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Referencias Bíblicas
• Matthew 13:47-53
• Obispo Robert Barron

Amigos, el Evangelio de hoy nos recuerda el juicio final, cuando los malvados serán separados de los justos. Cuando el bien y el mal se confunden o mezclan, el juicio divino los separa, aclarando el tema.



 

 

Bob Dylan dijo: “El enemigo que veo lleva un manto de decencia”. Una de las artimañas favoritas del mal es cubrirse con un manto de justicia y piedad, al mismo tiempo que se ríe y se esconde detrás de aquello a lo que se opone. El juicio de Cristo destruye estos dispositivos de ocultamiento, estos engaños, y nos muestra las cosas como son.



El cristianismo auténtico es una religión de lucha, que llama al mal por su nombre. La Iglesia sabe lo que se encuentra fuera de ella y le da la espalda. El portador de la luz y la verdad separa el bien del mal, a veces dolorosamente, “como espada de doble filo”.

 

 

Ignacio de Loyola, Santo

Memoria Litúrgica, 31 de julio

 

Por: Cristina Fernández
Fuente: Catholic.net
Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)

Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio de Loyola, presbítero, quien, nacido en el País Vasco, en España, pasó la primera parte de su vida en la corte como paje del contador mayor hasta que, herido gravemente, se convirtió. Completó los estudios teológicos en París y conquistó sus primeros compañeros, con los que más tarde fundaría en Roma la Compañía de Jesús, ciudad en la que ejerció un fructuoso ministerio escribiendo varias obras y formando a sus discípulos, todo para mayor gloria de Dios († 1556).

Fecha de beatificación: 27 de julio de 1609 por el Papa Pablo V
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV

Breve Biografía

 

San Ignacio de Loyola supo transmitir a los demás su entusiasmo y amor por defender la causa de Cristo.

Un poco de historia

Nació y fue bautizado como Iñigo en 1491, en el Castillo de Loyola, España. De padres nobles, era el más chico de ocho hijos. Quedó huérfano y fue educado en la Corte de la nobleza española, donde le instruyeron en los buenos modales y en la fortaleza de espíritu.


Quiso ser militar. Sin embargo, a los 31 años en una batalla, cayó herido de ambas piernas por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida.

Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”.

Una noche, Ignacio tuvo una visión que lo consoló mucho: la Madre de Dios, rodeada de luz, llevando en los brazos a su Hijo, Jesús.

Iñigo pasó por una etapa de dudas acerca de su vocación. Con el tiempo se dio cuenta que los pensamientos que procedían de Dios lo dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad. En cambio, los pensamientos del mundo le daban cierto deleite, pero lo dejaban vacío. Decidió seguir el ejemplo de los santos y empezó a hacer penitencia por sus pecados para entregarse a Dios.
A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando.

Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico.


Logró llegar a Tierra Santa a los 33 años y a su regreso a España, comenzó a estudiar. Se dio cuenta que, para ayudar a las almas, eran necesarios los estudios.

Convirtió a muchos pecadores. Fue encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Él consideraba la prisión y el sufrimiento como pruebas que Dios le mandaba para purificarse y santificarse.

A los 38 años se trasladó a Francia, donde siguió estudiando siete años más. Pedía limosna a los comerciantes españoles para poder mantener sus estudios, así como a sus amigos. Ahí animó a muchos de sus compañeros universitarios a practicar con mayor fervor la vida cristiana. En esta época, 1534, se unieron a Ignacio 6 estudiantes de teología. Motivados por lo que decía San Ignacio, hicieron con él voto de castidad, pobreza y vida apostólica, en una sencilla ceremonia.


San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida. Poco después, tuvo que interrumpir sus estudios por motivos de salud y regresó a España, pero sin hospedarse en el Castillo de Loyola.

 

Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros que se encontraban en Venecia y se trasladaron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Decidieron llamar a su asociación la Compañía de Jesús, porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Paulo III convirtió a dos de ellos profesores de la Universidad. A Ignacio, le pidió predicar los Ejercicios Espirituales y catequizar al pueblo. Los demás compañeros trabajaban con ellos.

El Papa Pablo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebrará la primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedican a predicar y al trabajo caritativo en Italia.

