Matthew 9:18-26

En el Evangelio de hoy Jesús muestra su poder milagroso para sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. Él cura a una mujer que venía sufriendo de hemorragias por doce años. Ella había aparecido por detrás y tocado la borla de Su manto. También es Jesús quien toma la mano de la hija del funcionario y la levanta del sueño de la muerte.

El cristianismo es, ante todo, una religión de lo concreto y no de lo abstracto. Toma su poder, no de una conciencia religiosa general, no de una convicción ética, no de una abstracción cómoda, sino de la persona de Jesucristo.

Es Cristo —en su inflexible llamado al arrepentimiento, sus gestos inolvidables de curación, su praxis de perdón única e inquietante, su provocativa actitud de no violencia, y especialmente su traspaso de una muerte abandonado por Dios hasta una Resurrección que irradia shalom— quien moviliza al creyente a un cambio de vida y a dar de sí mismo.

Y es este único Cristo —representado claramente en la poesía de Dante, los frescos de Miguel Ángel, los sermones de Agustín, los vitrales de la Sainte Chapelle, y la danza sagrada de la liturgia— quien habla de modo transformativo a los corazones y almas de todo el mundo a través de los siglos cristianos.

Proverbios 2:1-9 – Colosenses 3:12-17 – Mateo 19:27-29

Que la palabra de Cristo tenga estancia entre vosotros con toda su riqueza, escribía el Apóstol a los cristianos de la ciudad de Colosas.

En esa comunidad, hermanos y hermanas queridos, había tensiones. Algunos creían que el Evangelio no era suficiente y que era necesario completar la fe en Cristo con la creencia en unos poderes invisibles, procedentes de ángeles y de astros, que según decían intervenían en el gobierno del universo y en el ámbito religioso. Además, proponían también, como complemento de la fe en Cristo, el regreso a algunas observancias de la Ley de Moisés.

Ante esto, san Pablo les recuerda la libertad que les ha otorgado el bautismo que ha renovado sus vidas y cómo Jesucristo, resucitado y sentado a la derecha de Dios, está por encima de todo y todo está sometido a él, sin que haya ningún poder que esté por encima (cf. Col 3, 1; 2, 6-10). Por eso les exhorta a perseverar viviendo según la palabra de Cristo tal y como les fue anunciada cuando llegaron a la fe. Porque Cristo no es un ser mítico sino el Crucificado y el Resucitado que los apóstoles han predicado como único salvador. Si viven así, dejando que Cristo viva en ellos y su palabra se difunda en sus corazones, corresponderán a la elección que Dios ha hecho de sus personas, acogerán su perdón y vivirán unas relaciones fraternas llenas de alegría y de enriquecimiento mutuo.

Que la palabra de Cristo tenga estancia entre vosotros con toda su riqueza. San Benito se hizo suya esta exhortación del Apóstol y la puso en el centro de su vida. Siguiendo el ejemplo que encontró en los apóstoles, la palabra de Cristo le llevó a dejarlo todo para seguirle y poder estar siempre con él. Por fidelidad esta palabra, fue a la soledad de Subiaco y allí, dócil a la acción del Espíritu, interiorizó la Palabra de Dios, luchó contra la adversidad y la tentación, aprendió a conocer su corazón, a encarrilar sus sentimientos, a vivir según el Evangelio y, al constatar las debilidades y dificultades, a “no desesperar nunca de la misericordia de Dios” (RB 4, 74). Esto le preparó para acoger a quienes le iban a encontrar para pedirle consejo y quienes querían compartir la vida con él haciendo comunidad. Tanto al principio de Subiaco como en la plenitud de Montecassino, vivió e inculcó a los discípulos las recomendaciones del Apóstol que hemos oído en la segunda lectura, haciendo que la palabra de Cristo tuviera estancia cada día en él y en los hermanos con toda su plenitud. Sabía que “tener estancia” significa acogerla en el corazón, dejar que arraigue, perseverar en profundizarla, en pensarla; significa hacerla vida cada día más intensamente hasta que la imagen de Jesucristo se vaya reproduciendo en cada uno por obra del Espíritu Santo. De este modo se llega a tener, como dice el Apóstol, los sentimientos que corresponden a los escogidos de Dios que ama y quiere llevar a la santificación. San Benito fue creciendo en el amor a Dios ya los hermanos y llegó a la cima de la santidad. Por eso hoy celebramos que haya recibido lo que Jesús, tal y como hemos oído en el evangelio, prometió a todo el mundo que por su nombre lo dejara todo: poseer la vida eterna y participar de su gloria. Como testamento, san Benito dejó escrita una Regla para monjes, en la que pone la palabra de Cristo, que en un sentimos amplio es toda la Palabra bíblica, como centro de la vida de la comunidad, como base de la oración , como luz que guía el proceso personal de crecimiento, como sabiduría de vida que orienta las relaciones fraternas y las actividades de cara al exterior del conjunto de la comunidad y de cada monje en particular. Toda la Regla se encamina hacia la identificación con Jesucristo, hacia hacer vida la Palabra de Dios, hacia la consecución de la libertad interior y del amor auténtico.

Los seguidores de san Benito alegramos de su glorificación y queremos dejarnos guiar por la maestría que nos ha dejado en su Regla, sabiendo que si seguimos el camino que nos indica, podremos llegar al lugar glorioso donde él ha llegado. Así lo han hecho miles y miles de hombres y mujeres a lo largo de los siglos y en varios lugares geográficos, gozosos de “no anteponer nada al amor de Cristo” (RB 4, 21) y de vivir en comunidad sostenidos por los hermanos ( cfr RB 1, 4-5) para servir así a la Iglesia ya la humanidad. Desde hace casi mil años esto se procura vivir también en esta Casa de Nuestra Señora en Montserrat.

