La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada la lucha? Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando en haber sido abandonado. Jesús nos tranquiliza diciendo: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados» (Mateo 10, 30). Como diciendo que ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su recompensa. Efectivamente, en medio de nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que los entramados oscuros, que quien se lucra sobre la piel de los desesperados, que el que aplasta a los demás con prepotencia… Alguno que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que grita desde la tierra. (Audiencia General, 28 junio 2017
• Luke 11:47-54
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús lanza un feroz ataque contra los estudiosos de la Ley.El Hijo enseña, sana, predica y perdona a quienes se sienten lejos de la misericordia de Dios. Él es la mano que el Padre extiende a los pecadores y a los que están perdidos. Y de la misma manera, Él es juez de un mundo pecaminoso. Cuando aparece la Luz del amor perdonador de Dios, las sombras del pecado se vuelven más profundas y más obvias. A la luz de Él ya no hay dónde esconderse. Y Jesús, la Palabra del Padre, vocaliza este juicio: “¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”.
El Hijo menciona todos aquellos poderes que se oponen a las intenciones creativas y amorosas de Su Padre. Él habla con palabras de enjuiciamiento a un mundo que se vuelto acogedor al pecado. Él “canaliza” todos los sentimientos del Padre hacia el mundo: amor intenso y perdonador hacia todos aquellos que están perdidos, y un odio igualmente intenso hacia las estructuras de la oscuridad.
Rómulo, Santo
Obispo, 13 de octubre
Martirologio Romano: En Matuta (hoy San Remo), en la costa de la Liguria, san Rómulo, obispo de Génova, que, lleno de ardor apostólico, murió durante una visita pastoral (s. V).
Etimologicamente: Rómulo = fundador de Roma. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Cristo no vino a la tierra para ejercer un castigo, sino para que todo ser humano sea salvado, reconciliado, y descubra que Dios es amor y sólo amor.
Rómulo fue un obispo del siglo V.
El nombre mítico del fundador de Roma recorre el calendario una docena de veces.Cuando se va estudiando su biografía, uno cae en la cuenta de que han sido mártires por defender su fe en Cristo el Señor.
El de hoy fue obispo de Génova en el siglo V.
¿Por qué se le conoce?
Hay dos característica en su vida que reflejan toda una vida que giró en torno a dos ejes fundamentales que, por otra parte, son los propios de cada cristiano:
En primer lugar, en todo cuanto hacía, pensaba y meditaba, le guiaba la luz de la fe. Sin esta lámpara encendida en su corazón no habría podido llevar a cabo lo que constituye su segundo eje.
La caridad sin límites. El amor de Dios, que ha venido para ayudar y para que todo el mundo se encuentre alegre y feliz, era el ímpetu que le lanzaba a recorrer la ciudad, las parroquias para tomar nota de las necesidades que padecían los predilectos de Dios, los pobres.
Dicen que agotado de tanto trabajo, murió en la paz de Dios.
Y que desde el momento en que enterrado, su tumba comenzó a ser venerada por los genoveses y que incluso se hicieron varios milagros.
Cuando durante la invasión sarracena hubo que trasladar la sede episcopal a Villa Matutiana, se llevaron los restos de san Rómulo.
De su vida lo que ha llegado hasta nuestros dias son leyendas, historias que no se pueden comprobar. ¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Despertar una vez más
Santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54.
Jueves XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Por puro amor viniste a nosotros, Señor. Quisiste que pudiera dirigirme a ti en cada instante. ¡Por puro amor! Quiero aprovechar este gran don.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y doctores de la ley: “¡Ay de ustedes, que les construyen sepulcros a los profetas que los padres de ustedes asesinaron! Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus padres hicieron, pues ellos los mataron y ustedes les construyen el sepulcro.
Por eso dijo la sabiduría de Dios:
Yo les mandaré profetas y apóstoles, y los matarán y los perseguirán, para que así se le pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que fue asesinado entre el atrio y el altar. Sí, se lo repito: a esta generación se le pedirán cuentas.
¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso”.
