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San Pedro y San Pablo vivieron de una manera eminente, como correspondía también al ministerio eminente que habían recibido en la Iglesia, lo que había anunciado Jesús: os cogerán, os perseguirán os llevarán a las cárceles, te llevarán ante los reyes y los gobernadores por causa de mi nombre, les será ocasión de dar testimonio (Lc 21, 12-13). Felices vosotros cuando os insultarán y te perseguirán y dirán falsamente todo tipo de mal contra vosotros, por causa mía; alégrate y celebre porque su recompensa es grande en el cielo (Mt 5, 11-12). Es que el discípulo de Jesús debe recorrer el mismo itinerario espiritual de su Maestro y debe vivir el misterio de muerte y de resurrección en su vida a través de las vicisitudes de la existencia, de las incomprensiones y del sufrimiento que le puede venir de tantas formas. Así, el discípulo de Jesús podrá llegar a participar para siempre de su pascua. San Pedro y san Pablo nos son testimonios de cómo la fe y el seguimiento de Jesucristo conllevan una dimensión de cruz, y de cómo el amor y la esperanza permiten que sea vivida en paz y con gozo. Esto nos lleva a ir a fondo en nuestra vivencia del Evangelio y a no desfallecer en el testimonio a pesar de las dificultades y las incomprensiones. También en nuestras vidas vivimos una anticipación de la pascua cada vez que vencemos el mal con el bien, cada vez que ayudamos a los demás, cada vez que hacemos las paces, cada vez que, por gracia, superamos el pecado que nos acosa, cada vez que perseveramos en la fidelidad a pesar de las dificultades, cada vez que sufrimos por causa del Evangelio y no desfallecemos en el amor… Por otra parte y de acuerdo con la palabra de Jesús, no podemos soñar con un mundo en el que los cristianos podremos vivir siempre con tranquilidad. Esto puede ser posible por un tiempo, en un lugar concreto, porque las dificultades no son siempre iguales en todas partes. También ahora hay lugares de la geografía donde los cristianos son perseguidos o se encuentran en graves dificultades, porque siempre habrá poderes políticos, económicos o mediáticos para los que el cristianismo será un estorbo y querrán eliminarlo o al menos debilitar y ridiculizar. Pero sabemos que en las dificultades el Espíritu Santo es la fuerza del cristiano (cf. Lc 12, 11-12). Y esto nos alienta a dar testimonio sin desfallecer. Hemos oído que, mientras Pedro estaba en prisión, la comunidad eclesial oraba por él. Hoy, en la solemnidad de la Cátedra de Roma, la Iglesia católica extendida de Oriente a Occidente (cf. Pasión de los St. Fructuoso, Augurio y Eulogio) ruega por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco.

 

 

Desde hace tiempo, es atacado desde varios sectores incluso de dentro de la Iglesia. Se puede sintonizar más o menos con su forma concreta de hacer y de decir; también san Pedro y san Pablo experimentaron tensiones entre ellos por su diferente manera de ver las cosas (cf. Ga 2, 11-16). Pero la Iglesia de Roma es la Iglesia que, como afirma, ya en el s. II, san Ignacio de Antioquía, «preside todas las demás en la caridad»; y como dice, también en el mismo s. II, san Ireneo, “es necesario que todas las Iglesias estén en armonía con esta Iglesia” (cf. Comisión internacional católico-ortodoxa, Documento de Ravenna, 41). Por eso el obispo de Roma es vínculo de unidad, de comunión y de paz entre todas las Iglesias. Y la comunión con su persona y con su misión pastoral es un elemento integrante de la vida eclesial y, por tanto, de nuestra vivencia como miembros de la Iglesia (cf. CEC 881-882). Debemos orar por el Papa Francisco, tal y como lo pide constantemente él mismo, y debemos acogerlo con espíritu de fe.

