Matthew 28:16-20

Amigos, esto es lo curioso de la Trinidad: al mismo tiempo, es la más extraordinaria y la más común de las doctrinas cristianas, al mismo tiempo la más inaccesible y la más evidente.

Por un lado, existe un lenguaje técnico muy desarrollado sobre este gran misterio. Por otro lado, el católico más común, simple y regularmente invoca la Trinidad cada vez que se persigna.

Nuestro Evangelio para el Domingo de la Trinidad está tomado del final del Evangelio de Mateo. El Señor resucitado y glorificado habla al nuevo Israel de la Iglesia: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Este no es un profeta ordinario hablando. Esta es la mismísima Palabra del Padre, la mismísima huella propia del Padre. 

Jesús luego les dice que vayan y hagan el trabajo de hacer discípulos, de atraer a las personas a la dinámica misma de la vida divina. Ahora, cómo todo encaja teóricamente es una pregunta fascinante, pero no debemos permitir que el lenguaje arcano de la teología oscurezca el significado revolucionario de la Trinidad: que es un llamado a la misión, un llamado a la acción.

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. El pasaje del Evangelio (cfr. Mateo 28, 16-20) nos muestra a los apóstoles que se reúnen en Galilea, en el «monte que Jesús les había indicado» (v. 16). Allí tiene lugar el último encuentro del Señor Resucitado con los suyos, en el monte. El “monte” tiene una fuerte carga simbólica. En un monte Jesús proclamó las Bienaventuranzas (cf. Mateo 5, 1-12); en los montes se retiraba a orar (cf. Mateo 14, 23); allí acogía a las multitudes y curaba los enfermos (cf. Mateo 15, 29). Pero en esta ocasión, en el monte, ya no es el Maestro que actúa y enseña, cura, sino el Resucitado que pide a los discípulos que actúen y anuncien encomendándoles el mandato de continuar su obra. Les confiere la misión para todos los pueblos. Dice: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (vv. 19-20). El contenido de la misión encomendada los Apóstoles es el siguiente: proclamar, bautizar, enseñar y recorrer el camino trazado por el Maestro, es decir, el Evangelio vivo. Este mensaje de salvación implica, en primer lugar, el deber de dar testimonio —sin testimonio no se puede anunciar— al que también estamos llamados nosotros, discípulos de hoy, para dar razón de nuestra fe. Ante una tarea tan exigente, y pensando en nuestras debilidades, nos sentimos inadecuados, como seguramente los mismos Apóstoles se sintieron. Pero no debemos desanimarnos, recordando las palabras que Jesús les dirigió antes de ascender al Cielo: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (v. 20).

(Regina Caeli, 24 de mayo de 2020)

Fets dels Apòstols 10:25-26.34-35.44-48 / 1 Joan 4:7-10 / Joan 15:9-17

Hechos de los Apóstoles 2:1-11 / Gálatas 5:16-25 / Juan 15:26-27; 16:12-15

¿Quién es ese Espíritu Santo?   Las lecturas de hoy nos hablan, describiendo su revelación a los apóstoles, describiendo las capacidades y posibilidades que obra en nosotros. El Espíritu Santo es universal y personal. Viene sobre todos, sobre esta comunidad representada precisamente por los apóstoles reunidos con María, pero viene de una manera personalísima, en el corazón de cada uno, en nuestra interioridad y en nuestro cuerpo, envigorándonos por la vida. Precisamente por este carácter del Espíritu que viene sobre todos, quise escuchar a algunos de los que recibirá especialmente hoy su don, el don de este Espíritu. El pasado lunes, queridos hermanos y hermanas, con algunos monjes encargados de la Escolanía quisimos compartir un rato con los monaguillos que hoy reciben el sacramento de la confirmación. ¡Ya les dije claramente que mi intención es que me ayudaran a escribir esta homilía! Me dirijo por tanto especialmente a vosotros ya vuestras hermanas y hermano que también reciben hoy la confirmación, pero con la intención de que estas palabras nos recuerden a todos nuestra realidad espiritual, aquella que se nos da por el Espíritu Santo.  

