Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 4,21-30

 

El Evangelio inicia en la línea del texto anterior: En Jesús se cumplen, según sus propias palabras, lo anunciado por el texto que acaba de leer. Sin embargo ante los comentarios y leyendo los corazones de sus oyentes, percibe la reacción de la duda y del escepticismo, porque como él mismo lo recuerda, ningún profeta es aceptado en su pueblo. Inmediatamente, les enrostra, como a lo largo de la historia, la relación de Israel con sus profetas, le dan la razón.

El desprecio que el pueblo tiene por aquellos que hablan en nombre de Dios, trae como consecuencia que el anuncio, la buena nueva, la advertencia y la atención, recaigan en los extranjeros que probablemente ni conozcan la ley, pero aún no conociéndola, la cumplen. ¿Como puede ser esto?.

Probablemente porque no están cerrados a la novedad del Señor, porque en su pobreza, están vacíos de sí mismos, por tanto con una disposición natural para que la gracia de Dios obre en ellos.

 

 

Pero la revelación se ha dado con exclusividad al pueblo de Israel, ¿cómo entonces no tienen la luz de la verdad contenida en esa revelación?. Quizá porque lejos de leer en la Palabra los designios del Señor, se han apropiado de ella. La Palabra ha dejado de ser Alguien que te habla y se ha convertido en algo que se posee y como tal se puede hacer con ella lo que mejor me convenga.

Es el trágico paso de la realidad hacia la ideología y en nuestra limitada capacidad, lejos de interpretar la realidad lo que ocurre es que ésta se trastoca, se deforma y es que en nuestra opinión, la realidad no se interpreta, sólo se contempla. Es decir, sólo desde la honestidad de un corazón auténticamente libre podemos abrirnos a la buena nueva que Jesús mismo nos quiere comunicar.

 

 

A pesar de todo, no olvidemos lo que dice el texto una vez que Jesús hubiera terminado de hablar: Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Esto comporta una gran responsabilidad y honestidad, como decíamos líneas arriba. Porque si hemos contemplado la verdad, entonces nos debemos a ella o como dice un pensador contemporáneo: si descubrimos la verdad no debemos adueñarnos de ella sino más bien hacernos esclavos de la misma.

por Mario aquino Colmenares