Mark 9:14-29

En el Evangelio de hoy Jesús expulsa un demonio de un niño sordomudo y lo cura. 

El relato muestra el rol de la fe en la sanación divina. Jesús describe a los discípulos que no pudieron sanar al niño como una “generación incrédula”. Y cuando el padre del niño le pregunta a Jesús si puede sanar a su hijo, Él dice: “Todo es posible para el que cree”. Luego expulsa al espíritu sordomudo y cura al niño.  

Tenemos un Dios aventurero, y la fe es la respuesta adecuada a ese Dios. No pienses tanto en la fe primero en forma de proposición —las cosas en las que creo— sino más bien de forma psicológica o espiritual. La fe es una actitud de confianza en Dios, quien siempre nos ofrece nuevas posibilidades. Cuando nuestras vidas y corazones están alineados al Dios que crea el universo, cuando nuestras voluntades están orientadas de acuerdo con Sus propósitos, nos convertimos en conductos de un poder enorme.

En el espíritu del mundo, que está dominado por el orgullo, la Palabra de Dios de hoy nos invita a hacernos humildes y mansos. La humildad no consiste en la desvalorización de uno mismo, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestras potencialidades y también nuestras miserias. A partir precisamente de nuestras miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos para dirigirla a Dios, Aquel que todo lo puede y también obtiene lo que nosotros solos no podemos conseguir. «¡Todo es posible para quien cree!» (Homilía, Explanada de la Basílica de Santa María de Collemaggio, 28 de agosto de 2022)

Eleuterio de Tournai, Santo

Obispo, 20 de febrero

Martirologio Romano: En Tournai, en la Galia Bélgica, san Eleuterio, obispo (c. 530).

Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de origen griego.

Breve biografía

Este nombre, raro en nuestros días, era muy común en los primeros siglos del cristianismo, y lo llevan catorce santos, entre los cuales un Papa que gobernó la Iglesia del año 175 al 189 y que parece murió mártir.

Hoy el Martirologio Romano recuerda a dos obispos con el mismo nombre: San Eleuterio de Constantinopla, que gobernó a la Iglesia bizantina a comienzos del siglo II o a fines del siglo V. La fecha es muy imprecisa. EL otro es San Eleuterio, obispo de Tournai (Bélgica), en donde se le tiene mucha devoción.
Este santo, muy popular en el norte de Europa, vivió en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.

Es la época en que la Galia, ya meta de varias migraciones bárbaras, como la de los Burgundes y la de los Visigodos – convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de emprender la conquista de la región parisiense.

Aunque no poseamos ningún documento históricamente seguro sobre la actividad de este santo obispo y sobre su obra misionera, una biografía atribuida a San Medardo, coetáneo y hasta compañero de juegos en la infancia, cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus contactos con el rey pagano Clodoveo. EL mismo Medardo le predijo que un día llegaría a ser obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de vida difícil, incluyendo el martirio.
Los pueblos bárbaros, que de las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes colinas de Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. A1 obispo de Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un pueblo rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el bautismo, siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra los Alemanes de Tolbiac. Pero el honor de esta abundante mies le corresponderá a San Remigio. En la catedral de Tournai, meta de numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los pueblos bárbaros.

¡Felicidades a quienes llevan este nombre!.

Ser luz en la oscuridad

Santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29. Lunes VII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Respiró profundo e intento recogerme, me hago consciente de tu mirada, poco a poco consigo serenarme e integro los ruidos que me rodean. Espíritu Santo acompáñame en esta oración, ángel de mi guarda quédate junto a mí. Ahora me dispongo a leer este Evangelio como una carta de amor para mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29

En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó: «¿De qué discutís?» Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces». Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo». Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».

Entonces el padre del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame». Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él». Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie. Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Veo a Jesús bajando del monte y veo a los discípulos discutiendo. Veo al endemoniado y a su padre que duda del poder de Jesús, sin embargo, lo busca. Me conmueve la sencillez del padre para reconocer que duda y necesita ayuda para tener más fe. En medio de esta situación Jesús se enfoca en afirmar que “todo es posible al que tiene fe”. Me identifico con el padre y me pregunto: ¿en qué me parezco al padre de este endemoniado?

Me encuentro muchas veces con dudas y poca fe, pero aún así busco a Jesús. Sobre todo, en situaciones complicadas de mi vida, cuando no hay respuesta o cuando Dios calla y parece que no está allí, su reclamo resuena en mi interior: “Todo es posible al que tiene fe”.

