John 7:1-2,
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús proclama, durante la fiesta de los Tabernáculos, que el Padre lo ha enviado.
En su pasión por arreglar un universo desarticulado, Dios abre su propio corazón con amor. A la disfunción del mundo, el Padre envía no solo un representante, portavoz o embajador plenipotenciario, sino a su propio Hijo, para que pueda unir ese mundo en la dicha de la vida divina.
Lo central de Dios —el amor entre Padre e Hijo— ahora se ofrece como nuestro centro; el corazón de Dios se abre para incluir incluso a los peores y más desesperados entre nosotros. En muchas tradiciones espirituales, el énfasis está puesto en la búsqueda humana de Dios, pero esto se invierte en el cristianismo.
Los cristianos no creemos que Dios está silenciosamente “allá afuera”, como una montaña esperando ser escalada por exploradores religiosos. Por el contrario, Dios, como aquel sabueso del cielo en el poema de Francis Thompson, nos busca incansablemente.
Debido a este amor divino que busca y se entrega totalmente, nos hacemos amigos de Dios, participantes en la comunión de la Trinidad. Esa es la esencia del cristianismo; todo lo demás son sólo opiniones.
También Jesús fue perseguido. Querían matarlo, como revela el Evangelio de la liturgia. Él ciertamente «sabía cuál sería su fin». Las persecuciones comienzan enseguida, cuando «al inicio de su predicación regresa a su país, va a la sinagoga y predica». Entonces, «inmediatamente después de una gran admiración, comienzan» las murmuraciones, como refiere el Evangelio. En una palabra, es la misma actitud de siempre: «desacreditan al Señor, desacreditan al profeta para quitarle autoridad». (Homilía da Santa Marta, 4 abril 2014)
Catalina de Suecia, Santa
Virgen, 24 de marzo
Martirologio Romano: En Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico († 1381).
Etimológicamente: Catalina = Aquella que es pura y casta, es de origen griego.
Fecha de canonización: Culto confirmado por el Papa Inocencio VIII el año 1784.
Breve Biografía
A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.
Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.
Brígida, su madre, ha tenido la revelación de fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente de la Pasión- para la salvación de las almas.
Madre e hija se encuentran juntas en Roma. Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno. Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor.
En el año 1373 han regresado, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.
Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.
Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.
Aparte de las revelaciones que tuvo y de las predicciones sobrenaturales que hizo la santa, se cuenta de ella la finura de alma que le llevó a la confesión diaria durante veinticinco años -no por ser escrupulosa- y que consiguió la confesión arrepentida de impenitentes a punto de morir. También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo. Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la liberación de una posesa.
De todos modos, los santos de ayer y de hoy, siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los hombres.
Libertad interior para que se manifiesten tus obras en mí
Santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30. Viernes IV de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Padre bueno, a lo largo de esta semana he pedido con confianza que tus obras se puedan realizar en mi vida. Me pongo en tu presencia, creo que estás transformando todo lo que soy para poder acoger tu voluntad, para dejar que Tú hagas en mí. Te amo, Señor, y te ofrezco esta oración por la instauración de tu Reino y por… (di alguna intención que tengas).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado». Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
“…Mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada”. Admiro tu valentía, admiro tu seguridad, admiro tu fortaleza. ¿Qué te sostenía en esos momentos en los que sabías que la gente te miraba y hablaban mal de ti? Sabías que estaban planeando matarte y continuabas tu predicación. Viviste entre alabanzas y rechazos, pero te mantuviste firme y llevaste adelante tu plan salvador.
Sí, Jesús, es tu libertad interior lo que te sostenía en esos momentos. Eres Tú quien me muestra lo que es la verdadera libertad que no depende de nada externo para realizarse; se vive en lo más profundo del interior. Es el centro que unifica y da vida porque me integra.
Es, como dice San Pablo, “la libertad de los hijos de Dios” que saben su identidad y es la roca sobre la que construyen su vida. Se saben amados por un amor incondicional, conocidos por Aquel que escruta las intenciones del corazón, sostenidos por el poder del Padre.
Permíteme contemplarte cada vez con más profundidad para ver cómo vivías esta libertad interior y pueda vivir respondiendo a mi identidad y a lo que Tú quieres obrar en mí y a través de mí. Que nada me frene, que tu mirada me impulse, que esta libertad me sostenga.
