Cirilo de Alejandría, Santo

Memoria Litúrgica, 27 de junio

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Cirilo, obispo y doctor de la Iglesia, que elegido para ocupar la sede de Alejandría, en Egipto, trabajó con empeño para mantener íntegra la fe católica, y en el Concilio de Éfeso defendió los dogmas de la unidad de persona en Cristo y la divina maternidad de la Virgen María ( 444).

Etimológicamente: Cirilo = Aquel que es un gran Rey, es de origen griego.

Breve Biografía
San Cirilo nació en el año 370, y desde el 412 al 444, año de su muerte, tuvo firmemente en mano las riendas de la Iglesia de Egipto, dedicándose al mismo tiempo en una de las épocas más difíciles en la historia de la Iglesia de Oriente a la lucha por la ortodoxia, en nombre del Papa san Celestino. En esta firmeza al servicio de la doctrina y en la valentía demostrada en defensa de la verdad católica está la santidad del luchador obispo de Alejandría, aunque reconocida tardíamente, por lo menos en Occidente.

En efecto, solamente bajo el pontificado de León XIII su culto se extendió a toda la Iglesia latina, y tuvo el título de “doctor”.
Por la defensa de la ortodoxia, contra el error de Nestorio, obispo de Constantinopla, corrió el riesgo de ser desterrado y durante algunos meses vivió la humillación de la cárcel: “Nosotros—escribió—por la fe de Cristo estamos listos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte”.

En el concilio de Éfeso, del que Cirilo fue protagonista, quedó derrotado su adversario Nestorio, que había suscitado una verdadera tempestad en el seno de la Iglesia, pues negaba la maternidad divina de María.

Título de gloria para el obispo de Alejandría fue el haber elaborado en esta ocasión una auténtica y límpida teología de la Encarnación. “El Emanuel tiene con seguridad dos naturalezas: la divina y la humana. Pero el Señor Jesús es uno, único verdadero hijo natural de Dios, al mismo tiempo Dios y hombre; no un hombre deificado, semejante a los que por gracia se hacen partícipes de la divina naturaleza, sino Dios verdadero que por nuestra salvación apareció en la forma humana”. De particular interés es la cuarta de las siete homilías que pronunció durante el concilio de Efeso, el célebre Sermo in laudem Deiparæ. En este importante ejemplo de predicación mariana, que da comienzo a un rico florecimiento de literatura en honor de la Virgen, Cirilo celebra las grandezas divinas de la misión de María, que es verdaderamente Madre de Dios, por la parte que tuvo en la concepción y en el parto de la humanidad del Verbo hecho carne.

Controversista maravilloso, Cirilo volcaba los ríos de su fecunda oratoria. Teólogo de mirada aguda, fue al mismo tiempo celoso pastor de almas. En efecto, además de sus tratados exclusivamente doctrinales, tenemos de él 156 Homilías sobre san Lucas de carácter pastoral y práctico, y las más conocidas Cartas pastorales, que se encuentran en 29 homilías pascuales.

Hipatia y Cirilo de Alejandría, errores en una leyenda negra

El uso, y abuso, de leyendas negras con el único fin de querer desprestigiar a la Iglesia. no es una novedad, es algo que históricamente se repite cíclicamente pese a que ya una y otra vez la verdad siempre brilla.

La relación entre Hipatia y San Cirilo, actualizada en nuestros días por una película que no vamos a nombrar, no fue tan truculenta como nos quieren hacer creer. Veamos algunos de los tantos errores históricos en que caen los enemigos de la Iglesia, ahora disfrazados de productores cinematográficos:

1) Hipatia, protagonista de la misma, no fue asesinada siendo joven y hermosa, sino que murió en el año 415, a los 61 años de edad (una anciana en aquella época) Claro, que sabiendo que el espectador se suele identificar con el protagonista -y por tanto también con la ideología que pretende transmitir-, no se ha dudado en recurrir a la guapa actriz Rachel Weisz, de 38 años. Es más fácil que el espectador se identifique con alguien atractivo, joven y bello (el caso de esta actriz), que con un personaje histórico feo o viejo (la verdadera Hipatia a la edad en que murió)

2) Hipatia no destacó por ser astrónoma, ni se adelantó a Kepler en más de mil años, sino que simplemente fue una filósofa de la escuela platónica. Esta es la única referencia histórica que existe sobre ella, y se debe al obispo cristiano Sinesio de Cirene, quien, al contrario de como le pinta la película, hablaba bien de ella.

3) Dicho obispo, a quien la película muestra como traidor y cómplice en el asesinato de la filósofa, murió dos años antes que ella, por lo que es imposible que tuviera nada que ver con su muerte.

4) Hipatia también tenía buenas relaciones con otros cristianos, como es el caso del curial Amonio o del Patriarca Teófilo, así como de muchos cristianos fervientes que, contemporáneos con los sucesos, no dudaron en defender su personalidad. Como por ejemplo, Timoteo, en su Historia Eclesiástica. También fue un cristiano, Sócrates Escolástico, quien en su Historia Eclesiástica (VII,15), escrita con posterioridad a la muerte de la alejandrina, la encomió como «modelo de virtud».

5) Hipatia no fue virgen «para ser igual que un hombre y poder ejercer una profesión con plena dedicación», como ha declarado la protagonista de la película, quien se considera «feminista radical», sino porque, coherente con su filosofía platónica, ejercía la «Sofrosine» (el dominio de uno mismo a través de las virtudes, entendidas como el control de los instintos y las pasiones).