Traigo a mi memoria los momentos en que la fe me ha alcanzado, tal vez no lo que pedía, pero sí me ha dado la oportunidad de encontrarme con Jesús, de aceptar la situación que vivo con paz. Me serena el corazón pensar que ya es un milagro tener en cada encuentro una mayor cercanía y amor por ti.

Estoy rodeado de un ambiente de poca fe. Como los discípulos, me desconcierto al ver mi impotencia de cambiar ciertas realidades y situaciones donde el mal parece ser más grande que el bien, sin embargo, Tú me invitas a vivir más cerca de ti para ser luz en la oscuridad.

«Las tentaciones vuelven siempre. El mal espíritu nunca se cansa. Fue expulsado: tiene paciencia, espera para volver. Al regresar a la casa la encuentra barrida y arreglada, y le gusta. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se meten a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que al principio … Cuando el mal espíritu logra anestesiar la conciencia se puede hablar de su verdadera victoria: se convierte en el dueño de esa conciencia».

(S.S. Francisco, Homilía del 9 de octubre de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Quiero cambiar de actitud, acercarme a ti con la certeza de haber recibido ya lo que te he pedido, y con la confianza de que, si no me lo das a pesar de mi insistencia, es porque tienes un mejor plan. “Creo Jesús, pero aumenta mi fe”.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
 En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Oscuridad y luz

Puedo acercarme a Jesús para que realice el milagro de la luz.

Hay una oscuridad interior que impide ver claramente dónde están el bien, la verdad, la justicia. Hay una oscuridad exterior que hace muy difícil comprender lo que ocurre a nuestro alrededor.

En el mundo hay amplias zonas de oscuridad. Los corazones sienten la inquietud de la duda. Las sociedades quedan atrapadas entre tinieblas y confusiones dañinas. Hace falta aire nuevo y luces amigas.

La oscuridad cede terreno cuando avanza la luz. Entonces las personas y los hechos empiezan a aparecer en su verdadero contorno. La mente y el corazón respiran más serenos.

Desde que Cristo vino al mundo, la luz lucha contra las tinieblas. Es cierto que muchos no logran creer, que otros siguen en la duda, que otros rechazan o desprecian abiertamente al Maestro.

Pero también es cierto que millones de corazones reciben una iluminación interior y escuchan palabras que producen una paz indestructible. “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14).

Cuando sienta que la oscuridad asedia mi mente, cuando palpe las tinieblas dentro de mi corazón, cuando escuche fuera de mí voces que aturden y engañan, puedo acercarme a Jesús para que realice el milagro de la luz.

Como ocurrió con el ciego de nacimiento (cf. Jn 9), también hoy unos rechazan la luz y otros empiezan a ver con ojos nuevos. El mundo sigue dividido, mientras el tiempo corre sin frenos hacia el momento final, hacia la hora decisiva del juicio sobre el Amor.

Hoy puedo abrir los ojos y dejarme iluminar con una “luz amiga”, humilde, serena, bondadosa. Entonces la oscuridad dejará de oprimir mi alma. Recibiré una paz y una alegría que nada ni nadie podrán arrebatarme (cf. Jn 16,22).

La auténtica fotografía de Jesús.

¿Hemos encontrado la auténtica fotografía de Cristo a los dos mil años de su muerte?

Por: P. Jorge Loring |

Conferencia pronunciada por el P. Jorge Loring, S.I., en el Teatro Campoamor de Oviedo, el Viernes Santo de 1978)
Señoras, señores:

Les voy a presentar a un reportaje interesantísimo, como ustedes podrán comprobar, sobre el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Pablo VI dijo de la Sábana Santa de Turín ante la televisión europea en 1973: «Es la reliquia más importante de toda la historia de la Cristiandad».

Desde tiempos remotos se creía que este lienzo había cubierto el cadáver de Cristo.

Tiene unas manchas que a simple vista no se ven gran cosa, pero al ser fotografiadas toman un enorme relieve, y se ve la figura de un hombre de cuerpo entero. Esto despertó un interés apasionante en el mundo. ¿Es que hemos encontrado la auténtica fotografía de Cristo a los dos mil años de su muerte? Pues así es.

Tenemos la satisfacción de que a los dos mil años de haber muerto Cristo, podemos decir con verdad y con seriedad, que vamos a ver la auténtica fotografía de Jesucristo: su estructura atlética, su armonía de proporciones, su robustez y su prestancia.