Que por la gracia de esta eucaristía nos sea dado de perseverar en la fe de los apóstoles hasta el día en que podremos participar plenamente, también nosotros, de la pascua de Jesucristo.

 

 

La Cátedra del Apóstol San Pedro

 

 

Fiesta Litúrgica, 22 de febrero

Martirologio Romano: Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, al que el Señor dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro se conserva en el campo Vaticano y ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.

Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro, una ocasión solemne que se remonta al cuarto siglo y con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de San Pedro.

 

La palabra «cátedra» significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es también «sede» (asiento o sitial): la «sede» es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

Hace no muchos años, antes de rezar el Ángelus en este día, el Papa Juan Pablo II recordó que «la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ´ministerium petrinum´, ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial». «Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles».

La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666. Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona.

 

 

La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974. Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyas partes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.- Servicio Informativo Vaticano

 

 

Siempre habrá retos

Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19. La Cátedra de san Pedro, apóstol

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¿Qué quieres de mí, Jesús? Vengo para escuchar tus palabras y pedirte que me indiques el camino que debo de seguir. No quiero hacer mi propia voluntad sino la tuya porque al final Tú eres quien muestra el camino de la felicidad y yo quiero ser feliz. Sin duda para Pedro no fue nada fácil y él te fallo muchas veces, pero así como Pedro, quiero ponerme en tus manos y escuchar tu voz que me llama y me manda a cumplir una misión. «Habla, Señor, que tu siervo escucha».

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19

 

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!» La vocación es un regalo de Dios, más que una carga o un fardo, es causa de la mayor alegría para la persona que escucha su nombre y responde a Dios con todas las fuerzas de su corazón. Pero ¿qué es la vocación? La vocación es la llamada que Jesús hace a cada persona, es la misión en la vida que Dios asigna a cada persona. Y lo más importante no es descubrir cuál sea la mejor o la más complicada sino a la que estoy llamado.

Es un poco como los deportes. Lo importante no es cuál sea el deporte más o menos extremo, cuál sea el más caro o cuál el más intenso sino la pregunta más importante es, ¿cuál es para mí? Y podrá ser el deporte más raro, pero si ese deporte es en el que yo puedo realizarme completamente es el mejor deporte para mí. Ahora, sea el deporte que sea siempre habrá un reto, dificultades a superar, victorias y también derrotas de las que levantarse. Pero lo importante no es cuántas veces se cae o uno se equivoca sino lo importante es llegar a la meta, superar el reto.

 

Así san Pedro descubrió y escucho cuál era su deporte, su vocación. Vio el reto y se lanzó a conquistarlo. Sin duda no lo sabía todo y a lo largo del Evangelio podemos ver la de veces que se equivoca, la de veces que le falla a su maestro. Pero todo eso no importa porque fue un hombre que supo aprender de sus errores, que supo escuchar, que supo confiar en Jesús, que supo, en fin, mirar siempre a su ideal y no cansarse. Aunque a veces pueda parecer que no podemos ser auténticos cristianos en el mundo de hoy, no hay que desanimarnos porque si Jesús nos fichó para su equipo es porque sabe que podemos. Lo único que tenemos que hacer es ver siempre el ideal y seguir corriendo.

«El relato Evangélico de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ?como la vida de cada uno de nosotros? se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe. Entonces, Simón se pone en el camino ?un camino largo y duro? que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: “yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague”». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a dedicar un momento para estar delante del Sagrario y escucharé lo que Jesús me pueda estar pidiendo.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

¿Qué tipo de llaves tiene la Iglesia?

Son llaves que vienen de Dios que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos, llaves de misericordia.

 

Las llaves sirven para cerrar y para abrir. Dejan pasar o lo impiden. Liberan o encarcelan.

También en la Iglesia hay llaves. Pedro las recibió del mismo Cristo: las llaves del Reino de los cielos.

«A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16,19).

¿Qué tipo de llaves tiene Pedro? Son llaves que vienen de Dios y sirven para los hombres. Son llaves que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos. Son llaves de misericordia.