Fue un rato muy interesante, por lo menos para mí. Aprendí que el Espíritu Santo es muy “random”. Esto no lo dijeron los monaguillos, lo digo yo, pero descubrí que esta palabra inglesa, que significa aleatorio, se ha incorporado al lenguaje de los jóvenes. Uno de los significados de random es “ser impredecible” y le sienta muy bien al Espíritu Santo que tiene ese punto de libertad y de flexibilidad que supera todas las definiciones y previsiones. Sin embargo, otro significado de random que es el de tener poco peso o ser irrelevante, no le corresponde nada al Espíritu Santo, que forma parte de Dios mismo, que está presente en la Creación desde el principio y que ha ayudado toda la humanidad a avanzar y progresar. ¡Y esto tiene mucho peso! El Espíritu Santo tiene grandes contrastes, es muy ligero por su capacidad de estar en todas partes y pesa mucho a la vez por sus efectos sobre nuestra vida.

El Espíritu Santo ha dado a todos los pueblos el conocimiento de Dios, pero esto sólo lo hace a través de cada uno de nosotros. En un momento intrascendente de la nuestra, uno de vosotros, después de una pregunta, que no recuerdo, dijo: “a mí no me mires”. Yo puedo no mirar. Nosotros podemos no mirar pero nunca le diga a Dios: “a mí no me mires”, porque Él no puede dejar de mirar. El Espíritu Santo es la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros. Una mirada que comienza en el primer momento de nuestra existencia, que después se define de forma cristiana en nuestro bautismo y que hoy se confirma. La confirmación es sencillamente eso que dice su nombre, confirmar algo que ya existe: ser de Cristo por el don del Espíritu Santo. Hacerlo a esa edad vuestra, para ustedes que fue bautizado de pequeños, debe tener el sentido de vivir e interiorizar qué significa ser cristianos. Alguno de vosotros colocaba su fe dentro de una relación personal con Dios, con Jesucristo y con la Virgen. María, como representa bien esta pintura del presbiterio, la penúltima en toda la vida de la Virgen que tenemos representada en esta basílica, es la que preside los apóstoles en Pentecostés. ¡Es bueno que esté presente en nuestro Pentecostés! En Montserrat somos constantemente testigos.

Confirmarse es: «continuar siendo cristianos» según vosotros mismos dijieste: esto es, seguir a Jesucristo. Seguirlo como nos han enseñado y hacer lo que Él mismo nos pidió que hiciéramos: amarnos unos a otros. 

Cuando le preguntamos por qué se confirmaba, alguien dijo: “no hay ninguna razón para no hacerlo”. Esta frase que podría parecer como algo irresponsable, como si no quisiéramos entrar en los motivos de verdad, nos revela en el fondo algo muy interesante. Alguien como vosotros que con 12 o 13 años dice que no hay razón para no confirmarse, está diciendo que ha vivido la vida como cristiano. Que su familia le ha acompañado en su fe, que en un ambiente como la parroquia, la escuela y, muy especialmente por los monaguillos y un poco también por sus hermanas, Montserrat y la Escolanía, no han puesto obstáculos sino que han ayudado a este camino cristiano. ¡Es en el fondo muy bonito que usted mismo diga que no hay ninguna razón para no confirmarse!

También alguien dijo porque: «confirmarse está muy bien». Por supuesto que está muy bien: siempre que sea un compromiso. El Espíritu Santo nos da la fuerza de ser testigos y nos la renueva en cada sacramento. Ser cristiano es ser mártir, que significa ser testigo. Cada uno debe serlo de la mejor manera: hay muchas porque muchos son los dones que Dios nos hace. La carta que hemos leído del apóstol San Pablo nos exhortaba a no olvidar nunca la importancia de estos dones espirituales, los que os darán y nos darán a todos una forma diferente de vivir, porque nuestro mundo no será sólo el de todas las cosas materiales sino que debe tener

Este pequeño fragmento del evangelio de san Juan, hermanos y hermanas, da para mucho. Es como un gran epílogo en todo lo que hemos estado celebrando a través del año litúrgico hasta ahora, marcándonos las líneas de fondo que deben orientar tanto nuestra vida interior como nuestro testimonio de la fe. Es un texto fino que nos deja intuir la intimidad del misterio de la vida de Dios que es también para todos los hombres de hoy gracia humanizadora, amor liberador y don vivificante del espíritu.