6) La mujer no fue libre en Grecia y Roma hasta que llegó el cristianismo y la sometió la sujeción del hombre, como quiere transmitir la película, sino que en Grecia la mujer era considerada como un objeto más de la casa, y en Roma no era una «sui iuris», es decir, titular de derechos, sino que era considerada «capiti diminutio», como un niño o un incapacitado y, por tanto, estaba sometida a la tutela o la «manus» del padre o del marido. Por el contrario, fue el cristianismo el que consideró al hombre y a la mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo; y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres autodeterminándose, pese a la voluntad de sus padres o del estado, fueron las primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como Santa Inés, Santa Ágata o Santa Cecilia.

Presentar a la mujer en el ámbito de lo que fue la sociedad pagana, en unas condiciones de emancipación como las que caracterizan a Hipatia, resultaría absolutamente incomprensible si no se advierte al mismo tiempo que es el creciente desarrollo del cristianismo y su concepción de igual dignidad de hombre y mujer que lo hacen posible. El paganismo, los clásicos griegos y romanos, confieren a la mujer un papel subalterno y esencialmente doméstico y para nada vinculado a las instituciones públicas, excepto en determinados y específicos cultos religiosos. Es decir, Hipatia es el resultado de la evolución de una sociedad influenciada de manera creciente por el cristianismo. Esto Amenábar lo oculta.

De la misma manera que Amenábar presenta a Hipatia, es necesario recordar otras figuras de mujeres filósofas o escritoras, como Eudocia, nacida en una familia pagana como Atenais y convertida luego al cristianismo. La presencia pública de mujeres en una sociedad que se estaba cristianizando sólo se explica por este último hecho, lo cual contradice frontalmente lo que Amenábar nos relata.

7) Fue precisamente San Cirilo de Alejandría -personaje que en el fondo persigue la leyenda de Hipatia- el que más ha exaltado en la historia de la humanidad la condición femenina, pues a él se debe la expresión «Theotokos», palabra griega que significa «Madre de Dios». Él fue quien derrotó a la herejía nestoriana en el Concilio de Éfeso del año 431. En esencia, la disputa consistía en si María era madre de Cristo o madre de Dios. San Cirilo consiguió que se convocase un concilio en Éfeso, lugar donde vivió sus últimos años la Virgen María, y logró que la Iglesia declarase el primer dogma mariano de la historia: María, Madre de Dios. Hasta aquel momento nadie en la historia había conseguido colocar a un ser humano mujer por encima de cualquier hombre.

8) Hipatia nunca fue directora de la Biblioteca de Alejandría, ni ésta fue destruida por los cristianos, sino que fue incendiada por Julio César, saqueada como el resto de la ciudad por Aureliano en el año 273, y rematada por Diocleciano en 297. En el año 391 fue destruido lo que quedaba del templo del Serapeo después de la destrucción por los judíos en tiempos de Trajano, y también el repaso que le pegó Diocleciano, quien, para conmemorar la hazaña, puso allí su gran columna, razón por la cual los cristianos lo destruyeron, ya que él era el símbolo de las persecuciones que sufrieron durante trescientos años. Pero lo que allí quedaba de la biblioteca era tanto como lo que restaba en otros sitios.

9) El paganismo siguió existiendo en Alejandría hasta que llegaron los árabes. Concretamente, el neoplatonismo siguió floreciendo allí hasta varios siglos después de la muerte de Hipatia: la escuela platónica de Alejandría continuó funcionando con normalidad durante más de 200 años, hasta que lo recuperó el Renacimiento cristiano. Además, su más brillante exponente fue San Agustín, coetáneo de Hipatia.

La historia de Hipatia ha sido objeto de una recurrente manipulación, fundamentalmente con el fin de atacar a la Iglesia: desde la Ilustración hasta el feminismo radical actual. Amenábar, pues, no es original ni siquiera en eso. Según el «iluminado» Voltaire, «desde la muerte de Hipatia hasta la Ilustración, Europa está sumida en la oscuridad; la Ilustración, al rebelarse contra la autoridad de la Iglesia, la revelación y los dogmas, vuelve a abrir la iluminación de la razón». En cuanto al segundo ejemplo de manipulación -el del feminismo radical-, podemos observar el que hace Úrsula Molinaro, según el cual Hipatia fue la campeona del amor libre, pese a que en realidad era virgen.

La verdadera historia de Hipatia se ha transformado artificialmente en la leyenda del «Crimen de Alejandría», cuyo protagonista principal es el obispo San Cirilo. La atribución directa a este último del asesinato de Hipatia se debe al escritor pagano Damascio, último escolarca de la Academia de Atenas y autor de la «Vida de Isidoro» (una apología del paganismo de finales del s.V y principios del s.VI), quien exiliado en Persia tras su cierre por orden de Justiniano, y dispuesto a azuzar las maledicencias contra San Cirilo, a quien tuvo por rival -en un tiempo de rivalidades religiosas fortísimas y extremas-, le atribuyó el homicidio sin más fundamento que sus propias conjeturas. Porque esto y no otra cosa es lo que, desde entonces y hasta hoy, siguen haciendo cuantos rivalizan endemoniadamente contra la Fe católica. Han pasado siglos desde el lamentable episodio y nadie ha podido aportar otro cargo contra el gran santo de Alejandría que no fuera la sospecha, el rumor, la hipótesis trasnochada o la presunción prejuiciosa.

