• John 1:45-51
Amigos, el Evangelio de hoy nos trae la conversación de Jesús con Nathaniel (luego identificado con el Apóstol Bartolomé), quien realiza la primera profesión de fe del Nuevo Testamento en la divinidad de Cristo: “Maestro, Tú eres el hijo de Dios”. La fe es la virtud sobre la cual descansa el cristianismo y es la capacidad de ver más allá de los sentidos una realidad más profunda o elevada.
Hay una ilusión de fe en la parábola en la cueva de Platón donde vemos que un hombre escapa de la caverna en la cual estuvo viendo sólo sombras intermitentes sobre la pared. Cuando emerge de la oscuridad, está cegado por la intensidad de la luz del sol. Y cuando sus ojos se ajustan entonces vislumbra un nuevo mundo en profundidad y color.
De manera similar, el cristianismo sostiene que la revelación de Dios nos lleva más allá de lo que podemos saber y nos introduce en una dimensión del ser que vibra a un tono más alto. Ser una persona de fe es saber que el universo de los sentidos no es más que la punta del iceberg, una puerta de entrada. Y así resistir la idolatría del racionalismo de la Ilustración, que nos dice que solo la superstición y el oscurantismo están más allá de lo que los seres humanos podemos medir.
El signo concreto de que realmente hemos encontrado a Jesús es la alegría que sentimos al comunicarlo también a los demás. Leyendo el Evangelio vemos que esta ha sido la experiencia de los primeros discípulos: Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este amor nos transforma y nos hace capaces de transmitir a los demás la fuerza que nos dona. De alguna manera, podríamos decir que desde el día del Bautismo nos es dado a cada uno de nosotros un nuevo nombre además del que ya nos dan mamá y papá, y este nombre es Cristóforo». ¡Todos somos «Cristóforos»! ¿Qué significa esto? «Portadores de Cristo». Es el nombre de nuestra actitud, una actitud de portadores de la alegría de Cristo, de la misericordia de Cristo. Todo cristiano es un «Cristóforo», es decir, ¡un portador de Cristo! (Audiencia Jubilar, 30 enero 2016)
Bartolomé, Santo
Fiesta Litúrgica, 24 de agosto
Por: Redacción | Fuente: Centro de Espiritualidad Santa María
Apóstol y Mártir
Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)
Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.
Breve Biografía
A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.
Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa «regalo de Dios») Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.
El encuentro más grande de su vida.
El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: «Jesús se encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme». Felipe se encontró a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret». Natanael le respondió: » ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe le dijo: «Ven y verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» Natanael le preguntó: «¿Desde cuando me conoces?» Le respondió Jesús: «antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi». Le respondió Natanael: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre.» (Jn. 1,43 ).
Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: «¡Ven y verás que gran profeta es!»
Una revelación que lo convenció.
Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: «Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño». El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: «Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas». Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: «¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.
Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: «San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza».
Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.
Oración
Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén
¡Felicidades a los Bartolomés!
Ser otros Cristos
Santo Evangelio según san Juan 1, 45-51.
San Bartolomé Apóstol
Por: Luis De Ávila | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor mío y Dios mío, creo que estás aquí presente, que me cuidas y me escuchas. Sé que tienes algo qué decirme hoy. Concédeme en esta oración la gracia de escuchar tu Palabra y la fortaleza necesaria para actuar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”. Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Natanael se sorprendió que Jesús supiera todo de él. “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Muchas veces, debido a nuestra falta de fe, a nuestra naturaleza humana tan limitada, nos cuesta trabajo pensar que Cristo realmente piense particularmente en cada uno de nosotros. Sin embargo, vemos que no es así. Jesús sabe como me encuentro en este momento presente que leo esta meditación; me llama por mi nombre; me ama tal cual soy, y se llena de ilusión pensando en todo el bien que podría hacer con tan sólo ser un poco más dócil a su llamada, que todos los días sale a mi encuentro.
Jesús se manifiesta en las cosas simples, le gusta hacerse presente en la persona que está por salirme al encuentro; de hecho le encantaría que yo sea su rostro para tantas personas que encontraré hoy en mi camino.
Qué hermoso que Jesús pensará de nosotros al final de este día “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”, es decir, ser cristianos de una sola pieza, ser otros Cristos para los demás, vivir abnegados y buscar en todo la mayor gloria de Dios.
«Nosotros cristianos por la fe, tenemos al Espíritu Santo dentro de nosotros, que nos hace ver y escuchar la verdad de Jesús, que ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado. Esto, por lo tanto, es el anuncio de la vida cristiana: ¡Cristo está vivo! ¡Cristo ha resucitado! Cristo está entre nosotros en la comunidad, nos acompaña en el camino. Y no obstante la fatiga que a veces hacemos para comprender, una de las dimensiones de la vida cristiana es precisamente esta: el anuncio. Lo entendemos bien por el pasaje de la Escritura donde se lee que Juan afirmó: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos”. Como si dijera: Cristo resucitado es una realidad y yo doy testimonio de esto». (Homilía de S.S. Francisco, 22 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de preguntarme 10 veces en este día: ¿qué haría Cristo en mi lugar en esta determinada situación?, y atreverme a resolverlo como Él lo haría.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
En los momentos difíciles, invoquemos a María, nuestra Madre
Catequesis del Papa Francisco, 23 de agosto de 2023.
En la audiencia general de este miércoles 23 de agosto, el Papa retoma el ciclo de catequesis dedicadas al tema del celo apostólico, reflexionando sobre la evangelización en el continente americano. Francisco ofrece a los fieles el testimonio de santo mexicano Juan Diego, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe haciendo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios.
