Matthew 13:54-58
Amigos, en el Evangelio de hoy, el Señor está de regreso en Nazaret y se identifica a sí mismo como un profeta. Jesús no es solo uno más en una larga línea de profetas, sino más bien la encarnación personal y perfecta del discurso transformador de Dios. Como el Papa Benedicto XVI dice en Verbum Domini, “Ahora la palabra no es simplemente oíble, no solo tiene una voz, ahora la palabra tiene un rostro que podemos ver: el de Jesús de Nazaret”.
Por lo tanto, no es de sorprender que los Evangelios muestren de manera consistente las palabras de Jesús como irresistiblemente poderosas. En la tumba del amigo, “Gritó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven afuera! y el muerto salió”. Precisamente porque Jesús es la Palabra divina, lo que dice es. Orígenes de Alejandría dijo que así como todas las acciones de Jesús fueron palabras, todas sus palabras fueron acciones.
La Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Jesús, es la portadora privilegiada de la Palabra al mundo a través de los siglos, hasta que el Señor regrese. Es por ello que la Iglesia continúa desatando ese poder transformador.
Alfonso María de Ligorio, Santo
Memoria Litúrgica, 1 de agosto
Por: Domingo Vásquez, C.Ss.R. | Fuente: Catholic.net
Obispo
Fundador de los Misioneros Redentoristas
Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que insigne por el celo de las almas, por sus escritos, por su palabra y ejemplo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo libros, en especial sobre teología moral, en la que es considerado maestro, para fomentar la vida cristiana en el pueblo. Entre grandes dificultades fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente iletrada. Elegido obispo de santa Águeda de los Godos, se entregó de modo excepcional a esta misión, que dejaría quince años después, aquejado de graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera de’Pagani, en la Campania, aceptando grandes trabajos y dificultades († 1787).
Etimológicamente: Alfonso = guerrero. Viene de la lengua alemana.
Fecha de beatificación: 15 de septiembre de 1816 por el Papa Pío VII
Fecha de canonización: 26 de mayo de 1839 por el Papa Gregorio XVI
Breve Biografía
Nos encontramos en el año 1696, de nuestra era, el 27 de septiembre, día dedicado a los gloriosos mártires Cosme y Damían, nace Alfonso de Ligori, en Nápoles (Italia). Sus padres fueron José De Ligorio (un noble oficial de la marina) y de la noble Ana De Cavalieri. El hombre tuvo un destino fuera de serie. Nacido en la nobleza napolitana e hijo de militar, alumno superdotado, atraído por la música, la pintura el dibujo, la arquitectura. Su nombre viene de dos raíces germánicas: addal, hombre de noble origen, y funs, pronto al combate. Alfonso era noble por nacimiento, sí: pero mucho mejor, caballero de Cristo, siempre pronto y en la brecha para los combates de Dios…
Alfonso fue un hombre de una personalidad extraordinaria: noble y abogado; pintor y músico; poeta y escritor; obispo y amigo de los pobres; fundador y superior general de su congregación; misionero popular y confesor lleno de unción; santo y doctor de la Iglesia.
Hay que mi admirar los múltiples talentos que tenía Alfonso y la fuerza creadora que poseía. A los 12 años era estudiante universitario y a los 16 era doctor en derecho, es decir, abogado. Como misionero popular y superior general de su Congregación y obispo, llevó a cabo una gran labor, a pesar de su delicada salud. Desde los 47 a los 83 años de su vida, publicó más o menos 3 libros por año.
En su vida particular Alfonso vivió actitudes que podemos interpretar como protesta frente a la corrupción de su medio ambiente. Con su estilo de vida ejerció una fuerte crítica de su tiempo y de su sociedad.
En un sistema de profundas diferencias de clase renunció a los privilegios de la nobleza y a sus derechos de ser primer hijo, es decir, primogénito.
A finales de julio de 1723, en un día de calor intenso y pegajoso, Alfonso se dirige al Palacio de Justicia de Nápoles. Se celebrará el juicio más sonado del reino entre dos familias: los Médici y los Orsini. Las dos familias quieren para sí la propiedad del feudo de Amatrice. Estaba en juego una gran cantidad de dinero.
Alfonso es un joven abogado de 26 años de edad. Los Orsini lo han elegido para su defensa por una sola razón: es competente y ha ganado todas las causas.
