Matthew 11:25-30

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla de su relación con el Padre. Jesús, el Hijo, ha sido enviado por el Padre por amor. Así vemos en Dios una interacción entre amante y amado; el amante y el amado conectados por el amor que tienen en común. Por ello, el Dios revelado en Jesús es una familia o comunidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El fundamento del ser es una communio de ser y dejar ser. Desde toda la eternidad el Padre se olvida de sí mismo en el amor y genera al Hijo, y desde toda la eternidad, el Hijo se olvida de sí mismo y mira al Padre: y en el amor mutuo entre el Padre y el Hijo está el Espíritu Santo.

Generación activa, generación pasiva; respirando y exhalando; siendo y dejando ser. Dios es como un conjunto de pulmones, o como un corazón: tomando y soltando, un ritmo, una cadencia, un intercambio de amor.

Este Dios verdadero es aquel que no insiste en atesorar el poder o definirse a sí mismo por encima o en contra. Este verdadero Dios es amor, es una comunión, un compartir, una familia. 

«Qué importante es saber agradecer al Señor, saber alabarlo por todo lo que hace por nosotros. Y así, nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias…».

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de octubre de 2016).

Zacarías 9:9-10 – Romanos 8:9.11-13 – Mateo 11:25-30

Estimados hermanos y hermanas,

El evangelio que acabamos de proclamar toca de lleno el misterio de la revelación de Jesús. Al contrario de lo que se podría esperar en la lógica humana, Dios se revela en lo pequeño, en todo lo que a los ojos de los hombres no tiene valor ni es eficaz. Y todavía, ante tantas formas de cansancio que viven los hombres de todos los tiempos, Jesús ofrece una alternativa liberadora.

Dejándonos invadir por la simplicidad y la belleza del texto encontramos a Jesús manifestando sus sentimientos más íntimos, es decir, aquellas pequeñas cosas que son la razón de su vivir y de su ser. Se trata de pequeños sentimientos, que expresan su entusiasmo por la revelación que el Padre hace al corazón de los sencillos, a la gente sin letra oa personas que, a pesar de ser ilustradas, viven con el corazón atento a Dios. Jesús se entusiasmó también porque el Padre le ha revelado a sí mismo todos los secretos de su corazón.

Cuando alguien nos abre su corazón, lo recordamos siempre como un momento denso, importante en nuestra relación con esa persona. Jesús, al manifestarnos sus sentimientos, nos permite adentrarnos no sólo en el camino de su seguimiento sino en su propia vida. Acoger la confidencia del amigo nos compromete y nos desinstala de nuestra seguridad.

¿Cómo podemos ser discípulos de Jesús, en la vida de cada día, entrelazada por tantas obligaciones, con fatigas de todo tipo, con urgencias que nada tienen que ver, a primera vista, con lo que Jesús nos pide?

Ser discípulos de Jesús, pide, por nuestra parte, un corazón agradecido y maravillado, a fin de poder captar con ojos nuevos como en las pequeñas cosas de nuestra vida, cargada de menudencias y limitaciones, se revela el misterio siempre inefable de Dios. A pesar de serlo por naturaleza, necesitamos no tener miedo a ser pequeños ante Dios. Debemos reconocer nuestra pequeñez para darnos cuenta de que podemos y tenemos necesidad de descansar en Él nuestras angustias, ya que Él nos enseñará a ser pacíficos con nosotros mismos, a no crisparnos cuando no se realizan nuestros deseos, a comprender que las relaciones humanas necesitan siempre y en todo momento un plus de ternura y comprensión.

Para seguir a Jesús, es necesario confiar en su palabra, una palabra que es capaz de devolver al corazón de los hombres la paz y la serenidad. “Ven a mí, todos los que están cansados y agobiados”. Todos sabemos sobradamente que significa estar cansado. Jesús nos dice que él nos hará reponer.

¿Cómo? «Aceptad mi yugo». La promesa que nos hace no es quitarnos el trabajo ni la carga, pero nos dice que su yugo es suave y su carga, ligera. Jesús nos llama una vez más a asumir con responsabilidad nuestra propia condición personal y también las múltiples y complejas situaciones de nuestro tiempo. No de forma estoica, sino desde la experiencia del amor y del agradecimiento. El amor vuelve suaves las cosas duras, y ligeras las pesadas; el amor hace que sintamos a medida lo que sin amor nos engañaría muchísimo.

Esta invitación de Jesús a reponer en él es para nosotros de una gran actualidad, ya que si habitualmente el cansancio está presente en nuestra vida, hoy, en todas partes donde miramos constatamos mucho cansancio provocado por la pandemia que todavía vivimos. Un cansancio que toma formas muy diversas: el personal sanitario y el personal esencial de todo tipo que han trabajado hasta el agotamiento, y no siempre debidamente reconocidos; las personas de todas las edades que han sufrido maltrato, carencia de recursos y vejación a causa del confinamiento; quienes lo han perdido todo; y aún, todas las víctimas de las pandemias del hambre, de la exclusión social, de los desplazados…

Quienes queremos ser seguidores de Jesús debemos hacer como él, ofrecer a los que nos rodean, a los que están cansados de nuestro entorno, unas actitudes y gestos que aligeran su sufrimiento. Si se puede y lo permite la situación que vivimos, se trata de hacer cosas grandes, pero sino se trata simplemente de que los demás se encuentren bien bajo nuestra mirada para poder abrir el corazón y verter su sufrimiento, que sepan que sea cual sea su situación personal no serán juzgados, ya que sólo Dios conoce el fondo del corazón humano.

