Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 3:10-18

 

 

Alguna vez escuché decir a alguien, que le gustaría hacer milagros, sin que nadie se diera cuenta quien fue el medio para esa acción de Dios. Creo que hablaba del don de intercesión, una condición que tiene todo bautizado, pues somos sacerdotes, profetas y reyes. Salvando la distancia que establece la prerrogativa del sacerdote consagrado, en efecto: como sacerdotes podemos bendecir, como profetas, enseñar y como reyes, regir y guiar.

En verdad podemos bendecir a quien queramos y esperar que Dios obre conforme a su voluntad. Y ésta, es la idea que me viene, al leer, en el evangelio de ayer:«Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo».

Lo he comentado en otra ocasión, y es que al rezar el segundo misterio gozoso del Rosario, me detengo en el acto de servicio, en el don de la disposición del corazón. En este caso, operado por alguien que, podría reclamar con derecho, un servicio similar para sí, pues al igual que Isabel, estaba en cinta.

Por otro lado, pedir a Dios el don de estar despiertos, porque Él está constantemente llamando a nuestra puerta y se manifiesta de múltiples maneras. En las ocasiones más diversas está presente Dios o lo puede estar si solicitamos su ayuda. Es decir, si comprobamos que Jesús está en medio de nosotros, debemos ser capaces de no avergonzarnos y ser capaces de saltar de gozo ante su presencia, en nuestro hoy tal y como él mismo lo ha dispuesto. Tal vez la ocasión pueda estar opacada por situaciones concretas de dolor y de prueba pero igualmente Dios está presente en medio de nosotros.

Por ello, y volviendo a la reflexión inicial, creo que un acto de servicio, una palabra dicha con amor puede mover a la fe, puede hacer que alguien se llene del amor del Señor. En otras palabras, podemos ser instrumentos de bendición, sacerdotes que pidan a Dios por los demás, abiertos al servicio y a la proclamación en albanza de todas los favores recibidos de parte del Señor.

por Mario Aquino Colmenares