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El Papa a la Secretaría de Estado: «Me consuela saber que no estoy solo»

León XIV recibió a los integrantes de la Secretaría de Estado que colaboran con él en el ejercicio de su misión y los exhortó no dejarse contaminar “por ambiciones y antagonismos”, sino a ser “una verdadera comunidad de fe y de caridad”. Expresando su cercanía, el Pontífice les agradeció por las competencias que ponen al servicio de la Iglesia, “por su trabajo casi siempre escondido” y por el apoyo a su ministerio.

 

 

Una gran comunidad que trabaja junto con el Papa, reflejo del rostro de la Iglesia: así definió el Papa León XIV a la Secretaría de Estado, la institución que “ayuda de cerca al Romano Pontífice en el ejercicio de su suprema misión”, a cuyos miembros recibió en audiencia esta mañana en la Sala Clementina en el Vaticano. “Estoy muy contento de encontrarme con ustedes, que ofrecen un precioso servicio a la vida de la Iglesia ayudándome a sacar adelante la misión que me ha sido confiada”, manifestó el Pontífice a los cerca de 200 presentes, entre superiores y funcionarios, que integran la “secretaría papal regida por el Secretario de Estado”.

«Me consuela saber que no estoy solo y que comparto la responsabilidad de mi ministerio universal junto con ustedes», añadió, y dejando de lado por un momento el texto preparado, espontáneamente expresó:

“No en el texto, pero lo digo muy sinceramente, en estas pocas semanas -aún no llevo ni un mes de servicio en este ministerio petrino- es evidente que el Papa solo no puede ir adelante y que hace falta, es muy necesario, poder contar con la colaboración de tantos en la Santa Sede, pero de manera especial, con todos ustedes en la Secretaría de Estado. Y se los agradezco de todo corazón.”

Al inicio de su discurso, el Papa agradeció, ante todo, al Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, por sus palabras de introducción y por la “continua colaboración” que le está ofreciendo mientras da “los primeros pasos de este Pontificado”.

La Secretaría de Estado refleja el rostro de la Iglesia

Seguidamente, el Santo Padre se refirió a la tarea llevada a cabo por esta antigua institución, cuya historia se remonta a finales del siglo XV, que “ha ido asumiendo un rostro cada vez más universal y se ha ampliado considerablemente, con una progresión que la ha llevado a asumir nuevas tareas, a causa de las nuevas exigencias tanto en el ámbito eclesial como en las relaciones con los Estados y las Organizaciones internacionales. Actualmente, casi la mitad de ustedes son laicos», subrayó el Pontífice. «Y las mujeres, laicas y religiosas, son más de cincuenta”.

Este desarrollo ha hecho que hoy la Secretaría de Estado refleje en sí misma el rostro de la Iglesia. Se trata de una gran comunidad que trabaja junto con el Papa: juntos compartimos las interrogantes, las dificultades, los desafíos y las esperanzas del Pueblo de Dios, presentes en el mundo entero. Lo hacemos expresando siempre dos dimensiones esenciales: la encarnación y la catolicidad.

“Estamos encarnados en el tiempo y en la historia, porque si Dios ha elegido el camino humano y el lenguaje de los hombres, también la Iglesia está llamada a seguir esta senda, – explicó – de manera que la alegría del Evangelio pueda alcanzar a todos y sea transmitida a las culturas y a los lenguajes actuales. Y, al mismo tiempo – precisó – tratamos de mantener siempre una mirada católica, universal, que nos permita valorar las diversas culturas y sensibilidades”.

De este modo podremos ser un centro promotor, comprometido en la construcción de la comunión entre la Iglesia de Roma y las Iglesias locales, así como con las relaciones de amistad dentro de la comunidad internacional.

Encarnados en el tiempo y con mirada universal

El Obispo de Roma observó además que, en las últimas décadas, “estas dos dimensiones -estar encarnados en el tiempo y tener una mirada universal- se han vuelto más constitutivas del trabajo de la Curia” y que a esto “nos ha llevado la reforma de la Curia Romana llevada a cabo por san Pablo VI, inspirándose en la visión del Concilio Vaticano II”.

