La canción más hermosa y enigmática de la Semana Santa
Barbara Krafft-PD
Angeles Conde Mir – publicado el 29/03/18
La obra musical tan solo se interpretaba en la Capilla Sixtina para unos pocos privilegiados…. hasta que llegó Mozart
Se trata de una de las composiciones musicales más bellas que suenan durante la Semana Santa, especialmente, en Roma. Es el “Miserere Mei, Deus”,compuesto por Gregorio Allegri en 1638 durante el pontificado del papa Urbano VIII.
Se trata de la musicalización del Miserere, el Salmo 51 que se reza en las celebraciones penitenciales. Se compuso para ser cantado en la capilla Sixtina en el Triduo Pascual de Semana Santa.
Solo podía sonar en la Capilla Sixtina e incluso había pena de excomunión para quien difundiera la composición fuera de los muros de la capilla. Pese a todo, se hicieron algunas copias. Por ejemplo, el emperador Leopoldo I de Austria obtuvo una, aunque no se trataba de la más fidedigna.
No fue hasta 1770 cuando un joven niño prodigio consiguió la que hoy en día, con algunos arreglos, suena durante estos días del año. Con solo 14 años el muchacho acompañó a su padre a Roma donde tuvo la oportunidad de escuchar la composición de Allegri en la Capilla Sixtina. La obra llevaba más de un siglo interpretada únicamente por el coro de esta capilla y no había salido de ella.
Ese joven era Wolfgang Amadeus Mozart y solo necesitó escucharla una vez para trasladarla al papel. La transcribió de memoria. Sin embargo, no satisfecho con el resultado, acudió de nuevo a escucharla para hacer las correcciones oportunas a la partitura.
En la Capilla Sixtina, con los papeles en la mano, fue sorprendido por un monseñor. Mozart fue conducido entonces hasta el Papa Clemente XIV quien se quedó maravillado por la pericia del muchacho a la hora de transcribir de memoria tal partitura.
El joven explicó al Pontífice que había hecho la transcripción el día anterior y que había vuelto a la Capilla Sixtina para realizar unas correcciones. El Papa, totalmente asombrado, le concedió la Orden de la Espuela de Oro, una de las más importantes condecoraciones pontificias.
Esa copia original de Mozart no se conserva, pero se tiene constancia de que la que suena es la del genio y probablemente la más ajustada a la original que solamente sonaba en la Capilla Sixtina para unos pocos privilegiados.
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El texto del siglo XIV es una meditación sobre la Presencia Real
Wolfgang Amadeus Mozart fue un compositor del periodo clásico. Con más de 600 obras sinfónicas, de cámara, óperas, y música coral, fue uno de los más prolíficos. Muchas de sus composiciones todavía son aclamadas como pináculos de la música occidental hoy, 226 años después de su muerte.
Escribió el marco de Ave verum corpus mientras visitaba a su esposa, Constanza, quien estaba embarazada de su sexto hijo y se encontraba en Austria. Durante su visita, conoció a Anton Stoll, un amigo director de música de la parroquia de san Esteban. Mozart escribió una melodía para Stoll, quien la interpretó primero en san Esteban para celebrar la fiesta del Corpus Christi.
Ave verum corpus es un himno del siglo XIV, que se atribuye al papa Inocencio VI. Durante la Edad Media se cantaba en la elevación de la Hostia durante la consagración, como también en la bendición del Santísimo Sacramento.
El texto es una meditación de la Presencia Real de Jesús en el Sacramento y se le vincula con la concepción católica de la redención que se encuentra a través del sufrimiento:
Salve, Verdadero Cuerpo nacido
de la Virgen María,
verdaderamente atormentado, sacrificado
en la cruz por la humanidad,
de cuyo costado perforado
fluyó agua y sangre;
Sé para nosotros un anticipo
en el trance de la muerte.
¡Oh, Jesús dulce, oh, Jesús piadoso, oh, Jesús, hijo de María!
VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
JUAN 18, 1-19. 42
Amigos, el Evangelio de San Juan de hoy es la narrativa maravillosa sobre la Pasión de Cristo.
En la cruz, Jesús se involucró muy de cerca con el pecado (porque allí es donde nos encontramos los pecadores) y permitió que el fuego y la furia del pecado lo destruyeran, incluso mientras nos protegía.
Podemos ver, con especial claridad, por qué los primeros cristianos asociaron al Jesús crucificado con el siervo sufriente de Isaías. Al soportar el dolor de la cruz, Jesús realmente cargó con nuestros pecados; por sus llagas fuimos, de hecho, curados.