Yo he dado esta conferencia más de cien veces por toda España: en cines, teatros, casinos, etc. Cuando la puse en el Teatro Falla de Cádiz, asistieron unas dos mil personas, como aquí ahora. Allí había entre el auditorio una docena de médicos. Los médicos son los que más disfrutan viendo esto. Porque lo que vamos a ver es un estudio médico de la Pasión de Cristo. Por las huellas que han quedado en este lienzo, los médicos estudian cómo fue la Pasión de Cristo. Y claro, para los médicos es de un interés apasionante.

Pues bien, uno de los médicos que asistió a la conferencia en Cádiz, fue D. Venancio González, muy conocido allí, primero como médico, y además como escultor, y porque también dibuja y da conferencias de toros, etc. Es un hombre muy polifacético y muy popular en Cádiz. Él, después de asistir a esta conferencia quedó tan impresionado que escribió en la revista «Estandarte», un artículo que tituló así: «Una conferencia impresionante». Y decía D. Venancio González: «He asistido en el Teatro Falla, a la conferencia de la Sábana Santa y he de decir dos cosas: primero, como profesional de la Medicina, he de decir que el estudio médico fue perfecto». Ahora añado yo que sé muy poco de Medicina; yo soy un puro aficionado. Lo único que he hecho es que me he leído veinte libros de médicos sobre el tema, y he grabado en cinta magnetofónica lo que he leído en los libros. Por lo tanto, si lo que hago es leer lo que dicen los médicos, es lógico que el estudio médico esté bien hecho.

Proseguía D. Venancio González: «y como católico he de decir que después de la conferencia me fui a mi casa, y sentado ante el crucifijo que tengo sobre la mesa de mi despacho, hice esta oración: “Señor, gracias porque has querido quedarte en la Eucaristía para ser nuestro alimento y nuestro fortaleza; pero gracias también porque dos mil años antes que el hombre inventara la fotografía has querido dejar tu Sagrado Rostro estampado en este lienzo, para que nosotros tengamos la dicha de ver la cara que tenías”».

Porque es así: vamos a tener la dicha de ver la cara que tuvo Jesús. No la que pintó Velázquez o El Greco; porque por muy artista que sea un hombre, jamás un artista ha podido pintar una cara de Cristo mejor que la que Él tuvo. Vamos a ver la cara que tuvo Jesús.

Voy a presentaros dos rostros de Jesús. Uno, es un rostro deforme (ver foto pág.OJO). Deforme, porque la cara de Cristo en la Pasión estaba deforme. A Cristo le habían dado un estacazo en la cara; tenía un pómulo hinchado y tenía el rostro deforme. Pero deforme también porque son las manchas que un rostro deja en un lienzo. Y estas manchas no dan un rostro perfecto como una fotografía sacada con una cámara fotográfica. Pero aunque sea deforme, tiene la enorme emoción de que sabemos que eso es lo que dejó en el lienzo el rostro de Cristo, sin que mano de hombre lo haya tocado jamás. Y claro, pensar que ésas son las huellas del rostro de Cristo, es emocionante. Es impresionante.

Pero después voy a presentar otro rostro de Jesús. Una reconstrucción hecha por Bruner, fotógrafo pontificio (ver foto pág. OJO): una foto-robot. Lo mismo que hace la policía que cuando busca a un individuo, aunque no lo haya visto nunca, con los datos que recoge, reconstruye su rostro y hace una foto-robot de enorme parecido; esto es lo que ha hecho Bruner. Por las manchas que han quedado en el lienzo ha reconstruido el rostro de Jesús. Y nos presenta un rostro natural, un rostro tal como debió ser en la realidad; no un rostro deforme como el otro. Podríamos decir que tenemos la dicha de ver la misma cara de Jesús que vio María Santísima, pues es una foto robot sacada de la huella que dejó en el lienzo la misma cara de Jesucristo.

Bruner nos presenta un rostro de una majestad, de una grandiosidad, de una nobleza, de una unción, de una serenidad, de una amabilidad, de una bondad, de una dulzura; y al mismo tiempo de una enorme virilidad. El Dr. D. Gregorio Marañón, especialista en Sexología, como todo el mundo sabe, dice de este rostro: «Así debió ser el rostro del varón perfecto». Es un rostro escalofriante, que nos sobrecoge de emoción. Vds. después lo podrán apreciar. Como dice el Padre salesiano, José Luis Carreño: «Jamás se vio tan transido de vida el rostro de un muerto. Quizás porque su muerte era fuente de nuestra vida».