Mientras que la encarnación nos lleva a lo concreto de la realidad y a temas específicos y particulares, tratados por los distintos organismos de la Curia, la universalidad, recordando el misterio de la unidad multiforme de la Iglesia, nos pide un trabajo de síntesis que pueda ayudar a la acción del Papa. Y el vínculo de conjunción y de síntesis, es precisamente la Secretaría de Estado.

Gracias por su trabajo casi siempre escondido

“Por eso, san Pablo VI – experto en la Curia Romana – quiso dar a esta Oficina una nueva estructura, constituyéndola de hecho como un punto de conexión y, consecuentemente, estableciéndola en su rol fundamental de coordinación de los Dicasterios y de las Instituciones de la Sede Apostólica”, continuó el Pontífice, manifestando a los presentes su cercanía y gratitud por el trabajo que realizan:

Sé que estas tareas son muy exigentes y, algunas veces, pueden ser incomprendidas. Por ello, quisiera expresarles mi cercanía y, sobre todo, mi profunda gratitud. Gracias por las competencias que ponen a disposición de la Iglesia, por su trabajo casi siempre escondido y por el espíritu evangélico que lo inspira.

Sean una verdadera comunidad de fe

Concluyendo su discurso, el Papa León dirigió una exhortación a la Secretaría de Estado citando, una vez más, a san Pablo VI, en su Discurso a la Curia Romana del 21 septiembre 1963:

“Que este lugar no sea contaminado por las ambiciones y antagonismos, al contrario, sean una verdadera comunidad de fe y de caridad, «de hermanos y de hijos del Papa», que se desviven generosamente por el bien de la Iglesia”

 

 

Referencias Bíblicas
• John 17:20-26
• Obispo Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús ora por la unión con él y con los demás. La Iglesia es una porque su fundador es uno. Jesús nos obliga a elegir precisamente porque habla y actúa en la misma persona de Dios. Jesús no puede ser simplemente un maestro entre muchos, por lo tanto aquellos que caminan su camino deben estar exclusivamente con él.



Joseph Ratzinger (que luego será el Papa Benedicto XVI) comentó que las primeras palabras del Credo de Nicea, “Creo en un Dios”, es una declaración subversiva porque automáticamente excluye a cualquier rival que reclame tal lugar. Decir que uno acepta solo al Dios de Israel y a Jesucristo es decir que rechaza en tal posición a cualquier ser humano, cultura, partido político, forma artística o conjunto de ideas.



Un cristiano, diría, es alguien que al nivel más fundamental de su ser está centrado en un único Dios en Jesucristo. Esto ayuda a explicar por qué, en la última noche de su vida terrenal, mientras estaba sentado cenando con sus discípulos, que eran el corazón de la Iglesia, Jesús oró diciendo: “No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a sus palabras, creerán en mí. Que todos sean uno”.

 

 

Bonifacio, Santo

Memoria Litúrgica, 5 de junio

Por: P. Ángel Amo
Fuente: Catholic.net
Obispo y Mártir

 

Martirologio Romano: Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos. († 754)

También se lo conoce como: Bonifacio de Maguncia, Bonifacio de Crediton

Breve Biografía

La obra misionera de San Bonifacio no habría sido posible sin la organización política y social europea de Carlomagno. Bonifacio o Winfrid parece que perteneció a una noble familia inglesa de Crediton del condado de Devonshire, en donde nació en el año 673 (o 680). Fue monje en la abadía de Exeter, y después se dedicó a la evangelización de los pueblos germánicos, más allá del Rin. Quiso ir a Frisia, pero no le fue posible por la hostilidad entre el duque alemán Radbod y Carlos Martelo.