Con esas llaves la Iglesia católica, durante siglos, ha buscado abrir el tesoro de la salvación a todos los hombres.

No porque la Iglesia tenga unos privilegios especiales, sino porque simplemente quiere cumplir la misión que Cristo le ha encomendado.

Cuando el corazón siente el peso de sus pecados, cuando el cansancio de la lucha lleva al desaliento y al miedo, cuando el diablo susurra que no podremos cambiar, podemos mirar ante nosotros y ver una puerta abierta: es la puerta de la misericordia.

Cristo vino al mundo para eso: para anunciar el Reino, para predicar la conversión, para sacrificarse y abrirnos el cielo, para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre.

 

La Iglesia recibe de Cristo unas llaves maravillosas. Con la mirada puesta en la Cruz y en la mañana de Pascua, tenemos la certeza de la victoria del Buen Pastor, de Aquel que es la verdadera Puerta para las ovejas: «si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto» (Jn 10,9).

El banquete está preparado. Las llaves han abierto la puerta. Hay que vestirse con traje de bodas (buenas obras) y llenarnos de esperanza. «Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura – el lino son las buenas acciones de los santos» (Ap 19,7 8; cf. Mt 22,11).

Pedro, ¿pesan las llaves? No te preocupes. Cristo ha rezado por ti. Confía y abre. Mira a tu Maestro y camina. Con tus lágrimas y tu humildad, grita y recuerda al mundo que el Señor nos ha preparado un lugar en los cielos, junto a su Padre, para siempre (cf. Jn 14,3).

 

 

No somos cristianos si nos hacemos la guerra unos a otros

«¡Qué triste es, cuando personas y pueblos que se enorgullecen de ser cristianos ven a los demás como enemigos y piensan en hacerse la guerra!»

 

 

Tal vez estemos lo suficientemente locos como para hacernos la guerra entre nosotros. Una guerra en Europa con consecuencias inimaginables. Pero al menos no nos digamos cristianos.

Estamos jugando con fuego. Quizá no nos bastan las guerras invisibles, esas guerras mundiales que cada año causan millones de muertos por hambre y pobreza, por enfermedades evitables, por la violencia de tantos conflictos olvidados, por la criminalidad de todos los días, por los accidentes en el trabajo o por esa guerra oculta que se llama soledad, exclusión, explotación, indiferencia.

Luego está la guerra de la que ya no tenemos más conciencia: aquella contra nuestros hijos asesinados en el vientre de sus madres. Quizás es la guerra más invisible. Quién sabe si algún día los descendientes nos condenarán por esta masacre silenciosa. Quien no ve estas grandes guerras da por sentada su pequeña paz. No nos condenemos a repetir los errores del pasado.

Tal vez no nos basta la pandemia que ya ha asolado a toda la humanidad, matando sin distinción y empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo aún más a algunos ricos. Y hoy solo las amenazas de guerra aumentan la pobreza de muchos y la riqueza de unos pocos.

 

 

Preocupan las rabias y los odios que se arremolinan en el mundo: los arranques de violencia, las palabras de desprecio, las explosiones de ferocidad. Preocupan las ofensas e insultos entre los mismos cristianos. Jesús dijo que nos reconocerán por el amor que nos tenemos unos a otros. En cambio, basta con echar un vistazo a las redes sociales y a los blogs: a menudo asistimos a enfrentamientos y agresiones mutuas sin frenos, quizá en nombre de la verdad y la justicia. San Pablo dice a los gálatas: «Si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!» (Gálatas 5,15). Pero si nos hacemos la guerra entre nosotros que creemos en el Evangelio, ¿cómo podemos pedir a los demás que no la hagan?

El Evangelio nos pide que amemos a nuestros enemigos, que venzamos el mal con el bien. Parece una utopía. Tal vez seamos tan locos como para hacernos la guerra unos a otros. Pero al menos no nos digamos cristianos.