Se trata todavía, si se quiere, de dar un poco de nuestro tiempo con el fin de ayudar a que los demás no vayan tan agobiados: en casa, en el trabajo, en las familias, en las comunidades,… Se trata, en definitiva, de ser iconos de la ternura de Dios, que se ha revelado en Jesús y en todo lo pequeño. Seguro que estos pequeños gestos no serán noticia, pero hoy y siempre, hermanos y hermanas, somos invitados a hacerlos, ya que las consecuencias de la cóvid-19 nos empujan a estar muy atentos a las personas ya las situaciones que nos rodean , también a las que cada uno ha vivido nivel personal por no tener miedo a pedir ayuda. Cierto, los pequeños gestos nunca serán noticia, pero también es cierto que una vez más manifestarán las maravillas que Dios lleva a cabo a través nuestro. Estemos seguros, todos, absolutamente todos, necesitamos dar y recibir pequeños gestos que hagan más humana y llevadera la vida y en concreto este tiempo.

La pequeñez del pan, que todavía falta a muchos, y del vino de la Eucaristía que  estamos celebrando son la prenda.

Zacarías 9:9-10; 13:1 / Romanos 8:9.11-13 / Mateo 11,25-30

¿Cómo es, Dios? ¿Qué sabemos de Él? ¿Cómo hacerlo para conocerlo mejor? Son preguntas, hermanas y hermanos, que se pueden responder de muchas formas, y que en las lecturas de hoy podemos encontrar pistas que nos ayuden a hacerlo.

En el evangelio, Jesús decía que «nadie conoce verdaderamente al Padre, fuera del Hijo y de aquellos a los que el Hijo quiere revelarlo». Jesús, pues, es el único que sabe cómo es el Padre. Y desde este conocimiento, nos ha dicho todavía otras dos cosas: que ha querido abrir esta revelación a los “sencillos” más que a los “sabios” ya los “entendidos”, y que son “los cansados” y “los abrumados” ” quienes pueden encontrar el reposo —podríamos entender: quienes pueden encontrar más fácilmente una respuesta. Jesús dijo todo esto porque en su tiempo las clases dirigentes se habían «apropiado» de algún modo de todo lo que hacía referencia al conocimiento de Dios, y lo habían traducido en una serie de innumerables preceptos y mandamientos que obligaban a cumplir a la gente más sencilla. Habían convertido la supuesta voluntad de Dios en un yugo muy pesado de llevar para los humildes, que no era lo que Dios realmente quería para su pueblo. Por eso Jesús se esforzó por transmitir otra imagen de Dios diciendo que él tenía “otro yugo”: era “un yugo suave”, una “carga ligera” más sencilla y fácil de llevar. Y de esta otra manera más llana de entender cómo era Dios, dio ejemplo con su forma de hacer: en la primera lectura el profeta Zacarías profetizaba que Jesús entraría en Jerusalén «montado humildemente en un asno, en un pollino, hijo de somera». Continuando con esta profecía, Jesús fue un Mesías que dirigió «palabras de paz» y no mandamientos pesados. Fue un Señor «compasivo y benigno, lento para el castigo, grande en el amor», como definía también el salmista. Y no nos dejó una ley pesada y difícil de cumplir sino que nos envió su Espíritu para que «habitara en nosotros» y se convirtiera en una ley viva que pudiéramos llevar siempre al corazón, como leíamos en la carta a los Romanos. Todos estos elementos contenidos en las lecturas de hoy, pueden ayudarnos a comprender un poco la imagen de Dios que Jesús nos quiso transmitir.

Y todo ese conocimiento que el Señor quiso revelar a los sencillos, hoy nos lo revela a nosotros. Su llamada a los “cansados y agobiados” de su tiempo puede hacerse perfectamente extensiva a nosotros, que hoy hemos venido un domingo más a la Eucaristía para acercarnos a él. Porque todos llevamos una carga u otra, todos llevamos en los hombros nuestra cruz, y todos necesitamos una palabra de paz y de felicidad que nos ayude a recobrar la alegría interior que sería deseable nunca haber perdido. La celebración dominical es el mejor lugar para salir de nuestro día a día y acercarnos a Dios para escucharle, dejando que su palabra pacifique y transforme nuestro interior. La Eucaristía es el lugar donde Cristo resucitado se nos hace presente y nos habla; pero para entender lo que nos quiere decir, es necesario que nos acerquemos con sencillez, con humildad, y con voluntad de dejarnos guiar por él.

Empezábamos esta homilía preguntándonos cómo sería Dios, y cómo podíamos hacerlo para conocerlo mejor. Pero Jesús, que es quien mejor le conoce, no nos ha instruido con un conocimiento técnico sino que nos ha invitado simplemente a acercarnos a él y dejarnos llevar. Y por eso nos ha dicho: «Venid a mí todos los que están cansados y agobiados; yo os haré reposar […] háganos discípulos míos». Porque más importante que hablar de Dios, es hablar con Dios.

