Jacinta Mariscotti, Santa
Virgen, 30 de enero Terciaria Franciscana
Martirologio Romano: En la ciudad de Viterbo, en el Lacio (hoy Italia), santa Jacinta Mariscotti, virgen, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, la cual, después de perder quince años entregada a vanos deleites, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para consolar a los ancianos, fomentando el culto a la Eucaristía (1640).
Etimología: Jacinta = Aquella que es bella como la flor del jacinto, es de origen griego,
Fecha de canonización: 24 de mayo de 1807 por el Papa Pío VII.
Breve Biografía
Puede ser un ejemplo para las niñas-bien. Bueno, es un ejemplo para todos, pero dado que su vida pasó por unas situaciones peculiares de quienes proceden de buena cuna, tienen bienes materiales abundantes y hasta pueden predecir un futuro lleno de posibilidades que mucha gente llama ´idealesª…, pues por eso escribí lo que escribí. Sobre todo, cuando esas previsiones de futuro probables se convierten en sólo futuribles por las disposiciones de la Divina Providencia. Y si no, conozcamos algo de su vida.
Nació cerca de Viterbo, en Vignatello, en el año 1585 del matrimonio formado por Marcantonio Mariscotti y Octavia Orsini, condesa de Vignatallo. Top en la sociedad del tiempo. De sus hermanos hay algo que decir también. Ginebra, que se llamó luego Inocencia, vivió y murió santamente como Terciaria Franciscana de San Bernardino. Hortensia, joven virtuosa que casó con el marqués de Podio Catino, Paolo Capizucchi. Sforza se casó con Vittoria Ruspoli y heredó el título de la familia de los Mariscotti. Galeazo trabajó y murió en la Curia romana.
Se llamó Clarix como nombre bautismal. Sus padres quisieron darle la mejor educación y pensaron que el camino óptimo era ponerla junto a sor Inocencia, su hermana, para que creciera al calor de los buenos ejemplos y virtudes del monasterio. Su intención fue más buena que acertada. Todo lo de fuera le ilusiona, le atrae, le embelesa y encanta más que el aire religioso de dentro. Abandona el monasterio y como conoce su hermosura y la prosapia de su familia, se hace vanidosa, presumida y coqueta. Más, cuando su hermana encontró su buen partido y, enamorada, contrajo matrimonio; ahora se vuelve tan ligera, mundana y extraviada que está a las puertas de su definitiva ruina espiritual.
El único camino viable es entrar de la peor gana en el monasterio; y, más por despecho que por vocación, toma el hábito de Terciaria franciscana con el nombre de Jacinta. Tiene veinte años.
Por diez años, que son bastantes, lleva en el convento una vida mundana. Su celda parece un bazar por los lujosos adornos; la piedad en ella es tibieza; la mortificación prescrita, un tedio; hasta recibe las amonestaciones con desprecio.
Pero con treinta años llega la hora de Dios y surge potente la casta noble y cristiana que lleva dentro. Una enfermedad grave la espabila del sueño. Una confesión general es el comienzo. Se suceden los actos de petición de perdón, de arrepentimiento, está horrorizada por el mal ejemplo… suenan las disciplinas en público, da besos en los pies de sus hermanas, obediencia rendida, aceptación de los sufrimientos. La conversa aparece en público alguna vez como animal, con la soga al cuello. Aunque claramente se tiene por la mujer más pecadora la nombran vicesuperiora y maestra de novicias pero ha de vencer su repugnancia a intentar educar a otras que son mejores.
Ahora tiene su contento en la oración, es devota del Arcángel san Miguel, ama sin cansancio la contemplación de la Pasión de Jesucristo, la Misa le da lágrimas, las imágenes de la Virgen son su refugio. Le causan pena las almas que pasan por el extravío del pecado y por su recuperación para Dios funda dos cofradías: La Compagnia dei Sacconi para la atención material de los enfermos y ayudarlos a bien morir y La Congregación de los Oblatos de María para avivar la piedad, hacer obras de caridad y fomentar el apostolado de los seglares. Aquí ya quiso recompensar Dios a su sierva enamorada con dones extraordinarios como el de profecía, milagros, penetra los corazones, es instrumento de conversión y el éxtasis es frecuente en ella … Así hasta que murió el año 1640, cuando tenía cincuenta y cinco
Tres pasos para acercarse a Jesús
Santo Evangelio según San Marcos 5, 21-43.
Martes IV de Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame, Señor, una fe firme que me ayude a confiar siempre en ti. Haz que mi corazón nunca dude de tu gran poder, para acercarme a ti como un hijo con su Padre. Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: «Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva». Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba. Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: «¿Quién ha tocado mi manto?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ «. Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad». Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: «Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que tengas fe». No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: «¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida». Y se reían de él. Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: «¡Talitá, kum!», que significa: «¡Óyeme, niña, levántate!». La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este Evangelio nos presenta dos ejemplos de una fe grande, pero no me quiero centrar sólo en la fe de estos personajes, sino en la manera de acercarse a Cristo. Suponemos que todos los que estaban junto a Jesús en ese momento, tenían fe en Él, pero no recibieron un milagro como el que vemos en Jairo y en la hemorroísa. No fue solo su fe lo que les curó, sino su manera de acercarse a Cristo. Me imagino que si toda la gente que estaba al lado de Cristo, se hubiera acercado como lo hicieron los dos, tendríamos un Evangelio más extenso.
Jairo y la hemorroísa siguieron tres pasos para acercarse a Cristo. Primero, reconocieron su condición de creaturas necesitadas y el poder de Dios. Debemos de reconocer que nada podemos sin la ayuda de Dios. En segundo lugar, al acercarse a Jesús lo hicieron con sencillez, confiando que lo que les fuera a pasar, era lo mejor. Aceptan la voluntad de Dios, sabiendo que para ser plenamente felices la deben de cumplir. No le ponen medidas a Dios, que les permite dar el siguiente paso. Por último, confiaron plenamente en Dios, le dejaron entrar en sus vidas. La confianza que pusieron en Cristo, les permitió obtener la gracia que necesitaban en ese momento.
«Estos dos episodios –una sanación y una resurrección– tienen un único centro: la fe. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos: ¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte?». (Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a Cristo Eucaristía, acercándome como lo hicieron Jairo y la hemorroísa, confiándole todas mis necesidades.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.