 

 

Radiografía del catequista.

La catequesis, como inicio de la evangelización debe basarse sobre todo en el SER, porque es a nivel del SER, a nivel de la persona del catequista, donde se realiza la primera y más importante comunicación del mensaje Salvador.

 

 

Radiografía del catequista.

Los agentes de pastoral, comprometidos de tiempo atrás, en las tareas de la evangelización ya lo sabe: no es la cantidad de trabajo lo que hace crecer a una comunidad, sino la calidad. Una comunidad eclesial vigorosa, no se organiza, se engendra. Se engendra con carismas y de todos, el más fecundo es el de la santidad.

He preguntado a muchas catequistas que les preocupa más en el desarrollo de su trabajo evangelizador. A otros los he visto hacer.

A muchos lo que más les interesa es la preparación doctrinal y metodológica, para quedar y hacerlo bien.

Puede ser una respuesta legítima. Es más, hay que juzgarla como muy positiva en cuando puede ser la expresión de una toma de conciencia de la necesidad de una sólida preparación doctrinal y pedagógica, para desarrollar sin improvisación y con eficiencia las tareas de la catequesis.

De hecho, la preparación de los catequistas en los dos secretos mencionados es frecuentemente débil e insuficiente, y aún en eso le dejan toda la tarea al Espíritu Santo, olvidando que para eso los llamo.

 

Pero esta respuesta inmediata de muchos catequistas, no ha captado lo fundamental, no han dado en el blanco, porque se han centrado en el HACER, olvidando el SER. Hacen catequesis, no son apóstoles.

La catequesis, como inicio de la evangelización debe basarse sobre todo en el SER, porque es a nivel del SER, a nivel de la persona del catequista, donde se realiza la primera y más importante comunicación del mensaje Salvador.

Es a nivel del SER, donde el catequista debe centrar su mayor preocupación y atención.

La formación integral de los catequistas comprende varias dimensiones. La más profunda e importante hacer referencia al SER del catequista, a su dimensión humana y cristiana, para madurar y crecer ante todo como personas, como creyente y como apóstol, de modo que su acción brote, en verdad, del testimonio de su vida.

Son palabras del Directorio General para la Catequesis.

Todos los que trabajan en la pastoral y por supuesto los catequistas, están expuestos a una grave tentación: la de pensar que la acción apostólica les permite de alguna manera proponer o descuidar la realización de un camino personal de fe. No están exentos. ¡Todo lo contrario! Y el que no lo crea, mire a la gente que lo rodea. ¿Cuáles son los frutos de su activismo? A la proyección hacia lo extraño, el P. Maciel le llama, justamente, la herejía de la acción. El apostolado y la catequesis, pueden convertirse en una escapatoria o evasión para no prestar atención a cuanto está sucediendo dentro de nosotros mismos, a la fragilidad de los propios principios y a las contradicciones entre fe y vida.

 

 

La Iglesia evangeliza sobre todo por lo que ella es. Lo mismo se debe decir de todo catequista. No es, en primer lugar, lo que caracteriza a los catequistas, es más bien que lo son en profundidad, en la intimidad de su ser. No es cuestión de oficio, es cuestión de vida.

Su debilidad más preocupante no es a nivel técnico o doctrinal, su debilidad mayor es Espiritual: la debilidad y la incoherencia de su vida cristiana.

Por eso, la preparación espiritual del catequista, la plena maduración de su personalidad cristiana precede y está por encima de cualquier otro proyecto. La preparación teológica y metodológica, son importantes, pero vendrán después.

El catequista, en su preparación, debe tender hacia aquella madurez y que se mide, como dice San Pablo, con la estatura espiritual de Jesucristo.

El primer problema: el catequista.

 

 

La persona del catequista es la primera y más importante comunicación evangelizadora, por la dimensión experiencial que caracteriza tal comunicación.