Para lograr nuestras vidas no se trata tanto de conseguir un conocimiento escondido o profundizar en unos conceptos teóricos, sino de establecer una relación personal con él, una amistad, y dejarnos conducir por él. Es una amistad que se debe ir forjando todos los días a través del diálogo con él, un diálogo que podemos encontrar en la oración, escuchando cada domingo su palabra. Es un diálogo que nos irá conduciendo poco a poco, porque Dios no es un padre autoritario que busque una obediencia ciega, sino que es un padre que quiere que crezcamos, que nos impliquemos en su proyecto, que avancemos con él. Y esa imagen que nos da Jesús de un Dios cercano, “bueno y salvador”, amable y sencillo, no nos la da porque saciamos nuestra curiosidad, sino porque, dando un paso más, la reproducimos en nuestras vidas: todos estamos llamados a vivir en primera persona estas cualidades de Dios que las lecturas de hoy nos transmitían.

No sabemos si es casualidad o no que esta invitación de Jesús a acercarnos a él para encontrar reposo nos sea proclamada justamente en un tiempo en que la mayoría comienzan unos días de vacaciones, o al menos pueden tener unos días diferentes. En cualquier caso, es bueno que estos días que no sintamos tan fuerte la pla cotidianidad, dedicamos ratos a reflexionar sobre esta imagen de Dios que Jesús nos ha dado, la de un Dios que quiere lo mejor para nosotros, que quiere que nos impliquemos en su proyecto, y que nos invita a reproducir en nosotros sus cualidades para que le ayudemos a hacer crecer su Reino, cada uno desde donde esté. Que esta Eucaristía nos ayude.resión de

Se trata de dos relatos entrelazados, con un único centro: la fe, y muestran a Jesús como fuente de vida, como Aquél que vuelve a dar la vida a quien confía plenamente en Él. Los dos protagonistas, es decir, el padre de la muchacha y la mujer enferma, no son discípulos de Jesús y sin embargo son escuchados por su fe. Tienen fe en aquel hombre. De esto comprendemos que en el camino del Señor están admitidos todos: ninguno debe sentirse un intruso o uno que no tiene derecho. Para tener acceso a su corazón, al corazón de Jesús hay un solo requisito: sentirse necesitado de curación y confiarse a Él.  (Ángelus, 1° julio 2018)

Canuto de Dinamarca, Santo

Mártir Laico, 10 de julio

Martirologio Romano: En Odense, ciudad de Dinamarca, san Canuto, mártir, rey de ardiente celo, que dio gran esplendor al culto en su reino, promovió el estado clerical y asentó sólidamente las iglesias de Lund y Odense, siendo finalmente asesinado por unos sediciosos (1086).

Etimológicamente: Canuto = Aquel que es imprescindible,es de origen germánico.

Patronazgo: de Dinamarca

Breve Biografía

Canuto IV el Santo (en danés, Knud den Hellige) (1040 – 1086) reinó en Dinamarca desde 1080 hasta su asesinato en 1086. Era hijo natural de Sven II rey de Inglaterra. Sucedió a su hermano Harald III Hen.

Desde joven resaltan en él las mejores cualidades para la lucha y posee apreciadas dotes de conquistador. Pelea contra los piratas que destrozan las costas del reino y logra limpiar los mares; sale vencedor en las sangrientas guerras contra los vendos paganos. Crece más y más su estima entre el pueblo. Pero a la muerte de su padre usurpa el trono su hermano Harald porque la nobleza prefiere un rey flojo y estúpido, que muere a los dos años. Entonces es cuando sube al trono Canuto, corriendo el año 1080.

Se esfuerza por restablecer las buenas costumbres ya que se ha encontrado con un reino que aún sufre los tropiezos del paganismo. Purga al pueblo de vicios y desórdenes. Guerrea contra Estonia y añade a Dinamarca los territorios de Curlandia y Samogitia. Parece que no por ambición, sino por piedad; de hecho, inmediatamente manda misioneros que evangelicen a los habitantes de esas tierras.

Como suele suceder en un rey, se casó con Adela, hija de Roberto, conde de Flandes, de quien tuvo a Carlos el Bueno.

Dispone las cosas del reino con leyes humanas, sabias y prudentes. Hace por los menesterosos, construye hospitales, su tesoro es para los pobres. Favorece la misión de la Iglesia con la construcción de templos y patrocinando monasterios.

Precisamente la cuestión de los diezmos le indispone con los nobles. Intenta desarraigar en el pueblo la mala costumbre de atribuir únicamente a los pecados de los clérigos la causa de las calamidades que periódicamente afligen al pueblo, las enfermedades, catástrofes y todo tipo de desórdenes naturales.

Por su parte, adopta actitudes penitenciales. Tiene una piedad grande que le lleva a traer después de invadir Inglaterra, las reliquias de san Albano. Entre todas las actitudes religiosas destaca su amor y veneración por la Eucaristía. Sinceramente es capaz de poner a los pies de Cristo crucificado su espada, su corona y las insignias reales ¡y lo hace!

Es traicionado por su hermano Olao. Un día que asiste a la Misa en Odense, en la isla de Fünen y en la iglesia de san Albano, acompañado por algunos leales, los rebeldes capitaneados por Blacon rodean la Iglesia. Después de haber confesado y comulgado, muere asaeteado, perdonando a sus enemigos. Fue un 10 de enero del 1087. Es canonizado y proclamado primer santo de Dinamarca el año 1.100. El Papa Clemente X reconoce su culto para toda la Iglesia.

En nuestra época puede resultarnos extraña la figura de un santo rudo, peleón, invasor de tierras extrañas y exigente sin contemplaciones. Parece convencernos más su bondad con los pobres, su compasión con el débil, su piedad y penitencia. Pero él hizo lo que pudo para ser leal consigo mismo, bueno con su pueblo y fiel con la Iglesia. Eso era lo que le pedía el siglo de hierro, aquel oscuro tiempo bárbaro y turbulento.

