesús ha sido confirmado como el Hijo de Dios luego del bautismo en el Jordán e inmediatamente es llevado al desierto por el Espíritu Santo.

En su estadía por cuarenta días, sufre tres tentaciones. Ahora bien, está claro que las tentaciones en Jesús, no tienen la misma significación respecto de lo que podrían ejercer en nuestro ámbito meramente humano. Dios se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado.

Pero, ¿qué revelan estas tentaciones?, revelan que Jesús conoce profundamente al ser humano y se conduele de él, sabe lo que sufre, siente su fragilidad y su miseria. Pero él es Dios y está por encima de cualquier pretención del maligno.

Por tanto, cuando decimos que Jesús fue tentado hemos de reconocer en primer lugar, su profundo amor por el hombre y que él está por encima del pecado. Él, en este trance, lo que hace es revelarnos el plan salvífico de su Padre y que él habrá de llevar a cabo.

Quizá, el Señor, nos muestra con estas tentaciones y toda su crudeza, nuestras propias pretenciones, esas que a veces subyacen  más adentro de nosotros mismos de lo que concientemente podamos percibir. Porque es precisamente el instinto de conservación el que reluce en primer lugar. Una vez que lo hemos logrado es posible que queramos más de lo necesario y de lo justo y entonces se hará patente nuestro afán de posesión y si seguimos en esta línea de percepción de lo que sería nuestra vida, no estaremos lejos de creer que aquello que alcanzamos es a costa de nuestras solas fuerzas y con ello sustituímos a Dios afirmando nuestro propio yo.

En estas tres tentaciones, creo que podemos descubrir la piedra angular sobre la que se construye una vida sin Dios. Porque contrariamente, el hombre que tiene a Dios como su Señor, le confía su vida y su  supervivencia. Y no querrá más de lo que realmente necesita. Porque su vida consistirá en hacer su voluntad. Y si esta fe en la providencia del Señor, se hace más grande, no habrá forma en la que el hombre no descanse en Dios.

Es decir, con la prudencia, que es un don que él mismo nos otorga, sabremos elegir lo que nos conviene y nos alejaremos con fuerte convicción de a quello que lo pueda ofender y cerrarnos las puertas de su reino.

El desierto imágen del vacío y de la soledad parece referirnos a un destino insondable. Sin embargo es ahí, donde solos y vacíos de todo, tiene espacio Dios. En ese silencio podemos oir su voz con mayor facilidad que en medio del bullicio de nuestros conflictos y contradicciones. Ahí se nos revela cuan necesitados estamos de él. Pero principalmente, que somos de él, que le pertenecemos. Esta última afirmación, es justamente la que define a la vida santa, la pertenecia a Dios.

Precisamente, la lectura contrapone la mirada correcta de la realidad, desde la fe. La vida del hombre no se reduce a lo biológico. Hemos de mantener un diálogo permanente con Dios y por último, hemos de esperar en Dios.

por Mario Aquino Colmenares