Y es por ello que la muerte sacrificial de Jesús es agradable al Padre. El Padre envió a Su Hijo al olvido de Dios, al pantano del pecado y la muerte, no porque se deleitara al ver sufrir a su Hijo, sino porque quería que su Hijo llevara la luz divina al lugar más oscuro.
No es la agonía del Hijo en sí misma lo que agrada a Su Padre, sino la obediencia voluntaria del Hijo al ofrecer su Cuerpo en sacrificio para quitar el pecado del mundo. San Anselmo dijo que la muerte del Hijo restableció la relación correcta entre la divinidad y la humanidad.
Ahí se cumple su donación de amor y surge para siempre nuestra salvación. Muriendo en la cruz, inocente entre dos criminales, Él testimonia que la salvación de Dios puede llegar a cualquier hombre en cualquier condición, incluso en la más negativa y dolorosa. La salvación de Dios es para todos, nadie excluido. Es un regalo para todos. Jesús es verdaderamente el rostro de la misericordia del Padre. (Audiencia general, 28 de septiembre de 2016).
Queridos amigos
Hoy escucharemos el relato de la Pasión del Señor según San Juan. Quiero destacar un aspecto: la soledad de Jesús. Le traiciona Judas, le abandonan los apóstoles, Pedro le niega tres veces, desaparece la multitud que días antes lo recibía como rey con cantos y palmas a su entrada en Jerusalén… Solo María, su madre, y Juan permanecen al pie de la cruz con algunas mujeres. En este momento difícil el Señor no pudo contar con la compañía y la amistad de los suyos. Todos sabemos qué mala es la soledad en momentos difíciles y qué mal se pasa. Pues esto es lo que vivió Jesús en su Pasión.
Es difícil entender la muerte de Jesús en la cruz sin la luz de la fe. Por la fe sabemos que nada, por absurdo que parezca, es inútil, pues los caminos de Dios no son nuestros caminos y los planes de Dios son inescrutables para nosotros. Pero en la soledad de la cruz, a la muerte de Jesús se manifestaron su gloria y su comunión total con el Padre. Jesús fue el Hijo obediente hasta la cruz porque esa era la voluntad del Padre y Jesús había venido para cumplir los planes del Padre.
En este día de la Cruz los cristianos de todo el mundo estamos invitados a mirar y escuchar la Pasión de Jesús con los ojos del discípulo/amado. En la cruz Jesús sufre por la violencia que le causan los seres humanos concretos. Jesús en la Cruz es icono del dolor ocasionado por la voluntad del ser humano con su hermano. Una violencia que Jesús toma sobre sí y a la que responde no con más violencia, sino con un amor extremo y total. Su actitud y sus palabras pronunciadas en los momentos de su crucifixión y agonía nos enseñan cómo enfrentar la violencia, el desamor y la soledad de los más cercanos.
Jesús sigue siendo crucificado en los millones de personas que pasan hambre cada día, en los mutilados de todas las guerras y en los que están sujetos a condiciones inhumanas de vida y trabajo. Jesús continúa crucificado en los discriminados por ser negros, indígenas, pobres y de otra opción sexual. Pero ninguno de ellos está solo, Jesús camina, sufre y resucita en todos estos compañeros suyos de tribulación y de esperanza. ¡Oh Cristo, amor crucificado hasta el fin del mundo en los miembros de tu cuerpo, haz que hoy podamos comulgar con tu pasión y muerte para poder gustar tu Gloria de Resucitado!
“Te dejaste clavar en la Cruz para derramar sobre todos la luz de tu perdón, y de tu pecho traspasado fluye hasta nosotros el río de la vida”. Ya dijo Jesús: “si el grano de trigo cae en tierra y muere, da fruto”. Para Dios la muerte de Jesús vivida en soledad no fue estéril e inútil, al contrario fue una fuente de vida que hasta hoy fluye, y fluirá sin parar hasta el fin del mundo. ¡Bendita soledad de Jesús en su pasión y muerte que nos ha traído tales torrentes de vida y bendición!
Damián de Molokai, Santo
Sacerdote, 15 de abril
Apóstol de los leprosos
Martirologio Romano: En Kalawao, de la isla de Molokay, en Oceanía, San Damián de Veuster, presbítero de la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, quien, entregado a la asistencia de los leprosos, terminó él mismo contagiado de esta enfermedad († 1889).