No está muerta

Santo Evangelio según san Mateo 9,18-26. Lunes XIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Nos ponemos en tu presencia, Espíritu Santo, Ilumínanos con tu luz, abre nuestros corazones.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9,18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”. Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer. Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este pasaje contemplamos a Jesús que cura, que devuelve la vida. Y cuánto nos gusta esta faceta del Señor, mucho más que cuando enfrenta la hipocresía de los fariseos, o cuando predica las exigencias de las bienaventuranzas, o la dificultad de su Pasión.

Nos gusta ver a Cristo sanar y dar vida porque en nosotros está grabado un deseo de vida eterna. Jesús hace estos signos para demostrarnos que Él tiene poder sobre la muerte, que Él es fuente de vida y que, por ende, debemos escuchar la totalidad de su mensaje. Sus palabras dan vida eterna.

¿Tengo la humildad de buscar a Jesús así como lo hizo el jefe de la sinagoga? ¿Tengo una fe grande de que en Jesús encontraré mi curación así como la tuvo la mujer que padecía flujo de sangre?

«¿Qué nos ocurrirá, a nosotros, si hacemos esto; si tenemos la mirada fija en Jesús? Nos ocurrirá, lo que le ocurrió a la gente después de la resurrección de la niña: “ellos se quedaron con gran estupor”. Yo voy, miro a Jesús, camino delante, fijo la mirada en Jesús y ¿qué encuentro? Que Él tiene la mirada fija sobre mí. Y esto me hace sentir gran estupor. Es el estupor del encuentro con Jesús. Pero para experimentarlo, no hay que tener miedo, como no tuvo miedo esa viejecita para ir a tocar el bajo del manto. ¡No tengamos miedo! Corramos por este camino, con la mirada siempre fija sobre Jesús. Y tendremos esta bonita sorpresa: nos llenará de estupor. El mismo Jesús tiene la mirada fija sobre mí».

(Homilía de S.S. Francisco, 31 de enero de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedicaré un momento del día para ir a una Iglesia y pedirle a Jesús Eucaristía, con toda humildad y fe, una gracia que necesito.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Cuánto vale cada hijo?

El amor a un hijo tiene algo de locura que no comprenden ni los jueces ni los médicos ni los psicólogos.

No es posible medir el amor de una madre por su hijo. Lo que ocurre en la vida de una mujer cuando descubre (siempre con varios días de retraso) que empieza a ser madre es algo que sólo las mujeres pueden comprender de verdad.

Podemos asomarnos un poco al misterio de ese amor a partir de los testimonios de tantas mujeres que han perdido a su hijo antes de nacer. Quizá una inquietud especial, un cierto silencio en el vientre, como si se hubiese interrumpido un diálogo de cariños, anuncia el drama. Luego, un médico, con más o menos tacto, con más o menos compasión, da la noticia: “Señora, ya no late el corazón de su hijo”. Quizá algún análisis confirma la realidad, y poco después se extrae un cadáver sin rostro, lleno de misterios, un hijo que quizá no ha recibido todavía un nombre…

Una mujer que había perdido a su primer hijo antes de nacer, no tenía miedo de decir con el corazón lleno de ternura y de dolor: “Aunque mi hijo no tiene un rostro, y quizá precisamente por eso; aunque no tiene un nombre, y quizá precisamente por eso; mi primer hijo es, sin duda alguna, el más guapo.

Para mí es la suma de la belleza, de la dulzura y del amor de los otros tres hijos que nacieron después de él”.

Desde luego, no faltará algún crítico que haga una mueca de indiferencia. En el fondo, dirá, es fácil amar al hijo que no nos ha hecho sufrir después del parto, que no se ha enfermado, que no nos ha dejado en vela noches y noches. Sí, sigue nuestro crítico, ese hijo muerto antes de nacer es bueno, porque no ha probado drogas ni borracheras, porque nunca ha levantado la voz a su padre o a su madre, porque no se ha escapado de casa. Es fácil idealizar a quien ha muerto sin grandes dolores ni sacrificios en la oscuridad del útero en un día impreciso del embarazo…

Un crítico así no sabe ni lo que sufre una madre por el hijo no nacido, ni lo que es capaz de sufrir una madre por el hijo, aunque su nacimiento haya significado el inicio de un sinfín de problemas. El verdadero amor no se detiene cuando el niño viene al mundo con un pie torcido, o tiene una minusvalía mental, o sufre de una parálisis progresiva. El verdadero amor no se cansa cuando el niño llora todas las noches, o baña la cama varios días a la semana, o enoja a todos los maestros en la escuela. El verdadero amor no puede denunciar al hijo que empieza a robar el dinero de sus padres, o empieza a caer, poco a poco, en el mundo oscuro de la droga. El verdadero amor llega hasta la locura de la espera cuando el hijo da un portazo y abandona a sus padres, tal vez ancianos, y se decide a vivir su vida de modo independiente, sin gratitud, sin afecto, sin cariño…

Es duro perder a un hijo no nacido o al hijo que acaba de nacer. Es más duro ver que un hijo desprecia a sus padres o los trata como un estorbo para sus “proyectos” de realización personal. Pero es inmensamente más grande una madre que ama cuando no es amada. Su hijo es siempre “su” hijo, y el amor tiene algo de locura que no comprenden ni los jueces ni los médicos ni los psicólogos.