Se ha preparado muy bien, ante el tribunal defiende la causa con maestría. Está seguro que defiende la justicia. A pesar de eso, Alfonso es derrotado, pero se da cuenta de que el origen de esta sentencia está en las maquinaciones políticas e intrigas políticas (cosas desconocidas para nosotros hoy).
Como herido por rayo, el abogado de manos limpias queda por un momento estupefacto. Después rojo de cólera, lleno de vergüenza por la toga que lleva, se retira de la sala de justicia, profundamente desilusionado, sus palabras de despedidas quedaron para la historia: “¡Mundo, te conozco!… ¡Adiós, tribunales!”. No vive este acontecimiento, decisivo en su vida, desde la agresividad y la frustración, al contrario, los asume como fecundidad, siembra y profundización interior, se retira, eso sí lo tiene muy claro. Y al hacerlo toma una opción personal radical: se niega a la corrupción, rechaza que el hombre se realice manipulando o dejándose manipular y elige una forma nueva de libertad y liberación, el seguimiento de Jesús.
Profundamente conmovido Alfonso se va a visitar a sus amigos, los enfermos del “Hospital de los incurables”. Mientras atendía a los enfermos se ve a sí mismo en medio de una grata luz… Parece escuchar una sacudida del gran edificio y cree oír en su interior una voz que le llama personalmente desde el pobre: “Alfonso, deja todas las cosas ven y sígueme”.
Tras la renuncia de los tribunales, Alfonso estudia unos años de teología y recibe el sacerdocio el 21 de diciembre de 1726, en la Catedral de Nápoles, tenía 30 años de edad. Se hace sacerdote en contra de un padre autoritario, como don José, con asombro lo descubre muy pronto en los barrios marginados evangelizando a los analfabetos con sorprendentes predicaciones
En una de sus muchas misiones Alfonso cae enfermo. Ante la gravedad de la situación, los médicos intervienen y le exigen un largo descanso en la sierra. Elige la zona de Amalfi, costera y montañosa a la vez. Fue con un grupo de amigos. Quiere aprovechar el descanso para vivir intensamente la amistad y la oración en común.
Cerca de Amalfi está Scala, un lugar precioso a medio camino entre la playa y la altura de la sierra. Más arriba de Scala, está Santa María de los Montes, una pequeña ermita. A Alfonso le gustó. Era bueno compartir la amistad y la oración en casa de María de Nazaret.
Alfonso y sus amigos se ven sorprendidos por los pastores y cabreros que vienen a pedirles la palabra de Dios. Es el momento clave en la vida de Alfonso. Ahora más que nunca descubre, de verdad que el Evangelio pertenece a los pobres y que ellos lo reclaman como suyo. Y decide quedarse con ellos para dárselo a tiempo completo.
Nos encontramos en el año 1730. Alfonso decide por vez primera, reunir una comunidad consagrada a la misión de los más pobres. En los primeros días de noviembre de 1732 Alfonso deja definitivamente la ciudad de Nápoles y en burro parte para Scala para reunirse con su primer grupo de compañeros, quienes habrán de ser los Redentoristas. Son unos días de intensa oración y contemplación. Sabe que la redención abundante y generosa es un don gratuito y se abre a él en disponibilidad plena.
El día 9 de noviembre de 1732 nace la congregación misionera del Santísimo Redentor, mejor conocido como los Misioneros Redentoristas. No es fácil fundar una congregación religiosa en el reino de Nápoles en el siglo XVIII. Hay demasiados diocesanos y religiosos y muchos conventos en este país pobre y mal administrado
Desde el 9 de noviembre de 1732 hasta la Pascua de 1762, cuando es nombrado obispo, pasan 30 años felices en la vida de Alfonso dedicado a la misión, la dirección de su grupo y a la publicación de sus obras.
Alfonso muere en Pagani, el día 1 de agosto de 1787, a la hora del ángelus. Tenía más de 90 años. Fue beatificado en 1816, canonizado en 1831 y proclamado doctor de la Iglesia en 1871.
Alfonso solía decir que la vida de los sanos es Evangelio vivido. Esto se lo podemos aplicar a él mismo. Sus ejemplos inquietan y arrastran. ¡A veces nos asusta enfrentarnos a un hombre como éste, que era capaz de vivir tan radicalmente el Evangelio!