Ignacio de Loyola, de acuerdo con sus compañeros, resolvió formar una congregación religiosa que fue aprobada por el Papa en 1540. Añadieron a los votos de castidad y pobreza, el de la obediencia, con el que se comprometían a obedecer a un superior general, quien a su vez, estaría sujeto al Papa.

La Compañía de Jesús tuvo un papel muy importante en contrarrestar los efectos de la Reforma religiosa encabezada por el protestante Martín Lutero y con su esfuerzo y predicación, volvió a ganar muchas almas para la única y verdadera Iglesia de Cristo.

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, dirigiendo la congregación y dedicado a la educación de la juventud y del clero, fundando colegios y universidades de muy alta calidad académica.

Para San Ignacio, toda su felicidad consistía en trabajar por Dios y sufrir por su causa. El espíritu “militar” de Ignacio y de la Compañía de Jesús se refleja en su voto de obediencia al Papa, máximo jefe de los jesuítas.

 

Su libro de “Ejercicios Espirituales” se sigue utilizando en la actualidad por diferentes agrupaciones religiosas.

San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV.

¿Qué nos enseña su vida?

• A ser fuertes ante los problemas de la vida.
• A saber desprendernos de las riquezas.
• A amar a Dios sobre todas las cosas.
• A saber transmitir a los demás el entusiasmo por seguir a Cristo.
• A vivir la virtud de la caridad ya que él siempre se preocupaba por los demás.
• A perseverar en nuestro amor a Dios.
• A ser siempre fieles y obedientes al Papa, representante de Cristo en la Tierra.
Oración

Virgen María,
ayúdanos a demostrar en nuestra vida de católicos convencidos,
una profunda obediencia a la Iglesia y al Papa,
tal como San Ignacio nos lo enseñó con su vida de servicio a los demás.
Amén.

Para profundizar más en la vida de San Ignacio de Loyola consulta: Corazones.org

 

 

Es mi opción

Santo Evangelio según San Mateo 13, 47-53.

 

 

Jueves 17ª semana de Tiempo Ordinario
Por: Iván González, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, creo en ti. Quiero decirlo una vez más: creo en ti. En mi vida de oración puede llegar la rutina, pero no por ello dejaré de renovar mi opción por ti. Una vez más quiero decirte, con todo el sentido de mi ser: creo en ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53



En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recogen toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. «¿Han entendido todo esto?». Ellos le contestaron: «Si». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas». Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.



Palabra del Señor




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Señor, ¿quién puede aceptar tus palabras? Si me pongo a reflexionar en ellas con profundidad, con tiempo, buscando entenderlas, he de confesar que me parecen duras. ¿Separar a los buenos de los malos?, ¿qué me quieres enseñar con esta parábola? Me parece que tu misericordia se esconde; y que sale a la luz una justicia «demasiado» justa.



La imagen que más me ayuda entender este pasaje, es pensar en un padre de familia. Él quiere a sus hijos y, justamente porque los quiere, los regaña también. Sabe que si no les exige, si no les enseña a vivir virtuosamente, podrán quedar expuestos a muchos males, corporales y espirituales.



Al padre, aun cuando sabe que hace lo correcto, no deja de costarle cada vez que debe corregir a su hijo. Y, al mismo tiempo, sabe que la moneda de la libertad siempre estará en el aire. En otras palabras: él buscará transmitir lo mejor a sus hijos, pero sabe que sus hijos serán los que al final decidirán su camino.



 

Pues bien, ahí estás Tú ahora, como mensajero de Dios Padre. Él no desea que ninguno de sus hijos se pierda. Por eso nos viene a hablar con una parábola, con una «reprimenda» que puede parecer dura y algo descorazonada. Toda palabra, todo gesto en mi vida, viene motivada por su amor y es para mostrarme el camino del amor.



Ojalá pueda comenzar ahora a abrir un poco más los ojos, a buscar sólo aquello que es bueno para mí y para los demás. Aquello que me lleva verdaderamente a amar. Que entienda que la opción es mía. Pero que también recuerde siempre que Dios es paciente y que puedo confiar en Él si todavía me cuesta dar el primer paso.

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«Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, sumiso, sentimental. El padre que sabe corregir sin degradarse es el mismo que sabe proteger sin descanso.