Etimológicamente: Damián = Aquel que doma su cuerpo, es de origen griego.
Fecha de canonización: 11 de Octubre de 2009 por el Papa Benedicto XVI.10:32
Breve Biografía
El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica.
De pequeño en la escuela ya gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía ese deseo interior de ir un día a lejanas tierras a misionar.
De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: «Este muchacho tiene energías para emprender trabajos muy grandes».
Un día siendo apenas de ocho años dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el futuro?
De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a misionar.
A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.
Religioso. A los 20 años escribió a sus padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados Corazones. Su hermano Jorge se burlaba de él diciéndole que era mejor ganar dinero que dedicarse a ganar almas (el tal hermano perdió la fe más tarde).
Una gracia pedida y concedida. Muchas veces se arrodillaba ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía al santo: «Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú». Y sucedió que a otro religioso de la comunidad le correspondía irse a misionar a las islas Hawai, pero se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se fuera él de misionero. Eso era lo que más deseaba.
Su primera conquista. En 1863 zarpó hacia su lejana misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del barco, el cual le dijo: «yo nunca me confieso. soy mal católico, pero le digo que con usted si me confesaría». Damián le respondió: «Todavía no soy sacerdote pero espero un día, cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados». Años mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.
Empieza su misión. Poco después de llegar a Honolulú, fue ordenado sacerdote y enviado a una pequeña isla de Hawai. las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.
Fue visitando uno a uno todos los ranchos de la isla y acabando con muchas creencias supersticiosas de esas pobres gentes y reemplazándolas por las verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la curación de numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables: eran los leprosos.
Molokai, la isla maldita. Como en las islas Hawai había muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a todo enfermo de lepra lo desterraran a la isla de Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de dolor sin esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas, eran olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar sus penas se dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y las mujeres a toda clase de supersticiones.
Enterrado vivo. Al saber estas noticias el Padre Damián le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir con los leprosos de Molokai. Al Monseñor le parecía casi increíble esta petición, pero le concedió el permiso, y allá se fue.
En 1873 llego a la isla de los leprosos. Antes de partir había dicho : «Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo».
Los leprosos lo recibieron con inmensa alegría. La primera noche tuvo que dormir también debajo de una palmera, porque no había habitación preparada para él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían muchos y los demás se hallaban desesperados.
Trabajo y distracción. El Padre Damián empezó a crear fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran distraídos. Luego organizó una banda de música. Fue recogiendo a los enfermos mas abandonados, y él mismo los atendía como abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para vivir.
Pidiendo al extranjero. Empezó a escribir al extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban donativos para sus leprosos.
Confesión a larga distancia. Pero como la gente creía que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. Y el sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Entonces un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la absolución de sus faltas.
Haciendo de todo. Como esas gentes no tenían casi dedos, ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd a los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas. Preparaba sanas diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona iba a ayudar a reconstruirlos.
Leproso para siempre. El santo para no demostrar desprecio a sus queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que ellos habían usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con ellos en todas las acciones del día. Y sucedió lo que tenía que suceder: que se contagió de la lepra. Y vino a saberlo de manera inesperada.
La señal fatal. Un día metió el pie en un una vasija que tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada. Entonces se dió cuenta de que estaba leproso. Enseguida se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: «Señor. por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible realidad. La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de Ti para el cielo».
La enfermedad se fue extendiendo prontamente por su cuerpo. Los enfermos comentaban: «Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó a vivir con nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad». Pero él añadía: «No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo, si el alma se va volviendo hermosa y agradable a Dios».
Sorpresa final. Poco antes de que el gran sacerdote muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán que lo había traído cuando llegó de misionero. En aquél viaje le había dicho que con el único sacerdote con el cual se confesaría sería con él. Y ahora, el capitán venía expresamente a confesarse con el Padre Damián. Desde entonces la vida de este hombre de mar cambió y mejoró notablemente. También un hombre que había escrito calumniando al santo sacerdote llegó a pedirle perdón y se convirtió al catolicismo.
Y el 15 de abril de 1889 «el leproso voluntario», el Apóstol de los Leprosos, voló al cielo a recibir el premio tan merecido por su admirable caridad.
En 1994 el Papa Juan Pablo II, después de haber comprobado milagros obtenidos por la intercesión de este gran misionero, lo declaró beato, y patrono de los que trabajan entre los enfermos de lepra.