Dios, en Jesús, sigue ofreciendo a todo el mundo el camino, la verdad y la vida. Jesús ha vivido de tal modo la vida humana que se ha convertido para todos los tiempos en el referente universal. Jesús, traído por el Espíritu Santo, ha vivido con total libertad la obediencia al Padre y lo ha hecho para que perdure eternamente en nosotros, como en Él, la calidad de vida, una calidad de vida que, si se distrae, el pecado puede amortiguar y sumi en la tristeza del sin sentido. El evangelio es una clara alerta positiva para preservar y potenciar la calidad de la vida divina que todos llevamos en nuestro corazón, una alerta de no banalizar el hecho de la fe, porque creer o no creer no es indiferente.

Si creemos en Jesús, y aquí creer no significa tener por sabido quién es y qué dice sino más bien hacer caso de sus palabras, hagamos ya de la vida presente, a pesar de sus limitaciones, un comienzo de plenitud parecido a cómo el Señor mismo empezó a hacer sembrando en su momento histórico nada fácil el bien, la paz y la esperanza. Creer, en este sentido, es ya empezar a participar de la salvación.

No creer, nos ha dicho el evangelio, es estar condenado. Ciertamente, no querer creer en el Hijo Unigénito de Dios, es decir: no hacer caso deliberadamente de sus palabras dirigidas a todo el mundo supone, para todos y todas, condenarse a no llegar nunca a reconocernos como hermanos sino más bien a tratarnos como rivales, sino enemigos. En este sentido, ¿cómo no unirse a la protesta generalizada por la detención brutal y el homicidio impune del afroamericano George Floyd? Es un caso concreto, pero puede ejemplificar lo que la forma occidental globalizada de vivir lleva a tantas personas al margen del sistema: a no poder respirar, a no poder vivir dignamente. Éste es el mundo del que se excluye Dios. ¿Es éste el mundo que queremos? Es parte del mundo que ahora mismo estamos construyendo, un mundo, lo sabemos lo suficiente, donde demasiado a menudo la legalidad se impone por encima de los derechos más fundamentales. Girándonos de espaldas a Dios, menospreciando sus palabras, es mucho lo que nos jugamos.

Creer, admitir la palabra de Jesús, no será vivir en una baza de aceite, pero no olvidar el ideal hacia el que esta palabra nos dirige nos ayudará a no aceptar como normales conductas y actitudes que acaban haciéndonos daño a todos y perjudican siempre, más, a los más pobres. Cuando la fe contempla la belleza de Dios y de su proyecto de amor sobre los hombres y ve en que lo estamos convirtiendo ahora mismo, siendo propuesta no puede dejar de convertirse en denuncia, se convierte en gemido pero no amargura; supone una lucha, descartando pero toda violencia; urge a la solidaridad pero rechaza todo paternalismo.

Nadie está libre de culpa. Creer, implica para uno mismo, una constante conversión a ese Dios que por el Espíritu, en Jesús se nos ha revelado como amor, perdón y acogida. El misterio de la Trinidad, sorprendentemente, se revela como el icono de nuestra realidad más profunda.

Creada a imagen del Padre, la persona está hecha para amar. No encontrará la paz encerrándose en sí misma prescindiendo de los demás, sólo hará experiencia de paz y de gozo compartiendo con los demás lo mejor que lleva a las entrañas.

El hombre y la mujer creados a imagen de Jesús están llamados a vivir, como Él en la reciprocidad, acogiendo el amor de Dios y dándose a Él. Tanto individualismo, ¿no nos está convirtiendo, incluso entre abuelos, padres, hijos y hermanos, en extraños, desatados de todo, forasteros unos de otros, condenados a un confinamiento individual perpetuo?  Una convivencia sin conflicto es imposible, pero negarse a vivir el perdón es matar la esperanza de una convivencia verdaderamente humana. Sin el perdón no puede haber gozo, ni paz ni alegría.

Porque como bautizados llevamos el Espíritu del Padre y del Hijo, estamos llamados a vivir creando unidad, viviendo, como servidores humildes, el misterio de la comunión divina que eleva la calidad espiritual y ennoblece la convivencia humana.