Hoy, los Misioneros Redentoristas, continuamos anunciando el misterio gozoso de la redención abundante y generosa en toda la Iglesia. Los redentoristas, como Alfonso, no somos propagandistas de una doctrina, somos testigos de Cristo que viene al encuentro de la humanidad.
Alfonso murió. Su sueño, sin embargo, continúa vivo en la vida de sus seguidores. Especialmente debido a la labor de Clemente María Hofbauer, los redentoristas se esparcen por el mundo entero. En ellos, el Redentor continúa derramando vida en el corazón de los que no cuentan para el mundo y en el de los abandonados. La Congregación del Santísimo Redentor es lugar y presencia donde el Redentor prosigue su misión: “He sido enviado a evangelizar a los pobres”.
¡Alfonso!, ¡Gracias por tu vida, por tu sueño, por tu horizonte de tan amplias miras! En nombre de los pobres abandonados, ¡Gracias de corazón!
¡Felicidades a quienes lleven este nombre y a los Padres Redentoristas!
La herida que de verdad duele
Santo Evangelio según San Mateo 13,54-58. XVII Viernes de Tiempo Ordinario.
Por: H. Javier Castellanos, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy vienes a mi encuentro, Señor. Te lo pido: entra y haz de mí lo que quieras. Enséñame aquello que quieres que aprenda; actúa el milagro de cambiar mi corazón, y hazlo semejante al tuyo. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13,54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?». Y se negaban a creer en él.
Entonces, Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa». Y no hizo muchos milagros allí, por la incredulidad de ellos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy el Evangelio tiene un tono triste. Jesús visita una ciudad, pero ellos se niegan a creer en Él. Construyeron un muro a su amor, y ni siquiera los milagros fueron posibles. Cristo se habrá retirado de ahí decepcionado. Su rostro debió estar marcado por el pesar de no ser acogido; Él, que vino a salvar al mundo entero, que vino como luz para todo hombre, se halla limitado por la libertad humana.
No le dolía a Cristo sólo el hecho de ser rechazado: Él sabía que su mensaje no sería acogido por todos. No le dolía a Cristo sólo la falta de fe, pues vino también para ayudarnos a creer. Si algo le dolía de verdad a Cristo en lo profundo de su Corazón, era esto: aquellos que lo negaban eran los de «su tierra». Sus parientes, amigos, todas las personas que habían convivido de cerca con Él durante treinta años… Ellos, su patria y su casa, no quisieron recibir a su propio profeta y Señor…
«Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa.» Sólo lo pueden herir aquellos que tienen su Corazón en las manos, aquellos que ya no son simples desconocidos o siervos. ¡Los amigos, cuando hieren, hieren hasta el fondo! Cristo lo expresó muchas veces en las apariciones a Margarita María de Alacoque y a Sor Faustina Kowalska. Lo que más le duele es ser despreciado por la indiferencia o el pecado de sus amigos más cercanos. Aquellos que debían amarlo más intensamente, ¡tú y yo y todos los que nos consideramos sus amigos!
Si el tono es triste, también llama a un consuelo. Al menos hoy, al menos tú, ese amigo o amiga de Cristo, le podrá ofrecer algo de amor… A Cristo eso le basta.
Dejarse atraer y enviar por el movimiento del corazón del Padre es mantenerse en esa sana tensión de avergonzada dignidad. Dejarse atraer por el centro de su corazón, como sangre que se ha ensuciado yendo a dar vida a los miembros más lejanos, para que el Señor nos purifique y nos lave los pies; dejarse enviar llenos del oxígeno del Espíritu para llevar vida a todos los miembros, especialmente a los más alejados, frágiles y heridos.
(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré consolar a Cristo tratando con amabilidad a alguien que me resulte incómodo o desagradable.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Alfonso María de Ligorio y su amor a la Virgen María

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Carlos Zapata – publicado el 01/08/20 – actualizado el 31/07/24
San Alfonso María de Ligorio tenía mucho amor a la Virgen María y, además de manifestarlo durante toda su vida, lo hizo en un libro, su obra magistral
San Alfonso María de Ligorio, profesaba mucho amor a la Virgen María. Su libro Las Glorias de María recoge una profunda recopilación de la defensa mariana, junto a su opinión, destacando dos grandes verdades: la Virgen María es Madre del Redentor y es Madre de misericordia:
“¡De cuántos peligros, Reina mía, no me has librado? ¿Quién podrá enumerar las luces y misericordias que de Dios me has alcanzado? ¿Qué beneficios, qué honores has recibido de mí, para empeñarte en hacer tanto bien?
