Una voz de Pax
Reflexión del Evangelio Dominical
Lucas 13,1-9
La lectura de ayer es particularmente dura y contundente sin embargo no deja de estar presente la misericordia. En efecto, la falta de fruto trae consigo la muerte. Esto me hace pensar en lo negligentes y pusilánimes que podemos ser, incluso en lo más superficial de nuestra cotidianeidad. Lo que dejamos de hacer en el momento propicio, nunca llega a hacerse. Lo que prometemos muchas veces y nunca llegamos a cumplir. Al final, queda una mancha o mejor dicho un vacío del ser y del bien. Pasamos desapercibidos sin pena ni gloria delante de nuestras promesas por la menor de las mezquindades y aún así, no somos malas personas.
Jesús trae a la memoria hechos violentos y horrendos y aunque no niega el delito y pecado de sus protagonistas, sus omisiones y miserias no son peores que las nuestras.
Todos tenemos una misión en la vida y es digno de nuestra condición humana, hacernos la pregunta acerca de la misma. Pero, no sólo eso, a demás de la misión, hemos venido a este mundo con unas cualidades especiales para dar aquello que la misión o vocación nos exige.
Para el cristiano hay una responsabilidad mucho mayor, pues atendiendo a la parábola, somos como la viña a la que se le pedirá frutos de conversión, de fe y de amor. La esperanza de Dios hacia nosotros no es como la humana. Ante un fallo humano, un error o un pecado, nuestro juicio es inapelable pero Dios, lento a la cólera, sabe esperar a sus hijos, porque es precisamente eso – Padre – y tenemos a Cristo, que aboga por nosotros: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiercol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.»
Dios no actúa al modo humano. Así como nosotros hemos de esperar en él, Dios siempre espera en nosotros. Y si el Señor, no nos retira su confianza ante el primer desacierto, entonces debemos imitarle en ese sentimiento de compasión y misericordia. ¿De qué modo?. Creo que en primer lugar siendo compasivos con nosotros mismos, reconociendo con humildad nuestras propias limitaciones y pobrezas. Luego entonces, conociéndonos y sabiendo que Dios nos ama así como somos, hemos de dar el paso hacia el hermano para que con la misericordia del Señor y la nuestra, de frutos de verdadera conversión y de amor.
por Mario Aquino Colmenares