El primer Heraldo cristiano es precisamente el catequista con su vida cristiana; y el primer factor metodológico es un su propia persona, porque el mensaje propuesto palabras y acciones se verá reforzado por el mensaje propuesto con la vida.

También desde el punto de vista de contenidos y pedagógico el primer problema de la catequesis es el catequista mismo.

El catequista es ante todo un cristiano, por lo tanto su ser ha sido plasmado por el Espíritu Santo, y su vida interior es una vida espiritual, una espiritualidad.

Ahora bien ¿el catequista es un cristiano especial, que debe tener una espiritualidad propia y específica?

Desempeñar un misterio que por su origen es siempre un don del Espíritu a la Iglesia, comporta, más que en cualquier otro bautizado, la exigencia de una fuerte espiritualidad; con sólidas virtudes morales, nobles actitudes interiores, indispensable para hacer creíble su obra. Me pregunto si existe una espiritualidad específica del catequista. Y si existe, ¿qué cosa la caracteriza?

 

 

Para responder a la pregunta, primero hay que aclarar lo que es una espiritualidad.

Ser cristiano significa elegir a Jesucristo y seguir los pasos de su vida. En esto, como es obvio, somos todos iguales y nuestro proyecto de vida es el mismo para todos.

Pero la propuesta de Jesús es tan rica que ninguna persona y ningún grupo pueden pensar en realizarlas plenamente. Es posible sólo una realización parcial, que acentúa uno u otro aspecto, dando así un matiz particular dentro de la fidelidad a la propuesta de Cristo en su conjunto.

 

Estos acentos están ligados al temperamento propio, a la respuesta personal a la gracia, a la educación recibida, a la pertenencia a determinado grupo, etc.

Estos acentos vividos con humildad y espíritu de servicio hacen más bello rostro de la iglesia y expresan mejor la riqueza, la profundidad y la amplitud de la experiencia cristiana.

Por eso las diversas espiritualidades son un grupo de donde Dios a la comunidad eclesial y a la misma humanidad. De cuanto se ha dicho se deduce fácilmente que debe haber una espiritualidad propia del catequista, teniendo en cuenta el puesto específico que ocupa la iglesia y el particular ministerio que en ella desempeña.

Como catequista vive de este modo propio la experiencia cristiana.

Para concluir entendemos por espiritualidad del catequista, aquella «dimensión permanente, que de modo orgánico, unitario y coherente caracteriza y anima todos los aspectos de su comportamiento, de sus elecciones metodológicas; promoviendo una síntesis coherente entre su vida y su fe, entre su ser y su obra; de tal forma que haga más transparente y creíble su propia experiencia cristiana en la comunidad».

 

 

Calidad de vida, ¿cómo mejorarla?

Reflexión sobre cómo trabajar por una vida plena y satisfactoria

 

 

¿Quién no quisiera tener una vida plena y satisfactoria?, llena de amor, de amigos que te quieran, lejos de problemas sociales y económicos y con una familia feliz. Pero para ello se necesita cuidar más de uno mismo, mantenernos sanos, tranquilos y lo más lejos posible de problemas, es decir, tener calidad en nuestra vida.

De acuerdo con cifras, el 90 por ciento de las personas, no hace o lo que quiere ni vive como le gustaría, es una cifra alta, pero el otro 10 por ciento es señal de que vivir bien es posible, sólo hay que tener la “formula” para lograr esa calidad de vida que la mayoría busca.

En entrevista con yoinfluyo.com, Iveth Lira Esparza, psicóloga de Mente y Vida Sana indicó que la calidad de vida se da cuando las necesidades primarias básicas se satisfacen con pocos recursos, “surtirse feliz, capaz, seguro y sano tanto física como mentalmente nos hace vivir con calidad, la calidad de vida se logra con los hábitos buenos, aquellos que nos benefician y nos hacen crecer”.