Pero antes de seguir adelante quiero decir que esto que vamos a ver no es de fe. No hay ninguna obligación de creer en esto. La Iglesia no me impone esto. ¿Por qué? Porque la Iglesia sólo me impone las verdades dogmáticas que han sido reveladas por Dios.

Si alguien negara la existencia del infierno, automáticamente él mismo se pone fuera de la Iglesia. Porque la existencia del infierno es dogma de fe: verdad revelada por Dios. Si alguien negara la presencia real de Cristo en la Eucaristía, automáticamente se pone él mismo fuera de la Iglesia. Porque la presencia real de Cristo en la Eucaristía es dogma de fe: verdad revelada por Dios.

Pero no creer en esta Sábana no es ningún pecado. Esto no es objeto de Revelación. Esto no entra en el contenido de la Revelación. Es algo así como si ahora nos encontráramos un registro civil donde se empadronaron José y María, cuando fueron a Belén. Tendría un enorme valor histórico, pero no pertenece al contenido de la Revelación.

La Iglesia no nos impone el Principio de Arquímedes. El Principio de Arquímedes es verdad, y por el Principio de Arquímedes flotaban los galeones del Imperio Romano, y flotan los superpetroleros de hoy. Es un principio de la Física, y es la Física la que me impone el Principio de Arquímedes, no la Iglesia. La Iglesia no se mete en si es verdad o deja de serlo. Hay cosas que no son de fe, pero son verdad.
Y lo mismo voy a decir de las verdades históricas. La Iglesia no nos impone las Pirámides de Egipto, ni el Partenón de Atenas o el Coliseo de Roma. Es la Historia, es la Cultura. La Iglesia no se mete. Quien no crea en la Sábana Santa no comete ningún pecado contra la fe. Lo comete contra la Historia y contra la Cultura. La Sábana Santa al ser un documento histórico, es algo que apoya a nuestra fe. Pero nuestra fe no se basa en ella. Si algún día se demostrara que la Sábana Santa es falsa (lo cual no es nada probable dados los estudios científicos realizados sobre el lienzo), nuestra fe quedaría intacta. Porque nuestra fue no se basa en la Sábana Santa, sino en los Evangelios. Habríamos perdido un documento histórico, pero nuestra fe no habría sufrido ningún detrimento.

Entonces digo: la Sábana Santa no es de fe. Pero el hecho de que no sea de fe no significa que no sea verdad. Significa que no es verdad revelada, que es un documento histórico. Ahora, un documento histórico que tiene todas las garantías de autenticidad. Esta Sábana Santa está estudiada minuciosamente.

Segundo Pía, un abogado italiano, fue el primero que fotografió la Sábana Santa. En 1898, al descubrirse la fotografía, Segundo Pía pide permiso para fotografiar aquella Sábana. Fueron fotos muy malas —yo las he visto—. Primero porque Segundo Pía era un abogado, aficionado a la fotografía, pero no era un profesional. Y entonces la fotografía estaba en sus comienzos. Se había inventado en 1840. La técnica era muy imperfecta. Y además tuvo unos contratiempos en la iluminación. El hecho es que las fotos de Segundo Pía son bastante malas.
Las que vamos a ver son de José Enrie, que es un fotógrafo profesional, y ha hecho unas fotos perfectas con técnica mucho más avanzada. Las fotos de Segundo Pía aunque imperfectas, tuvieron el enorme interés de que mostraron al mundo entero que aquellas manchas en el lienzo, que a simple vista no se veían gran cosa, al ser fotografiadas tomaban enorme relieve y mostraban la figura de un hombre de cuerpo entero. Por eso se despierta en el mundo un gran interés por estudiar la Sábana Santa.

El Papa Pío XI encargó a la Academia de Ciencias de París que hiciera un estudio científico de esta Sábana. La Academia de Ciencias de París en su estudio llega a esta conclusión: «El lienzo que hoy se conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».

Esto tiene especial importancia: Primero, por la categoría científica de la Academia de Ciencias de París; pero además, porque algunos miembros de esa Academia no eran creyentes, eran descreídos, librepensadores, racionalistas: un Delage, un Berthelot. Ellos prescindían de si Cristo es Dios. Naturalmente aceptaban a Cristo-Hombre. Cristo es un personaje de la Historia que ha existido, como sabemos que han existido Napoleón, Julio César o Alejandro Magno. Cristo vivió en un país concreto: Palestina. Y en un tiempo determinado: en tiempos de Poncio Pilatos. Y estos hombres, que no eran creyentes, después de analizar el lienzo te dicen: «El lienzo que hoy se conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».