Que la palabra de Cristo tenga estancia entre vosotros con toda su riqueza. Es lo que deseamos a los dos monjes, los GG. Xavier y Jordi, que hoy hacen la profesión solemne, se atan a nuestra comunidad y reciben de Dios y de la Iglesia la consagración monástica. Si guardan la palabra de Cristo en el corazón, como han ido aprendiendo a hacer durante el tiempo de la iniciación monástica, verán que su vida va cambiando; que si se dejan guiar por la Palabra y sostener por el Espíritu Santo, si se dejan llevar por el amor de Cristo, lo que antes les costaba, va siendo más fácil (cf. RB 7, 68-70). La palabra de Cristo les enseñará a crecer en la humildad, en la paz, en la paciencia, en la compasión, en el amor hacia los demás y en el servicio monástico en la misión de Montserrat; y podrán ayudar a los demás con la sabiduría que viene de la palabra de Cristo interiorizada en su vida de monjes. Por eso, una vez que hayan manifestado su compromiso de vivir para siempre como monjes en nuestra comunidad, todos nosotros oramos intensamente por ellos, para que “conformen su vida a la doctrina del Evangelio, que sean firmes en la fe, que tengan el gusto de las Escrituras, que sean hombres de oración, que estén llenos de sabiduría y humildes” (cfr. Ritual). Dicho de otro modo, rogamos intensamente para que la palabra de Cristo tenga estancia en ellos con toda su riqueza.

Alabamos a Dios por el don de estos dos hermanos monjes que hace a nuestra comunidad, que es también un don para la gran familia montserratina de los monaguillos, de los oblatos, de los cofrades, de los amigos de nuestro monasterio, de todos los que suben a Montserrat . Que es, semejantemente, un don para toda la Iglesia extendida de oriente a occidente y para toda la humanidad, que el corazón del monje debe llevar siempre en la oración y en su solicitud.

«La respuesta de Jesús es clara: “Yo os digo: no hay ninguno que haya dejado todo sin recibir todo”». No hay término medio: «Ya lo ves, nosotros hemos dejado todo», «recibiréis todo». No hay medias tintas: «Mira, lo hemos dejado todo», «Todo lo recibirás» Hay sin embargo «esa medida desbordante con la que Dios da sus dones: “recibiréis todo. Nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madres, padres, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, que no reciba ya ahora en este tiempo quedará sin recibir cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, campos, y la vida eterna que vendrá”. Todo». Esta es la respuesta, dijo el Pontífice: «El Señor no sabe dar menos de todo. Cuando Él dona algo, se dona a sí mismo, que es todo». (Homilía, Santa Marta, 28 febrero 2017)

St. Benedict

REFERENCIAS BÍBLICAS

Matthew 9:32-38

Amigos, hoy el Señor instruye a los discípulos para que pidan al Padre que envíe trabajadores para las obras de evangelización. La vida cristiana se vive entre estos dos imperativos: conversión y misión. 

Habiendo sido atrapados por la belleza de la revelación, la única respuesta adecuada es un cambio de vida y compromiso de convertirnos en misioneros en nombre de lo que hemos visto. En la tradición bíblica, ninguna visión o experiencia de Dios se da simplemente para la edificación del visionario; más bien se da por el bien de la misión. Ninguna figura bíblica recibe una experiencia de Dios sin recibir un mandato.

Moisés descubre la zarza ardiente, escucha el nombre sagrado de Yahvé y luego se lo instruye para que regrese a Egipto a liberar a su pueblo; Isaías disfruta de un encuentro místico con Dios en medio del esplendor de la liturgia del templo y luego es enviado a predicar; Saulo está abrumado por la luminosidad de Jesús resucitado y luego es llamado al apostolado. Como dice el teólogo Hans Urs von Balthasar: “Lo bello detiene al espectador en su lugar y luego planta el deseo de transmitir a los demás lo que ha visto”. 

Benito de Nursia, Santo

Memoria litúrgica, 11 de julio

Abad, Patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental

Martirologio Romano: Fiesta de san Benito, abad, patrono principal de Europa, que, nacido en Norcia, en la región de Umbria, pero educado en Roma, abrazó luego la vida eremítica en la región de Subiaco, donde pronto se vio rodeado de muchos discípulos. Pasado un tiempo, se trasladó a Casino, donde fundó el célebre monasterio y escribió una Regla, que se propagó de tal modo por todas partes que por ella ha merecido ser llamado «Patriarca de los monjes de Occidente». Murió, según la tradición, el veintiuno de marzo. ( 547)

Patronazgo: Patrón de Occidente, de Europa, de los maestros y los escolares, de los caldereros, mineros, espeólogos, de los moribundos, contra la fiebre, las inflamaciones, envenenamientos, los cólicos y contra la hechicería.

Iconograffía: Se lo presenta como abad, con hábito benedictino, con vaso (con serpiente), cuervo, el libro de la regla.

🙏 Por la fe de los jóvenes (Intenciones del Papa mayo 2022)

Breve Biografía

Benito de Nursia, conocido como San Benito, nació en (Nursia, cerca de la ciudad italiana de Spoleto, 480 – Montecasino, 547), fundó la orden de los benedictinos y es considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada «La Santa Regla» y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas.

Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad.

Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía.

Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva.

Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.

Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.

Vida de oración disciplina y trabajo

Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo. Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos.

Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.

San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio.

La medalla de San Benito

La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Descripción de la medalla:

En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: «A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia». (Oración de la Buena Muerte).

El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:

C.S.P.B.: «Santa Cruz del Padre Benito»
C.S.S.M.L. : «La santa Cruz sea mi luz» (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: «y que el Dragón no sea mi guía.» (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. : «Abajo contigo Satanás»
N.S.M.V. : «para de atraerme con tus mentiras»
S.M.Q.L. : «Venenosa es tu carnada»
I.V.B. : «Trágatela tu mismo».
PAX : «Paz»

ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN

Santísimo confesor del Señor;
Padre y jefe de los monjes,
interceded por nuestra santidad,
por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida,
de nuestra casa,
las asechanzas del maligno espíritu.
Líbranos de funestas herejías,
de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor,
remedie nuestras necesidades
espirituales y corporales.
Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica;
y porque mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiado en Tu poderosa intercesión,
pueda algún día en el cielo,
cantar las eternas alabanzas.
Amén.

Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Ésta y muchas oraciones las encontrarán en

San Benito Abad, el exorcista por excelencia

Un santo tan extraordinario que inspiró una medalla que lleva su nombre

De los primeros años de san Benito tenemos datos gracias a los Diálogos de san Gregorio Magno, escritos en el siglo VI.

Benito nació en el año 480 en la familia Anicia, en Nursia, en la región de Umbría (en la actual Italia). Su hermana gemela, Escolástica, se consagró a Dios ya en su infancia. Él fue enviado en la adolescencia a Roma para recibir instrucción. Pero al ver la degradación de la ciudad que hasta entonces había sido la capital del Imperio y del mundo, decidió abandonarla.

Inician los milagros

La nodriza que le había acompañado a Roma por decisión paterna siguió trabajando para él. Era la única que sabía que Benito se marchaba. Se dirigieron al poblado de Enfide (hoy Affile), en las montañas, a unos 50 kilómetros de Roma.  Allí vio con claridad que Dios le pedía que abandonara el mundo y llevara vida de ermitaño.

En ese momento, la nodriza ya se había percatado del poder de origen divino del joven san Benito. Y es que a ella le habían prestado una pieza de cerámica, que se le cayó y se rompió. Benito milagrosamente restauró el objeto.

Comienza su vida monástica

Benito decidió entonces marcharse, esta vez solo, hasta que llegó a Subiaco. Allí se encontró con un monje llamado Romano, quien vivía en un monasterio. Le explicó su deseo y Romano le ayudó: lo llevó a una cueva y le dio unas vestimentas de piel de animal.

La cueva estaba en una montaña de difícil acceso. Allí vivió tres años y Romano le llevaba a diario la comida, que hacía llegar con una cuerda.

Ataques y tentaciones vencidas

Dos anécdotas nos hacen entender la naturaleza de este gran santo:

En un monasterio cercano falleció el abad. Los monjes, que admiraban a Benito, le pidieron que fuera su sucesor. Benito accedió, pero el estilo de vida que proponía no cuajó entre ellos. Arrepentidos de su elección, intentaron envenenarlo con vino,  pero al ofrecerle el vaso, él le hizo la señal de la cruz y el vaso se rompió en tantos pedazos como si le hubieran tirado una pedrada.

En otra ocasión, el maligno le presentó una tentación carnal muy violenta. Recordó a una mujer, conocida tiempo atrás, y se sintió inmediatamente inflamado por una pasión incontrolable.  Para dominarse, el santo se quitó la ropa, y desnudo, se arrojó sobre un gran matorral de espinas. Herido en su carne, pero curado en el alma, nunca más volvió a sufrir ese tipo de tentaciones.

Encuentros con el maligno

Durante toda su vida, San Benito presenció el influjo del demonio sobre personas cercanas a él, pero siempre fue vencido por el santo. 

Un día, Benito es llamado a uno de los monasterios fundados por él. Había un monje que no podía permanecer en oración dentro de la capilla, ya lo había amonestado su abad y fue enviado con Benito, que también le llamó la atención.  Solo duró dos días el efecto del regaño, por lo que el santo decidió ir personalmente a ver qué pasaba. 

Cuando todos estaban dentro del oratorio, un «chiquillo negro», como lo describe San Gregorio Magno, lo tomaba de la orilla del vestido y lo arrastraba afuera, donde se distraía en cosas terrenas e inútiles. Luego de orar tres días junto a los miembros del monasterio, San Benito sale del oratorio y cuando encuentra al monje, lo golpea con su bastón para curar la ceguera de su corazón, quedando liberado para siempre del distractor.

Fundación de monasterios y Regla Benedictina

San Benito, al que se le conoce cada vez más por sus milagros, decide regresar a Subiaco para evitar más tentaciones. Allí estuvo 30 años predicando «la Palabra del Señor». En el año 530 fundó el monasterio de Monte Cassino, entre Roma y Nápoles. Creó trece monasterios cerca de Subiaco y en cada uno de ellos había 12 monjes con su propio abad. Compuso su propia regla, la Regla Benedictina.

Su lema, que permanece hasta nuestros días, Ora et Labora, hace referencia a una vida monacal en la que se combinan trabajos con la intensa vida de piedad, en pleno apartamiento del mundo.

Su fiesta se celebra el 11 de julio.

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Oración

Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de san Benito, patrono de Europa, nos estimule a una vida más perfecta para responder fielmente a nuestra vocación. Por Jesucristo nuestro Señor.

La oración escrita por san Benito para poder llegar a Dios

El santo patrono de Europa nos ha dejado escrita esta sublime oración

San Benito desde muy joven sintió el amor ferviente por Dios, hasta tal punto que desde la adolescencia se propuso a rechazar todas las tentaciones del mundo para poder amar sin ninguna distracción solo a Dios, viviendo como ermitaño.

El santo patrono de Europa nos ha dejado escrita esta sublime oración para que rezándola, todos nuestros sentidos y dones estén siempre atentos a agradar a Dios.

Padre bueno, te ruego:

dame una inteligencia que te comprenda,

un alma que te plazca,

un pensamiento que te busque,

una sabiduría que te encuentre,

un espíritu que te conozca,

un corazón que te ame,

un pensamiento que esté dirigido a ti,

unos ojos que te miren,

una palabra que te guste,

una paciencia que te siga,

una perseverancia que te espere.

Fuente: Le più belle preghiere dei santi,Francesco M. Mocelli e F. M. Nocelli

10 consejos de san Benito para mejorar la vida diaria

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Quizás hayan pasado casi 1.500 años de su muerte, pero sus ideas tienen una validez eterna

Tal vez san Benito de Nursia viviera hace 1500 años (480-547), pero muchas de sus ideas tienen tanta relevancia hoy como cuando él las puso por escrito en la normativa regla de vida para su comunidad de monjes, conocidos hoy como benedictinos. En la actualidad continúan siguiendo su Regla en su búsqueda de la santidad.

