• Matthew 16:13-23
Bishop Robert Barron
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús hace una pregunta devastadora a sus discípulos: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?” Los discípulos no responden. ¿Estarían atemorizados? Quizás. Finalmente, Simón Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Tú eres el Meshiach, el Ungido, el Salvador largamente esperado, pero aún mucho más, Tú eres el Hijo de Dios, no simplemente un héroe humano. Esta es la fe mística presente en el corazón del cristianismo. Adherir a la fe de Pedro es ser cristiano, negarla es negar el cristianismo.
Y entonces llegan esas palabras asombrosas de Jesús: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo”. Este conocimiento no provino de la propia especulación inteligente de Simón Pedro. Vino de arriba, a través de la gracia de Dios. Y por ello es por lo que Pedro es roca. La Iglesia no está edificada sobre cimientos terrenales de ningún tipo, sino sobre un cimiento místico que nace con la fe de Pedro en la revelación de Dios. La Iglesia no es democrática ni aristocrática; es carismática. Y de allí es donde surge su poder.
¿Quién soy yo para vosotros, ahora? Jesús no quiere ser un protagonista de la historia, sino que quiere ser protagonista de tu presente, de mi presente; no un profeta lejano: Jesús quiere ser Dios cercano. Cristo, hermanos y hermanas, no es un recuerdo del pasado, sino el Dios del presente. Si fuera solo un personaje histórico, imitarlo hoy sería imposible: nos encontraríamos frente al gran foso del tiempo y, sobre todo, ante su modelo, que es como una montaña altísima e inalcanzable; deseosos de escalarla, pero sin las capacidades ni los medios necesarios. En cambio, Jesús está vivo: recordemos esto, Jesús está vivo, Jesús vive en la Iglesia, vive en el mundo, Jesús nos acompaña, Jesús está a nuestro lado, nos ofrece su Palabra, nos ofrece su gracia, que iluminan y reconfortan en el camino: Él, guía experto y sabio, está feliz de acompañarnos en los senderos más difíciles y en las ascensiones más impracticables. (…) En el camino de la vida no estamos solos, porque Cristo está con nosotros, Cristo nos ayuda a caminar, como hizo con Pedro y con los demás discípulos. Precisamente Pedro, en el Evangelio de hoy, lo comprende y por gracia reconoce en Jesús «el Hijo del Dios vivo» (v. 16): “Tú eres el Cristo, Tú eres el Hijo de Dios vivo”, dice Pedro; no es un personaje del pasado, sino el Cristo, es decir, el Mesías, el esperado; no es un héroe difunto, sino el Hijo de Dios vivo, hecho hombre y venido para compartir las alegrías y las fatigas de nuestro camino. (Ángelus, 27 de agosto de 2023)
Domingo de Guzmán, Santo
Memoria Litúrgica, 8 de agosto
Por: Centro de Espiritualidad Santa María
Fuente: Centro de Espiritualidad Santa María
Sacerdote y Fundador
Martirologio Romano: Memoria de santo Domingo, presbítero, que siendo canónigo de Osma se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, mandando a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto (1221).
Etimológícamente: Domingo = del Señor. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Los Padres Dominicos están hoy de fiesta. Santo Domingo de Guzmán los fundó en el siglo XIII. Durante tantos años han hecho y siguen haciendo un gran bien a la Iglesia en todo el mundo. El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa. A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.
Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: «No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos».
En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.
Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.
Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: «Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones»
Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.
Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.
Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: «Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios». Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.
En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.
El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:
Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.
Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.
En este fresco aparece representada la Santísima Virgen entregando el rosario a santo Domingo de Guzmán. En la escena también aparecen fray Pedro de Santa María y Ulloa, santa Catalina de Siena y la Siervita de Dios Sor María de Jesús de León Delgado. El fresco se encuentra en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife, España).
La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.
La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios. Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios. Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua. Siempre dormía sobre duras tablas.
Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: «la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos». Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo. Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: «De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación». Pasaba noches enteras en oración.
Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.
Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.
Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: «Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte», dijo: «¡Qué hermoso, qué hermoso!» y expiró.
A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice Gregorio IX lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: «De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo».
¡Felicidades a quienes lleven este nombre y a los Dominicos y Dominicas!
“Hay silencios que hieren, pero hay palabras que curan”.
Sin el Espíritu la Iglesia no avanza, no crece, no puede predicar
Catequesis del Papa Francisco del 7 de agosto de 2024.
Por: Adriana Masotti | Fuente: Vatican News
La acción del Espíritu Santo en la obra de la Redención, es decir, de Jesucristo. Durante la audiencia general de esta mañana, celebrada en el Aula Pablo VI, el Santo Padre retomó el hilo conductor de las catequesis anteriores a la pausa de julio, cuyo título general es: «El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza».