Ives Delage —famoso biólogo francés, agnóstico—, dijo lo siguiente al tratar estas cuestiones: «Quise permanecer fiel al espíritu y a las exigencias de la Ciencia. Me he esforzado en encontrar la verdad sin preocuparme de que gustase o no a cualquier partido religioso, ya que el que se deja influir en semejantes consideraciones sería un traidor a los métodos científicos». El mismo Delage en solemne reunión en la Academia de Ciencias de París no se recató en proclamar: «Es Cristo mismo quien se imprimió en esta Sábana funeraria». «Yo reconozco a Jesús como personaje histórico, y no veo razón alguna para que nadie se extrañe de que existan todavía huellas tangibles de su vida en la tierra». «Si en lugar de tratarse de Cristo, se tratara de otro personaje histórico, a nadie se le hubiera ocurrido poner las objeciones que algunos ponen a la Sábana Santa».

El doctor Barbet, Profesor de Anatomía y prestigioso cirujano de París escribe: «He aquí el resultado de mis investigaciones anatómicas y demás estudios sobre las llagas de Cristo. Espero haber dado la sensación, de acuerdo con la realidad, de haberlas realizado con independencia de espíritu y con la máxima objetividad científica. Las empecé con cierto recelo y escepticismo. O al menos con dudas cartesianas, muy dispuesto a contrastar las huellas del sudario y negarle autenticidad si no coincidían con la realidad anatómica. Por el contrario, los hechos iban paulatinamente agrupándose en un haz de pruebas cada vez más convincentes. No solamente las imágenes se explicaban con una sencillez y una claridad que consagraban su veracidad, sino que hasta cuando parecían anormales la experiencia enseñaba que eran tales como debían ser, y que no estaban a la manera como las hubiera realizado un farsante siguiendo las tradiciones iconográficas corrientes. La anatomía da testimonio en favor de su autenticidad, en pleno acuerdo con los textos evangélicos. Poseemos por tanto el sudario de Cristo, legado de la efigie de su cuerpo y de las huellas de su sangre. Ésta es la reliquia más insigne del mundo. Reliquia corporal del Divino Redentor. Para quien sabe interpretarla y gusta de reflexionar es la más hermosa y emocionante de las meditaciones de la Pasión».

Los dos mayores impugnadores de la autenticidad de la Sábana Santa de Turín fueron los sacerdotes católicos Ulysse Chevalier, francés, y Herbert Thurston, inglés, que escribió contra la autenticidad de esta Sábana en la revista mensual «The Month» y en la Catholic Encyclopedia de 1912. Los dos afirmaban que la imagen era una pintura fraudulenta, lo cual hoy, después de los estudios microscópicos realizados sobre el lienzo, es algo absolutamente inadmisible, pues entre hilo e hilo no hay pintura. Si yo con un pincel hago una raya en un lienzo, dejo pintura entre los hilos.

Otro famoso impugnador de la Sábana Santa fue el Obispo de Troyes, Pierre D’Arcys, que pidió al Papa Clemente VII prohibiera la exhibición de la Sábana Santa por ser una pintura fraudulenta. El Papa no le hizo caso, y hoy sabemos que no es pintura, pues entre los hilos, mirados al microscopio, no hay pintura. Su predecesor, Henry de Poitiers, llegó a decir que conocía al pintor. Sin duda se refería a una de las muchas copias pintadas de la Sábana Santa que entonces circulaban por Europa.

Por cierto, que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín. Vosotros la llamáis Sudario, traducción literal del latín evangélico, pero en español sudario suena a sábana, y de hecho se trata de un pañuelo. El sudario de los antiguos era un pañuelo para secarse el sudor. Lo que está aquí en Oviedo tiene manchas de sangre, pero no tiene imagen. Monseñor Ricci, que es uno de los hombres que más sabe en el mundo sobre la Sábana Santa de Turín, ha estado dos veces en Oviedo estudiando este pañolón, su tejido, las manchas de sangre, etc., y ha dicho que ha quedado favorablemente impresionado.

Este pañuelo que mide unos 90 x 50 cms. se descubrió en una arqueta con otras reliquias escondida en el Monsacro por el año 800. Se la trajeron los cristianos que venían huyendo de la invasión árabe. Estaba en Toledo, a donde llegó desde Cartagena, a donde llegó por mar de Cartago al ser invadida por los árabes. A Cartago la llevaron por el norte de África desde Jerusalén, los discípulos de los Apóstoles en un arca de madera con otras reliquias por temor a los persas de Cosroe II que habían invadido Palestina el año 614. Es decir, que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín. ¡Ya podéis estar orgullosos!