Luego que Jesús salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a acosarlo terriblemente con muchas preguntas y a ponerle trampas para ver si podían acusarlo con alguna de sus propias palabras.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Me topo con palabras muy duras Señor. ¿Estabas cansado de ellos?, ¿consternado por los corazones hipócritas? No quisiera por cierto, Señor, que estas palabras cayesen en saco roto. Siempre que escucho una reprensión como ésta, venida de tu boca, tiendo a suponerla para otras personas: muy pocas veces para mí. Pero ¿qué podría significar si fuese para mí?, ¿soy una persona honesta, sincera, que escucha tu palabra con entereza?
Se pedirán cuentas a todo aquel que haya recibido tan grandes regalos como los que Tú me das, como lo es el simple hecho de escuchar tus palabras. Tú tienes palabras de vida eterna. Si no las escucho, ¿hacia dónde camino? Muchos han querido escuchar lo que escucho yo, pero no pudieron. Tantas personas buscan el sentido de la vida y no lo encuentran. Y yo, que te escucho hablar con mucha frecuencia a ti de su sentido verdadero, ¿qué hago con tus palabras?
Eres un Dios misericordioso y al mismo tiempo justo: y es en eso que se consuma el verdadero amor. Un amor que busca siempre el bien de quienes ama. Un amor verdadero, que exige sacrificio, renuncia, orientación, e incluso alguna reprimenda: todo por el bien de quienes amas.
Si he caído en la rutina de escucharte, si he caído en la rutina de una vida falta de faro orientador, si he perdido de vista mi destino, que es vivir contigo en la eternidad, enséñame a encontrarte una vez más, a despertar una vez más, a no creer que lo sé ya todo, a no pensar que no puedo aprender más, que no puedo amar más. Y es que tanto y tantas personas dependen de mi entrega, que no es indiferente si te escucho o no.
Si Tú me envías mensajeros de tu palabra, profetas de este tiempo, personas a mi vida que me hablen de ti, sea con su testimonio o con sus palabras, te pido que pueda abrir mi corazón. No quiero que tus palabras se pierdan, Señor. En verdad me toca a mí y de mí depende que tus palabras no se pierdan, sino que traigan fruto para la eternidad.
«¡Cuán importante es mantener vivo este deseo, este anhelo de encontrar al Señor y hacer experiencia de su amor, hacer experiencia de su misericordia!
Si llega a faltar la sed del Dios vivo, la fe corre el riesgo de convertirse en rutina, corre el riesgo de apagarse, como un fuego que no se reaviva. Corre el riesgo de llegar a ser “rancia”, sin sentido». (Homilía de S.S. Francisco, 23 de noviembre de 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ver si mi párroco necesita ayuda con algo y ofrecerle un buen gesto que responda a su necesidad, aunque sea en algo pequeño.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El deseo, la brújula que nos guía hacia la plenitud
Catequesis del Papa Francisco, 12 de octubre de 2022.
En la audiencia general de este miércoles, 12 de octubre, el Papa Francisco continuó explicando los elementos constitutivos del discernimiento, en esta ocasión reflexionó sobre “el deseo”, e invitó a todos a “pedir al Señor que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón”.
“El deseo es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy detenido o estoy caminando, una persona que jamás desea, es una persona estática, tal vez enferma, casi muerta”, lo dijo el Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles, 12 de octubre, continuando con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento, en esta ocasión reflexionando sobre “el deseo” como elemento constitutivo del discernimiento.
Nostalgia de plenitud que no encuentra plena satisfacción
En su catequesis, el Santo Padre recordó que, estamos repasando los elementos del discernimiento. “Después de la oración y el conocimiento de sí, hoy – dijo el Papa – quisiera hablar de otro ‘ingrediente’ indispensable: hoy quisiera hablar del deseo. De hecho, el discernimiento es una forma de búsqueda, y la búsqueda nace siempre de algo que nos falta pero que de alguna manera conocemos”. Los maestros espirituales lo indican con el término “deseo”, que, en la raíz, es una nostalgia de plenitud que no encuentra nunca plena satisfacción, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros. “El deseo – señaló el Pontífice – no son las ganas del momento. La palabra italiana viene de un término latín muy hermoso, de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”, la falta del punto de referencia que orienta el camino de la vida; esta evoca un sufrimiento, una carencia, y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que falta”.