Pero la leyenda en sí misma surge en 1720, con la obra de John Toland (irlandés, hijo ilegítimo de un sacerdote católico, que se hizo protestante y posteriormente activo militante del ateísmo en la Gran Logia de Londres) Después vino Voltaire; después, el historiador Edward Gibbon, quien, para argumentar su tesis acerca de que el cristianismo es la causa interna de la decadencia del Imperio Romano, utiliza la leyenda de Hipatia y declara a Cirilo responsable de todos los conflictos que estallaron en Alejandría en el siglo V. Más tarde llegarán las versiones románticas de Leconte de Lisle y otros, y finalmente el feminismo radical, para el que Hipatia fue la primera mártir de la misoginia propia del cristianismo. Todos los autores citados, y alguno más, tienen una cosa en común: son masones reconocidos. De nuevo, la Masonería aparece de fondo, entre bambalinas, cada vez que surgen ataques mediáticos contra la religión, y concretamente contra el cristianismo (enemigo secular de su ideología y por tanto de su imposición a todo el mundo) como ha hecho siempre, empleando para ello diferentes medios adaptados a cada momento histórico)

El maltrato y la muerte de Hipatia no es imputable a los cristianos, como tampoco lo es a San Cirilo de Alejandría. El origen de tal acusación se debe, como se ha señalado antes, al pagano Damascio, enemigo acérrimo de San Cirilo, y simplemente ha sido repetida desde entonces por todos los enemigos de la Iglesia para atacarla. No hay mentira mayor que la que sostiene que «los historiadores coinciden en responsabilizar a Cirilo de Alejandría por el asesinato de Hipatia». Coinciden los enemigos frenéticos de la Iglesia Católica, no los historiadores o los genuinos estudiosos del caso:

No coinciden (y discrepan con la leyenda negra oficial impuesta finalmente por el Iluminismo) el arriano Filostorgio, el sirio Juan de Éfeso, los jansenistas Le Nain de Tillemont y Claude Pierre Goujet, o el erudito Christopher Haas en su «Alexandria in Late Antiquity: Topography and Social Conflict», publicado en 2006. No coincide tampoco Thomas Lewis, quien redactara ya en 1721 la célebre impugnación de la mentira a la que tituló sugestivamente «La Historia de Hypatia, la imprudentísima maestra de Alejandría: asesinada y despedazada por el populacho, en defensa de San Cirilo y el clero alejandrino. De las calumnias del señor Toland». No coincide Miguel Ángel García Olmo, quien advierte en la maniobra acusadora un «afán de mancillar la ejecutoría de un pastor teólogo de vida esforzada y ejemplar como fue Cirilo de Alejandría, venerado en Oriente y en Occidente»; y ni siquiera se atreve a coincidir Gonzalo Fernández, quien en su obra «La muerte de Hypatia», del año 1985, a pesar de la ninguna simpatía que manifiesta hacia el santo, llamando tiránico a su ministerio, concluye en que «ninguna de las fuentes sobre el linchamiento de Hipatia alude a la presencia de parabolani entre sus asesinos».

Los parabolani eran los miembros de una hermandad de monjes alistados voluntariamente para el servicio, principalmente entre los enfermos, y que en su momento respondieron incondicionalmente a San Cirilo, recibiendo la acusación de consumar el linchamiento de Hipatia. Recuérdese que también Aguinis menciona a «un grupo de monjes», como causa instrumental del delito. No coinciden los hechos. Porque el mismo San Cirilo, que lamentó y reprobó el crimen de Hipatia, amonestó enérgicamente en su Homilía Pascual del 419 a la plebe alejandrina, dada a participar en turbamultas feroces y sanguinarias como la que puso desdichado fin a la vida de la filósofa. Si no se le cree al santo, las novelas de Lawrence Durrel -concretamente las de su Cuarteto de Alejandría- resultan una buena fuente para conocer el carácter sangriento y cruel de esas tropelías feroces del populacho alejandrino. Sin olvidarnos de que fueron esas mismas hordas las que dieron muerte a dos obispos cristianos, Jorge y Proterio, en el 361 y 457 respectivamente.

El anticristianismo de la película es, pues, más que obvio, y nada disimulado; el mensaje de fondo se puede resumir en tres puntos:

1) Los cristianos son violentos, machistas y contrarios al progreso, la cultura y la razón.

2) Jesús podría haber sido magnífico, pero no sus seguidores.

3) Según el propio Amenábar, la civilización antigua era un prodigio de ilustración «de no haberse dado ese traspiés que fue la Edad media y la caída del Imperio Romano, y de no haberse paralizado el mundo durante 500 años».

Con estos prejuicios ideológicos, totalmente ajenos a la verdad histórica, es lógico que Amenábar denuncie el inventado fanatismo de la intolerancia religiosa. Lo curioso es que para ello tenga que mirar al pasado, manipulándolo además -¿más desmemoria histórica?- y no refleje uno de los mayores integrismos actuales, que justamente va en la dirección opuesta: la actual intolerancia antirreligiosa, de la que él es, de nuevo hay que decirlo, simple punta de lanza. La Hipatia que retrata el director no es la real, pero a los espectadores no se les va a advertir esa ausencia de base histórica, sino que se les pretende hacer creer justo lo contrario.

Parece que Amenábar ha ´olvidado´ un pequeño detalle en su película: los que persiguieron masivamente, reprimieron, torturaron y mataron fueron los paganos a los cristianos en nombre del paganismo y de razones que hoy nos parecen brutalmente irracionales, como lo constatan las propias actas de los juicios romanos. Amenábar engaña y miente con las imágenes y el argumento, que hace de la película más cara rodada en España un simple panfleto político anticristiano. Al final va a tener razón: la situación de entonces se parece a la actual (los paganos persiguiendo a los cristianos, y no como él nos lo quiere vender)

Basta que tengas fe

Santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43. Domingo XIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Creo, Señor pero aumenta mi fe…

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?”. Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ ”. Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?”. Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!”. La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Hoy me pregunto, Señor… ¿Qué es la fe? Parece, Señor, que muchas veces te busco y no estás. Grito y pareces no escuchar. Toco pero no logro llamar tu atención…, ¿qué es la fe, Señor?