Delante de Cristo muerto
Santo Evangelio según san Juan 18,1-19,42. Viernes Santo de la Pasión del Señor
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, aquí me tienes una vez más delante de ti. En este triduo sacro, deseo acompañarte. Concédeme la gracia de adentrarme en tu corazón; quiero pensar como Tú piensas, sentir como Tú sientes, ver todos los acontecimientos de mi vida como Tú los ves… pero sobre todo, quiero aprender a amar como Tú amas. Te ruego me des esta gracia de adentrarme en tu corazón y confío que me la darás no por mis méritos (que son nulos), sino por los del amor eterno que me tienes. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 18,1-19,42
Apresaron a Jesús y lo ataron
En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.
Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscan?». Le contestaron: «A Jesús, el nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: «¿A quién buscan?». Ellos dijeron: «A Jesús, el nazareno». Jesús contestó: «Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan». Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’.
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?».
Llevaron a Jesús primero ante Anás.
El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.
Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?». Él dijo: «No lo soy». Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho».
Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: «¿Así contestas al sumo sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?». Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
¿No eres tú también uno de los discípulos? No lo soy.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: «¿No eres tú también uno de sus discípulos?». Él lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: «¿Qué no te vi yo con él en el huerto?». Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.
Mi Reino no es de este mundo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.
Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: «¿De qué acusan a este hombre?». Le contestaron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído». Pilato les dijo: «Pues llévenselo y júzguenlo según su ley». Los judíos le respondieron: «No estamos autorizados a dar muerte a nadie». Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres Tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?». Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?». Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Con que tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Pilato le dijo: «¿Y qué es la verdad?».
Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: «No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?». Pero todos ellos gritaron: «¡No, a ése no! ¡A Barrabás!» (El tal Barrabás era un bandido).
¡Viva el rey de los judíos!
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: «¡Viva el rey de los judíos!», y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez y les dijo: «Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa». Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: «Aquí está el hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él». Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios».
Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?». Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera, fuera! Crucifícalo.
Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César». Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «Aquí tienen a su rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A su rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se los entregó para que lo crucificaran.
Crucificaron a Jesús y con él a otros dos.
Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado «la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho: Soy rey de los judíos’ ”. Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».
Se repartieron mi ropa.
Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica.
Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca». Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Ahí está tu hijo – Ahí está tu madre.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí está tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí está tu madre». Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Todo está cumplido.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: «Todo está cumplido», e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
Inmediatamente salió sangre y agua.
Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Vendaron el cuerpo de Jesús y lo perfumaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Te veo allí, inmóvil sobre esa loza. Sobre tus párpados reposa el sueño de la muerte. Casi podría jurar que estás dormido y no muerto, que todo lo que acaba de pasar no es más que una pesadilla… pero las huellas de tu pasión siguen allí y me gritan que todo fue real. De tus llagas ya no brota sangre, solamente el olor fresco y penetrante del áloe y la mirra. Todo dentro del sepulcro es penumbra… como también penumbra es mi interior. Te miro y me pregunto, ¿por qué?, ¿por qué así?, ¿por qué Tú?, ¿por qué ahora? Son las mismas preguntas que me surgen cuando atravieso por una dificultad, cuando un ser querido tiene un problema o cuando la enfermedad o la muerte golpean a mi puerta… ¿por qué? Sólo recibo tu silencio por respuesta. ¿Por qué no me respondes?
Mirando tus manos y pies taladrados, tu costado herido, tu frente escarnecida, descubro la respuesta. Sabes que las palabras no son suficientes delante del dolor, por eso me has dado un ejemplo. Los hechos, con hechos se responden. Has sufrido conmigo… ¡Has sufrido por mí! Me has amado hasta el extremo… ¿y yo?, ¿te he correspondido? ¡Jesús mío!, Gracias y, ¡perdóname!, pues no siempre he correspondido con amor a tu amor. No sólo no te he respondido… ¡te he ofendido! Con el poeta quiero decirte:
¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿Adónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo
que me mira bañado en sangre y llanto?
A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco y no me enmiendo;
ya el Ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.
Detén con esas manos los perdidos
pasos, mi dulce amor; ¿mas de qué suerte
las pide quien las clava con la suyas?
¡Ay Dios!, ¿adónde estaban mis sentidos,
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?