El apóstol nos proponía con el saludo litúrgico de la segunda lectura tres actitudes básicas para vivir así en paz y bien avenidos: dejar actuar la gracia de la palabra de Cristo en nosotros, acercarnos con agradecimiento al amor fiel de Dios, y aceptar vivir según el Espíritu, no como un mandamiento que se impone sino como un don reiterado, como un regalo para la misma vida que experimenta el gozo de Dios dentro y fuera de sí.

Creer en Jesús no es una cuestión personal menor o socialmente marginal, creer o no creer afecta a la convivencia humana o bien abreÉxodo 34:4b-6.8-9 – 2 Corintios 13:11-13 – Juan 3:16-18

Mark 10:17-27

Amigos, en el Evangelio de hoy un joven rico le pregunta a Jesús qué debe hacer para heredar la vida eterna. Hay algo absolutamente correcto sobre el joven, algo espiritualmente vivo, que es su profundo deseo de compartir la vida eterna. Él sabe lo que quiere y sabe dónde encontrarlo. 

Jesús responde esta maravillosa pregunta enumerando muchos de los mandamientos. El joven le responde: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús lo mira con amor y dice: “Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres. Después, ven y sígueme”. 

Dios no es más que simplemente amor, y por lo tanto la vida de amistad con Él, en el sentido más rico, es una vida de un amor total que se olvida de sí mismo. Jesús siente que este joven está listo para la gran aventura de la vida espiritual; él está haciendo la pregunta correcta y está debidamente preparado. 

Pero al llegar a este punto, el joven se detiene trágicamente. La vida espiritual se trata, en su tono más alto, de entregar tu vida, y por eso tener muchas posesiones es un problema.

Una fe sin don, una fe sin gratuidad es una fe incompleta, es una fe débil, una fe enferma. Podríamos compararla con un alimento rico y nutritivo que carece de sabor, o con un partido más o menos bien jugado pero sin goles: no, no va bien, falta “la sal”. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad al final nos entristece: como aquel hombre que, aunque mirado con amor por el mismo Jesús, volvió a casa «entristecido» y «apenado» (v. 22) . Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y me ame?”. Dejarse mirar y amar por Jesús; dejar que Jesús nos mire, nos ame. “Y, atraído por Él, ¿correspondo con gratuidad, con generosidad, con todo el corazón? (Ángelus, 10 de octubre de 2021)

Agustín de Canterbury, Santo

Memoria Litúrgica, 27 de mayo

Obispo

Martirologio Romano: San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa san Gregorio I Magno para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo († 604/605)

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Breve Biografía

La Gran Bretaña, evangelizada desde los tiempos apostólicos (según la leyenda, el primer misionero que desembarcó en la isla fue José de Arimatea), había recaído en la idolatría después de la invasión de los sajones en el quinto y sexto siglo. Cuando el rey del Kent, Etelberto, se casó con la princesa cristiana Berta, hija del rey de París, éste le pidió que fuera erigida una iglesia y que algunos sacerdotes cristianos celebraran allí los ritos sagrados. Cuando el Papa san Gregorio Magno supo la noticia, juzgó que los tiempos estaban maduros para la evangelización de la isla. Le encomendó la misión al prior del monasterio benedictino de San Andrés, cuya principal cualidad no era la valentía, sino la humildad y la docilidad. Ese monje era Agustín.

En el año 597 salió de Roma encabezando un grupo de cuarenta monjes. Se detuvo en la isla de Lérins. Aquí le hablaron del temperamento belicoso de los sajones, y esto lo aterró hasta el punto de hacerlo regresar a Roma a pedirle al Papa que le cambiara de programa.

Para animarlo, Gregorio lo nombró abad y poco después, casi para hacerle dar el paso definitivo, tan pronto llegó a Galia, lo hizo consagrar obispo. Continuó su viaje con breves etapas. Finalmente llegó a la isla británica de Thenet, a donde el rey fue personalmente a darle la bienvenida, por invitación de su piadosa esposa.

Los misioneros avanzaron hacia el cortejo real en procesión y cantando las letanías, según el rito recientemente introducido en Roma. Para todos fue una feliz sorpresa. El rey acompañó a los monjes hasta la residencia que le habían preparado en Canterbury, a mitad de camino entre Londres y el mar, en donde se levantó la célebre abadía que después llevará el nombre de Agustín, corazón y sagrario del cristianismo inglés. La obra de los monjes misioneros tuvo un éxito inesperado, pues el mismo rey pidió el bautismo, llevando con su ejemplo a miles de súbditos a abrazar la religión cristiana.