Muchas veces te he pedido y no has respondido…, muchas veces he sufrido y mi llanto no ha encontrado descanso…, qué es la fe…

Creo, Jesús, que si hoy estoy aquí, si hoy sigo creyendo en ti, no es por mí, es por Ti. Creo que estás aquí, que siempre estás conmigo. Creo que cuando callas, lo único que quieres es que escuche… cuando sufro… lo único que quieres es que llore… pero todo esto contigo.

Creo, Jesús, que ésta es la fe. Aquella que sabe que eres amor… que nunca me abandonas… que siempre estás pendiente…, pues estando contigo es la única manera en la que puedo entender el dolor, en la que puedo ver la luz cuando no hay ningún esplendor. Creo, Jesús, que la fe es aquella que tiene sus ojos en la eternidad; a la luz de ella todo lo demás puede pasar.

Gracias, Señor, por ayudarme a entender que la fe consiste en saber que me amas y que ese amor va más allá de lo que pueda suceder. Sólo a la luz de ese amor… aquello que no entienda de esta vida… de mi propia vida… lo podré entender. Aumenta mi fe.

«En esta oración escuchamos la preocupación de todo padre por la vida y por el bien de sus hijos. Pero escuchamos también la gran fe que ese hombre tiene en Jesús. Y cuando llega la noticia de que la niña está muerta, Jesús le dice: “No temas; basta que tengas fe”. Da aliento esta palabra de Jesús, y también nos lo dice a nosotros muchas veces. ‘No temas, basta que tengas fe’. Al entrar en la casa, el Señor echa a la gente que llora y grita y se dirige a la niña muerta diciendo: “Niña, yo te digo: ¡álzate!”. Y en seguida la niña se alzó y se puso a caminar. Aquí se ve el poder absoluto de Jesús sobre la muerte que para Él es como un sueño del cual poder despertarse. Jesús ha vencido a la muerte, también tiene poder sobre la muerte física».

(Ángelus de S.S. Francisco, 28 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía para pedirle que aumente mi fe.

Despedida Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué sucede después de la muerte? ¿Qué es el Juicio Particular?

¿Hay vida después de la vida?

¿Qué hay más allá de la muerte? ¿Hay vida después de esta vida? ¿Queda el hombre reducido al polvo? ¿Hay un futuro a pesar de que nuestro cuerpo esté inerte y en descomposición?

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos recuerda el sentido de nuestra vida en la tierra y lo que nos espera después de la muerte. El hecho de que la Santísima Virgen fuera llevada en cuerpo y alma al Cielo, cuestión que es dogma de fe para el católico, es un verdadero signo de esperanza para todos. 

María, que indudablemente fue adornada de gracias excepcionales por Dios Padre para servir de Madre natural a Su Hijo Jesús, es -a pesar de estos dones especiales- plena y totalmente humana como somos todos los hombres y mujeres de este mund

El que María sea una mujer plena y totalmente humana, unido al hecho de que Ella está en el Cielo en cuerpo y alma en forma gloriosa, nos lleva a reflexionar sobre el destino que Dios tiene preparado a todo aquél que viva de acuerdo a esta verdad que aprendimos desde el Catecismo de Primera Comunión: hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y luego gozar plenamente de Su Presencia en la eternidad.

Y … ¿Qué es la eternidad? ¿Qué es la Vida Eterna? ¿Qué es la salvación y la condenación … eternas? Son nada menos que las opciones que nos esperan al terminar esta vida pasajera, temporal, finita … fugaz y muy breve (si la comparamos con la eternidad) que ahora estamos viviendo aquí en la tierra.

Explicaba el Papa Juan Pablo II en su bestseller Cruzando el Umbral de la Esperanza, que la condenación es lo opuesto a la salvación, pero que tienen en común que ambas son eternas. El peor mal es la condenación eterna: el rechazo del hombre por parte de Dios, como consecuencia del rechazo de Dios por parte del hombre. 

Pero el mayor bien es la salvación eterna: la felicidad que proviene de la unión con Dios. Es el gozar de la llamada Visión Beatífica, es decir, el ver a Dios mismo «cara a cara» (1Cor. 13, 12). De esto se trata el Cielo, que es un estado, un sitio indescriptible con nuestros limitados conocimientos humanos, pero sabemos que es mucho más de lo que podemos anhelar o imaginar. Por eso dice San Pablo: «ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón del humano pudo imaginar lo que Dios ha preparado para aquéllos que le aman» (1Cor. 2, 9). 

El Papa Juan Pablo II insistía en tocar estos temas escatológicos, que él denominaba de las «realidades últimas». Nos decía así en una de sus Catequesis sobre escatología (11-8-99): «La vida cristiana … exige tener la mirada fija en la meta, en las realidades últimas y, al mismo tiempo, comprometerse en las realidades ‘penúltimas’ … para que la vida cristiana sea como una gran peregrinación hacia la casa del Padre». 

En efecto, la vida en esta tierra es como una antesala, como una preparación, para unos más breve que para otros, tal vez más difícil o más dolorosa para algunos. Pero en realidad no fuimos creados sólo para esta antesala, sino para el Cielo, nuestra verdadera patria.

La Virgen María nos muestra, con su vida en la tierra y su Asunción al Cielo, el camino que hemos de recorrer todos nosotros total identificación de nuestra voluntad con la Voluntad de Dios en esta vida y luego el paso a la otra Vida, al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado desde toda la eternidad. Allí estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está María, porque seremos resucitados, tal como Cristo resucitó y tal como El lo tiene prometido a todo el que cumpla la Voluntad del Padre (cfr. Juan 5,29 y 6,40).

¿Cómo es la muerte?

La muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Para los que mueren en Dios, la muerte es un paso a un sitio/estado mejor … mucho mejor que aquí. No hay que pensar en la muerte con temor. La muerte no es tropezarnos con un paredón donde se acabó todo. Es más bien el paso a través de esa pared para vislumbrar, ver y vivir algo inimaginable.

Santa Teresa de Jesús decía que esta vida terrena es como pasar una mala noche en una mala posada. Para San Juan Crisóstomo, «la muerte es el viaje a la eternidad». Para él, la muerte es como la llegada al sitio de destino de un viajero. También hablaba de la muerte como el cambio de una mala posada, un mal cuarto de hotel (esta vida terrena) a una bellísima mansión.

«Mansión» es la palabra que usa el Señor para describirnos nuestro sitio en el Cielo. «En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar … Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes» (Jn. 14, 2-3). 

Es en la Liturgia de Difuntos de la Iglesia donde tal vez encontramos mejor y más claramente expresada la visión realista de la muerte. Así reza el Sacerdote Celebrante en el Prefacio de la Misa de Difuntos: La vida de los que en Tí creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo.

Por eso la muerte no tiene que ser vista como algo desagradable. ¡Es el encuentro definitivo con Dios! Los Santos (santo es todo aquél que hace la Voluntad de Dios, aunque no sea reconocido oficialmente) esperaban la muerte con alegría y la deseaban no como una forma de huir de esta vida, que sería un pecado en vez de una virtud- sino como el momento en que por fin se encontrarían con Dios. «Muero porque no muero» (Sta. Teresa de Jesús).

«Qué dulce es morir si nuestra vida ha sido buena» (San Agustín). San Agustín fue un gran pecador hasta su conversión ya bien adulto. El problema no es la muerte en sí misma, sino la forma como vivamos esta vida. Por eso no importa el tipo de muerte o el momento de la muerte, sino el estado del alma en el momento de la muerte.

¿Qué sucede después de la muerte?

¿Qué es el Juicio Particular?

Nuestro destino para toda la eternidad queda definido en el instante mismo de nuestra muerte. En ese momento nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios. Este momento se llama en Teología el Juicio Particular, y consiste en una especie de radiografía o «scaneo» espiritual instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la cual ésta sabe exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para la eternidad, según sus buenas y malas obras. 

Es así como en el momento mismo de la muerte el alma recibe la sentencia de su destino para toda la eternidad. Al decir, entonces, que alguien ha muerto, podría también afirmarse que ese alguien también ha sido juzgado por Dios (cfr. Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación).

Por ello ante la pregunta de si conviene esperar el momento de la muerte para prepararnos para la vida eterna, la respuesta parece muy simple: No, no es conveniente, pues no sabemos ni el día, ni la hora, ni el lugar, ni las condiciones de nuestra muerte. Y es mucho, es demasiado, lo que nos estamos jugando en ese instante: nada menos que nuestro destino para siempre, para una vida que nunca tendrá fin.

 ¿Hay Vida después de la vida?

Sí hay Vida después de la vida. Y la muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida.

El Papa Juan Pablo II nos recordaba en una de sus Catequesis sobre la vida y la muerte las palabras de Jesús: «Yo soy la Resurrección y la Vida» (Jn. 11, 25). Y nos decía que «en El, gracias al misterio de su muerte y resurrección, se cumple la promesa divina del don de la Vida Eterna, que implica la victoria total sobre la muerte. ‘Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, pero los que obraron mal resucitarán para la condenación’ (Jn. 5, 28-29). ‘Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en El, tenga Vida Eterna y que Yo le resucite el último día'» Jn. 6, 40).

 Y nos decía el Papa Juan Pablo II que no debemos pensar que la vida más allá de la muerte comienza sólo con la resurrección final, pues ésta se halla precedida por la condición especial en que se encuentra, desde el momento de la muerte física, cada ser humano. Se trata de una fase intermedia, en la que a la descomposición del cuerpo corresponde «la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual, que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo ‘yo’ humano, aunque mientras tanto le falte el complemento de su cuerpo» (JP II, 28-10-98).

¿Qué opciones tenemos para la Eternidad?

Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Cada hombre después de morir recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre» (#1022).

Aquí nos habla la enseñanza de la Iglesia de las opciones que tenemos para la eternidad: Cielo, Purgatorio o Infierno. De estas tres opciones la única que no es eterna es el Purgatorio, pues las almas que allí van pasan posteriormente al Cielo. 

¿Qué es el Cielo?

Es un estado y un lugar de felicidad completa y eterna donde van las almas que han obrado conforme a la Voluntad de Dios en la tierra y que mueren en estado de gracia y amistad con Dios y perfectamente purificadas.

¿Qué es el Purgatorio?

Es un estado y un lugar de purificación donde van las almas que han obrado bien, pero que aún deben ser purificadas de las consecuencias de sus pecados antes de entrar a la visión de Dios en el Cielo.

¿Qué es el Infierno?

Es un estado y un lugar de castigo eterno donde van las almas que se han rebelado contra Dios y mueren en esa actitud.

«Siéntanse cada día escogidos para el amor»

S.S. Francisco a Cáritas Italiana.

Fuente: Vatican News

Francisco saludó a los representantes de las 218 agencias diocesanas de Cáritas italiana con ocasión de los cincuenta años de fundación y les dijo: “me complace compartir con ustedes este Jubileo, ¡su quincuagésimo año de vida! Son una parte viva de la Iglesia, son «nuestra Caritas», como le gustaba decir a San Pablo VI, el Papa que la quiso y la estableció”.