En esta ocasión el tema propuesto fue el Espíritu Santo en la Encarnación del Verbo. Y de hecho, el Papa habló de María, esposa del Espíritu y figura de la Iglesia, que precisamente del Espíritu recibe la fuerza para anunciar la Palabra de Dios después de haberla recibido.
«El ángel dijo a María: ‘No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás un hijo y darás a luz a un niño al que llamarás Jesús´. […] Entonces María dijo al ángel: ´¿Cómo será esto, pues no conozco varón?´. El ángel le respondió: ´El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra´» (Lc 1,30-31.34-35).
María concibió por obra del Espíritu Santo
La reflexión del Papa partió del dato fundamental de la fe puesto por la Iglesia, con el Concilio Ecuménico de Constantinopla en el año 381, en el centro del «Credo», que es el descenso del Espíritu Santo sobre María que por su obra se convertiría en la Madre de Cristo. Este es el anuncio del ángel. Y Francisco afirmó:
“Es, por tanto, un hecho ecuménico de fe, porque todos los cristianos profesan juntos el mismo Símbolo de fe. La piedad católica, desde tiempos inmemoriales, ha tomado de él una de sus oraciones diarias, el Ángelus”
María, figura de la Iglesia
Se trata, prosiguió diciendo Francisco, del artículo de fe «que permite hablar de María como la Esposa por excelencia, que es figura de la Iglesia». La Lumen gentium, observó además el Papa, retoma este paralelismo entre María, que engendra al Hijo « bajo la sombra del Espíritu Santo», y la Iglesia. Mientras citando la Constitución dogmática, afirmó:
“La Iglesia, contemplando la santidad misteriosa de la Virgen, imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, mediante la Palabra de Dios fielmente acogida, se convierte también en madre, ya que, mediante la predicación y el bautismo, genera a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios”
«¿Cómo es posible esto?»
Continuando con el paralelismo entre María y la Iglesia, Francisco subrayó además que, al igual que la Virgen acogió primero a Jesús en sí misma para luego darlo a la luz, así la Iglesia debe acoger primero la Palabra de Dios «para después darlo a luz con su vida y su predicación». Como le sucedió a María, «también la Iglesia, ante tareas que superan sus fuerzas, se plantea espontáneamente la misma pregunta: “¿Cómo es posible esto?”.
“¿Cómo es posible anunciar a Jesucristo y su salvación a un mundo que parece buscar sólo el bienestar? La respuesta es también la misma que entonces: ‘Recibirán la fuerza del Espíritu Santo’. Sin el Espíritu Santo la Iglesia no puede avanzar, la Iglesia no crece, la Iglesia no puede predicar”
Nada es imposible para Dios
Y no sólo la Iglesia, sino cada bautizado, cada uno de nosotros, prosiguió diciendo el Papa, se encuentra a veces preguntándose «¿cómo puedo afrontar esta situación?». Será útil, dijo, recordar la respuesta del ángel y concluyó:
Hermanos y hermanas, pongámonos también cada vez en camino con esta certeza reconfortante en el corazón: «Nada es imposible para Dios». Y si creemos esto, obraremos milagros. Nada es imposible para Dios.
Resumen de su catequesis y saludos en español
Queridos hermanos y hermanas:
Después de haber reflexionado sobre el Espíritu Santo en la obra de la creación, con esta catequesis entramos en la segunda etapa de la historia de la salvación. Pasamos, por tanto, al Nuevo Testamento, y contemplamos al Espíritu Santo en la obra de la redención, es decir, en Jesucristo.
El tema de hoy es «el Espíritu Santo en la encarnación del Verbo». Sabemos que la Virgen María, por su fe y su obediencia, engendró al mismo Hijo de Dios y, gracias a su «sí», podemos llamarla «esposa del Espíritu Santo» y «figura de la Iglesia».
Leemos en el evangelio de Lucas que María «concibió» y «dio a luz» a Jesús. Es decir, lo acogió en su corazón y en sus entrañas, y después dio testimonio de Él, con toda su vida. También nosotros estamos llamados, como María, a dejar espacio al Espíritu Santo para que actúe en nosotros. Cuando atravesemos situaciones difíciles, renovemos nuestra confianza en el Señor recordando las palabras del ángel a María: «Nada es imposible para Dios». No olvidemos estas palabras que nos pueden ayudar mucho en la vida: «Nada es imposible para Dios».
3 Poderosas oraciones para invocar al Espíritu Santo
Invocaciones con las que la Iglesia ha llamado a la tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, y ha pedido su fuerza transformadora por la oración
¿Ardes en deseos de recibir el Espíritu Santo y no sabes cómo pedirlo para que por fin venga a ti y te renueve? ¿Quieres que la Iglesia sea transformada con su fuerza, como en sus inicios y en tantos momentos en los que parecía corrompida del todo y renació de sus cenizas?