La especialista recomendó estar bien con uno mismo, “debemos cuidarnos, respetarnos y valorarnos, si no nos queremos a nosotros mismos no podremos ser felices con los demás, la vida es perfecta y ser millonario no es garantiza la calidad de vida, lo más importante es vivir con plenitud”.

De acuerdo con la OMS la calidad de vida es: «la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes.

“Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno», señala en sus estatutos.

Por otro lado, el Instituto Francés de la Ansiedad y el Stress, en París recomienda algunos puntos clave para alcanzar una buena calidad de vida:

Haga una pausa mínima de cinco a 10 minutos por cada dos horas de trabajo, a lo máximo. Repita estas pausas en su vida diaria y piense en usted, analizando sus actitudes.

Aprenda a decir no, sin sentirse culpable, o creer que lastima a alguien. Querer agradar a todos es un desgaste enorme.

Olvídese de una vez por todas de que usted es indispensable en su trabajo, su casa o su grupo habitual. Por más que eso le desagrade, todo camina sin su actuación, salvo usted mismo.

 

 

Separe los problemas reales de los imaginarios y elimínelos, porque son pérdida de tiempo y ocupan un espacio mental precioso para cosas más importantes.
Es necesario tener siempre a alguien a quien le pueda confiar y hablar abiertamente. No sirve de nada si está lejos.
La rigidez es buena en las piedras pero no en los seres humanos.
No abandone sus tres grandes e invaluables amigas: intuición, inocencia y fe.
Entienda de una vez por todas, definitivamente y en conclusión: “usted” es lo que “usted” haga de “usted” mismo.
Debemos aprender a vivir y alcanzar el máximo grado de desarrollo, lograr esa plenitud y crecer cada día más como humanos, recuerda que mientras estés bien los problemas se alejaran o se harán mismos.

 

 

¿Por qué es importante la Cátedra de San Pedro?

Esto es lo que debes saber de esta fiesta

 

La Iglesia celebra hoy la Fiesta de la Cátedra de San Pedro para recordar la autoridad del Vicario de Cristo en la tierra; por tal motivo, el sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus, reflexionó sobre su importancia tanto en la Iglesia como en el mundo entero.

“La Santa Sede, cuyo concepto se remonta al banco de madera de un pescador, a quien el Señor nombró Pastor de su Iglesia, es la más alta autoridad moral en todo el mundo actual”.

“También los no cristianos prestan atención a las palabras del Papa sobre la paz, migración y protección climática”, escribió Mons. Kolfhaus en una columna publicada en CNA Deutsch –agencia alemana del Grupo ACI– el 22 de febrero de 2017.

El Papa “goza del reconocimiento de alrededor de 170 estados y 20 organizaciones internacionales” y “es reconocido en virtud de sus relaciones de siglos con otros estados”, añadió el experto, al recordar que el Pontífice es también un soberano sujeto de derecho internacional.

“El Papa, y solo él entre todos los demás líderes religiosos, es quien goza de la autoridad de un jefe de estado, equiparada a la de los presidentes. Y todo esto se lo debe, por así decir, al banquillo de madera sobre el que se sentó San Pedro, cuando enseñaba a la comunidad de Roma”, agregó.

No obstante, el sacerdote dijo que más importante que los temas políticos es “la preservación y auténtica interpretación de la fe, que le fue confiada a Pedro y a sus sucesores”.

“A él le fue prometida –tal como bellamente muestra el altar en San Pedro– la especial asistencia del Espíritu Santo al explicar el Evangelio de Cristo desde la Tradición de la Iglesia y sus padres”.

 

“El Papa, y solamente él, tiene la potestad de las llaves, para atar y desatar. Él tiene poder directo, inmediato, limitado solo por la Ley Divina sobre toda la Iglesia. Él es el pastor supremo a quien le es confiado la totalidad del rebaño del Señor. La Iglesia celebra hoy este elevado servicio del servidor de los siervos de Dios”, enfatizó.