“Confirmo su tarea”

Seguidamente el Papa dijo: “confirmo su tarea”, y les recordó que celebrar los 50 años es un momento “para agradecer al Señor el camino recorrido y renovar, con su ayuda, el impulso y los compromisos”.×

Tres caminos por los que continuar el viaje

El primer camino, afirmó el Papa es el de los más frágiles e indefensos. “Si no empiezas con ellos, no entiendes nada. Y me permito una confidencia. El otro día me enteré de esto, palabras de experiencia en boca de Don Franco, aquí presente. No quiere que digamos «eminencia», «cardenal Montenegro»(…) En él, agradezco a muchos hombres y mujeres que hacen caridad porque lo han vivido así, han entendido el camino de los últimos.  La caridad es la misericordia que busca a los más débiles, que llega a las fronteras más difíciles para liberar a las personas de la esclavitud que las oprime y hacerlas protagonistas de su propia vida”.

El camino de los últimos

El Papa subrayó el largo camino de compromisos y obras que Cáritas ha andado a lo largo de estos cincuenta años y les animó: “Ampliar la mirada, sí, pero partiendo de los ojos del pobre que tengo delante. Ahí es donde se aprende. Si no somos capaces de mirar a los ojos a los pobres, de mirarlos a los ojos, de tocarlos con un abrazo, con una mano, no haremos nada. Es con sus ojos que tenemos que mirar la realidad, porque mirando los ojos de los pobres miramos la realidad de una manera diferente a la que está en nuestra mentalidad. La historia no se mira desde la perspectiva de los vencedores, no, que la hacen parecer bella y perfecta, sino desde la perspectiva de los pobres, porque es la perspectiva de Jesús. Son los pobres los que ponen el dedo en la llaga de nuestras contradicciones y perturban sanamente nuestra conciencia, invitándonos a cambiar. Y cuando nuestro corazón, nuestra conciencia, mirando a los pobres, a la gente pobre, no se inquieta, se detiene -debemos detenernos-: algo no está funcionando”.

El camino del Evangelio

El segundo camino es el camino del Evangelio, que es “el estilo del amor humilde, concreto, pero no vistoso, que se propone, pero no se impone. Es el estilo del amor gratuito, que no busca recompensas. Es el estilo de la disponibilidad y del servicio, a imitación de Jesús que se hizo nuestro servidor”.

A continuación, Francisco les animó a tener una caridad “inclusiva”, que se ocupe de la integralidad de la persona: “una caridad espiritual, material e intelectual”.

En su mensaje el Papa subrayó que el Evangelio nos muestra que Jesús está presente en cada persona pobre. “Es bueno que lo recordemos para liberarnos de la tentación, siempre recurrente, de la autorreferencialidad eclesiástica y ser una Iglesia de ternura y cercanía, donde los pobres son bendecidos, donde la misión está en el centro, donde la alegría nace del servicio”. Los textos de las Bienaventuranzas nos permiten ver la condición de los pobres y del Juicio Final la presencia de Jesús “en los pobres de todos los tiempos”.

El camino de la creatividad

El tercer camino es la vía de la creatividad, afirmó Francisco. “La rica experiencia de estos cincuenta años no es un bagaje de cosas que hay que repetir; es la base sobre la que hay que construir para aplicar de manera constante lo que San Juan Pablo II llamaba la imaginación de la caridad (cf. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, 50)”, subrayó.

El Papa puso en evidencia que en el tiempo presente el número de pobres va en aumento, pero ante esa realidad los animó: “Contra el virus del pesimismo, inmunícense compartiendo la alegría de ser una gran familia. En este ambiente fraterno el Espíritu Santo, que es creador y creativo, sugerirá nuevas ideas, adecuadas a los tiempos que vivimos”.

“Después de esta prédica de Cuaresma…” un agradecimiento

“Y ahora quiero dar las gracias: ¡gracias a los trabajadores, a los sacerdotes y a los voluntarios! Gracias también porque con motivo de la pandemia la red Cáritas ha intensificado su presencia y ha aliviado la soledad, el sufrimiento y las necesidades de muchos”. Igualmente, el Papa agradeció el trabajo de los voluntarios, de los jóvenes, a quienes Cáritas ayuda “a descubrir el sentido del don, para que prueben el buen sabor de redescubrirse a sí mismos dedicando su tiempo a los demás. De este modo, la propia Cáritas seguirá siendo joven y creativa, mantendrá una mirada sencilla y directa, que se dirige sin miedo hacia el Arriba y hacia el otro, como hacen los niños”.

Romper nuestra sordera

¿Es Dios el que se ha quedado mudo, o somos nosotros los que nos hemos quedado sordos?

¿Es Dios el que se ha quedado mudo, o somos nosotros los que nos hemos quedado sordos? Basta que nos asomemos a la Sagrada Escritura, para convencernos de lo segundo. Precisamente, en ella se presenta a Jesucristo como la Palabra pronunciada por Dios Padre para romper nuestra “sordera” y para acallar los ruidos que, dentro y fuera de nosotros, nos impiden escuchar la voz divina, la de nuestra conciencia y la de nuestros hermanos.

Al igual que hizo con el sordomudo del Evangelio (cfr. Mc 7, 34), también hoy, Jesucristo “toca nuestros oídos y nuestra lengua” y pronuncia su poderoso “effetá!” (¡ábrete!). Es una llamada a abrirnos a la escucha de la voz de Dios que resuena en nuestro interior, como un eco de la predicación de la Iglesia y del clamor de tantas personas y situaciones, a través de las cuales Dios sigue saliendo a nuestro encuentro. Ciertamente, distraídos por mil reclamos y replegados en nuestros problemas, tenemos el riesgo de permanecer sordos a la VOZ de quien es la PALABRA: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3, 20).