El librito con la Regla, que se puede encontrar de forma gratuita en formato digital en varios sitios de Internet, contiene los consejos de san Benito, las directrices que él mismo seguía. Son unas normas que derivan de su experiencia con la vida diaria y de sus reflexiones sobre la naturaleza humana y representan un auténtico camino de conversión del corazón, una forma de renacer en el Espíritu que Jesús reveló a Nicodemo. Sin embargo, nosotros no necesitamos ser monjes para servirnos de su sabiduría perenne. Aquí siguen 10 consejos que nos pueden hacer bien a todos:

ESCUCHA, HIJO

Así empieza la Regla. Para escuchar, primero debemos mantener silencio. Lo cierto es que, para un monje benedictino, hablar sin necesidad, sin decir nada de valor, era algo que se castigaba. La mayoría de nosotros no estamos ceñidos a semejante nivel de rigor, pero, en efecto, el silencio nos permite reflexionar sobre nosotros mismos y ser más atentos a los demás, nos ayuda a ser más pacíficos y nos pone en presencia de Dios.

EL TRABAJO NOS AYUDA A CONSERVAR LA MENTE SANA

“La ociosidad es la enemiga del alma”, escribe san Benito, que mandaba a sus monjes dividir su tiempo entre el trabajo, la lectura y la oración, de forma tal que desarrollaran un equilibrio entre cuerpo, mente y alma.

TRANSFORMAR TODA TAREA EN ORACIÓN

Para san Benito, toda tarea participa de la obra creadora de Dios y del sufrimiento de Cristo. El trabajo debería considerarse como un servicio al prójimo y una forma de oración.

NUESTROS DÍAS DEBERÍAN SEGUIR UN RITMO

En un monasterio, la Regla impone un tiempo para todo: para rezar, trabajar, leer, meditar… Estos antiguos principios se siguen enseñando, en esencia, como parte de las habilidades de gestión del tiempo en escuelas de negocios y en libros de autoayuda, animándonos a establecer ciertos tiempos de inicio y de finalización para cada tarea.

SER ATENTOS CON LOS DEMÁS

Para san Benito, el respeto debe caracterizar todas nuestras relaciones con las personas. “Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo”, dice san Benito en la Regla, en especial “al recibir a pobres y peregrinos”. Si todos somos atentos y considerados con el prójimo —incluso con nuestros enemigos—, contribuiremos a construir un mundo que refleje el amor de Dios.

PRACTICAR LA DISCIPLINA

El santo abad decía a sus monjes que pusieran fin de forma puntual a cualquier cosa que estuvieran haciendo cuando llegara el momento de pasar a otra tarea, por difícil que fuera hacer el cambio, en obediencia a la voluntad de Dios. Quizás no tengamos a un abad que nos dicte cuál es nuestro horario, pero forzarnos a nosotros mismos a seguir un programa bien diseñado nos libera realmente de la esclavitud de nuestros impulsos.

LEER A MENUDO PARA NUTRIR MENTE Y ALMA

San Benito hacía que sus monjes dedicaran una parte importante del día a leer la Escritura u otros libros edificantes, entre periodos de trabajo, oración y la cena. Leer buenos libros puede darnos ideas frescas, hacernos más empáticos, ensanchar nuestra mente y enseñarnos sabiduría del pasado y del presente.

ENTENDER Y RESPETAR NUESTRAS PROPIAS PRIORIDADES

Para los monjes, la mayor prioridad es buscar a Dios, en especial en la oración. La Regla entera se organiza en torno a este principio. San Benito repite una y otra vez, con fórmulas que varían ligeramente: “No antepongan absolutamente nada a Cristo”. Tenemos que saber cuáles son nuestras prioridades y respetarlas en la manera en que empleamos nuestro tiempo.

HACER LAS PACES CON LOS DEMÁS

En diversos modos y circunstancias, san Benito insta a sus monjes a disculparse siempre que pudieran haber ofendido a otro. Les recuerda el requerimiento de la Sagrada Escritura: “Busca la paz y síguela” y el bien de “reconciliarse antes de la puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia”. Esto nos ayuda a crecer en bondad, además de a contribuir a la estabilidad de la comunidad.

VIVIR CADA DÍA COMO SI FUERA EL ÚLTIMO

El santo abad decía a sus monjes que debían “tener la muerte presente ante los ojos cada día”. Esto nos ayuda a recordar nuestras prioridades y centrarnos en lo esencial.

Quizás no seamos monjes, pero los monjes sí son personas como el resto de nosotros y la naturaleza humana no cambia. El entendimiento que tenía san Benito de la humanidad continúa siendo valioso hoy día. Confiamos en que estos consejos nos iluminen o nos recuerden algunas formas que tenemos para ser más felices y mejores personas, con la ayuda de Dios.

Proverbios 2:1-9 / Colosenses 3:12-17 / Mateo 19:27-29

San Agustín comienza el libro de las Confesiones, diciendo: “Nos habéis creado para Ti, Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti” y esta célebre y citada frase lo que quiere es hacernos memoria de nuestra capacidad de Dios y de la inclinación de todo nuestro ser hacia Él.

Los hombres y mujeres como capaces de Dios. La tradición cristiana nos enseña que esta relación espiritual entre persona y trascendente es posible y que por los discípulos de Jesucristo toma forma en una participación de nuestra humanidad en la vida de Dios, a través del Espíritu Santo y en comunión con Jesucristo. Por eso la fe bien entendida nunca destruye a la humanidad sino que la potencia. Existe una verdadera colaboración entre el crecimiento de los dones personales y la fe.

Esta idea es propia de la humanidad creyente y por eso la encontramos ya en los libros del Antiguo Testamento como el Libro de los Proverbios al que pertenece la primera lectura.

El texto nos invita a fortalecer, elevar a la máxima potencia todas nuestras cualidades personales. Y es precisamente porque en ellas encontramos la huella de Dios, que nos ha creado, que lo encontramos en Él cuando buscamos, acogemos y cultivamos la virtud de la inteligencia. Nada nos pone tan a su nivel como eso. La lectura nos invita a reconocer en Dios la fuente y el origen de la sabiduría. Y después la lectura da un giro: si comprendemos y conocemos, nuestra vida cambia: aparecen la honradez, la rectitud en los caminos, la justicia y la bondad. Parece que pasamos a una dimensión más vital, más activa. Conocer a Dios por el uso de la sabiduría y de la inteligencia tiene efectos reales en nuestras vidas.