«La Palabra de Dios que hemos escuchado nos conduce al acontecimiento central de la fe: La victoria de Dios sobre el dolor y la muerte. Es el Evangelio de la esperanza que surge del Misterio Pascual de Cristo, que se irradia desde su rostro, revelador de Dios Padre y consolador de los afligidos. Es una palabra que nos llama a permanecer íntimamente unidos a la pasión de nuestro Señor Jesús, para que se manifieste en nosotros el poder de su resurrección. En efecto, en la Pasión de Cristo está la respuesta de Dios al grito angustiado y a veces indignado que provoca en nosotros la experiencia del dolor y de la muerte. Se trata de no escapar de la cruz, sino de permanecer ahí, como hizo la Virgen Madre, que sufriendo junto a Jesús recibió la gracia de esperar contra toda esperanza».
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me pondré delante de un crucifijo y le daré las gracias a Cristo por lo que hizo por mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Viernes Santo
Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis. La Virgen de la Soledad
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.
En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.
Podemos recordar leyendo el Evangelio de San Juan, capítulo 18, versículos 1-19, 42.
¿Cómo podemos vivir este día?
Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.
¿Cómo se reza un Via Crucis?
Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.
El Via Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.
Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.
El Via Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.
Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.
Via Crucis para jóvenes
1.- Jesús es condenado a muerte
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.
2.- Jesús es cargado con la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.
Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.
3.- Jesús cae por primera vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.
4.- Jesús encuentra a María.
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.
María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.
5.- Jesús es ayudado por el Cireneo
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.
Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.
6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.
Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.
7.- Jesús cae por segunda vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.
Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.
8.- Jesús consuela a las santas mujeres
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.
Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.
9.- Jesús cae por tercera vez
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.
Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.
10.- Jesús es despojado de sus vestidura
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.
Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.
11.- Jesús es clavado en la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.
Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.
12.- Jesús muere la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.
Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.
13.- Jesús es bajado de la cruz
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.
María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.
14.- Jesús es colocado en el sepulcro
Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.
Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.
¿Qué es el Vía Crucis? ¿Cómo se reza?
El Vía Crucis o Camino a la Cruz es una de las más antiguas devociones practicadas por los Católicos en todo el mundo.
¿Qué es el Viacrucis?
La expresión latina «Vía Crucis» significa «camino de la Cruz», es decir, el que recorrió Cristo durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario. Dicha expresión se utiliza también de modo habitual para designar una forma de oración acompañada de meditación sobre los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al que se añaden el hecho de su muerte en la cruz, el descendimiento de la misma y su sepultura. Junto a diversas oraciones, en general de penitencia y arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman «estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o detienen unos momentos para meditar en cada uno de los siguientes acontecimientos o escenas:
Los precedentes del Vía Crucis datan de los primeros siglos del cristianismo, de la piadosa compasión con que los cristianos primitivos veneraban los pasos de la Vía Dolorosa. La española Silvia Eteria, peregrinó a Tierra Santa en el siglo IV. Y en su Peregrinatio describe el ejercicio piadoso de los cristianos de Jerusalén, recorriendo durante la Semana Santa el camino del Calvario.
La mayoría de estas «estaciones» han sido tomadas del Evangelio, otras las ha deducido o añadido la tradición piadosa del pueblo cristiano con una sana lógica.
Las escenas o «estaciones» directamente descritas en los Evangelios son las siguientes:
· Primera: en Mt 27,1-31; Mc 15,120; Lc 23,1-25; Jn 18,28-40 y 19,1-16.
· Segunda: en Jn 19,17.
· Quinta: en Mt 27,32; Mc 15,21 y Lc 23,26.
· Octava: en Lc 23,27-32.
· Décima: en Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34 y Jn 19,23-24.
· Undécima: en Mt 27-25 s.; Mc 15,24 s.; Lc 23,33 s. y Jn 19,18.
· Duodécima: en Mt 27,50-51; Mc 15,37; Lc 23,46 y Jn 19,30-33.
· Décimo tercera: en Mt 27,57-59; Mc 15,42-45 y Lc 23,50-53.
· Décimo cuarta: en Mt 27,55-61; Mc 15, 42-47; Lc 23,50-55 y Jn 19,38-42.