La tarea de la Nueva Evangelización que se nos presenta en el Tercer Milenio, consiste en ofrecernos como altavoces del Verbo Divino: poner voz a esa Palabra de Dios, buscando conductos eficaces para que su mensaje eterno llegue al hombre moderno. Para romper la sordera de nuestro Occidente secularizado, como decía Juan Pablo II, es necesario emprender la Evangelización con nuevos métodos, nuevas expresiones y un nuevo coraje, en fidelidad al mensaje inmutable de Cristo y de su Iglesia. No podemos permanecer impasibles mientras que Dios es un auténtico desconocido para un gran número de nuestros hermanos. El celo apostólico nos lleva a revivir aquel sentimiento apremiante de San Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9, 16).

Pero, nos equivocaríamos si pensásemos que el problema principal de la Evangelización es un problema de métodos. Los métodos son de gran ayuda e indispensables, pero nuestra necesidad fundamental es la de un celo apostólico ardiente, que sólo puede brotar de un corazón enamorado de Dios. Ésta es la clave de la Nueva Evangelización: ¡Sólo los enamorados enamoran! Y a ello hemos de añadir la búsqueda de recursos creativos, actuales y eficaces para llegar a quienes permanecen sordos a esa Voz que viene de lo alto. Ciertamente, en nuestros días es más urgente que nunca anunciar a Jesucristo en los grandes areópagos modernos de la cultura, de la ciencia, de la economía, del arte, de la música y de los medios de comunicación.

Concluyo transcribiendo algunos de los eslóganes que la Iglesia de Singapur divulgó en la prensa local. Fueron publicados uno a uno, en días sucesivos, a modo de reclamo publicitario, con el deseo de “romper nuestra sordera”.

“¿Qué debo hacer para llamar tu atención? ¿Poner un aviso en el periódico?”
(Dios)

“Necesitamos hablar.”
(Dios)

“Si te perdiste el amanecer que hice hoy para ti, no importa. Te haré otro mañana.”
(Dios)

“¿Te imaginas el precio del “aire” si te lo trajera otro proveedor?”
(Dios)

“No te olvides el paraguas. Hoy tengo que regar las plantas.”
(Dios)

“Si piensas que la Gioconda es asombrosa, deberías ver mi obra maestra… en el espejo.”
(Dios)

“Venid a mi casa el domingo antes del partido.”
(Dios)

“Amo las fiestas de casamiento, invítame a tu boda.”
(Dios)

“Diles a los niños que les amo.”
(Dios)

“¿Leíste mi primer best-seller? Es todo un desafío.”
(Dios)

“¿Tienes alguna idea de adónde vas?”
(Dios)

“Eso de “amar al prójimo”… lo dije en serio.”
(Dios)

“¡No me hagas bajar!”
(Dios)

Nardo del 27 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, confianza y amor!

Corazón de JesúsMeditación: Jesús, mi corazón se ha puesto triste…porque Tú, que tanto nos quisiste, que nos redimiste, nos miras a través de los siglos y nos dices lleno de dolor y de amor: «…la falta de confianza lastima mis entrañas…». Señor, Tú sabes lo que siento cuando te veo clavado y muriendo por Amor, pero sin recibir amor, pues hoy nuevamente te lo negamos. No confiamos en Vos, no creemos que eres el único Dios, no vivimos para Vos, pues si te amáramos confiaríamos en Ti, y Tú serias nuestro único descanso. Señor, mi amado, Tu sabes que te amo y que por ti clamo, pero también sabes cuan pequeño es mi amor, pues muchas veces te he negado. Hoy Te pido perdón, y como sabes bien que Tú eres mi querer, te pido que aumentes mi fe, que me bañes en el manantial de Tu amor, para ser así el más fiel a mi Rey. Que sea como Tu Mamá: fiel por toda la eternidad. Y hoy te digo despacito y al oído, a Ti, Mi Cristo, a Ti, Mi Señor Bendito: «Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío. Sé mío».

Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Digamos varias veces al día «Sagrado Corazón de Jesús en Ti confío, más aumenta mi fe».

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

Ángelus del Papa: «Jesús se deja tocar por nuestro dolor y con amor sana la vida»

Antoine Mekary | ALETEIA

A la hora del rezo del rezo del Ángelus el Papa Francisco reflexionó sobre dos momentos que presenta el Evangelio de hoy y que muestran a Jesús venciendo la muerte y la enfermedad mediante el amor, que es capaz de sanar la vida.

El Santo Padre recordó que la peor enfermedad no es la pandemia, sino la falta de amor. Por ello, exhortó a todos a dejar que Jesús «mire nuestros corazones y lo sane», abandonando las apariencias y los prejuicios, saliendo al encuentro de los hermanos marginados.

El domingo 27 de junio el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano junto a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro. 

Reflexionando sobre la lectura del Evangelio dominical (cf. Mc 5,21-43) el Santo Padre analizó el momento en el que Jesús «se tropieza con nuestras dos situaciones más dramáticas», la muerte y la enfermedad. De ellas -añadió Francisco- libera a dos personas: una niña, que muere justo cuando su padre ha ido a pedir ayuda a Jesús; y una mujer, que desde hace muchos años tiene flujo de sangre, lo cual en aquella época la convertía en una mujer «impura».

En este sentido, el Papa explicó que Jesús «se deja tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra. Nos dice que la muerte no es el final.  Vence a este enemigo, del que solos no podemos liberarnos».

Centrándose en la curación de la mujer, especialmente en este momento en que la enfermedad sigue ocupando el centro de las noticias en el marco de la pandemia, el Pontífice subrayó que la peor enfermedad de la vida «es la falta de amor, es no poder amar», algo de lo que seguramente sufría al ser marginada socialmente y tener su corazón herido.