Entonces Winfrid fue a Roma en peregrinación para orar sobre las tumbas de los mártires y recibir la bendición del Papa. San Gregorio. II apoyó el compromiso misionero, y Winfrid regresó a Alemania. Se detuvo en Turingia, luego pasó a Frisia, recientemente sometida por los francos, y allí logró las primeras conversiones.

Durante tres años recorrió gran parte del territorio germánico. Los Sajones correspondieron con entusiasmo a su predicación. El Papa lo llamó a Roma, lo consagró obispo y le dio el nuevo nombre de Bonifacio. Durante el viaje de regreso a Alemania, en un bosque de Hessen, hizo derribar un gigantesco roble al que los pueblos paganos le atribuían poderes mágicos, porque decían que era sede de un dios. Ese gesto fue considerado como un desafío a la divinidad y los paganos corrieron para presenciar la venganza del dios ofendido. Bonifacio aprovechó la ocasión para transmitirles el mensaje evangélico. A los pies del roble derribado hizo construir la primera iglesia, que dedicó a San Pedro.

 

Antes de organizar la Iglesia a orillas del Rin, pensó en la fundación, entre las regiones de Hessen y Turingia, de una abadía, que fuera el centro propulsor de la espiritualidad y de la cultura religiosa de Alemania. Así nació la célebre abadía de Fulda, comparable con la de los benedictinos de Montecassino por la actividad y el prestigio. Eligió a Maguncia como sede arzobispal, pero expresó el deseo de ser enterrado en Fulda.

Ya anciano, pero todavía infatigable, regresó a Frisia. Lo acompañaban unos cincuenta monjes. El 5 de junio había citado cerca de Dokkum a un grupo de catecúmenos.

Era el día de Pentecostés; estaban comenzando la celebración de la Misa cuando un grupo de Frisones armadas con espadas asaltaron a los misioneros. Bonifacio les dijo a los compañeros:

“No teman. Todas las armas de este mundo no pueden matar nuestra alma”. Cuando la espada de un infiel cayó sobre su cabeza, él trató de cubrirse con el misal, pero el enemigo derribó el libro y le cortó la cabeza al mártir.

 

 

Unidad en el amor

Santo Evangelio según san Juan 17, 20-26.

 

Jueves VII de Pascua
Por: Juan Diego Ballesteros, LC
Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, que te descubra, te conozca y te ame más y más. Que descubra tu voz, que vea tu voluntad y que te agrade cumpliéndola.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26



En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.



Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Este Evangelio es tomado de entre las diferentes palabras que nuestro Señor le dirigió a su Padre celestial en los cortos momentos previos a los tormentos de la Redención: Padre, no solo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.



¡Qué hermoso es pensar que en esas horas amargas de agonía al final de la vida terrenal de nuestro Señor y Redentor, el recuerdo de nosotros estaba muy presente en su mente divina! Nos tenía tan verdaderamente presente que, inclusive, reza por nosotros, puesto que antes de que hubiésemos nacido Él ya nos conocía, y antes de que hubiésemos existido Él ya nos amaba con un amor eterno e infinito.



Cristo Jesús reza para que seamos uno en Él, y en Él en el Padre, como Él es uno con el Padre. Qué importante es esto, especialmente en estos tiempos difíciles que como humanidad estamos viviendo: ¡ser uno, estar unidos, UNIDAD! El ejemplo que nuestro Señor mismo nos coloca es su propia unidad con el Padre, unidad indivisible y perfecta gracias al amor. Lo que verdaderamente nos puede unir con nuestros seres queridos, nuestros conocidos, y con nuestro prójimo es el amor.



El verdadero amor es aquel que se olvida de sí mismo para poderse dedicar plena y totalmente, sin reserva alguna, al bienestar del amado. Dios Padre tanto amó el mundo, o sea a nosotros, que entregó a su Hijo único en nuestro rescate, y nuestro Señor nos ama de igual manera que se entregó a sí mismo en el sacrificio de la cruz por nuestra salvación.

No tengamos miedo de amar sin medidas, sin límites, aunque terminemos, ante los ojos del mundo, sin nada, puesto que es entonces cuando estaremos seguros que grande será nuestro tesoro en el Reino de los Cielos.