Las otras estaciones –tercera, cuarta, sexta, séptima, novena– que ha añadido la tradición piadosa de los cristianos están relacionadas o deducidas de la descripción que los evangelistas hacen del camino que recorrió Jesús hacia el Calvario. Son posibles las caídas –estaciones 3ª, 7ª y 9ª, debido al agotamiento del Huerto, de los interrogatorios y sobre todo de las vejaciones –azotes, espinas– y episodios que acompañaron al arresto. Se deduce al menos una del hecho de haber pedido a Simón de Cirene que llevase la cruz, y se suponen lógicamente otras caídas, aunque no podamos saber el número exacto. Fue casi seguro el encuentro de Cristo con su Madre antes de la cruz (4ª estación), según Jn 19,25-27 y otros pasajes. Es muy probable el episodio de la Verónica según Lc 23,27 ss. y relatos escritos que se remontan a los siglos III y IV que pueden depender de relatos y tradiciones orales anteriores.
En cuanto a los orígenes de este ejercicio piadoso, es cierto que los cristianos de las primeras centurias veneraron los lugares relacionados con la vida y muerte de Cristo. Esto se facilitó a partir de la paz otorgada a la Iglesia por Constantino, con lo que se multiplicaron las peregrinaciones a los Santos Lugares, y de las que se conservan descripciones desde el s. IV. La célebre peregrina Eteria, por ejemplo, da una relación de los actos que se celebraban en Jerusalén en la Semana Santa en los distintos lugares relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Con motivo de las Cruzadas se manifestó aún más la devoción hacia los lugares en que se había realizado algún episodio de la Pasión de Cristo. No se contentaron los cruzados con haber venerado esos mismos lugares, sino que trajeron a sus respectivos países la idea de realizar algo parecido a lo que habían visto y obrado en Jerusalén. De ahí que se erigiesen en muchas partes «Calvarios», luego «Vía Crucis», con los que los fieles manifestaban su fervor, agradecimiento y amor a la Pasión de Cristo, oraban y meditaban en ella, etc.
Los franciscanos contribuyeron mucho a extender y propagar esta devoción, aún no muy bien definida, sobre todo cuando en el s. XIV se les concedió la custodia de los Santos Lugares. También la difundió mucho el beato Alvaro de Córdoba, dominico, a su regreso de Tierra Santa (1420). Después, el principal apóstol de esta devoción fue San Leonardo de Puerto Mauricio, que, en el curso de unas misiones por Italia (1731-51), erigió más de 572 Vía Crucis.
Había cierta diversidad con respecto al número de «estaciones».
Fueron los franciscanos los que establecieron en sus iglesias el número de catorce, para que los fieles las recorriesen a imitación de los devotos peregrinos que iban personalmente a venerar los Santos Lugares de Jerusalén. Parece que la forma definitiva, según se suele practicar hoy, surgió en España. De aquí pasó a Cerdeña y a otros lugares. En el s. XX diversos autores han pretendido que se añadiese otras estaciones, como la Resurrección, con la que culmina la Pasión y Muerte histórica de Cristo, y su Via Crucis continuado a lo largo de la historia humana.
La práctica del Via Crucis, pues, viene a arrancar de los primeros siglos y se halla muy extendida entre los cristianos. Es necesario meditar y conocer bien la vida y persona de Cristo, también su Pasión y Muerte, para facilitar la identificación con El a que está llamado todo hombre. Esta devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos da la oportunidad de contemplar la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador. Contemplación de los dolores en el cuerpo y en el alma del Señor. Recorrer la Vía dolorosa actualizando sus sufrimientos. La pasión de Jesús es real y actual. El motivo de sus dolores es el de siempre: el pecado. Cada vez que un cristiano peca, de algún modo crucifica de nuevo a Cristo. En cambio, cuando llevamos por amor a Jesús la cruz de cada día podemos decir, como San Pablo: «Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia» (Co 1,24).
¿Cómo se reza?
El Vía Crucis o Camino a la Cruz es una de las más antiguas devociones practicadas por los Católicos en todo el mundo. Consiste en acompañar a Jesús en su Pasión y Muerte, en sus horas finales, repasando 14 momentos (las 14 Estaciones del Vía Crucis) desde que fue condenado a muerte hasta su sepultura.
Más recientemente a veces se suele agregar una nueva 15ª Estación: la Resurrección del Señor, en consideración a que si Cristo no resucitó, vana sería nuestra Fe (1 Cor 15, 14).
El Vía Crucis se reza de pie, y en algunos momentos de rodillas. Debe hacerse caminando, deteniéndose en cada estación, para recordar el camino de Jesús al Calvario. Es por eso que las imágenes de la representación del Vía Crucis están en la pared, alrededor del templo. Si se reza en casa, ayuda tener en la mano imágenes de la Pasión y Muerte del Señor, para que puedas recordar e imaginar su dolor.
