Una voz de Pax 📢

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 24,46-53

 

 

Lejos de dejar una estela de tristeza, lo que deja la partida del Jesús entre sus apóstoles, es alegría. Una alegría con la que han de predicar, nada menos, que la conversión y el perdón de los pecados. Hoy que el cristianismo se debate entre la indiferencia y la persecución. Es fácil creer que sólo guerreando podemos ganar esta batalla, sin embargo, cuando se pelea se pierde la alegría con lo cual nuestro propósito queda invalidado.

Y por otro lado, hemos de recordar las palabras del Apóstol, cuando nos dice: “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.”

De la mano con esta consigna está la convicción de que Dios detesta el pecado pero ama al pecador.

Por lo tanto y como tales exigencias parecen lejanas y poco reales ante la fragilidad de nuestra voluntad, de nuestra fe y de nuestro amor, deberíamos recapitular lo que el texto evangélico nos dice:

Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.

Es decir, actuar como hicieron los discípulos del Señor y en amorosa espera, invocar la presencia e inspiración del Espíritu Santo. Porque su presencia nos asegura que en cada una de nuestras decisiones y acciones, estaremos cumpliendo con la voluntad del Señor, y sobre todo, cuando hayamos tomado la decisión de ir en misión en pos de ganar corazones para Cristo sabremos que estamos revestidos del poder de Dios y de la alegría como fruto de la resurrección y de la venida del Espíritu Santo.

por Mario Aquino Colmenares