La Virgen María se encarna en la vida de los pueblos
El Evangelio, afirma el Papa al iniciar su catequesis, había llegado al Nuevo Continente antes de la aparición mariana en Guadalupe, pero «había sido acompañado por intereses mundanos»:
En lugar del camino de la inculturación, se había tomado con demasiada frecuencia el camino presuroso de implantar y e imponer modelos preestablecidos, faltando el respeto a los pueblos indígenas. La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con las prendas de los indígenas, habla su lengua, acoge y ama la cultura local.
Juan Diego, una persona humilde
El Papa observa que el Evangelio se transmite en la lengua materna, la más adecuada para ser comprendida por la gente, y aprovecha para agradecer a las madres y a las abuelas que son las primeras anunciadoras de la fe hijos y nietos. A continuación, describe la figura de San Juan Diego diciendo:
Era una persona humilde, un indio del pueblo: en él se posó la mirada de Dios, que ama hacer maravillas a través de los pequeños.
El anuncio requiere constancia y paciencia
A continuación, relata la extraordinaria historia vivida por Juan Diego, que comenzó en diciembre de 1531, a la edad de 55 años. Un día, durante un viaje, el hombre ve en un cerro a la Madre de Dios, que le llama «mi hijito amado Juanito» y le invita a presentarse ante el obispo para pedirle que construya un templo en aquel lugar. Varias veces tiene que volver a hablar con el obispo porque al principio no le creen y varias veces María le consuela y le anima. Francisco subraya:
He aquí la fatiga, la prueba del anuncio: a pesar del celo, llega lo inesperado, a veces de la misma Iglesia. Para anunciar, en efecto, no basta dar testimonio del bien, es necesario saber soportar el mal. No lo olvidemos: para anunciar el Evangelio no basta con dar testimonio del bien, sino que hay que saber soportar el mal. El cristiano hace el bien, pero soporta el mal. Ambas cosas van juntas; la vida es así. Incluso hoy, en tantos lugares inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas requiere perseverancia y paciencia, requiere no temer el conflicto, no desfallecer. Estoy pensando en un país donde los cristianos son perseguidos, porque son cristianos y no pueden hacer su religión bien y en paz.
Las sorpresas de Dios
Para poder creer a Juan Diego y cumplir su petición, el obispo pide una señal, la Virgen le anima diciéndole: «¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?».
Es hermoso, esto, la Virgen muchas veces cuando estamos en la desolación, en la tristeza, en la dificultad, también nos lo dice a nosotros, en el corazón: «¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?»
Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas para seguir adelante.
Y es la misma Virgen quien invita al indio a recoger flores en lo alto de la colina y a dárselas, llevándolas en su manto, al obispo:
Y he aquí: en la tela del manto aparece la imagen de Nuestra Señora, aquella extraordinaria y viva que conocemos, en cuyos ojos aún están impresos los protagonistas de aquel tiempo. He aquí la sorpresa de Dios: cuando hay voluntad y obediencia, Él puede realizar algo inesperado, en tiempos y modos que no podemos prever.
Los santuarios oasis de consuelo y misericordia
Así se construye el santuario y Juan Diego dedica su vida a acoger a los peregrinos y a evangelizarlos. Y el Papa concluye:
Esto es lo que sucede en los santuarios marianos, meta de peregrinación y lugar de anuncio, donde todos se sienten como en casa (…). Allí se acoge la fe de modo sencillo, se acoge la fe de modo auténtico, de modo popular, y la Virgen, como dijo a Juan Diego, escucha nuestros llantos y cura nuestras penas. Aprendamos esto: cuando hay dificultades en la vida, acudamos a la Madre; y cuando la vida es feliz, acudamos a la Madre -también- para compartirlo. Necesitamos acudir a estos oasis de consuelo y de misericordia, donde la fe se expresa en lenguaje materno; donde depositamos las fatigas de la vida en los brazos de la Virgen y volvemos a la vida con paz en el corazón, tal vez con la paz de los hijos.
San Bartolomé o Natanael, apóstol y modelo de sinceridad
Uno de los Doce Apóstoles que Jesús escogió, también llamado Natanael. Es protector de las enfermedades de piel y nerviosas
San Bartolomé es uno de los Doce Apóstoles y aparece en el evangelio citado también como Natanael.
Nació en Caná de Galilea y fue san Felipe quien lo presentó a Jesús estando cerca del Jordán. El Señor le invitó a seguirle y fue llamado por Cristo a ser uno de los Doce.
Muchos investigadores consideran que Bartolomé es un sobrenombre dado a Natanael (que significa «regalo de Dios»). Este apóstol aparece como Natanael en el evangelio de san Juan y se le sitúa como compañero de Felipe. En cambio, en los tres evangelios sinópticos el nombre del compañero de Felipe es Bartolomé.
El evangelio de san Juan narra así la llamada de Jesús a Felipe y a Natanael:
“Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme».
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».
Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Después de haber sido testigo de la vida, Resurrección y Ascensión del Señor a los cielos, tal como narran los evangelios, la tradición lo sitúa evangelizando en la India.
También por tradición nos ha llegado que este apóstol murió mártir, ya que lo despellejaron vivo.
Patronazgo
San Bartolomé es protector contra las enfermedades de piel y nerviosas. También es patrono de varias ciudades de Europa, de los mineros, albañiles, agricultores, viticultores, pastores, trabajadores del cuero, curtidores, talabarteros, zapateros, sastres, panaderos, carniceros y comerciantes del aceite y el queso (en Florencia).
Oración
Fortalece, Señor, nuestra fe, para que nos adhiramos a Cristo, tu Hijo, con la misma sinceridad con que lo hizo el apóstol San Bartolomé, y haz que, por la intercesión de este santo, sea siempre tu Iglesia sacramento de salvación universal para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.