Para algunos es más que sabido que hoy, 11 de julio, celebramos la memoria de San Benito de Núrsia como Patrón de Europa. Otros tal vez se haya encontrado con esta celebración un poco más solemne de la que se puede esperar los días de cada día en Montserrat. Celebramos el fundador de nuestra orden benedictina, la memoria de quien escribió la Regla para monjes que desde hace quince siglos y todavía hoy inspira la vida de miles de hombres y mujeres en el mundo, monjes y monjas y también laicos.

No es de extrañar que la liturgia proponga este fragmento del libro de los proverbios como primera lectura de hoy, solemnidad de nuestro Padre San Benito. Aunque literalmente no encontramos las palabras de la primera lectura en la Regla, el libro de los Proverbios es uno de los más citados, por tanto un libro querido para San Benito. El estilo es similar. El maestro habla al discípulo y procura decirle palabras de sabiduría vital, palabras que le encaren a sí mismo ya Dios. Este maestro participa de esta dinámica bíblica que, cuanto más se preocupa de buscar a Dios, más ve también cómo crecen las cualidades humanas.

La Regla de Sant Benet es un instrumento de crecimiento personal, un plan de vida centrado, por la fe, en Jesucristo y en su imitación. Esta identificación se hace sobre todo por la obediencia y el reconocimiento de la capacidad personal de cambiar, que en el lenguaje monástico y eclesial lo llamamos conversión, una palabra que se ha hecho sinónima de vida monástica. El conocimiento de Dios, cuya inteligencia del mundo y cuya sabiduría nos hablaba el Libro de los proverbios, se adquieren en el propósito de la vida monástica viviendo en un espíritu obediente y de conversión.

Vivir en espíritu de cambio y de obediencia es muy extensible y proponible a todos, también a vosotros que hoy me escuchan. Más de una vez he escuchado a personas que no han hecho profesión monástica decir que la vida familiar y matrimonial les obliga también a ser muy obedientes, no en el sentido de sumisión de uno a otro, sino en el de trabajar y vivir en un espíritu que necesita una fidelidad a unos compromisos, renunciando muchas veces a muchas cosas. Estoy convencido.

Desde el espíritu la conversión, del cambio, los monjes y los cristianos quisiéramos ser ejemplo de hombres que en primer lugar se reconocen imperfectos, no terminados, pecadores también. Qué contracultural es esto en el mundo de hoy en día, en el que todos los modelos que se nos presentan son perfectos. ¿Ha oído alguna vez un jugador de fútbol o una estrella del espectáculo reconociendo algún defecto personal? No. No está de moda. Espero que no lo digan pero que al menos se les reconozcan. Es la única forma de avanzar en la vida.

San Benito nos pone a menudo delante de nosotros mismos para que avancen en la conversión. No lo hace con grandes interiorizaciones, reflexiones o meditaciones. Me atrevería a decir que la Espiritualidad de San Benito es una espiritualidad práctica, de las que propone crecer, por la sencilla obediencia de la vida de cada día, referida siempre a Dios. En esta espiritualidad la humildad es la virtud esencial y no nos pide que la practiquemos con heroicidades sin sentido, sino aceptando lo que vamos encontrando cada día.

Lo hace de una manera muy concreta por los monjes en la vida de cada día del monasterio, en la comida, en el hablar, en el vestir, en el silencio, pero lo describe en un marco que sería perfectamente proponible a cualquier persona que quiera vivir centrada.

San Pablo VI, en una famosa homilía pronunciada en 1964 en el monasterio de Montecassino, que podría ser perfectamente un programa para la vida monástica de hoy, utiliza la expresión “el hombre recuperado para Él mismo” como un modelo que la vida monástica quiere proponer a todo el mundo. Esta recuperación para uno mismo se hace por la fe, por la oración, por el silencio, por la paz. Como el propio Papa decía, «en una palabra, por el Evangelio».

Vivir recuperado por uno mismo, aceptado con todas las fragilidades personales, es una dinámica, es un camino. También la Regla tiene clara esta característica de ir avanzando por un camino. Si se va adelante de forma equilibrada, la obediencia a la realidad y la humildad para aceptarla te hace capaz de una comprensión muy grande del mundo y te das cuenta de que Dios con su perfección y omnipotencia se sirve de medios muy sencillos y se abren posibilidades de cambiar siguiendo el Evangelio.

Ojalá viviéramos siempre así las diversas dimensiones de nuestra existencia: nuestra oración, nuestras ideas y actitudes morales y nuestro hacer, movidos por esta conciencia de Dios. Qué descanso encontrar en la historia de la Iglesia hombres y mujeres que han vivido de esta manera y nos han dejado testimonio.

San Benito es uno de esos hombres que ilumina el mundo y nos propone el reto de continuar su carisma y transmitir el tesoro de virtudes a todos los hombres y mujeres del mundo.

Matthew 10:1-7

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús envía a misionar a aquellos apóstoles a quienes formó. Los sacerdotes, a través de los siglos —desde San Agustín y Santo Tomás de Aquino, hasta San Francisco Javier y John Henry Newman, hasta San Juan Pablo II— son descendientes de esos primeros amigos y discípulos del Señor. Han sido necesitados en todas las épocas, y se necesitan hoy, porque el reino de los cielos debe ser proclamado, los pobres deben ser atendidos, Dios adorado, y los sacramentos administrados.

Los padres espirituales son necesarios especialmente en nuestro tiempo, cuando una marea creciente de secularismo amenaza oprimir los impulsos religiosos. Hemos sido diseñados por Dios, y nunca satisfaceremos el anhelo más profundo de nuestro corazón sin Dios.