Tal vez por eso nos sorprende Dios. Nos ama como un Padre, nos ama como una Madre. También cuando no gana nada, también cuando nos perdemos en el vacío de nuestras envidias y complejos. También cuando le damos la espalda para vivir “nuestra vida”, como si El no tuviese nada que ver con nosotros.

Quien haya intentado consolar a una madre que ha perdido a un hijo amado sabe que toda palabra es casi siempre inútil. Ningún consejo puede ser suficiente para llenar un vacío que sólo el mismo hijo ausente puede curar. Tampoco Dios puede ser consolado porque no puede no sufrir ante el abandono de quien deja la fe por un poco de placer, de dinero o de egoísmo. Sólo la vuelta del hijo puede dar un vuelco al corazón de Dios. Sólo en la otra vida una madre podrá comprender que la muerte de su hijo más pequeño tenía un sentido en un proyecto mucho más grande, donde el amor fue capaz de vencer el pecado y la muerte.

Dios es también Madre. Las madres que lloran al hijo muerto o al hijo ingrato podrán dejar sus lágrimas en el corazón de un Dios que las comprende porque sufre, no sabemos ni por qué ni cuánto, un “poco” como ellas.

ue no nos ha hecho sufrir después del parto, que no se ha enfermado, que no nos ha dejado en vela noches y noches. Sí, sigue nuestro crítico, ese hijo muerto antes de nacer es bueno, porque no ha probado drogas ni borracheras, porque nunca ha levantado la voz a su padre o a su madre, porque no se ha escapado de casa. Es fácil idealizar a quien ha muerto sin grandes dolores ni sacrificios en la oscuridad del útero en un día impreciso del embarazo…

Un crítico así no sabe ni lo que sufre una madre por el hijo no nacido, ni lo que es capaz de sufrir una madre por el hijo, aunque su nacimiento haya significado el inicio de un sinfín de problemas. El verdadero amor no se detiene cuando el niño viene al mundo con un pie torcido, o tiene una minusvalía mental, o sufre de una parálisis progresiva.

El verdadero amor no se cansa cuando el niño llora todas las noches, o baña la cama varios días a la semana, o enoja a todos los maestros en la escuela. El verdadero amor no puede denunciar al hijo que empieza a robar el dinero de sus padres, o empieza a caer, poco a poco, en el mundo oscuro de la droga. El verdadero amor llega hasta la locura de la espera cuando el hijo da un portazo y abandona a sus padres, tal vez ancianos, y se decide a vivir su vida de modo independiente, sin gratitud, sin afecto, sin cariño…

Es duro perder a un hijo no nacido o al hijo que acaba de nacer. Es más duro ver que un hijo desprecia a sus padres o los trata como un estorbo para sus “proyectos” de realización personal. Pero es inmensamente más grande una madre que ama cuando no es amada. Su hijo es siempre “su” hijo, y el amor tiene algo de locura que no comprenden ni los jueces ni los médicos ni los psicólogos.

Tal vez por eso nos sorprende Dios. Nos ama como un Padre, nos ama como una Madre. También cuando no gana nada, también cuando nos perdemos en el vacío de nuestras envidias y complejos. También cuando le damos la espalda para vivir “nuestra vida”, como si El no tuviese nada que ver con nosotros.

Quien haya intentado consolar a una madre que ha perdido a un hijo amado sabe que toda palabra es casi siempre inútil. Ningún consejo puede ser suficiente para llenar un vacío que sólo el mismo hijo ausente puede curar. Tampoco Dios puede ser consolado porque no puede no sufrir ante el abandono de quien deja la fe por un poco de placer, de dinero o de egoísmo. Sólo la vuelta del hijo puede dar un vuelco al corazón de Dios. Sólo en la otra vida una madre podrá comprender que la muerte de su hijo más pequeño tenía un sentido en un proyecto mucho más grande, donde el amor fue capaz de vencer el pecado y la muerte.

Dios es también Madre. Las madres que lloran al hijo muerto o al hijo ingrato podrán dejar sus lágrimas en el corazón de un Dios que las comprende porque sufre, no sabemos ni por qué ni cuánto, un “poco” como ellas.

«Nuestra vida está llena de milagros»

Ángelus del Papa Francisco, 9 de julio de 2023.

En este “Domingo del mar”, la liturgia de la Palabra nos propone una oración muy hermosa de Jesús con la que el Papa Francisco se ha detenido a reflexionar antes de rezar a la Madre del Cielo: 

“«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños»”

Lo primero sobre lo que reflexiona el Papa son “las cosas por las que Jesús alaba al Padre”. El Santo Padre recuerda que, poco antes, el Señor ha recordado algunas de sus obras: «Los ciegos ven […] los leprosos son purificados […] y la Buena Noticia es anunciada a los pobres» y ha revelado su significado diciendo que son los signos del obrar de Dios en el mundo.

Para comprender la grandeza del amor se requiere “humildad”

“El mensaje, entonces, está claro – dice Francisco – Dios se revela liberando y sanando al hombre con un amor gratuito que salva. Por esto Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor”.

Pero – advierte – “esta grandeza en el amor no es comprendida por quien presume de ser grande y se fabrica un dios a su propia imagen: potente, inflexible, vengativo”. En otras palabras, “no consigue acoger a Dios como Padre quien es orgulloso y está lleno de sí mismo, preocupado solo por sus propios intereses, convencido de que no necesita a nadie”.