Por ello, Francisco hizo hincapié en que todos podemos identificarnos, de alguna forma, con esta mujer de la cual el Evangelio no revela su nombre:

“El texto dice que había probado muchas curas, y gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor (v. 26). También nosotros, ¿cuántas veces nos arrojamos sobre remedios equivocados para saciar nuestra falta de amor? Pensamos que el éxito y el dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra. Nos refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto, no es apariencia”

De ahí la importancia del gesto ejemplar de la mujer, quien ante todo este sufrimiento, finalmente, elige a Jesús y se abalanza entre  la multitud para tocar su manto: «Busca el contacto directo y físico con Jesús».

Asimismo, el Papa destacó que en esta época, hemos comprendido como humanidad, más profundamente, lo importantes que son el contacto y las relaciones.

“Lo mismo ocurre con Jesús: a veces nos contentamos con observar algún precepto y repetir oraciones, pero el Señor espera que nos encontremos con Él, que le abramos el corazón, que toquemos su manto como la mujer para sanar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, se curan nuestros afectos. Esto es lo que quiere Jesús”

Para Francisco, es fundamental buscar la mirada de Jesús, como lo hizo aquella mujer en medio de su angustia, ya que, como nos dice el Evangelio, «Él no mira a la muchedumbre, sino a la persona. No se detiene ante las heridas y los errores del pasado, va más allá de los pecados y los prejuicios. No se queda en las apariencias, llega al corazón. Y la cura precisamente a ella, a la que habían rechazado  todos. Con ternura la llama ‘hija'(v. 34) y alaba su fe, devolviéndole la confianza en sí misma».

El Santo Padre concluyó su alocución exhortando a dejar que Jesús mire y sane nuestros corazones y a imitarlo, actuando como hizo Él, ya que muchas personas que viven a nuestro alrededor se sienten heridas, solas y necesitan sentirse amadas:

“Jesús te pide una mirada que no se quede en las apariencias, sino que llegue al corazón; que no juzgue, sino que acoja. Porque sólo el amor sana la vida. Que la Virgen, Consuelo de los afligidos, nos ayude a llevar una caricia a los heridos en el corazón que encontremos en nuestro camino”

El Papa afirma en el Ángelus que la peor enfermedad de la vida «es la falta de amor, no poder amar»

El Papa pidió tener un encuentro directo y personal con Jesús / Vatican Media

El domingo 27 de junio el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano junto a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

Reflexionando sobre la lectura del Evangelio dominical (cf. Mc 5,21-43) el Santo Padre analizó el momento en el que Jesús «se tropieza con nuestras dos situaciones más dramáticas», la muerte y la enfermedad. De ellas -añadió Francisco- libera a dos personas: una niña, que muere justo cuando su padre ha ido a pedir ayuda a Jesús; y una mujer, que desde hace muchos años tiene flujo de sangre, lo cual en aquella época la convertía en una mujer «impura».

En este sentido, el Papa explicó que Jesús «se deja tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra. Nos dice que la muerte no es el final.  Vence a este enemigo, del que solos no podemos liberarnos».

La peor enfermedad de la vida es la falta de amor

Centrándose en la curación de la mujer, especialmente en este momento en que la enfermedad sigue ocupando el centro de las noticias en el marco de la pandemia, el Pontífice subrayó que la peor enfermedad de la vida «es la falta de amor, es no poder amar», algo de lo que seguramente sufría al ser marginada socialmente y tener su corazón herido.

Por ello, Francisco hizo hincapié en que todos podemos identificarnos, de alguna forma, con esta mujer de la cual el Evangelio no revela su nombre: “El texto dice que había probado muchas curas, y gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor (v. 26). También nosotros, ¿cuántas veces nos arrojamos sobre remedios equivocados para saciar nuestra falta de amor? Pensamos que el éxito y el dinero nos hacen felices, pero el amor no se compra. Nos refugiamos en lo virtual, pero el amor es concreto, no es apariencia”.

De ahí la importancia del gesto ejemplar de la mujer, quien ante todo este sufrimiento, finalmente, elige a Jesús y se abalanza entre  la multitud para tocar su manto: «Busca el contacto directo y físico con Jesús».

Asimismo, el Papa destacó que en esta época, hemos comprendido como humanidad, más profundamente, lo importantes que son el contacto y las relaciones. “Lo mismo ocurre con Jesús: a veces nos contentamos con observar algún precepto y repetir oraciones, pero el Señor espera que nos encontremos con Él, que le abramos el corazón, que toquemos su manto como la mujer para sanar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, se curan nuestros afectos. Esto es lo que quiere Jesús”, agregó.

Para Francisco, es fundamental buscar la mirada de Jesús, como lo hizo aquella mujer en medio de su angustia, ya que, como nos dice el Evangelio, «Él no mira a la muchedumbre, sino a la persona. No se detiene ante las heridas y los errores del pasado, va más allá de los pecados y los prejuicios. No se queda en las apariencias, llega al corazón. Y la cura precisamente a ella, a la que habían rechazado  todos. Con ternura la llama ‘hija'(v. 34) y alaba su fe, devolviéndole la confianza en sí misma».

Una caricia a los heridos en el corazón

El Santo Padre concluyó su alocución exhortando a dejar que Jesús mire y sane nuestros corazones y a imitarlo, actuando como hizo Él, ya que muchas personas que viven a nuestro alrededor se sienten heridas, solas y necesitan sentirse amadas: “Jesús te pide una mirada que no se quede en las apariencias, sino que llegue al corazón; que no juzgue, sino que acoja. Porque sólo el amor sana la vida. Que la Virgen, Consuelo de los afligidos, nos ayude a llevar una caricia a los heridos en el corazón que encontremos en nuestro camino”.