Como decía, nuestra fe se basa en el Evangelio, no en la Sábana Santa. Si algún día se demostrara que la Sábana Santa de Turín es un fraude, habríamos perdido un documento histórico, pero nuestra fe quedaría en pie. Pero no es fácil que esto se demuestre. El Padre Mauricio Iriarte, un sabio jesuita, que es un hombre muy serio, muy profundo, auténtico investigador, en un trabajo que publicó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dice de este lienzo:

«1.º Los estudios científicos realizados sobre este lienzo excluyen toda posibilidad de fraude: esto, desde luego, no es un fraude.

2.º Todo lo que muestra el lienzo está perfectamente de acuerdo con lo que dicen los Santos Evangelios.

3.º La trayectoria histórica de este lienzo goza de numerosos documentos que se conservan en los archivos.

4.º Ni el análisis intrínseco del lienzo ni los testimonios extrínsecos dan ningún argumento razonable para que esto sea rechazado».
Esto no es obligatorio creerlo. No. Y el que no quiera creerlo no comete ningún pecado. Pero no tiene razones. No hay razones serias para rechazar esto. Porque todos los estudios realizados confirman su autenticidad. Por lo tanto, el que no quiera aceptarlo, que no lo acepte; pero que sepa que no tiene razones serias para no aceptarlo.
Bien. Pues voy, brevemente —me estoy extendiendo mucho— a decir algunas razones por las cuales la Academia de Ciencias de París afirma que este lienzo es auténtico:

Primero. Este lienzo es contemporáneo de Cristo, pues se tejió en unos telares que dejaron de funcionar después del siglo I de nuestra era. Por lo tanto este lienzo es de los tiempos de Cristo.
Y algunos preguntan: -«Padre, y ¿cómo se puede conservar un lienzo dos mil años?»

Pues sí. Porque el lino en ambiente seco se conserva indefinidamente. En el museo del Louvre de París, se conservan telas que tiene 3.000 años de antigüedad, y conservan todavía esa aspereza de superficie propia de un tejido nuevo.

En las excavaciones de Rebenhausen, en Suiza, se han encontrado trozos de lino, que datan 3.000 años antes de Nuestra Era, y ostentan un diseño en la textura muy parecido al de la Sábana Santa.
Lo mismo sucede en las excavaciones de Palmira, a 300 kms. de Jerusalén, cerca de Damasco; y Antinoe, en Egipto, donde se han encontrado lienzos fúnebres de estructura y grandeza semejantes a los de la Sábana Santa.

Segundo. Dice la Academia de Ciencias de París: la imagen que hay en este lienzo no está pintada por ningún hombre.
¿Por qué? Porque es un negativo. Y es imposible que un medieval pintara en negativo. El hombre medieval no conocía lo que es un negativo. Ya sabéis que el negativo es la inversión del blanco y del negro. Nosotros, después que el siglo pasado se inventara la fotografía en 1840, hemos tenido en nuestras manos un cliché fotográfico. Nosotros fácilmente interpretamos la inversión del blanco y del negro; pero un medieval, que no conocía la fotografía, ¿cómo iba a pintar invirtiendo el blanco y el negro? Sería absurdo. Cuando un medieval pintaba un ojo, pintaba la pupila negra y el globo blanco. Pero, ¿cómo iba a pintar la pupila blanca y el globo negro? Sería absurdo. Sería grotesco. Nadie en la Edad Media pudo pintar en negativo. Hoy sí. Porque la fotografía nos ha familiarizado con la técnica del negativo y ésta se emplea continuamente en tipografía. Pero en la Edad Media, nadie.

Mirad, una anécdota que tiene gracia. Uno de los mejores libros que hay escritos en español sobre la Sábana Santa, es de un Padre salesiano, José Luis Carreño. Se titula: «El Retrato de Cristo». Está muy bien hecho. Recoge lo que otros libros dicen. Pero tiene una cosa original que tiene su gracia. Para demostrar que es imposible que un medieval pintara en negativo, dice: «Para un medieval pintar en negativo es tan absurdo como para nosotros leer al revés. ¿Es que hay alguien de nosotros que se entretenga en leer al revés? Nadie lee al revés, porque no se entera de nada. Pues lo mismo que nosotros no leemos al revés porque no entenderíamos nada, los medievales no pintaban al revés porque no se enteraban».