+ En el nombre del Padre + del Hijo + y del Espíritu Santo.
Amén
Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria.
Amén.
1ª ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.. Por la envidia de los Fariseos y la debilidad de Pilato, Jesús fue juzgado injustamente y condenado a muerte. Porque yo también te he juzgado al reclamarte algo, Señor. Porque también te he juzgado al juzgar a mis hermanos.
. Perdón, Señor, perdón.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
2ª Estación: Jesús carga con la Cruz.
. Simplemente se la echaron encima sin ninguna consideración, y Él no la rechazó. Por las veces que yo he dejado de llevar mi cruz y por las veces que he renegado de mis penas y enfermedades.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
3ª ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.. No es fácil llevar la cruz. Muchas veces cae uno vencido bajo su peso. Por las ocasiones en que he tardado tanto en levantarme y también por todos aquéllos que no quieren levantarse.
. Perdón, Señor, perdón.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
4ª ESTACIÓN: Jesús se encuentra con su Madre.
.Tuviste, Jesús, el apoyo de tu Madre en la subida al Calvario. Ella no se quejó, sino que te acompañó en ese penoso camino. Por las veces que no he dado apoyo a otros en los momentos difíciles y por haberlos dejado solos en su vía crucis.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
5ª ESTACION: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz.
. Tuviste, Jesús, a Simón el Cireneo, quien –obligado- cargó la cruz contigo. ¡Qué gracia la de éste que cruzaba por tu camino al Calvario! Por las veces, Señor, que no me he dado cuenta que Tú has sido mi Cireneo, que has sido Tú Quien me ha ayudado a llevar mi cruz.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
6ª ESTACIÓN: La Verónica limpia el rostro de Jesús.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.. Aquella mujer fue valiente al limpiar tu rostro cruzando la fuerte guardia que te llevaba a empujones y jalones camino al lugar de tu Crucifixión. Y dejaste impreso tu rostro en su paño. Por las veces que no he visto tu rostro en los que sufren, en los abandonados y débiles, en los ancianos y enfermos.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
7ª ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez.
. No sabemos si tropezaste o si caíste por un empujón. Por las veces que con mi ejemplo hice que otros tropezaran y cayeran, y por las veces que deliberadamente los he empujado. Por las veces que por mi ejemplo, otros han pecado.
. Perdón, Señor, perdón.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
8ª ESTACIÓN: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén.
. En medio de su dolor, Jesús no deja de preocuparse por la pena de aquellas mujeres. Por las veces en que me he dejado abrumar tanto por mis problemas, que me he olvidado de los sufrimientos de los que me rodean o se han acercado a mí.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
9ª ESTACION: Jesús cae por tercera vez.
. Y por tercera vez hace un esfuerzo inmenso y se levanta. Por esas ocasiones en las que, ante las dificultades, me he desanimado y no he continuado en aquello que me has pedido a favor de los demás.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
. Antes de crucificarlo, lo despojaron de sus vestiduras. Por las veces en que yo he despojado a otros de su fama, de sus bienes, de sus derechos, de su inocencia, de sus ilusiones…
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
11ª ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz.
. Y desde la Cruz pidió a su Padre que perdonara a sus verdugos y que nos perdonara a nosotros. Por tantos perdones que yo he negado, por tanta represalias, por tantas venganzas que he tomado, por tanto resentimiento que conservo y que amarga mi alma.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
12ª ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz.
. No hay amor mayor que dar la vida por otro. Por la facilidad con que me olvido de cuánto me amas, Señor, cuánto me has dado, cuánto te costaron mis pecados. Por la poca importancia que doy a tu Pasión y Muerte que me ha redimido y por no darme cuenta de la necesidad que tengo de ser redimido por Ti.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
13ª ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz.
. Y su cuerpo es puesto en brazos de su Madre. Por ese tierno Niño que tú nos diste una Nochebuena y que una mala tarde te devolvimos muerto por nuestros pecados.
. Perdón, Madre, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
14ª Estación: Jesús es sepultado.
. Aquél que algunos judíos esperaban fuera el liberador de Israel ha sido sepultado. Por las veces en que he olvidado que es necesario pasar por todas esas cosas para poder entrar en la gloria.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
15ª ESTACIÓN: Y al tercer día resucitó.
. Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Por las veces que he hecho vana mi fe al creer en mitos que van en contra de tu Resurrección. Por las veces en que olvido que si no muero a mí mismo, Jesús, no podré resucitar contigo.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
Oración final:
Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus Mandamientos y jamás permitas que nos separemos de Ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
. Amén.