Los milagros son “las grandes cosas de Dios” y no un “espectacular evento”

El Papa Francisco prosigue reflexionando sobre el Evangelio del día, asegurando que “Jesús nombra a los habitantes de tres ciudades ricas de aquel tiempo: Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, donde ha realizado numerosas curaciones, pero cuyos habitantes han permanecido indiferentes a su predicación”. “Para ellos – asegura el Santo Padre – los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios”.

Los pequeños “están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren”

Por último, el Papa explica que los pequeños, en cambio, saben acoger las cosas de Dios. “Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor!” asegura el Papa y pregunta a los fieles presentes: » Cada uno de vosotros: ¿sabemos maravillarnos de las cosas de Dios o las tomamos como cosas pasajeras?».

Nuestra vida está llena de milagros

“Nuestra vida está llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar””. Es esta la conclusión final del Papa con la que nos advierte que ““impresionar” es un bonito verbo que hace pensar en la película fotográfica: “Este es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras, para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la “fotografía” de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros”.

Consistorio del 30 de septiembre y llamamiento por Tierra Santa

Tras la oración mariana, el Papa expresa su cercanía a la Tierra Santa asolada por los disturbios y protestas contra la reforma judicial y los sangrientos sucesos de los últimos días en el norte de Cisjordania con los ataques aéreos sobre Yenín que se han cobrado 12 víctimas palestinas y un soldado israelí. Con ocasión del Domingo del Mar, Jornada Internacional de Oración que las Iglesias dedican a los marineros y a sus familias, Francisco dirigió su pensamiento a quienes trabajan en el mar, obligados durante semanas y meses a estar lejos de casa. A continuación, saludó a los universitarios ucranianos con un renovado llamamiento a silenciar las armas en el país del Este europeo. Saludos festivos a los polacos con motivo de la peregrinación a Jasna Gòra en Cz?stochowa. Por último, el anuncio sorpresa de un Consistorio para la creación, el próximo 30 de septiembre, de 21 nuevos cardenales. «Su procedencia expresa la universalidad de la Iglesia -dijo el Papa-, que sigue anunciando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra».

12 Reglas para Vivir

Un Libro no Cristiano donde el Cristianismo es Esencial

Por: Carmelo López Arias | Fuente: Religión en Libertad

La irrupción de Jordan B. Peterson, , 56 años, en el pensamiento contemporáneo es ya un hecho a raíz del éxito mundial de sus 12 reglas para vivir  (Planeta). Es «el pensador más importante e influyente de Canadá desde Marshall McLuhan», afirma Camille Paglia. Psicólogo clínico y profesor de Psicología en la Universidad de Toronto, saltó a la fama inesperadamente al negarse a la pretensión de su gobierno (Justin Trudeau, el hombre a quien imita Pedro Sánchez) de decidir con qué pronombres era obligatorio dirigirse a las personas transexuales. Los vídeos de sus discusiones en la calle con agresivos alumnos militantes de la causa LGBTIQ+ a quienes respondía con calma y energía se hicieron virales y descubrieron a un hombre de una capacidad de comunicación poco común y con gran entereza de ánimo para mantenerse firme en los hechos y en el sentido común frente a la imposición dictatorial de la ideología de género. Youtube hizo el resto, tanto en su canal como en la multitud de entrevistas que empezaron a hacerle y difundirse.

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El primer libro con el que entra en el mercado en español es una aproximación bastante completa a su pensamiento. A pesar de su título, de su entretenida lectura y de que está plagado de historias concretas y de consejos e ideas útiles para la vida, no es una obra de autoayuda sino una profunda reflexión antropológica que, eso sí, se proyecta sobre los criterios y decisiones del quehacer cotidiano, pero no sobre asuntos triviales, sino sobre cuestiones capitales como la actitud ante el bien y el mal, el destino personal, la educación de los hijos o ideas ambientes sobre ecología, feminismo, ideología de género o utopismo igualitario.

Una de las fuentes principales de Peterson es la Biblia, en particular el Nuevo Testamento y sobre todo los Evangelios. ¿Es Peterson cristiano? Se lo han preguntado en multitud de ocasiones, como sobre otras cuestiones relativas a la fe, pero para expresar su posición valen por todas las respuestas que le dio al escritor inglés Timothy Lott: un claro «sí» a la pregunta de si es cristiano, pero una gran incertidumbre respecto a todo lo que concierne a Cristo.

Es exactamente lo que se refleja en 12 reglas para vivir. Las citas de los Evangelios son abundantes, las referencias a Dios, Jesucristo y el cristianismo son todas positivas... pero al lector le queda claro que no expresan -o, al menos, no en estas páginas- la virtud teologal de la fe. Cuesta incluso dilucidar si Dios es para Peterson un ser trascendente, o bien solo la aspiración máxima del hombre en cuanto síntesis conceptual de todos los bienes morales, los cuales, eso sí, responden casi punto por punto a lo que cualquier cristiano reconocería como tales.

Ya es noticia, por lo infrecuente, que un libro de autoayuda -con las salvedades dichas- o de antropología y psicología social, acuda de forma mayoritariamente abrumadora y positiva a fuentes de sabiduría cristiana expresamente citadas.