Una vez escuché en una reunión de un matrimonio decir a un padre, ‘yo algunas veces debo pegar un poco a los hijos, pero nunca en la cara, para no degradarlo’ ¡Qué bonito! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace justo y va adelante».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2015).




Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Haré una revisión de mi vida de gracia y trataré de mejorar en un punto concreto que me ayude a mejorarla o de cambiar algún hábito que me está llevando a perderla constantemente.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

La Santa Sede: Israel y Palestina, dos Estados para una paz justa y duradera

 

 

El arzobispo Caccia, representante del Vaticano ante las Naciones Unidas, reiteró durante la conferencia de la ONU, promovida por Francia y Arabia Saudita, su preocupación por la grave situación humanitaria en la Franja de Gaza, pidiendo un alto el fuego, protección para los civiles palestinos y la liberación de los rehenes israelíes. Al recordar la importancia de Jerusalén, solicitó un estatus que «garantice la conservación de su identidad única».

Vatican News

El terrorismo nunca puede justificarse, sin embargo, «el derecho a la autodefensa debe ejercerse dentro de los límites tradicionales de la necesidad y la proporcionalidad». La Santa Sede lo ha vuelto a señalar, con fuerza y dolor, durante la conferencia de alto nivel de las Naciones Unidas sobre la «resolución pacífica de la cuestión palestina y la aplicación de la solución de dos Estados», promovida por Francia y Arabia Saudí y que finalizó el 30 de julio en Nueva York. El observador permanente, el arzobispo Gabriele Caccia, pidió urgentemente «el cese inmediato del fuego, la liberación de todos los rehenes israelíes, la devolución de los cuerpos de los fallecidos, la protección de todos los civiles palestinos de conformidad con el derecho internacional humanitario y el acceso sin obstáculos a la ayuda humanitaria», al tiempo que reiteraba la condena del ataque perpetrado el 7 de octubre de 2023 por Hamás contra los israelíes.

Preocupación por la crisis humanitaria

La Santa Sede, según las palabras de Caccia, «sigue profundamente preocupada por el agravamiento de la crisis humanitaria en la Franja de Gaza», de ahí el llamamiento a la comunidad internacional para que dé una respuesta inmediata y coordinada al «desplazamiento masivo de familias», al «colapso de los servicios esenciales», a la «creciente hambruna» y a la «privación generalizada» que «conmocionan la conciencia humana». El arzobispo se detuvo en el impacto del conflicto sobre la población civil, refiriéndose al número de niños muertos, a la destrucción de viviendas, hospitales y lugares de culto, con especial mención al «reciente ataque a la iglesia de la Sagrada Familia, que ha herido aún más a una comunidad ya de por sí castigada». Este suceso ha suscitado una profunda angustia, teniendo en cuenta el papel de los cristianos en la región, que desde hace tiempo se proponen «como presencia moderadora y estabilizadora, promoviendo el diálogo y la paz».

 

 

La solución de dos Estados, única vía practicable

La Santa Sede está convencida de que «la solución de dos Estados, basada en fronteras seguras y reconocidas internacionalmente, es la única vía practicable y equitativa hacia una paz justa y duradera». Prueba de ello son los importantes pasos dados hasta ahora, como el reconocimiento formal del Estado de Israel a través del Acuerdo Fundamental de 1993 y el reconocimiento del Estado de Palestina, con el Acuerdo Global de 2015. Además, otro punto firme señalado por Caccia es el firme apoyo a «los derechos inalienables del pueblo palestino, incluido el derecho a la autodeterminación», así como a las «legítimas aspiraciones» de los palestinos «a vivir en libertad, seguridad y dignidad dentro de un Estado independiente y soberano».

La importancia de Jerusalén

El observador permanente, para concluir, recordó la importancia «religiosa y cultural universal» de Jerusalén, ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes, y por ello llamada a tener un estatus que «trascienda las divisiones políticas y garantice la conservación de su identidad única». La petición de Caccia, repetida en numerosas ocasiones por la Santa Sede, es la de un «estatuto especial garantizado a nivel internacional, capaz de asegurar la dignidad y los derechos de todos sus habitantes y de los fieles de las tres religiones monoteístas, la igualdad ante la ley de sus instituciones y comunidades, salvaguardando el carácter sagrado de la ciudad y su excepcional patrimonio religioso y cultural». Un documento que, además, garantice «la protección de los Lugares Santos», así como «el derecho a acceder a ellos sin obstáculos y a practicar el culto». Un estatuto que preserve también, cuando sea aplicable, el «statu quo». En Jerusalén, según la posición de la Santa Sede, «nadie debería ser objeto de vejación. Por lo tanto, es lamentable que los cristianos se sientan cada vez más amenazados en la Ciudad Vieja de Jerusalén».