«Para mí, ¿quién es Jesucristo? ¿Cuál es el conocimiento que yo tengo de Jesucristo? Cuando digo que para mí Jesucristo es el Salvador, es así pero cada uno de nosotros debe responder también desde el corazón, lo que sabe y siente de Jesucristo, porque todos sabemos que es el Salvador del mundo, que es el Hijo de Dios, que ha venido a la tierra para salvarnos, y también podemos contar muchos pasajes del
Evangelio.Pero queda la pregunta directa: para mí»¿quién es Jesucristo?».
(S.S. Francisco, Homilía del 6 de mayo de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En tu oración de la noche, pide luz al Espíritu Santo para que te deje ver en qué momentos del día pudiste actuar o no con la libertad de los hijos de Dios y pide la gracia para poder vivirlo al día siguiente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Que el Señor santifique nuestra voluntad
Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.
Jn 7, 1-2; 10, 25-30
«Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.
Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: «Todavía no había llegado su hora». Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: «Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas».
Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.
Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.
El libro de la Sabiduría habla de «lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente». Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: «Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él». Y termina diciendo: «Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable».
No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.
Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?
Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.
Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.
Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.
El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida.»Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan».
En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. «Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra».
Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. «El Señor no está lejos de sus fieles». La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.
Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.
Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.
San Óscar Romero, el obispo de los pobres
Este valiente evangelizador fue asesinado en El Salvador mientras celebraba la misa
Nació en Ciudad Barrios, San Miguel, el 15 de agosto de 1917, en una familia humilde.
A los 13 años asistió a una ordenación sacerdotal y le dijo al padre del nuevo cura que él también quería ser sacerdote.
Después del seminario, viajó a Roma y allí estudió Teología. Se convirtió en sacerdote el 4 de abril de 1942. Y después de casi 30 años de labor pastoral, en 1970 fue ordenado obispo.
Defendía y divulgaba los contenidos del Concilio Vaticano II y Medellín, y no seguía la Teología de la Liberación.
Defensor de los pobres
En 1974 fue designado obispo de Santiago de María. Y en aquel momento comenzaba a vivirse la represión contra los campesinos organizados.
En junio de 1975, la Guardia Nacional asesinó a 5 campesinos, y monseñor Romero acudió a consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la misa.
La relación entre el Estado salvadoreño y la Iglesia se tensa. Monseñor Romero envía una carta privada de queja al presidente Molina, que era amigo.
Monseñor Romero no hacía política, pero se mostró al lado de los pobres, sobre todo los que llegaban a la ciudad: él abrió las puertas del obispado para darles un techo.
Denuncias que le costaron la vida
En un clima violento, fue nombrado arzobispo de San Salvador en 1977. Su lema era «Sentir con la Iglesia». Y su objetivo era: «Construir una Iglesia fiel al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia«.
Pocos días después, asesinaron a su amigo el Padre Rutilio. Esto le impactó fuertemente.
En medio de fuertes calumnias, monseñor Romero se convierte en mediador de conflictos laborales y trabaja por la reconciliación y la justicia en su país.
El 23 de marzo, este santo había denunciado públicamente la violencia paramilitar, la injusticia social y las torturas de parte del régimen militar.
El 24 de marzo de 1980, mientras celebraba misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia, en San Salvador, escuadrones de la muerte ultraderechistas lo mataron a tiros.
Mártir
A su entierro, el 30 de marzo frente a la Catedral, asistieron cerca de 100.000 personas.
El 3 de febrero de 2015, el papa Francisco afirmó mediante decreto que el asesinato de monseñor Óscar Romero fue por odio a la fe. Así, la Congregación Pontificia para las Causas de los Santos del Vaticano, lo declaró mártir.
En la beatificación, el papa Francisco dijo de él que había sido «obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios».
En 2018 fue declarado santo.
Oración
Oh, Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo y la intercesión de la Virgen María, Reina de la Paz;
y la acción del Espíritu Santo
concediste a san Óscar Arnulfo Romero la gracia de ser un Pastor ejemplar
al servicio de la Iglesia; y en ella preferentemente a los pobres y los necesitados.
Haz, Señor, que yo sepa también vivir conforme al Evangelio de tu Hijo
y concédeme por la intercesión de san Óscar Arnulfo Romero, el favor que te pido … (pídase).
Así sea.
Padre Nuestro.