La ideología secularista enseña las cantidades suficientes de riqueza, placer, poder u honor que nos harán felices. ¿Quién puede contrarrestar esto? ¿Quién hablará a esta cultura de la belleza de Dios? ¿Quién nos recordará que nuestras vidas no son acerca de nosotros? ¿Quién interpretará y hará comprender las palabras del Evangelio, y extenderá la mesa del banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo? Por eso necesitamos sacerdotes.

Ir y proclamar el Reino de Dios

Santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7. Miércoles XIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, manso y humilde de corazón, has mi corazón semejante al tuyo para que sea capaz de conquistar el corazón de mis hermanos y llevarlos a ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Este pasaje parece como si tratara de excluir el anuncio del kerigma a todos lo demás hombres que no pertenecen al pueblo de Israel, pero en realidad, busca resaltar la importancia del apostolado en casa.

Es decir, a veces podemos dejarnos llevar por el activismo, o la búsqueda de apostolados, grandes y gratificantes, cuando en realidad tenemos mucho más trabajo apostólico en la propia casa. Es bueno tener un apostolado que implique salir de sí mismo, de la zona de confort, e ir a las periferias como nos invita el Papa. Pero es muy recomendable empezar el apostolado ahí donde estamos. En casa, con los seres queridos, en el trabajo, con las personas que se convive día a día. Y ese testimonio dará posiblemente mayores frutos, pues siempre tendrá una continuación y se le podrá dar seguimiento a esas almas que Dios mismo ha puesto en nuestro camino.

Ayúdanos a comprender, Señor, que el tamaño de nuestra cruz no es la que nosotros creemos que nos acomoda mejor, sino aquella que Tú tienes designada para cada uno, según nuestras propias fuerzas y de cara a la eternidad.

«Cada uno está llamado a reconocer cómo se manifiesta la indiferencia en la propia vida, y a adoptar un compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad donde vive, a partir de la propia familia, de su vecindario o el ambiente de trabajo. Los Estados están llamados también a hacer gestos concretos, actos de valentía para con las personas más frágiles de su sociedad, como los encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los enfermos».

(Mensaje del Papa Francisco para la 49° Jornada Mundial de la Paz).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un autoexamen, tratando de ver si mi testimonio de vida en casa, en el trabajo y con los amigos, refleja verdaderamente a una persona enamorada de Cristo, que busca extender su Reino día con día.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Teresa de los Andes, Santa

Religiosa, 12 de julio

Religiosa Carmelita

Martirologio Romano: En la ciudad de Los Andes, en Chile, santa Teresa de Jesús (Juana) Fernández Solar, virgen, que, siendo novicia en la Orden de Carmelitas Descalzas, consagró, como ella misma decía, su vida a Dios por el mundo pecador, muriendo de tifus a los veinte años de edad (1920).

Fecha de beatificación: 3 de abril de 1987 por el Papa Juan Pablo II
Fecha de canonización: 21 de marzo de 1993 por el Papa Juan Pablo II.

También conocida como Santa Teresa de los Andes.
También conocida como Santa Teresa Fernándes Solar.

Nota: Hoy 12 de julio se la festeja en el calendario carmelita, el Martirologio Romano la recuerda el 12 de abril, el día de su ingreso a la Casa del Padre.

Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, es de origen griego.

Breve Biografía

El Continente joven, nuestra América, nos da también Santos muy jóvenes. Hoy nos toca presentar a Teresa de los Andes, una Santa que muere en la flor de la edad ?diecinueve años sólo?, y que se gana todos los corazones. ¡Qué linda esta jovencita chilena, que nace con el siglo veinte, el año 1900!

Muy niña aún, entabla con el Padre Capellán este diálogo encantador:

– Padrecito, vámonos al cielo.
– Bien, vamos. Pero, ¿dónde está el cielo?
– Allá, en los Andes. Mírelos qué altos son, que tocan al cielo.
– Está bien, hijita. Pero fíjate: cuando hayamos trepado esos montes, el cielo estará mucho más arriba. No; ése no es el camino del cielo. ¿Sabes dónde está el verdadero camino del Cielo? En el Sagrario, donde está Jesús.

Teresa lo entiende, y ya no suspira sino por recibir a Jesús. El santo Padre Mateo Crawley entroniza en el hogar al Sagrado Corazón, y la mamá le pide:

– Padre, consagre especialmente mi hija al Sagrado Corazón.
Así lo hace el Padre Mateo. Y la mamá, al conocer después la santidad de su hija, dirá:
– Con todo el corazón se la presenté yo también. Y Nuestro Señor no desechó la ofrenda.
Teresa recibe la Primera Comunión de manos del gran Obispo Monseñor Jara, de quien es esa célebre página sobre la madre. La niña Teresa se sintió feliz, y escribió:
– Jesús, desde ese primer abrazo, no me soltó y me tomó para sí. Todos los días comulgaba y hablaba con Jesús largo rato.

Su devoción a María va a ser también muy tierna, como nos dice ella misma: -Mi devoción espe-cial era la Virgen. Le contaba todo. La Virgen, que jamás ha dejado de consolarme y oírme.

Teresa es cada día más buena. Pero no vayamos a pensar que era sin esfuerzo. Si le preguntamos a la mamá, ésta nos responde:

– Solía tener sus rabietas, que se traducían en llantos a mares y en tenacidad para no obedecer. Pero fue venciéndose y adquiriendo gran dominio de sí misma.