“El deseo entonces es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy detenido o estoy caminando, una persona que jamás desea, es una persona estática, tal vez enferma, casi muerta”
¿Cómo es posible reconocer el deseo?
Para reconocerlo, dijo el Papa Francisco, es necesario estar atentos, ya que, “un deseo sincero sabe tocar en profundidad las cuerdas de nuestro ser, por eso no se apaga frente a las dificultades o a los contratiempos”. Es como cuando tenemos sed: si no encontramos algo para beber, esto no significa que renunciemos, es más, la búsqueda ocupa cada vez más nuestros pensamientos y nuestras acciones, hasta que estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio para apaciguarlo. Obstáculos y fracasos no sofocan el deseo, al contrario, lo hacen todavía más vivo en nosotros.
El deseo dura en el tiempo y tiende a concretizarse
A diferencia de las ganas o de la emoción del momento, el Santo Padre precisó que, el deseo dura en el tiempo, un tiempo también largo, y tiende a concretizarse. Si, por ejemplo, un joven desea convertirse en médico, tendrá que emprender un recorrido de estudios y de trabajo que ocupará algunos años de su vida, como consecuencia tendrá que poner límites, decir algún “no”, en primer lugar, a otros recorridos de estudio, pero también a posibles entretenimientos o distracciones, especialmente en los momentos de estudio más intenso. Pero, el deseo de dar una dirección a su vida y de alcanzar esa meta le consiente superar estas dificultades.
“El deseo te hace fuerte, te da valor, te hace ir adelante siempre porque tú quieres llegar a eso: Yo deseo esto”
Jesús nos invita a aclarar el corazón
En efecto, indicó el Papa Francisco, un valor se vuelve bello y más fácilmente realizable cuando es atractivo. Como alguno dijo, «más que ser bueno es importante tener las ganas de serlo». Llama la atención el hecho de que Jesús, antes de realizar un milagro, a menudo pregunta a la persona sobre su deseo: ¿quieres ser sanado? Y a veces esta pregunta parece estar fuera de lugar. Por ejemplo, cuando encuentra al paralítico en la piscina de Betesda, que estaba allí desde hacía muchos años y nunca encontraba el momento adecuado para entrar en el agua. Jesús le pregunta: «¿Quieres curarte» (Jn 5,6). ¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una serie de resistencias extrañas a la sanación, que no tienen que ver solo con él. La pregunta de Jesús era una invitación a aclarar su corazón, para acoger un posible salto de calidad: no pensar más en sí mismo y en la propia vida “de paralítico”, transportado por otros. Pero el hombre en la camilla no parecer estar tan convencido.
“Dialogando con el Señor, aprendemos a entender qué queremos realmente de nuestra vida”
Las quejas no dejan crecer el deseo
Luego, hablando sin seguir su discurso escrito, el Papa Francisco advirtió de tener cuidado con las quejas, porque son el veneno del alma. Y para explicar esto, puso como ejemplo ese paralítico del cual habla el Evangelio, que decía: ‘Sí, sí, quiero, quiero’ pero no quiero no hago nada. “El querer hacer – subrayó el Papa – se convierte en una ilusión y uno no da el paso para hacerlo. Las personas que quieren y no quieren. Es feo esto y este enfermo 38 años allí, pero siempre con las quejas. Pero, cuidado que las quejas son veneno, veneno para el alma, veneno para la vida porque no te hacen crecer las ganas de seguir. Tenga cuidado con las quejas. Cuando se quejan en la familia, los cónyuges se quejan, se quejan unos de otros, los hijos de papá o los sacerdotes del obispo o los obispos de tantas otras cosas.
“Si te encuentras en la queja, ten cuidado, es casi un pecado, porque no deja crecer el deseo”
Valorar con calma lo que realmente queremos
A menudo, indicó el Santo Padre, es precisamente el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y las mil ambiciones y los tantos buenos propósitos de los que, como se dice, “está empedrado el infierno”. La época en la que vivimos – precisó el Pontífice – parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo, mayormente reducido a las ganas del momento. Estamos bombardeados por miles de propuestas, proyectos, posibilidades, que corremos el riesgo de distraernos y no permitirnos valorar con calma lo que realmente queremos.
