John 6:24-35
Amigos, el Evangelio de hoy contiene el sermón del Pan de Vida: “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. Lo que Dios ha querido desde el principio es sentarse con sus criaturas en un banquete de amistad, compartiendo vida y risa, dando, recibiendo y devolviendo. Este es el círculo de la gracia. Mientras más recibimos la vida divina, más debemos regalarla y así obtener más de ella.
A través del Antiguo Testamento encontramos imágenes del banquete sagrado. En la montaña santa de Dios, Isaías dice que habrá carnes exquisitas y vinos de selección. Y a lo largo de su ministerio, Jesús ofrece comidas a las cuales todos están invitados. Dios quiere compartir Su Vida con nosotros.
Esto llega a su expresión más plena en la Eucaristía, cuando Jesús se identifica tan radicalmente con el pan y el vino que se transforman en su Cuerpo y Sangre, y luego nos invita a todos a esa mesa a festejar y compartir la vida, a dar y recibir, para dar de nuevo.
El alimento que busco
Santo Evangelio según san Juan 6, 24-35. Domingo XVIII del Tiempo Ordinario
Por: Jesús Salazar, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ven a ser el alimento de mi alma porque sólo Tú eres mi fortaleza.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaún para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste acá?» Jesús contesto: «Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna, y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?» Respondió Jesús: «La obra que Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado». Entonces la gente le preguntó a Jesús: «¿Qué signos vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo». Jesús les respondió: «Yo les aseguro: no fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este domingo Jesús viene a ser nuestro compañero, «cum panis» –el que comparte el pan. El Evangelio que meditamos se ubica después de la multiplicación de los panes. Mucha gente seguía a Jesús, no porque vieran en Él al mesías, al hijo del Dios vivo, sino por haber comido gratis sin darse cuenta del signo que había detrás.
Nuestro recorrido por la vida es un continuo camino, como el pueblo de Israel por el desierto después de haber salido de la esclavitud. Dios nos acompaña, nos alimenta con el pan vivo que ha bajado del cielo que es la Eucaristía como nuevo y verdadero maná; pero nosotros, como los israelitas, nos acostumbramos a este alimento y nos empezamos a quejar por el calor abrasador de nuestros problemas, nos quejamos de los guías que Dios ha elegido y nos encerramos tanto en nuestra propia vida que perdemos la perspectiva de la compañía real y cercana de Dios.
En definitiva, es más fácil decir Dios no existe, ¿de qué me sirve a mí un Dios lejano? Cuando esto sucede empezamos a buscar otros alimentos podridos, otros falsos dioses creados a nuestra imagen y semejanza que, llenando el vientre con la banalidad de las alegrías pasajeras, nos dejan más vacíos en nuestro interior, en nuestro ser verdadero.
¿Qué tipo de pan queremos comer este día? Si elegimos el pan vivo que ha bajado del cielo, nuestra alegría será completa y nuestras fuerzas se renovarán para hacerle frente a esta semana.
.«Además, el “Pan de cada día”, no lo olvidemos, es Jesús. Sin él no podemos hacer nada. Él es el alimento primordial para vivir bien. Sin embargo, a veces lo reducimos a una guarnición. Pero si él no es el alimento de nuestra vida, el centro de nuestros días, el respiro de nuestra cotidianidad, nada vale, todo es guarnición. Pidiendo el pan suplicamos al Padre y nos decimos cada día: sencillez de vida, cuidado del que está a nuestro alrededor, Jesús sobre todo y antes de nada».
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy recibiré a Cristo en la Eucaristía con la consciencia de que Él es quien nos da la vida nueva. Si no lo puedo hacer sacramentalmente, le pediré que venga espiritualmente a mi corazón.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Santo Cura de Ars, párroco humilde y devoto de la Virgen
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Dolors Massot – publicado el 04/08/15 – actualizado el 03/08/24
El Santo Cura de Ars, párroco humilde, muy piadoso y muy devoto de la Virgen, dedicó su vida a Dios con un servicio tan fiel que es modelo para los sacerdotes
El Santo Cura de Ars, párroco humilde, muy piadoso y muy devoto de la Virgen, dedicó su vida a Dios con un servicio tan fiel que es modelo para los sacerdotes. Esta es su historia.
Jean-Baptiste Marie Vianney, nació en Dardilly el 8 de mayo de 1786. No pudo ir a la escuela en un primer momento a causa de la Revolución Francesa, que estalló en 1789. Tuvo que hacer la Primera Comunión a escondidas debido al ambiente anticlerical. Más tarde se matriculó en la escuela local. Esto hizo que fuera mayor que los alumnos de su nivel y, como los estudios le costaban, sufrió burlas.
Uno de los muchachos que le atacaban era Mathias Loras. Santo Cura de Ars se haría amigo de él y con el tiempo Loras acabaría siendo el primer obispo de Dubuque, en Iowa (Estados Unidos).
Con cierta dificultad en los estudios
En el seminario, volvían a hacérsele cuesta arriba los estudios. Llegó un momento en que el rector le preguntó:
«Juan, los profesores no te consideran apto para la sagrada ordenación al sacerdocio. Algunos te tachan de ‘burro que no sabe nada de teología’. ¿Cómo podemos promoverte al sacramento del sacerdocio?”.
Vianney le respondió:
“Monseñor, Sansón mató a cien filisteos con la quijada de un burro. ¿Qué cree usted que podría hacer Dios con un burro entero?”
Ya para entonces el seminarista mostraba que la gracia de Dios actuaba en él de forma creciente y él respondía a la llamada del Señor con generosidad.
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Ordenado sacerdote, fue destinado a la pequeña aldea de Ars-sur-Formans. Durante 42 años, entre 1818 y 1859, desempeñó allí su tarea sacerdotal. Destacó por dar catequesis a los niños, predicar con fuerza extraordinaria y administrar los sacramentos sin desfallecer. Sobre todo, entregó muchas horas a la confesión.
Su fama fue creciendo de tal modo que de toda Francia llegaban personas que hacían cola -hasta de días- para confesarse con él. Tenía el don de escrutar las conciencias (saber lo que le ocurría interiormente a una persona antes de que ella se lo contara) y sus consejos eran certeros.
Era un párroco humilde, muy piadoso y muy devoto de la Virgen. Pero se encontró con que iba a necesitar la oración y la penitencia para combatir al demonio, que se le manifestó en varias ocasiones.
San Juan-Bautista María Vianney, conocido como el Santo Cura de Ars, falleció el 4 de agosto de 1859.
Enseñanzas del Cura de Ars sobre el demonio:
Oración del Santo Cura de Ars
Te amo, oh, mi Dios. Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh, infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh, mi Dios, y mi único temor es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor.
Oh, mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo, y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera no solo amarte sino sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final, aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.