Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Mc 6, 30-34

 

En el párrafo final del Evangelio de ayer, se dice lo siguiente: Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. Al leerlo me viene a la memoria los actos de misericordia de índole espiritual. Y entre ellos está el de instruir al que no sabe.

Y Jesús nos muestra cómo hacerlo. Contempla la realidad y le apena aquello que ve. Deja de lado el cansancio y el merecido reposo con sus apóstoles luego de una ardua jornada (los cuales, dice el texto, ni siquiera habían tenido tiempo de comer) y con calma se pone a enseñar a la multitud. De este modo Jesús asume una de las tareas que su Padre le ha encomendado: él es el Buen Pastor.

A ejemplo de lo que nos narra el Evangelio y de lo que hace Señor, pueden darse también en nuestro quehacer cotidiano momentos para dejar lo aparentemente importante y decidirnos por lo verdaderamente urgente, a costa incluso de nuestro propio bien, como el descanso por ejemplo, pero que entregado desde la compasión del mismo Jesús nos convierte en otros Cristos que acogen con amor la necesidad del otro.

Por tanto, la vida del cristiano no es un moralismo o una ética para conducirnos lo mejor posible en este mundo. La vida del verdadero creyente es una vida de relación con Jesús y esa relación tal y como la quiere el Señor, ha sido revelada por el mismo de modo contundente:   

 

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?  ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”(Mateo 25, 35-40)

 

 

Es decir la relación con Dios se expresa de modo auténtico en nuestra relación con nuestros hermanos. Por ello, sin temor y con la fuerza que la fe en Cristo nos otorga, no dudemos en imitarle tantas veces como nuestro prójimo lo requiera o nos lo reclame porque a él, según la exhortación del mismo Señor, nos debemos cualquiera sea su necesidad a toda hora y en cualquier lugar.

por Mario Aquino Colmenares