 

 

Implementar un diálogo inclusivo y paciente

La esperanza expresada por el arzobispo, que concluyó su intervención citando al Papa León XIV y su llamamiento a poner fin a «la barbarie de la guerra», es que «en una época en la que la fuerza se considera a menudo un requisito previo para la paz», la reunión celebrada en Nueva York sirva para recordar que «solo a través de un diálogo paciente e inclusivo es posible alcanzar una resolución justa y duradera de los conflictos» .

 

 

San Ignacio de Loyola te enseña a vivir con sabiduría

San Ignacio de Loyola nos enseña cómo vivir con sabiduría y liderazgo, inspirando a quienes buscan guiar su hogar, empresa o comunidad con valores cristianos

 

 

San Ignacio de Loyola, a quien recordamos este 31 de julio, es un fuerte ejemplo en este tiempo. Como fundador de los jesuitas, nos enseña que cada uno podemos guiar nuestra vida con sabiduría y liderazgo.

Su vida y enseñanzas ofrecen herramientas poderosas para quienes desean vivir con sabiduría y liderar desde el corazón, ya sea en el hogar, en una empresa o en una comunidad.

Vivir con sabiduría es vivir con propósito

 

 

«El propósito de Dios al crearnos es sacar de nosotros una respuesta de amor y servicio aquí en la tierra, para que podamos alcanzar nuestra meta de felicidad eterna con él en el cielo».

Para san Ignacio, la sabiduría no era solo conocimiento o inteligencia, sino la capacidad de vivir orientado hacia un fin mayor: servir y amar a Dios en todo. En otras palabras, una vida sabia es una vida con dirección, con sentido, con propósito.

Liderazgo ignaciano: servir, no dominar

San Ignacio proponía un modelo de liderazgo basado en el servicio, la humildad y la empatía. Un líder cristiano, según su visión, no impone, sino que inspira y acompaña.

Siempre fue un modelo de inspiración, mismo que hoy nos invita a obrar con ejemplo, es decir, que nuestras actitudes arrastren a otros hacia el bien. 

De tal forma que seamos inspiración para que otros busquen por iniciativa propia a Dios y quieren llevar un estilo de vida con propósito. Eso hace un verdadero líder, motiva sin obligar. Esa fue la técnica que Iñigo llevó a cabo para que muchos vivieran los ejercicios espirituales para vivir profundamente su fe. 

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Aquí una manera práctica de aplicar sus consejos en las diversas áreas de nuestra vida: 

Discernir antes de actuar

1 En el trabajo

San Ignacio enseñó la importancia de discernir, es decir, reflexionar antes de tomar decisiones. En el trabajo, esto implica no reaccionar por impulso, sino pensar qué decisión construye el bien común y es más justa o ética.

Tip práctico: antes de tomar una decisión empresarial, preguntarte:
»¿Esto beneficia solo a la empresa o también a las personas que trabajan aquí?»

Busca la magis

Este concepto ignaciano significa «el más» o «lo mejor para Dios». Se refiere a buscar la excelencia con sentido.

2 En el hogar

 

 

Ignacio creía en formar comunidades con valores claros: amor, justicia, servicio, oración, perdón. Un hogar con estos valores no necesita imponer reglas constantemente, porque vive con sentido.

Tip práctico: enseñar con el ejemplo lo que es la paciencia, el servicio y la fe. Eso forma a los hijos mejor que cualquier sermón.

3 En la comunidad

San Ignacio enseñó que todo lo que hacemos debe ser «para la mayor gloria de Dios» (Ad Maiorem Dei Gloriam), no para nuestra propia imagen.

Tip práctico: en lugar de querer destacar como «el mejor servidor» o el más visible, actuar con humildad, haciendo lo necesario aunque no se note.

«Haz todo como si dependiera de ti, pero confía como si dependiera totalmente de Dios». – Principio ignaciano

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