En la misma línea, las referencias orientales (ying y yang, Buda) aparecen, pero de forma secundaria, aunque una cierta visión dualista -el orden frente al caos- empapa la obra. Sin embargo, en varias ocasiones Peterson se refiere a las historias bíblicas que utiliza (el pecado original, Caín y Abel, el Diluvio, Abraham) como producto de la «imaginación», esto es, como una expresión cultural entre otras de una visión del mundo y de la vida que, eso sí, apoya y valora. Del mismo modo, Jesucristo y la Virgen María aparecen referenciados con admiración y respeto, pero como «arquetipos». No en vano Carl Gustav Jung es una de sus fuentes inspiradoras, como lo son Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche o Martin Heidegger, sin que pueda sin embargo considerarse que su visión del hombre es freudiana o nietzscheana.

Precisamente esta mezcla de fuentes suscitó en Estados Unidos, tras la aparición del libro, una interesante polemica. Hubo críticas católicas muy duras a Peterson, como las de John Horvat o Adam A. J. DeVille. Autores también católicos como Scott Ventureyra celebraron sin embargo la capacidad de Peterson para acercar una visión de la realidad casi plenamente cristiana a una sociedad que ha dejado de serlo (con un prometedor éxito entre los cristianos millennials), e incluso alguno, como Sam Guzman, supo extraer de 12 reglas para vivir hasta siete lecciones útiles para la evangelización.Lo que es indiscutible es que en 12 reglas para vivir se encuentran páginas de gran valor argumental contra la ideología de género, los errores buenistas en la educación de los hijos, la filosofía de la postmodernidad y su relativismo nihilista, el multiculturalismo o el pensamiento utópico y su inevitable condición totalitaria. Asimismo, la invitación continua al lector a asumir las responsabilidades de su vida, a reconocer las culpas propias en vez de culpar a otros, a huir del victimismo y del resentimiento, a abrirse a la socialización y a sacrificarse por los demás son toda una bofetada intelectual al narcisismo, el individualismo y el egoísmo que caracterizan la filosofía moral ambiente.

Y, sobre todo, está esa multitud de ideas vertidas por Peterson con una nitidez y osadía que le distinguen de otros pensadores o de personas revestidas de autoridad (ya sea docente o religiosa) que, cuando no las niegan directamente, las enmascaran o las diluyen en un lenguaje light incomprensible.

He aquí algunos ejemplos:

Honor debido a Dios

«Mantenerse erguido con los hombros hacia atrás» (la primera de sus doce reglas)… «significa, como se decía antiguamente, comportarse para satisfacer a Dios».

«En el ámbito del orden todo se comporta siguiendo los designios de Dios. Es un sitio donde nos gusta quedarnos, ya que los ambientes familiares resultan gratos. Dentro del orden podemos pensar a largo plazo».

«La gente, perturbada por su vulnerabilidad, tiene siempre miedo a decir la verdad… En otras palabras, tienen miedo de caminar junto a Dios. Algo así quizá no resulte particularmente admirable, pero sí es comprensible. Dios es un padre moralista con expectativas bien altas. Es difícil complacerlo».

«No solo te perteneces a ti mismo… Tienes una chispa de divinidad en tu interior que no te pertenece a ti, sino a Dios».

«¿Por qué no está contento Dios? ¿Qué tendría que cambiar para que sí lo estuviera? Son preguntas difíciles, pero todo el mundo se las hace constantemente, incluso cuando no se da cuenta».

«Sacrificar algo de valor contenta al Señor».

«Podrías ayudar a rectificar la deriva del mundo y corregir su trayectoria para que apuntara un poco más al cielo y un poco menos hacia el infierno».

«Ocúpate de hoy, pero ten como objetivo el bien supremo. Ahora tu trayectoria apunta hacia el cielo y eso te llena de esperanza».

Las virtudes clásicas

«La idea del sacrificio virtuoso está profundamente arraigada en la cultura occidental (al menos en la medida en que Occidente se ha visto influido por el cristianismo, que se basa en la imitación de alguien que llevó a cabo el acto supremo de sacrificio)».

«La gratitud tiene cierta utilidad real, supone una buena forma de protección contra los peligros del victimismo y el resentimiento».

«No quiero decir… que baste con ser obediente. Pero alguien que es capaz de ser obediente -o, mejor dicho, una persona debidamente disciplinada- ya es por lo menos una herramienta bien forjada».

«Deja de hacer las cosas que sabes que están mal. Empieza hoy mismo. No pierdas tiempo preguntándote cómo sabes que lo que haces está mal, si de verdad sabes que es así… Puedes saber que algo está mal o bien sin necesidad de saber por qué».

«La facultad de la racionalidad inclina peligrosamente hacia el orgullo: todo lo que sé es lo que hay que saber. El orgullo se enamora de sus propias creaciones e intenta convertirlas en algo absoluto».

«En el paraíso todo el mundo dice la verdad. Eso es lo que lo convierte en el paraíso».

«Sufrir de forma terrible y saber que tú eres la causa, he aquí lo que es el infierno. Y una vez que se está en el infierno, resulta muy fácil culpar al mismo Ser. Y no hay de qué extrañarse. Pero no se puede justificar. Y es por eso que el Rey de los Condenados es un mal juez del Ser».

«Algo nuevo y radical es casi siempre algo errado».

«Puedes ser bastante listo si te limitas a callarte».

«¿Qué debo hacer con mi mujer? Trátala como si fuera la sagrada madre de Dios, para que así pueda dar a luz al héroe que redima al mundo. ¿Qué debo hacer con mi hija? Mantente a su lado, escúchala, vigílala, forma su mente y déjale claro que no pasa nada si quiere ser madre. ¿Qué debo hacer con mis padres? Actúa de tal forma que tus acciones justifiquen el sufrimiento por el que pasaron. ¿Qué debo hacer con mi hijo? Anímalo para que sea un verdadero Hijo de Dios».