Acude a las antiguas oraciones con las que lo ha invocado el cuerpo de Cristo. Llámale como lo hicieron los santos, con su fe, con su anhelo, con sus palabras:
1“NUNC COPEI!”
Esta oración de llamada al Espíritu Santo es del fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer, y pide al Espíritu la transformación ahora, no mañana:
¡Ven, oh Santo Espíritu! ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad…
He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!
Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras…
2 ORACIÓN ATRIBUIDA A SAN AGUSTÍN
Esta sencilla oración atribuida al Doctor de la Iglesia converso, san Agustín de Hipona, es una petición para que el Espíritu acuda al propio interior y lo haga santo:
Respira en mí,
oh, Espíritu Santo,
para que mis pensamientos
puedan ser todos santos.
Actúa en mí,
oh, Espíritu Santo,
para que mi trabajo también
pueda ser santo.
Atrae mi corazón,
oh, Espíritu Santo,
para que solo ame
lo que es santo.
Fortaléceme,
oh, Espíritu Santo,
para que defienda
todo lo que es santo.
Guárdame pues,
oh, Espíritu Santo,
para que yo siempre
pueda ser santo.
3 ¿QUIÉN ERES TÚ?
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, escribió esta oración al Espíritu Santo. Está Fechada el 18 de mayo de 1937, fiesta de Pentecostés en cuya vigilia recibió el sacramento de la Confirmación su hermana Rosa:
¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas e iluminas la oscuridad de mi corazón? Tú, más cercano a mí que yo misma y más íntimo que mi intimidad, y aún inalcanzable e incomprensible, y que todo nombre haces renacer: Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!
Espíritu Santo, ¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas e iluminas la oscuridad de mi corazón? Me conduces igual que una mano materna y si me dejas libre, no sabría dar ni un paso.
Tú eres el espacio que envuelve todo mi ser y lo encierra en sí, abandonado de ti cae en el abismo de la nada, donde tú lo elevas al Ser. Tú, más cercano a mí que yo misma y más íntimo que mi intimidad, y aún inalcanzable e incomprensible, sorprendes a todos los nombres: Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!
¿No eres tú el dulce maná que del corazón del Hijo en el mío fluye, alimento de los ángeles y de los santos? Él, que se elevó de la muerte a una nueva vida, Él me ha despertado también a mí del sueño de la muerte a una nueva vida Y nueva vida me da, día tras día.
Y un día su abundancia me sumergirá vida de tu vida, sí, Tú mismo: Espíritu Santo, ¡Vida Eterna! ¿Eres tú el rayo que desde el Trono del Juez eterno cae e irrumpe en la noche del alma, que nunca se ha conocido a sí misma?
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Misericordioso e inexorable penetra en lo escondido de las llagas. Se asusta al verse a sí misma, concede lugar al santo temor, principio de toda sabiduría que viene de lo alto, y en lo Alto con firmeza nos ancla: tu obra, que nos hace nuevos, Espíritu Santo, ¡Rayo impenetrable! ¿Eres tú la plenitud del espíritu y de la fuerza con la que el Cordero rompe el sello del eterno secreto de Dios?
Impulsados por ti los mensajeros del juez cabalgan por el mundo y con espada afilada separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra, y todo vuelve a su justo lugar gracias a tu aliento: Espíritu Santo, ¡Fuerza triunfadora! ¿Eres tú el maestro constructor de la catedral eterna que se eleva desde la tierra hasta el cielo?
Por ti se sostienen las columnas que hacia lo alto se levantan y permanecen increíblemente fijas. Selladas con el nombre eterno de Dios se elevan hacia la luz sosteniendo la cúpula, que cubre cual corona la santa catedral, tu obra transformadora del mundo, Espíritu Santo, ¡Mano creadora de Dios! ¿Eres tú quien creó el claro espejo, cercanísimo al trono altísimo, como un mar de cristal en donde la divinidad se contempla con amor?
Tú te inclinas ante la obra más bella de la creación, y resplandeciente te ilumina con tu mismo esplendor, y la pura belleza de todos los seres, unida en la amorosa figura de la Virgen, tu esposa sin mancha: Espíritu Santo, ¡Creador del Universo!
¿Eres tú el dulce canto del amor y del santo temor, que eternamente suena en torno al trono de la Trinidad, y desposa consigo los sonidos puros de todos los seres? La armonía que aúna los miembros con la Cabeza, donde cada uno encuentra feliz el sentido secreto de su ser, y jubilante irradia libremente desprendido en tu fluir: Espíritu Santo, ¡Júbilo Eterno!
Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23.