Y él pone este ejemplo. Vamos a ver si hay alguien que sea capaz de entender lo que voy a decir leyendo al revés.
Sanirdnolog sarucso sal nárevlov
ragloc a sodin sus nóclab ut ed.

He leído en castellano, pero al revés. ¡Si parece ruso! Ruso, no. Lo que he leído son los conocidísimos versos de Bécquer:
Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar.

Leído al derecho, suena a Bécquer; y leído al revés suena a ruso.
Pues dice el padre Carreño: «Lo mismo que es grotesco para nosotros leer al revés, porque no nos enteramos; lo mismo para un medieval pintar al revés, invirtiendo el blanco y el negro».
Lo que tenemos en la Sábana Santa es un negativo fotográfico. Esto desde luego no es pintura. Esto no lo ha hecho ningún hombre. Un medieval no podía pintar en negativo.

Hay por el mundo unas cuarenta copias de la Sábana Santa. Varias de ellas en España. Pero la mayoría son regulares. Son muy buenas las que se conservan en Santiago del Estero (Argentina) y en la residencia de los Jesuitas de Génova (Italia). En España, una de las mejores que yo he visto está en Campillo de Aragón, cerca del Monasterio de Piedra, por Calatayud. Fue regalada por el Gran Maestre de la Orden Hospitalaria de Malta, hijo del pueblo.

Cuando pronuncié esta conferencia en el cine Goya de Alicante me preguntaron que qué opinaba yo de la Santa Faz de Alicante. Y cuando di esta conferencia en Jaén, que qué opinaba yo del Santo Rostro de Jaén.

Yo contesté: -Mirad, es elemental no opinar de lo que no se conoce. Yo la Sábana Santa de Turín la he estudiado a fondo; pero ni la Santa Faz de Alicante, ni el Santo Rostro de Jaén los he estudiado. Por lo tanto no opino. No sé.

Ahora, lo que sí puedo decir es que tanto la Santa Faz de Alicante, como el Santo Rostro de Jaén no pretenden ser de la Sábana Santa. Dicen que son de la Verónica. Es otra cosa. ¿Es verdad o no? No sé. Prescindo. No lo he estudiado. Pero desde luego son otra cosa.

Y además son pinturas. Algún artista de aquel tiempo tuvo el mal gusto -no lo culpamos, gustos de la época; y quizás por mandato de alguien- al ver que en aquel lienzo los rasgos de Cristo se veían poco, los remarcó pintando encima. Claro, lo estropeó.

Ahora, lo que yo veo en la Santa Faz de Alicante y en el Santo Rostro de Jaén es un rostro pintado. ¿Qué es lo que hay debajo? No sé. No lo he estudiado.
Hay otro paño de la Verónica en la Basílica de San Pedro en Roma.

Y termino ya diciendo que esto es tan serio que al Dr. Hyneck, que se llamaba a sí mismo «ateo rabioso», encontró la fe estudiando este lienzo. Yo he leído su libro donde lo dice.
Me acuerdo que cuando puse esta conferencia en Málaga, después alguien preguntó: -Padre, ¿esta Sábana ha hecho algún milagro? Contesté: -Que yo sepa no. Pero me acordé. -Bueno, uno. Fenomenal. La conversión de un ateo. Eso es más milagroso que todo milagro de orden físico: un milagro de orden moral. Un hombre que no creía, un hombre que era ateo, y que tiene una página preciosa, delicadísima, en su libro, donde dice cómo encontró la fe estudiando la Sábana Santa de Turín.

Esto que van a ver es una meditación maravillosa de la Pasión. No fruto de una imaginación calenturienta, sino fruto del estudio médico sobre el lienzo.

Es muy frecuente que después de esta conferencia haya gente que quiera confesarse. Varias veces me lo han pedido. Han sentido verdadero dolor y arrepentimiento de su vida ante los sufrimientos que Cristo pasó por nosotros.

Por eso se me vienen a la cabeza aquellas palabras de San Ignacio de Loyola en los Ejercicios: «Viendo lo que Cristo ha hecho por mí, ¿qué voy yo, en adelante, a hacer por Cristo?»

Jacinta y Francisco Marto, los santos pastorcitos de Fátima

Vivieron pocos años y sufrieron mucho, pero la Virgen les prometió que les llevaría al cielo

Haga click aquí para abrir el carrusel fotográfico

Año 1917. Europa está en plena guerra. Tres pastorcitos –Francisco, Jacinta y Lucía— pastorean a su rebaño en Cova da Iria (Ensenada de Irene), a unos 2 kilómetros de Fátima, cuando una «Señora más resplandeciente que el sol» se les aparece, sosteniendo en sus manos un rosario blanco.