Pedir a Dios que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él
Finalmente, el Papa Francisco dijo que, muchas personas sufren porque no saben qué quieren hacer con su vida; probablemente nunca han tomado contacto con su deseo profundo. De aquí el riesgo de trascurrir la existencia entre intentos y expedientes de diversa índole, sin llegar nunca a ningún lado, o desperdiciando oportunidades valiosas. Y así algunos cambios, aunque queridos en teoría, nunca son realizados cuando se presenta la ocasión.
Si el Señor nos dirigiera, hoy, la pregunta que hizo al ciego de Jericó: «¿Qué quieres que te haga?» (Mc 10,51), ¿qué responderíamos? Quizá, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón. Y darnos la fuerza de concretizarlo. Es una gracia inmensa, en la base de todas las demás: consentir al Señor, como en el Evangelio, de hacer milagros por nosotros.
¿Los desastres naturales son un castigo divino?
La intención de Dios es siempre un misterio y deberíamos abstenernos de hablar en nombre de Dios
Millones de personas inocentes sufren los efectos de los desastres naturales, como muestran el reciente terremoto en Guatemala y el huracán «Sandy». No sabemos la razón por la que Dios permite los desastres naturales, pero sabemos que Dios no es indiferente al sufrimiento. Sabemos que al principio Dios creó la naturaleza y la bendijo. Cuando Adán y Eva pecaron, el mal entró en el mundo y este desorden también afectó a la naturaleza (creando la posibilidad de que haya desastres naturales). Los desastres naturales no son «obra de Dios» sino el resultado de la corrupción de la naturaleza. Incluso en estas situaciones de desastre, el sufrimiento de Cristo está unido al de su gente, de manera que intenta llevar a todos los hombres y mujeres hacia Él.
Cuando Dios creó la naturaleza, todo era bueno. Pero cuando el pecado entró en el mundo también la naturaleza se vio afectada. La corrupción de la creación perfecta por medio del pecado dio lugar a los desastres naturales.
El beato Juan Pablo II, en su carta apostólica Salvifici Doloris, usa la historia bíblica de Job para enseñar que el sufrimiento no siempre es un castigo. Explica que Job fue afligido por «innumerables sufrimientos» y que sus amigos decían que «él debía haber hecho algo realmente malo. El sufrimiento -decían estos- siempre es el castigo por un crimen realizado; es enviado por un Dios absolutamente justo, que lo envía por razón de la justicia».
«A sus ojos», continúa el beato Juan Pablo II, «el sufrimiento tendría sólo el significado de castigo por un pecado realizado; por tanto colocan la justicia de Dios al nivel de alguien que devuelve bien por bien y mal por mal». Sucede lo mismo cuando la gente dice que los desastres naturales «son obra de Dios».
El beato Juan Pablo II afirma que la historia de Job demuestra que esta afirmación es falsa. Escribe: «Es verdad que el sufrimiento tiene un significado de castigo cuando está conectado con un pecado, pero no es cierto que todos los sufrimientos sean consecuencia de un pecado, y que siempre sean un castigo. La figura del justo Job es una prueba real de esto en la revelación del Antiguo Testamento, que es la misma Palabra de Dios. Se nos presenta el problema de un hombre inocente que sufre sin tener culpa de ello».
A veces Dios nos manda el sufrimiento como castigo por nuestros pecados, pero no siempre. Con respecto a que Dios permite todo tipo de desastres naturales, la intención de Dios es siempre un misterio y deberíamos abstenernos de hablar en nombre de Dios.
Vivió solo de la Eucaristía durante más de 13 años
Alexandrina Maria da Costa explicó que Nuestra Señora la guió hasta que realmente tuvo sed de sufrimiento
Alexandrina Maria da Costa nació en Balazar, Portugal, en 1904. Su padre abandonó a su familia cuando ella era muy joven, dejando a su esposa y sus dos hijas, Deolinda y Alexandrina, en la indigencia.
En consecuencia, Alexandrina, que solo había asistido a la escuela durante 18 meses, se vio obligada a empezar a trabajar.