Jueves XVIII del Tiempo Ordinario.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, al igual que Pedro no me gusta, en muchas ocasiones, el camino que debo recorrer para aspirar a la santidad. Por eso hoy, con mucha fe y esperanza, te busco en la oración para suplicarte me concedas llegar a percibir tus sentimientos y conocer a fondo tu corazón. Que el centro de mi oración seas Tú, y no tanto mis problemas o dificultades personales.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. En estas palabras, sencillas pero profundas, tengo un resumen del mensaje contenido en el Evangelio. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus Caritas est, 1). Cristo mismo es la Buena Noticia que ha entrado en mi vida. Saber que tengo un Salvador da una perspectiva totalmente nueva a todo lo que hago, una «orientación decisiva» de cada acción, hacia un Dios que vive en mí.
¿Cómo se conoce a Cristo? Ciertamente, Él es mucho más de lo que puede aparecer en un libro o de lo los rumores digan por ahí. ¡Mucho más! Hay en Él una riqueza que apenas puedo imaginar. Conocerlo realmente es en el fondo un don del Padre, algo que llega hasta el fondo del alma y que ilumina toda mi realidad. Pido, pues, en esta oración: Señor, enséñame quién es Jesús, quién es tu Hijo.
Conocer a Cristo no es un fenómeno repentino, de la noche a la mañana. Así como en las madrugadas va saliendo el sol, poco a poco la luz y el calor lo inundan todo, pero todavía queda algo de oscuridad, algo así pasa con descubrir a Cristo. Pedro tenía ya una idea de Jesús, pero poco después de su profesión de fe veo que no ha captado el mensaje completo. Su vida no estaba del todo conformada con el Señor.
Y de igual modo mi vida cristiana es más bien un camino donde ya está amaneciendo, pero aún tengo que seguir avanzando en el conocimiento de Cristo. La plenitud llegará en el cielo, y aquí en la tierra tengo la esperanza de crecer cada día un poquito más. Le pido a Dios, este día, que me haga descubrir un poco mejor a Cristo; seré dócil para que Él hoy ilumine un nuevo espacio en mi vida.
«El Señor Jesús repite a cada uno de nosotros su pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Una pregunta clara y directa, ante la cual no es posible huir o permanecer neutrales, ni postergar la respuesta o delegarla a otro. Pero en ello no hay nada de inquisitorio, es más, ¡está llena de amor! El amor de nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovar la fe en Él, reconociéndolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida. Y el primero en ser llamado a renovar su profesión de fe es el Sucesor de Pedro, que tiene la responsabilidad de confirmar a los hermanos». (Homilía de S.S. Francisco, 22 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renunciar a algo que me cuesta mucho (como oir música un día), y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han perdido su fe.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima,
María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores
Entregado a la predicación y a la catequesis, difundió por toda la Iglesia universal el rezo del rosario
Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega (Burgos, España) en el año 1171. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés. Los tres aprendieron de su madre, Juana de Aza, a tener una intensa vida de piedad y un gran amor a la Eucaristía. Tanto Juana como Manés han sido declarados beatos.
A los 14 años, Domingo se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia. Estudiaba, trabajaba y destacaba por su madurez y su buen humor. Leía libros de espiritualidad y hacía muchas obras de caridad. Sus libros preferidos serían más tarde el evangelio de san Mateo y las Cartas de san Pablo.
Llegó a vender sus libros para dar de comer a los pobres.
Acompañó al obispo del Burgo de Osma al sur de Francia. Al ver que los misioneros no eran ejemplares, se removió y decidió entregarse a Dios en la oración y la predicación para convertir a las personas alejadas. Era un momento especialmente difícil en la Iglesia a causa de la herejía cátara. Para ello, debía ser penitente, rezar y dedicar muchas horas a la atención de la gente.
Al ver también que algunos empleaban la amenaza como método para convencer a los herejes, santo Domingo repuso: “Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores porque nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio, con la humildad sí se ganan los corazones.”
En agosto de 1216 fundó una comunidad que sería el origen de la Orden de Predicadores. Eran 16 hombres: ocho franceses, siete españoles y uno inglés. En muy poco tiempo, la orden se extendió y se fundó un gran número de conventos. Se les llamaba también “dominicos” porque santo Domingo era su fundador.
Pronto alcanzaron prestigio en las mejores Universidades europeas, entre ellas París y Bolonia. Siempre su objetivo prioritario era catequizar allá donde estuvieran.
Falleció el 6 de agosto de 1221, exhausto y después de que le prestaran un colchón porque dormía sin él.
Mientras quienes lo acompañaban en sus últimos momentos rezaban «que todos los ángeles y santos salgan a recibirte», él dijo: «¡qué hermoso, qué hermoso!». Así murió.
Aunque santo Domingo no fue el creador de la devoción del santo rosario, sí fueron él y la Orden de Predicadores sus grandes difusores en toda la Iglesia Universal.
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de Santo Domingo de Guzmán y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.
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