Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Marcos 12,38-44

 

 

El Evangelio de ayer iniciaba con una severa advertencia: «¡Cuidado con los escribas!». Ella apunta a diferenciar entre una auténtica relación de amor (con Dios) de otra, que , lejos de buscar conocer a Dios y relacionarse con él, se «sirve» de él y hace alarde de una supuesta dignidad basada en la autoridad religiosa. Sin embargo, esta actitud sólo revela vanidad y soberbia, pero por sobre todo, falsedad e injusticia: «…buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los vienes de la viudas, con pretexto de largos rezos».

Es así como Jesus describe y condena el actuar de los escribas, más aún augura para ellos una sentencia más rigurosa. En efecto, conocedores de la ley, no son capaces de conocer a Dios y por lo mismo no pueden actuar con la misericordia de la que El es fuente.

La novedad cristiana no rompe con la ley sino que le da su verdadero sentido. Es la relación con Dios la que define la fe que profesamos; precisamente religión que viene del latín religare, significa eso: religarse, volver a relacionarse, volver a la fuente. Sólo así, en comunión con Dios es que podemos ser fieles cumplidores de su ley.

Por ello en la continuación del texto evangélico en el que se narra la ofrenda de la viuda, Jesús no escatima en alabanzas para con ella pues el Señor no valora el cuanto sino el como. Es una valoración cualitativa y no cuantitativa.

Si bien, la enseñanza que se desprende de esta lectura podría darnos orientaciones de índole ética y moral, es sobre todo, la nota estrictamente humana la que nos refiere al genuino acto de amor. La madre Teresa de Calcuta decía que había que dar y entiéndase por este verbo: entregar, donar, colaborar…»hasta que duela». Y las propias palabras de Jesús, son clarificadoras: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que madie. Porque los demás han hechado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, he hechado todo lo que tenía para vivir.»

La vida del cristiano consiste precisamente en ofrendarla y quien la quiera poner a salvo la perderá. En dos reales dados con amor nos puede ir la vida.

por Mario Aquino Colmenares