Por tres veces, antes de esta primera aparición (de seis en total), un ángel les había advertido de un futuro acontecimiento de gracia divina y les invitó a ofrecer oraciones y sacrificios a modo de reparación por los pecados de los hombres.

Una visión que permanecerá grabada en sus corazones y de la que ninguno hablará a nadie, excepto su prima Lucía, aunque más tarde.

Dos niños pastores de Portugal

¿Quiénes son los dos jóvenes pastores que se convirtieron en los santos más jóvenes no mártires reconocidos por la Iglesia católica? Antes de comenzar miremos sus rostros:

Galería fotográfica

Jacinta y Francisco Martos son dos niños portugueses dedicados al pastoreo que aseguraron haber visto a la Virgen María seis veces en el año 1917 en Cova de Iría.

Ellos recibieron la invitación de la Señora vestida de blanco a ofrecerse como víctimas de reparación y a llegar con ella hasta Dios.

De sus manos maternas vieron salir una luz que los penetró íntimamente, y se sintieron sumergidos en Dios, como cuando una persona -explicaron ellos- se contempla en un espejo.

Más tarde, Francisco explicaba: «Estábamos ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que la gente no puede decirlo«.

Las indicaciones de los pequeños videntes

En las apariciones, Jacinta, con 7 años, podía ver y escuchar a la Virgen, mientras que su hermano Francisco, de 9 años, sólo podía ver. Ambos estaban acompañados por su prima, Lucía, de 10 años.

Estos niños videntes pidieron orar insistentemente por los pecadores y expresaban un deseo permanente de estar junto a Jesús oculto en el Sagrario, destacó el papa Francisco cuando los canonizó en el Santuario de Fátima, donde reposan sus restos.

Sólo al pequeño Francisco, Dios se dio a conocer «muy triste», como decía el niño. Una noche, su padre lo oyó sollozar y le preguntó por qué lloraba; el hijo le respondió: «Pensaba en Jesús, que está muy triste a causa de los pecados que se cometen contra él».

El niño se entregó a una intensa vida espiritual, rezó mucho, se purificó con la renuncia de sus pequeños gustos infantiles y llegó a una unión mística con Jesús a través de su deseo de consolarle y darle alegría.

Santuário de Fátima

El rosario

La Virgen María, durante su primera aparición el 13 de mayo de 1917, le predijo que iría pronto al cielo, pero que antes debía rezar muchos rosarios.

Y eso haría el joven Francisco hasta su muerte, el 4 de abril de 1919, a causa de una gripe española que él recibió como «un don inmenso» para consolar a Cristo —»tan triste a causa de tantos pecados», decía— para redimir los pecados de las almas y ganarse el paraíso.

Te puede interesar:
Francisco Marto, el delicioso pastor de Fátima

Como su hermano Francisco, Jacinta no vivió mucho. Enfermó al mismo tiempo que él de gripe española en 1918, pero murió un año después que él, tras un largo mes de agonía.

Durante este periodo, la Virgen se le apareció tres veces. «¡Oh, Mamá! (…) ¿No veis a Nuestra Señora de la Cova da Iria?«, exclamó un día.

CC/Wikimedia

«Le dije que sí»

Murió sola el 20 de febrero de 1920, como le había predicho la Virgen en una visión:

«Nuestra Señora nos vino a ver, y dice que en seguida viene a buscar a Francisco para llevarle al cielo. A mí me preguntó si todavía quería convertir más pecadores. Le dije que sí«, relataría más tarde su prima llena de emoción (fatima.be).

No era para sanarla, sino para que sufriera más «en reparación a las ofensas cometidas contra el Corazón Inmaculado de María».

Jacinta murió sola, pero sin temor, porque la Virgen le había prometido venir a «buscarla para ir al Cielo».

Te puede interesar:
¿Quién era Jacinta Marto, la pastorcita que vio a la Virgen en Fátima?

Milagros

En 1999, un milagro atribuido a la intercesión de los dos niños abrió la puerta de su beatificación en 2000.

Luego, un segundo milagro, reconocido el 23 de marzo, permitió su canonización.

Este milagro benefició a un niño de 6 años de Brasil, que en 2013 entró en coma después de una caída. Tres días después llegó la recuperación inexplicable, tras la oración de su padre a la Virgen de Fátima y los dos pastores.

El niño estuvo presente en el santuario de Fátima para la canonización de Jacinta y Francisco y fue abrazado por el Papa junto a su familia.