El Papa se alegró con la noticia que llegó a Roma, y expresó su satisfacción en las cartas escritas a Agustín y a la reina. El santo pontífice envió con un grupo de nuevos colaboradores el palio y el nombramiento a Agustín como arzobispo primado de Inglaterra, y al mismo tiempo lo amonestaba paternalmente para que no se enorgulleciera por los éxitos alcanzados y por el honor del alto cargo que se le confería. Siguiendo las indicaciones del Papa para la repartición en territorios eclesiásticos, Agustín erigió otras sedes episcopales, la de Londres y la Rochester, consagrando obispos a Melito y a Justo.

El santo misionero murió el 26 de mayo del 604 y fue enterrado en Canterbury en la iglesia que lleva su nombre.

Treinta días de oración a la Reina del Cielo. Flores del 26 al 31 mayo

Devoción a la Virgen a lo largo del mes de mayo

Flor del 26 de mayo: María, salud de los enfermos

Meditación: María ama, María consuela y cubre con su Manto de amor, otorgando la curación del alma y del cuerpo a sus hijos enfermos. Intercede ante el Señor para nuestra sanación. Sino siempre se cura el cuerpo, es porque no nos conviene, pero María nos ayuda y conforta aliviando el dolor y sanándonos el alma con sus bellas lágrimas.

Oración: María salud de los enfermos, no sólo del cuerpo, sino de todos los que no tenemos un corazón bueno. Madre de todos los dolores, de los más atroces, sánanos en cuerpo y alma para que prestemos a Dios alabanza. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Orar a María por la salud de un enfermo, pidiendo su poderosa intercesión para su sanación física y espiritual.

Flor del 27 de mayo: María Rosa Mística

Meditación: ¡Quien puede dejar de admirar la perfección de la Rosa que el Señor nos dio!. De pequeña un capullo tierno bajado del Cielo que guardaba silencio y era la alegría de los que con Ella vivían. Al Templo la entregaron no sabiendo que Ella era un Templo Sagrado. Llena de pureza crecía, y aquella Virgen Bendita a Dios le consagraba su vida, sin advertir que el Señor su alma inmaculada miraba, haciéndola Su Esposa amada. La Rosa más hermosa se abría y en su corola escondido estaría el Mesías. Nueve meses los perfumes de aquella Flor abrigarían al Redentor, para darle permanentemente su amor como eterna oblación. Aquella pequeña Rosa excelsa nos guía como Rosa Mística, pues es María Madre de la Iglesia.

Oración: ¡Oh María Rosa Mística, preciosísima!. Muéstranos la pureza de corazón para agradar a Dios como lo hiciste vos, y haznos templos perfectos del Espíritu Santo para que seamos por El guiados. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Sentimientos de entrega

Santo Evangelio según San Marcos 10, 17-27. Lunes VIII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva. Otro día frente a ti, un momento más para ponerme en tu presencia y que así, no pueda olvidarme de todo lo que has hecho por mí. Ayúdame a poder meditar tus palabras, aprender lo que me quieras enseñar y finalmente, tomar fuerzas para siempre hacer tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?» Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre». Entonces él le contestó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme». Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: «Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios». Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: «Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Más de alguna vez se nos ha encendido el corazón a tal grado de querer ser perfectos en la propia misión. Seguramente habremos sentido el deseo de ser santo y habremos tenido la sensación de no tener límites al darlo todo.

Éste es el deseo espontáneo y sincero que Dios mira con ternura y cariño. Pero el obrar de Dios ante esta actitud es sabia. Cuando ve que lo ordinario está en su lugar -los mandamientos-, entra en profundidad para ayudarnos a purificar estos sentimientos.

Nos podemos poner con facilidad en lugar de este joven rico, cuando Dios encuentra junto a nuestro corazón un tesoro. Un tesoro que se arraiga en el corazón con tanta fuerza que comienza a apagar los latidos del verdadero amor. Cristo lo señala. Cristo lo pide. Cristo quiere todo nuestro corazón.
Los apegos pueden surgir, pero debemos estar atentos al guardar todo nuestro corazón para Aquel que es digno de ser acogido en lo más íntimo de nuestra persona. Éstos son sentimientos de entrega, pero siempre deberán madurar.