A pesar de estas características, Mons. Kolfhaus recordó que cada Papa debe tener conciencia de que es un “hombre frágil y débil” y “necesita constantemente purificación y conversión”.

“Pero debe tener también conciencia de que del Señor le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerlos unidos en la confesión de Cristo crucificado y resucitado”, añadió.

Por otra parte, el sacerdote indicó que el Obispo de Roma se sienta en su cátedra para dar “testimonio de Cristo” y que ese poder conferido por Cristo a Él y a sus sucesores “es, en sentido absoluto, un mandato para servir”.

“La potestad de enseñar, en la Iglesia, implica un compromiso al servicio de la obediencia a la fe”, recalcó.

Finalmente, Mons. Kolfhaus recordó que el Papa “no es un soberano absoluto cuyo pensamiento y voluntad son ley”.

“Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo”, concluyó.

 

 

La Cátedra de san Pedro y la centralidad del Papa

 

San Pedro

¿Por qué hay una festividad para una silla?

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El 22 de febrero se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro. Y muchos se preguntarán: ¿por qué hay una festividad para una silla?

En realidad no se festeja la silla como objeto material sino a la persona que ocupó el asiento y la autoridad espiritual que recibió de Jesucristo, quien sería el primer Papa, san Pedro.

La palabra «cátedra» significa asiento o trono. Es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica.

Sinónimo de cátedra es también «sede» y se refiere al lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

También cátedra es el “asiento elevado desde donde el maestro da lección a los discípulos”.

La fiesta de la cátedra de san Pedro, refiere a la autoridad espiritual concedida a san Pedro por Jesús.

Hay una tradición que dice que el 22 de febrero marca el aniversario del día en que Jesús dijo a Pedro:

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Mateo 16, 18

La Cátedra de San Pedro es también símbolo de la doctrina católica sobre la sucesión y la autoridad del episcopado, fundamentada en el mandato de Cristo a San Pedro y a sus sucesores.

 

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Lugares de culto

 

 

Detalles del techo, cúpula y Bernini Baldacchino o Baldaquin en la Basílica de San Pedro o la Basílica de San Pietro. Roma, Italia

Todos los años en esta fecha, el monumental altar, obra de Bernini, que acoge la Cátedra de San Pedro en el Vaticano, permanece iluminado con docenas de velas para significar la unidad de la Iglesia fundada sobre el apóstol Pedro.Se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.

Curiosidades

Hubo un tiempo en que se creyó que la auténtica silla de san Pedro estaba encerrada dentro de una escultura diseñada por Bernini para la basílica de San Pedro. Sin embargo, estudios arqueológicos recientes ponen en duda esta afirmación.

Arte y cultura

Fue al gran artista Gian Lorenzo Bernini a quien encomendaron la majestuosa obra que hoy contiene la cátedra de san Pedro.

Se encuentra en el presbiterio de la Basílica de San Pedro, enmarcada por pilastros. En el centro se sitúa el trono de bronce dorado, cuyo interior alberga la silla de madera.

Está decorado con un relieve que representa la traditio clavum o «entrega de llaves».

El trono se apoya sobre cuatro grandes estatuas, también en bronce. Representan a cuatro Padres de la Iglesia, en primer plano san Agustín y san Ambrosio, para la Iglesia latina, y san Atanasio y san Juan Crisóstomo, para la Iglesia oriental. Por encima del trono se encuentra la única vidriera dentro de la Basílica que representa al Espíritu Santo, iluminando de forma natural y muy sugestiva toda la obra que contiene esta importante silla. Junto al altar también obra maestra de Bernini, crean un centro majestuoso dentro la basílica y por encima de dónde se encuentran los restos del primer papa, san Pedro.

 

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Oración

Dios todopoderoso,
no permitas que seamos perturbados por ningún peligro,
tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

 

 

Galería fotográfica