La joven tenía una fuerza inusual y podía trabajar muchas horas haciendo pesadas faenas agrícolas. Tenía 9 años cuando empezó a trabajar en el campo.
Alexandrina contrajo una infección grave cuando tenía 12 años. Casi muere, pero sobrevivió.
Los efectos de la enfermedad dejaron su huella y la joven sufría mucho todos los días. Aunque tenía constantes dolores, continuó trabajando en el campo.
Cuando se convirtió en una adolescente, comenzó a trabajar como costurera junto a su hermana.
Intento de violación
Las cosas cambiaron rápidamente para Alexandrina. Era Sábado Santo de 1918, y Satanás estaba haciendo todo lo posible para destruir la Semana Santa para tanta gente como pudiera.
Alexandrina, Deolinda y una aprendiz de costurera estaban trabajando juntas cuando tres hombres irrumpieron en la casa. Estaban decididos a violar a las tres jóvenes.
Alexandrina, mirando fijamente a los rostros malvados, se negó a ser abordada. Se las arregló para saltar desde una ventana. La distancia hacia abajo era de casi 14 pies. Las heridas de Alexandrina fueron graves. Estaba paralizada y los médicos describieron su condición como irreversible. También dijeron que seguiría deteriorándose. Sin embargo, Alexandrina, llena de fe, logró arrastrarse a la iglesia. Aunque encorvada por sus heridas, permaneció en oración durante horas.
Parálisis y dolores
Su condición siguió empeorando y finalmente se quedó inmóvil. A la edad de 21 años, estaba permanentemente postrada en la cama y paralizada. Alexandrina tenía una gran devoción por la Santísima Madre y rezaba una y otra vez por una cura milagrosa. Prometió regalar todas sus posesiones, cortarse el cabello y vestirse de negro el resto de su vida si se curaba. Eso no fue así, pero Dios respondió a sus oraciones, aunque de otra manera.
Lentamente, pero con seguridad, Alexandrina comenzó a comprender que su sufrimiento era una vocación real y que había sido llamada a ser “víctima” de Jesús. Ella dijo:
Nuestra Señora me ha dado una gracia aún mayor: primero, el abandono; luego, completa conformidad con la voluntad de Dios; finalmente, la sed de sufrimiento.
Dios derramó sus gracias sobre Alejandrina, y la joven paralítica comenzó a anhelar una vida de unión con Jesús. Ahora entendía que para hacer esto tendría que soportar su condición debilitante por amor a Él. Este fue el punto en el que Alexandrina se ofreció a Dios como un «alma víctima«.
A partir del 3 de octubre de 1938 y hasta el 24 de marzo de 1942, todos los viernes, Alexandrina literalmente “viviría” la pasión de tres horas de Jesús. Su parálisis parece que se lo dejaba hacer, y volvería a vivir el Vía Crucis experimentando un dolor físico y espiritual abrumador.
Viviendo de la Eucaristía
El papa san Juan Pablo II habló así de ella en su beatificación: “El 27 de marzo de 1942 comenzó una nueva etapa para Alejandrina que continuaría durante 13 años y siete meses hasta su muerte. No recibió alimento de ningún tipo, excepto la Sagrada Eucaristía. En un momento llegó a pesar apenas 33 kilos (aproximadamente 73 libras). …
Jesús mismo le habló un día: ‘Rara vez recibirás consuelo … Quiero que mientras tu corazón esté lleno de sufrimiento, en tus labios haya una sonrisa‘”.A partir de ese momento, Alexandrina, sin importar la intensidad de su dolor, siempre tenía una sonrisa lista para cualquiera que viniera a verla. En 1944, Alexandrina se convirtió en miembro de la Asociación de Salesianos Cooperadores de Don Bosco. Se unió para poder ofrecer sus sufrimientos por la santificación de la juventud. Alexandrina murió el 13 de octubre de 1955. Tenía 51 años. El 25 de abril de 2004, fue declarada beata por el papa Juan Pablo II, quien declaró que «su secreto de la santidad era el amor a Cristo».
Beata Alexandrina Maria da Costa, ruega por nosotros.