«El Señor fue claro: no se puede servir a Dios y al dinero. No se pueden servir a dos padrones, dos señores: o tú sirves a Dios o sirves a las riquezas. La historia de ese joven rico, que quería seguir al Señor pero al final era tan rico que eligió las riquezas, un pasaje evangélico en el que se subraya el lema de Jesús: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja», y la reacción de los discípulos «un poco asustados: Pero ¿quién se podrá salvar?»».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un buen examen para encontrar aquello que está deteniendo mi entrega.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La explicación de la Trinidad del Papa Francisco a los niños

Antoine Mekary | ALETEIA

«El Padre que nos ha creado, Jesús que nos ha salvado y el Espíritu Santo que nos acompaña en la vida», resumió el Papa Francisco para explicar a 50 mil niños el misterio de la trinidad

El Papa Francisco celebró la Misa de la primera Jornada Mundial de la Infancia, el 26 de mayo de 2024. En una homilía sin notas, habló a los 50 mil niños fieles reunidos en la Plaza de San Pedro sobre la “Trinidad” y la necesidad de paz en el mundo. El actor y cineasta Roberto Benigni concluyó con una larga arenga en la que instó a los niños a creer en sus sueños y diseñar el mundo del mañana.

El Papa Francisco apareció en la Plaza de San Pedro en plena forma y con una sonrisa en la cara para celebrar el primer Día Mundial de la Infancia. El día anterior, el Pontífice argentino había pasado la tarde en el estadio Olímpico de Roma con unos 50 mil niños en un ambiente festivo.

Este domingo, bajo el sol veraniego, abandonó el texto de su sermón para dirigirse directamente a los niños en una homilía espontánea de preguntas y respuestas sobre la “Trinidad”.

El Padre que nos ha creado, Jesús que nos ha salvado y el Espíritu Santo que nos acompaña en la vida”

Antoine Mekary | ALETEIA

“El Padre que nos ha creado, Jesús que nos ha salvado y el Espíritu Santo que nos acompaña en la vida”, resumió el Papa Francisco a Dios, haciendo que los niños repitieran muchas veces este catecismo condensado.

Para concluir su breve homilía, el Papa argentino pidió a los niños que recen por sus padres, abuelos y niños enfermos. “Y sobre todo, recen por la paz”, insistió.

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Giorgia Meloni y el espectáculo de Benigni

Antoine Mekary | ALETEIA

Frente a la plaza de San Pedro se encontraban la jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni -que se reunió brevemente con el Papa antes de la Misa- y el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri. Tras la Misa y el rezo de la oración mariana del Ángelus, el Papa Francisco escuchó un monólogo de Roberto Benigni, ganador del Oscar al mejor actor y a la mejor película de habla no inglesa por su filme “La vida es bella” en 1999.

“¿A quién le gustaría ser Papa? Que levante la mano”, dijo el artista italiano de 71 años durante su actuación, que duró casi 25 minutos. “¡Santidad, hay veinte, treinta! Tenemos que ampliar el Vaticano!”, se rió, volviéndose hacia un sonriente Papa Francisco.

“En el reino de Dios, todo es posible”, continuó Roberto Benigni, asegurando que entre los niños presentes en la Plaza de San Pedro podría estar el próximo Papa. En un no parar de palabras, el actor instó a los niños a crear e inventar el mundo del mañana.

Antoine Mekary | ALETEIA

“Cada uno de vosotros es un héroe, el protagonista de una historia única […] Amad lo que hacéis. No os limitéis a hacer un buen trabajo […] No tengáis miedo […] Leed todo lo que podáis […] No esperéis que el mundo se ocupe de vosotros, sino ocupaos del mundo […]”. Y concluyó implorando a los niños que encuentren las palabras que pongan fin a la guerra.

La Jornada Mundial de la Infancia es una iniciativa del Papa Francisco, lanzada el 8 de diciembre. El evento se inspira en el modelo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), establecida por el Papa Juan Pablo II en 1985 para jóvenes adultos de entre 18 y 35 años. Esta primera edición reunió el sábado a 50 mil niños -la mayoría italianos- en el estadio Olímpico de Roma.

Imágenes históricas: la primera Jornada Mundial de la Infancia