 

«Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno”. Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga». (Momento de oración de S.S. Francisco, 27 de marzo de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, gracias por haber pensado en mí en tus últimos momentos de vida, pues esto me demuestra verdaderamente cuánto me amas y el motivo real de tu muerte en el madero de la cruz: mi salvación. Gracias, dulce Jesús mío, por haber rezado por mí ante tu Padre y nuestro Padre que está en los cielos, puesto que soy débil y pecador, necesitado de tu oración y de tu gracia. Señor mío y Dios mío, quiero amar, pero amar de verdad. Hasta este momento mi amor ha sido siempre muy pobre e incluso egoísta, amando con la intención de recibir algo a cambio, ahora, Señor, ayúdame con tu gracia y enséñame con tu ejemplo a amarte a ti a través de mis hermanos, los hombres, con un amor desinteresado.

Quiero amar, amar y solo amar, siguiendo tu ejemplo hasta entregarme totalmente por quienes amo y quienes desean mi amor. Sé que al atardecer de la vida, en el juicio, me preguntarás acerca del amor, de cuánto amé.

Te amo, Señor, ¡ayúdame!

 

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré un pequeño sacrificio que alegre a uno de mis seres queridos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Audiencia General: Jesús “no clasifica” a las personas, dice León XIV

Destacando la generosidad de Dios, que se da a todos sin reparar en gastos, el papa León XIV animó a los jóvenes a responder a su llamada sin demora y con entusiasmo.

 

 

Jesús «no clasifica» a las personas, dijo el Papa León XIV durante su audiencia general del 4 de junio de 2025. Destacando la generosidad de Dios, que se da a todos sin reparar en gastos, animó a los jóvenes a responder a su llamada sin demora y con entusiasmo.

Tercera audiencia de su pontificado

Durante esta audiencia general, la tercera de su pontificado, León XIV comentó otra de las parábolas de Jesús, esta vez la de los trabajadores de la undécima hora, en la que el dueño de una viña decide pagar bien a todos sus trabajadores, incluso a los que sólo ha contratado para la última hora de trabajo. Es una «historia que alimenta nuestra esperanza», subrayó.

Como los trabajadores que esperan ser contratados en el mercado al final del día, «a veces sentimos que no encontramos sentido a nuestra vida: nos sentimos inútiles, inadecuados», dijo el Pontífice. Deploró un mundo de negocios «en el que, por desgracia, tanto el afecto como la dignidad se compran y se venden con ánimo de lucro».

«Cuando uno no se siente valorado y reconocido, corre el riesgo de venderse al primero que aparezca», advertía León XIV. Pero, a diferencia de los empresarios sin escrúpulos que se aprovechan de esta situación, «para el dueño de la viña -es decir, para Dios- es justo que todos tengan lo necesario para vivir», explicó.

Él no clasifica

 

 

«Dios quiere dar a todos su Reino, que significa una vida plena, eterna y feliz», insistió el Papa. «Él no clasifica», dijo a los fieles, que, como los obreros de la primera hora, no entienden por qué Cristo salva incluso a los que acuden a Él en el último momento.

Sin embargo, el Papa dejó claro que si Dios quiere salvar incluso a los que acuden a Él en la última hora, esto no significa que debamos esperar voluntariamente hasta el último momento. Citando a San Agustín, dijo: «¿Por qué, pues, tardáis en seguir al que os llama, cuando estáis seguros de la recompensa, pero inseguros del día? Cuídate de no privarte, aplazándolo, de lo que él te dará según su promesa.

En particular, el Pontífice exhortó a los jóvenes a «no esperar» y a «responder con entusiasmo» al Señor que les llama a «trabajar en su viña». «No os demoréis, arremangaos, porque el Señor es generoso y no os defraudará», les dijo, asegurándoles que encontrarán la respuesta a sus preguntas sobre el sentido de sus vidas.

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