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San Damián de Molokai sabía lo que era vivir en los márgenes de la sociedad Jozef De Veuster creció en una granja en Bélgica y se esperaba que se hiciera cargo del negocio familiar. Sin embargo, se dio cuenta de que Dios tenía otros planes para él e ingresó en la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María en Lovaina. Tomó el nombre de Hermano Damián y sentía compasión por otros.
Mientras estudiaba para el sacerdocio, Damián rezaba ante una foto de san Francisco Javier, pidiéndole que intercediera por él para que fuera enviado como misionero. Su deseo le fue concedido tres años más tarde.
Cuando su hermano (que era sacerdote en la misma orden) no pudo ir a su misión en el archipiélago de Hawái, Damián fue elegido para ocupar su lugar. Fue ordenado sacerdote en Honolulu el 21 de mayo de 1864.
En 1865, el gobierno local tomó medidas drásticas para prevenir la propagación de la lepra y puso en cuarentena a todos aquellos que padecían la enfermedad en la isla de Molokai. Era, fundamentalmente, una sentencia de muerte ya que no tenían los recursos para proporcionar una asistencia sanitaria adecuada.
El obispo local vio la nefasta situación de los leprosos y pidió voluntarios para ir a la isla. Se esperaba que un sacerdote fuera allí y atendiera las necesidades espirituales de aquellos exiliados por la sociedad. La tarea implicaba una futura muerte entre los leprosos.
A su llegada, el Padre Damián dijo a la gente que él sería «uno que será un padre para vosotros, y uno que os quiere tanto que no duda en convertirse en uno de vosotros; en vivir y morir con vosotros». Su presencia en la isla aumentó considerablemente la calidad de vida de los leprosos. Además de construir una iglesia parroquial, ayudó en todos los aspectos de la vida y se ocupó de sus necesidades físicas y médicas tan bien como pudo.
Según la página web de Waimea, «construyó casas para ellos, cuidó sus heridas y los enterró cuando llegaba el momento. Los ayudó a pintar sus casas y a plantar cosechas. Transformó la comunidad y se convirtió en un ejemplo de triunfo. Su mensaje de servidumbre se oyó en todo el mundo. La grave situación de las víctimas de la enfermedad de Hansen se hizo conocida y llegó ayuda».
Esto renovó la esperanza de la gente allí, que hasta entonces habían vivido vidas miserables como parias sociales. Él los trató con gran dignidad, sin importar su religión. Les mostró que, incluso viviendo en los márgenes de la sociedad, se puede vivir con júbilo.
El Padre Damián se quedó allí con la gente y finalmente contrajo la misma enfermedad de las personas con las que trabajaba. Como ya había afirmado proféticamente, se convirtió en uno de ellos y después murió con ellos en 1889.
Su heroico ejemplo ha llevado a algunos a llamarlo un «mártir de la caridad», muriendo en conexión con el amor que vertió por su gente.
Pablo VI declaró que era «venerable» en 1977 y Juan Pablo II lo beatificó en 1995. Benedicto XVI más tarde confirmó los numerosos milagros que se le atribuían y lo canonizó en 2009.
“¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!!!” FELIZ DÍA PARA TODOS
Hoy es el día mas importante del Cristianismo, porque cuando los cristianos celebramos la Resurrección de Jesús, celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
Cristo triunfó sobre la muerte y nos dio la esperanza de la vida eterna para dar sentido a nuestra vida y a nuestros sufrimientos.
La alegría por la Resurrección de Cristo debemos transformarla los cristianos en un gran resplandor que se irradie a todos los que nos rodean, haciéndoles así participes de este gran don.
El Papa Francisco ha presidido hoy la Misa de Pascua en la Plaza de San Pedro ante miles de peregrinos llegados de todas las partes del mundo y con una lluvia persistente.
“Hoy toda la Iglesia grita, canta y repite que Jesús ha resucitado y yo estoy seguro que Cristo ha resucitado” ha dicho Francisco.
El Santo Padre ha pedido por la paz en los diferentes países del mundo que sufren conflictos y guerras.
“Este año que los cristianos celebramos juntos la Pascua, resuena en toda la tierra el anuncio mas hermoso: HA RESUCITADO EL SEÑOR. Feliz Pascua” ha terminado Francisco.
Después ha impartido la bendición Urbi et Orbi