Una voz de Pax
Reflexión del Evangelio Dominical
Marcos 9,30-37
El Evangelio de ayer, narra en su inicio, un segundo anuncio de la pasión de Jesús, luego del cual ya no hay reproche pero sí temor a preguntar y profundizar sobre los eventos futuros.
No deja de sorprender, sin embargo, que ante la exposición abierta de su maestro de todo lo que ha de sufrir en adelante, no atinen sino a discutir sobre una supuesta jerarquía entre ellos. Quién es el más importante, es el tema de discusión.
Por otro lado el temor a preguntar sobre lo que ocurrirá con el maestro, parece ignorar el párrafo final y definitivo:«…a los tres días resucitará». Es como si los discípulos se hallaran en un estado de ensoñación totalmente ajenos a la realidad. La escritura señala que no entendían y que tenían miedo de preguntar.
Creo que esta lectura al igual que la del domingo anterior, nos vuelve a preguntar veladamente, quién es Jesús para sus apóstoles y claro está, para nosotros. La pregunta nos intimida puesto que nos vuelve a interpelar una vez dada la primera respuesta. Si podemos responderle a Jesús entonces podemos entablar una relación con él.
Esta comprobación nos atemoriza pues nos compromete, nos hace pensar en el futuro. Pero sobre todo, si somos consecuentes, nos hace mirar la cruz que es la única fórmula de salvación que el plan de Dios ha establecido.
Pero vayamos más adelante y reflexionemos sobre la respuesta que el Señor plantea a sus apóstoles: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Es la propuesta de la máxima humildad porque él nos ha dado el ejemplo de servicio y entrega hasta el extremo de dar la vida por nosotros.El discernimiento del verdadero apóstol tendrá que pasar por la contemplación de su maestro. En él está la respuesta.
Más aún, Jesús, recurre a la inocencia y vulnerabilidad de un niño para señalarnos que tipo de servicio es el agradable a Dios, precisamente porque desplegar el servicio hacia lo humilde implica un abajarnos y colocarnos en el lugar del otro. Servir es mirar defrente al otro y no de arriba hacia abajo. Sólo así seremos primeros, no acá, sino en el reino de los cielos.
por Mario Aquino Colmenares