Afectuosa, se hacía querer de todos. Juegan mucho los seis hermanos, gana ella casi todas las partidas, y hasta le tienen que prohibir el juego por tantas discusiones. Montar a caballo y nadar constituían sus delicias… En suma, una muchachita normal, encantadora: buena y traviesa, inocente y enredona…

Desde niña, aprende el Catecismo y se convierte en catequista. De familia acomodada, busca los niños más pobres. Les enseña la doctrina, les dice cómo amar a Jesús y a la Virgen, les hacer mirar la eternidad del Cielo y del Infierno…

Y tiene siempre alegres a estos niños. Era una consecuencia de la alegría que llevaba dentro de sí este ángel caído del cielo, y que tenia por máxima:

– Dios es alegría infinita.
¿Y se puede estar tristes cuando se tiene a Dios dentro de nuestro ser? Con Dios no cesa nunca la alegría en el alma. La alegría es la manifestación más pura de la presencia de Dios con nosotros.
Se hizo famoso el caso del niño que encuentra perdido en la calle. Harapiento y muerto de hambre, se lo lleva a casa. Lo cuida, lo mima. Se las ingenia para sacar dinero de sus ahorritos, y escribe:
– El día de mi cumpleaños junté treinta pesos. Voy a comprarle unos zapatos a Juanito y lo demás se lo entregaré a mi mamá para que ayude a los pobres.
Todos se extrañan de su proceder, y le preguntan:
– Pero, ¿qué has hecho?…
Y ella, con la naturalidad más grande del mundo:
– Nada. Le he dado mis zapatos a la mamá de Juanito, porque ella no tenía. Y al papá, como es aficionado al licor y hace padecer a los suyos, lo he llamado y le he hecho ir a confesarse y comulgar. Después, fui a su casa para consagrar la familia al Sagrado Corazón de Jesús.

Así es Teresa. Entre las compañeras, es la mejor del Colegio. Queda la primera muchas veces, y ella lo consigna con simpático orgullo, por amor a sus papás:

– Salí primera en Historia. Estoy feliz. Yo que jamás tenía puestos, ahora la Virgen me los da. Se los pido para dar gusto a mi papá y a mi mamá.
¿Por qué es tan querida de todos? Porque es fiel a sus lemas, cumplidos con tesón:
– El deber ante todo, el deber siempre.
– El amor es la fuerza que ayuda a obrar.
– Me esmeraré en labrar la felicidad de los demás. Para ello, olvidarme de mí misma.

Ya lo vemos: una chica como cualquier otra en apariencia, pero con un tesón enorme por superarse.

La vida le sonríe, pero Teresa la va a sacrificar generosamente. Pide entrar en el convento de las Carmelitas de clausura, de Los Andes, y en él se encierra para siempre. La que se llamaba Juanita, ahora se quiere llamar Teresa, y como Santa Teresa de Los Andes será conocida para siempre en la Iglesia.

Pero su vida de religiosa va a ser muy corta. No llegará a un año, pues, a los once meses, el Señor se la lleva para darle el premio de su vida preciosa. En vida y en muerte, se le ha cumplido su gran deseo:

– ¿Quién puede hacerme más feliz que Dios? Nadie. En Él lo encuentro todo….

San Benito

La medalla es una exaltación del amor a Cristo de acuerdo a los fieles cristianos del catolicismo, se reconoce su poder para alejar el mal por medio de la fe de sus seguidores

La medalla jubilar de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia como poseedor de un gran poder de exorcismo. Fue instituido en memoria de San Benito. Como todo sacramental, los católicos no ponen su poder en la medalla misma, pues consideran que ese poder viene de Cristo, quien lo otorga a la Iglesia, y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Cuenta la leyenda que el simbolismo de la Medalla, se debe a este evento en la vida de San Benito: había estado viviendo como un ermitaño en una cueva durante tres años, famoso por su santidad, cuando una comunidad religiosa llegó a él después de la muerte de su abad y le pidieron a Benito tomar su relevo. A algunos de los monjes no les gustó la disciplina que les exigía y trataron de matarlo con pan y vino envenenado. Al igual que San Juan el Divino se salvó milagrosamente de ser envenenado, porque cuando San Benito hizo la señal de la cruz sobre estas cosas, supo que estaban envenenados, por lo que cayó la copa y encomendó a un cuervo para llevarse el pan.

Explicación del anverso de la Medalla

En las antiguas medallas aparece, rodeando la figura del santo, este texto latino en frase entera: Eius in óbitu nostro preséntia muniámur. «Que a la hora de nuestra muerte, nos proteja tu presencia». En las medallas actuales, frecuentemente desaparece la frase que es sustituida por esta: Crux Sancti Patris Benedicti, o todavía, más simplemente, por la inscripción: Sanctus Benedictus.

Explicación del reverso de la Medalla

– En cada uno de los cuatro lados de la cruz: C. S. P. B. Crux Sancti Patris Benedicti. Cruz del Santo Padre Benito

– En el palo vertical de la cruz: C. S. S. M. L. Crux Sácra Sit Mihi Lux. Que la Santa Cruz sea mi luz

– En el palo horizontal de la cruz: N. D. S. M. D. Non Dráco Sit Mihi Dux. Que el demonio no sea mi jefe

– En el círculo, empezando por la parte superior, en el sentido del reloj: V. R. S. Vade Retro Satána. Aléjate Satanás – N. S. M. V. Non Suáde Mihi Vána. No me aconsejes cosas vanas – S. M. Q. L. Sunt Mála Quae Libas. Es malo lo que me ofreces – I. V. B. ípse Venéna Bíbas. Bebe tú mismo tu veneno

En la parte superior, encima de la cruz suele aparecer unas veces la palabra PAX y en las más antiguas IESUS.

Historia de la Medalla

La fecha exacta sobre la manufactura de la primera Medalla de San Benito es un misterio. En algún punto de la evolución de esta devoción cristiana se encontraron letras en la parte de atrás de la medalla. En el año 1647, unas mujeres fueron juzgadas por hechicería, en el proceso declararon que no habían podido dañar el monasterio de los benedictinos, porque se encontraba protegido por el signo de la santa Cruz. Se buscó entonces en el monasterio de Metten ( Baviera, Alemania) y se encontraron pintadas antiguas representaciones de esta cruz, con la inscripción que se explicará más abajo. Pero estas iniciales misteriosas no pudieron ser interpretadas, hasta que en un manuscrito de la biblioteca, iluminado en el mismo Monasterio de Metten, en 1414 y conservado hoy en la biblioteca Estatal de Múnich, se vio una imagen de san Benito, con esas palabras. Un manuscrito anterior, del siglo XIV y procedente de Austria, que se encuentra en la biblioteca de Wolfenbüttel, parece haber sido el origen de La imagen y del texto. En el siglo XVII J.R. Thiers, erudito francés, la juzgó supersticiosa, por los enigmáticos caractéres que la acompañan, pero el Papa Benedicto XIV, la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Ritual Romano. La versión final de esta medalla data del año 1880 en memoria de los 1400 años del natalicio de San Benito.