“Señora mía, amabilísima, siendo tan miserable como soy, no puedo, en cambio hacer otra cosa más que alabarte siempre y amarte. No te desdeñes de aceptar el amor de un pecador enamorado de tu bondad».
Su trabajo Las Glorias de María es una de más excelsas aportaciones marianas jamás escritas. Pero Alfonso escribió más de un centenar de obras (111), incluyendo su Tratado de Teología Moral, entre los años 1753 y 1755.
Expulsado por su propia orden

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Su escritura no surge como fruto de grandes placeres, sino en medio de profundos dolores, pues una pesada cruz acompañó al santo en su última década de vida y lo obligó a lidiar con momentos particularmente dolorosos, sufrimientos físicos y espirituales.
Sus intentos por lograr el reconocimiento de su congregación fueron vanos y ésta se vio afectada por amargas discusiones en su interior, que solo acabaron tras su muerte.
Virtualmente ciego e incapaz de dirigir el grupo, fue expulsado de la orden que él mismo fundo por no haber leído un documento crucial antes de firmarlo.
Dios le concedió morir a la hora del Ángelus del 1 de agosto de1787. Cesaron entonces las divisiones en su congregación y se reconocieron los errores cometidos en su contra.
Así, los redentoristas obtuvieron el reconocimiento pleno y se expandieron rápidamente por todo el planeta hasta tener presencia en más de 80 países.
Doctor de la Iglesia

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Fue beatificado en 1816 y canonizado en 1831. Le proclamaron Doctor de la Iglesia en el año 1871.
San Alfonso María de Ligorio es uno de los santos que mayor influencia tuvo en la devoción a la Santísima Virgen. Su comentario de la Salve Regina es una dulce explosión de amor que la muestra como Madre y como Reina, exaltando su condición de misericordiosa y “esperanza nuestra”.
Alfonso tardó 16 años en redactar Las Glorias de María, en las que hace impecable gala de los honores de la Madre de Dios y destaca la noble piedad mariana, así como su poder de intercesión.
Comenzó a escribirlo cuando tenía 38 años de edad y lo terminó a los 54. A lo largo de sus años fue perdiendo los sentidos de vista y oído.
Aquí tienes algunas de sus frases y reflexiones célebres
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«Cuánto amor a Dios»
“Soy medio sordo y medio ciego, pero si Dios los quiere más, lo acepto con gusto”, decía.
El santo visitaba a diario el Sagrario. Al estar junto a él, decía: «¿Jesús, me oyes?». Y a los hermanos que le acompañaron durante su vejez, les interrumpía con frecuencia para increpar:
«¿Ya rezamos el Rosario? Perdónenme pero de ello depende mi salvación».
Estando en avanzada edad, casi sin vista, tenía a su cuidado un hermano coadjutor que lo consolaba leyéndole libros espirituales. Entusiasmado una vez, interrumpió al joven diciendo: «Diga hermano: ¿qué libro es ese? ¡Cuán precioso es! ¿Quién lo ha escrito? Qué suavidad. ¡Cuánto amor a Dios, a María y a las almas! ¿Y cómo se llama su autor?»
–El hermano se le acercó un poco más y cerrando el libro y leyendo su portada le dijo: «El libro se llama: Las Glorias de María, y su autor es Alfonso de Ligorio».
Al venerable anciano oír aquella noticia se le enrojeció el rostro de emoción, ruborizado de haber alabado de tal manera su propia obra.
Más tarde el santo dirá:
“¡Oh, María! Espero salvarme con entera certidumbre por tu medio. Ruega a Jesús por mí; no te pido otra cosa.
Tú me has de salvar, porque eres mi esperanza. Entre tanto, no cesaré de repetir estas consoladoras palabras: ¡Oh María, esperanza mía; Tú me has de salvar!”