Apología del cristianismo

«Para bien o para mal, la Biblia constituye el documento fundacional de la civilización occidental».

«La culminación del canon ético occidental… es lo que transmiten aquellos brillantes pasajes, eternamente confusos, de Cristo en el Sermón de la Montaña, la esencia en cierto sentido de la sabiduría del Nuevo Testamento… El Sermón de la Montaña destaca la verdadera naturaleza del ser humano y el auténtico objetivo de la humanidad».

«El cristianismo alcanzó lo que resultaba casi imposible. La doctrina cristiana elevó el alma individual, colocando al esclavo, al dueño, al plebeyo y al noble en una posición de igualdad metafísica, convirtiéndolos en iguales ante Dios y la ley… Así, la concepción metafísica del valor implícito trascendental de cada alma se acabó imponiendo en contra de todas las expectativas en tanto que supuesto fundamental de la ley y la sociedad occidentales. No ocurría así en la Antigüedad, ni tampoco todavía en la mayoría del mundo en la actualidad».

«La sociedad producida por el cristianismo era mucho menos bárbara que las sociedades paganas -incluida la romana- a las que sustituyó».

«En la tradición cristiana, Cristo se identifica con el Logos. El Logos es la palabra divina… Esa simple frase, de una sabiduría inaprensible, resume el cristianismo».

Crítica a las utopías

«Si la sociedad está corrupta, pero no los individuos que la habitan, ¿entonces cuándo se originó el problema?»

«Necesitamos rutina y tradición. Eso es orden».

«Hay pocas cosas más naturales que la cultura».

«La mejor forma de arreglar el mundo… es arreglarte a ti mismo… Cualquier otra cosa resulta presuntuosa. Cualquier otra cosa puede causar daño, a causa de tu ignorancia y tu falta de habilidad».

«A las personas motivadas para mejorar las cosas normalmente no les interesa cambiar a los demás y, si es el caso, asumen la responsabilidad de aplicarse a ellos mismos y en primer lugar esos mismos cambios».

«Nadie en el mundo moderno puede expresar sin objeciones ideas tales como que la existencia sería mejor si no hubiera judíos, negros, musulmanes o ingleses. ¿Por qué, entonces, resulta virtuoso postular que el planeta estaría mejor si hubiera menos gente viviendo en él?»

«El planeta es más duro con nosotros de lo que nosotros somos con él».

Defensa de la familia

«¿Fue una buena decisión liberalizar de forma tan abierta las leyes de divorcio en los años sesenta del siglo pasado? No me parece que los niños cuyas vidas se vieron desestabilizadas por la hipotética libertad que este intento de liberación introdujo estén de acuerdo con la afirmación. Detrás de los muros que levantaron con sabiduría nuestros ancestros acecha el horror, así que, si los echamos abajo, asumimos una responsabilidad».

«Los progenitores deberían ser dos… [No tenemos que fingir] que todas las composiciones familiares resultan igual de viables, porque no lo son, y sobre esto no hay nada que discutir».

«Durante las últimas décadas muchos hogares han visto cómo se ponía fin a la división tradicional de tareas, a menudo en nombre de la liberación y la libertad. No obstante, esta demolición no ha producido tanta gloria como caos, conflicto e indeterminación».

«Quizá los dos, tanto la mujer como el marido, aprovecharon la oportunidad de echar a perder el matrimonio para vengarse de Dios, acaso el único Ser que podría haber resuelto toda la situación».

«Una mujer tendría que cuidar de sus hijos, si bien no es eso todo lo que tendría que hacer. Y un hombre tendría que cuidar de una mujer y de los niños, si bien no es eso todo lo que tendría que hacer. Pero una mujer no tendría que cuidar de un hombre porque tiene que cuidar de los niños, y un hombre no tendría que ser un niño».

«Mantenerme al lado de mi hija significa animarla en todo lo que con valentía quiera realizar, pero también imprimir un aprecio genuino por la feminidad: reconocer la importancia del hecho de tener una familia e hijos y resistir a la tentación de denigrarlo o devaluarlo en contraposición con los logros profesionales o las ambiciones personales».

«¿Quién decidió, en todo caso, que la carrera es más importante que el amor y la familia?»

Necesidad de educar a los hijos

«O bien disciplinas a tus hijos, o bien traspasas esa responsabilidad al cruel e insensible mundo».

«¿Qué puede esperar del futuro un niño que ignora y desprecia a los adultos? ¿Para qué crecer? Y esa es la historia de Peter Pan».

«La sociedad acabará castigando de forma draconiana todos los defectos de comportamiento que no se hayan corregido siendo niños».

«Estás dejando el trabajo sucio a otra persona, y esa persona lo hará de forma mucho más sucia que tú».

Críticas a la ideología de género

«La gente a menudo se muestra dispuesta a producir cualquier daño colateral si así consigue aferrarse a su teoría».

«[Algunos] insisten, cada vez con mayor fuerza, en que el género es un constructo social. Pero no lo es. Y no se trata de un debate: hay datos que lo demuestran».

«Estudios científicos irrefutables y multidisciplinarios… indican que las diferencias de sexo están poderosamente influidas por factores biológicos».

«No les enseñamos a nuestros hijos que la Tierra es plana. Tampoco deberíamos enseñarles teorías sustentadas en la ideología y carentes de respaldo acerca de la naturaleza de los hombres y las mujeres».