Indulgencias

El 12 de marzo de 1742 Benedicto XIV otorgó indulgencia plenaria a la medalla de San Benito si la persona cumple las siguientes condiciones:

Si realiza el Sacramento de la Reconciliación, recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en las grandes fiestas y durante esa semana reza el santo rosario, visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe Cristiana o participa en la Santa Misa.

Las grandes fiestas de las que se habla arriba son: Navidad, Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión, Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi, La Asunción, La Inmaculada Concepción, el nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San Benito.

Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la muerte serán protegidos siempre que se encomienden al Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos invoquen el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento.

Indulgencias parciales

– Serán otorgados 200 días de indulgencia, si uno visita una semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los niños la Fe.
– 7 años de indulgencia , si uno celebra la Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los cristianos, o reza por sus gobernantes.
– 7 años si uno acompaña a los enfermos en el día de todos los Santos.
– 100 días si uno hace una oración antes de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada Comunión.
– Cualquiera que por cuenta propia por su consejo o ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de la tercera parte de sus pecados.
– Cualquiera que el Jueves Santo o el día de Resurrección, después de una buena confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la exaltación de la Iglesia, por las necesidades del Santo Padre, ganará las indulgencias que necesita.
– Cualquiera que rece por la exaltación de la Orden Benedictina, recibirá una porción de todas la buenas obras que realiza esta Orden.

El uso de la medalla

1. En una cadena alrededor del cuello; 2. Adjunta a un rosario; 3. En el bolsillo o en el bolso, 4. Colocada en su coche o en casa; 5. Situada en los cimientos de un edificio; 6. Situada en el centro de una cruz.

El uso de cualquier artículo religioso es concebido como un medio de recordar a Dios y de inspirar la voluntad y el deseo de servir a Dios y al prójimo. No es considerado como un amuleto de buena suerte o un dispositivo mágico.

El Crucifijo con medalla de San Benito

El Crucifijo de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en la hora de la muerte. Le ha dado al Crucifijo con la medalla Indulgencia Plenaria.

La indulgencia plenaria de la Cruz de la Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de sus pecados, llamando el Santo nombre de Jesús con devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida de las manos de Dios. Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo crucificado. Esta cruz también ayuda a los enfermos para unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.

Aquel que haya sido excomulgado de la iglesia y arrepentido cumpla su penitencia una vez se haya confesado ante la autoridad, obispo o superior y comulgue el domingo de resurrección será glorificado obteniendo la indulgencia. Jn.13 31-35

Santoral 11 de julio: San Benito de Nursia, Abad. Patrón de Europa y Patriarca del monasticismo occidental

Fuentes: www.abadiadesilos.es; servicocatholicohispano.wordpress.com; Wikipedia

Santa Verónica, la que enjugó la cara de Cristo en el Calvario

El famoso personaje que aparece en una de las etapas del Via Crucis, más exactamente en la sexta estación, está lleno de misterios…

Cuando Jesús se dirigía al monte Calvario a morir en la cruz, una mujer se abrió paso entre los soldados que le escoltaban y enjugó con su velo el sudor y la sangre del rostro de Cristo, quedando impreso en el velo.

Este fiel reflejo de Jesús, es un “verdadero icono”. «Verónica» significa justamente esto “verdadero icono”.

Este nombre, Verónica, parece derivar de la combinación del adjetivo latino “verdadero” y el sustantivo griego “icono” o “imagen”.

E indica que es la “imagen verdadera” de Jesús, considerada no pintada por manos humanas. Y este es uno de los misterios, su nombre.

Tradición

Otro misterio es que en realidad esta escena del Via Crucis no se encuentra descrita en ninguno de los cuatro evangelios.

Nace de una antigua tradición: se dice que un día el emperador romano Tiberio fue golpeado por una enfermedad grave.

Al enterarse de que en la lejana Palestina había un gran sanador llamado Jesús, ordenó a su mensajero Volusiano que fuera a buscarlo en Jerusalén.

Pero Volusiano llegó a Palestina cuando ya era demasiado tarde: ¡Jesús había sido crucificado!

Volusiano, sin embargo, no quería volver con las manos vacías a Tiberio, porque temía su ira.

Así que partió en busca de los seguidores de Jesús, para obtener de ellos al menos una reliquia del maestro.

Y encontró a una mujer llamada Verónica, quien admitió que ella había conocido a Jesús y le contó una historia prodigiosa.

Volusiano inmediatamente le pidió a Verónica ese retrato y ella consintió en llevarlo a Tiberio en persona. Este, tan pronto como estuvo en presencia de la tela sagrada, se curó instantáneamente.

A partir de ese momento, la famosa reliquia quedó en Roma.

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Patronazgo

Santa Verónica es patrona de fotógrafos, lavanderos, bordadores, hiladores.

Lugares de culto

Según una de las versiones más difundidas en occidente, Verónica se trasladó a Roma después de la muerte de Cristo y curó al emperador Tiberio con la preciosa reliquia.

Una versión francesa de la leyenda identifica a Verónica con la esposa de Zaqueo (Lucas 19, 2-10).

Cuando este abrazó la vida eremítica, Verónica fue a evangelizar el sur de Francia convirtiendo a los galos al cristianismo. Por eso es también patrona de Francia, donde se le rinde culto.

Curiosidades

Se dice que el velo con el que la santa enjugó el rostro ensangrentado de Jesús camino del Calvario se encuentra muy bien custodiado en uno de los cuatro pilares que sostienen la basílica de san Pedro. Concretamente allí donde está la hermosa imagen de la santa del escultor Francesco Mochi.

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Oración

Señor, Dios nuestro, que hiciste admirable

por las señales de la pasión de tu Hijo

a tu virgen santa Verónica:

Haz que, por su intercesión y ejemplo,

aceptemos humildemente la cruz de Cristo

para llegar a la gloria de su resurrección.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén.