Luke 9:28b-36

Amigos, el Evangelio de hoy relata la historia de la Transfiguración. En ella, Jesús glorificado representa el cumplimiento de lo revelado en el Antiguo Testamento, simbolizado por Moisés, quien representa la Ley, y Elías, quien representa a los profetas.

Veamos las dos divisiones principales. Dios entrega la Torá, la Ley, a su pueblo, para que pueda convertirse en un pueblo sacerdotal, una nación santa, un pueblo elegido, con la esperanza de que luego funcionara como una especie de imán para el resto del mundo. Pero la Ley no prosperó. Desde el principio, la gente se apartó de sus mandatos y se volvieron iguales a las naciones que los rodeaban.

Y luego los profetas. Una y otra vez escuchamos el llamado a ser fieles a la Torá, a seguir los caminos del Señor. Los profetas se volvieron contra Israel misma repetidamente, recordándole su pecaminosidad. Y luego viene Jesús, Dios y hombre. Jesús hizo lo que ningún héroe del judaísmo había hecho jamás: cumplió la Ley, fue absolutamente obediente a las exigencias del Padre, hasta el punto de dar su vida. Así, llevó la Torá y a los profetas a su plenitud.

Transfiguración de Jesús

Fiesta Litúrgica, 6 de agosto

Nuestro Señor mostró su gloria a tres de sus apóstoles en el monte Tabor

Narra el santo Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10) que unas semanas antes de su Pasión y Muerte, subió Jesús a un monte a orar, llevando consigo a sus tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan. Y mientras oraba, su cuerpo se transfiguró. Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve, y su rostro más resplandeciente que el sol. Y se aparecieron Moisés y Elías y hablaban con El acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.

Pedro, muy emocionado exclamó: -Señor, si te parece, hacemos aquí tres campamentos, uno para Ti, otro para Moisés y otro para Elías.

Pero en seguida los envolvió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo».

El Señor llevó consigo a los tres apóstoles que más le demostraban su amor y su fidelidad. Pedro que era el que más trabajaba por Jesús; Juan, el que tenía el alma más pura y más sin pecado; Santiago, el más atrevido y arriesgado en declararse amigo del Señor, y que sería el primer apóstol en derramar su sangre por nuestra religión. Jesús no invitó a todos los apóstoles, por no llevar a Judas, que no se merecía esta visión. Los que viven en pecado no reciben muchos favores que Dios concede a los que le permanecen fieles.

Se celebra un momento muy especial de la vida de Jesús: cuando mostró su gloria a tres de sus apóstoles. Nos dejó un ejemplo sensible de la gloria que nos espera en el cielo.

Un poco de historia

transfiguraciónJesús se transfiguró en el monte Tabor, que se se encuentra en la Baja Galilea, a 588 metros sobre el nivel del mar.

Este acontecimiento tuvo lugar, aproximadamente, un año antes de la Pasión de Cristo. Jesús invitó a su Transfiguración Pedro, Santiago y Juan. A ellos les dio este regalo, este don.

Ésta tuvo lugar mientras Jesús oraba, porque en la oración es cuando Dios se hace presente. Los apóstoles vieron a Jesús con un resplandor que casi no se puede describir con palabras: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos eran resplandecientes como la luz.

Pedro quería hacer tres tiendas para quedarse ahí. No le hacía falta nada, pues estaba plenamente feliz, gozando un anticipo del cielo. Estaba en presencia de Dios, viéndolo como era y él hubiera querido quedarse ahí para siempre.

Los personajes que hablaban con Jesús eran Moisés y Elías. Moisés fue el que recibió la Ley de Dios en el Sinaí para el pueblo de Israel. Representa a la Ley. Elías, por su parte, es el padre de los profetas. Moisés y Elías son, por tanto, los representantes de la ley y de los profetas, respectivamente, que vienen a dar testimonio de Jesús, quien es el cumplimiento de todo lo que dicen la ley y los profetas.

Ellos hablaban de la muerte de Jesús, porque hablar de la muerte de Jesús es hablar de su amor, es hablar de la salvación de todos los hombres. Precisamente, Jesús transfigurado significa amor y salvación.

Seis días antes del día de la Transfiguración, Jesús les había hablado acerca de su Pasión, Muerte y Resurrección, pero ellos no habían entendido a qué se refería. Les había dicho, también, que algunos de los apóstoles verían la gloria de Dios antes de morir.

Pedro, Santiago y Juan experimentaron lo que es el Cielo. Después de ellos, Dios ha escogido a otros santos para que compartieran esta experiencia antes de morir: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús y San Pablo, entre otros. Todos ellos gozaron de gracias especiales que Dios quiso darles y su testimonio nos sirve para proporcionarnos una pequeña idea de lo maravilloso que es el Cielo.

Santa Teresita explicaba que es sentirse “como un pajarillo que contempla la luz del Sol, sin que su luz lo lastime.”

¿Qué nos enseña este acontecimiento?

  • Nos enseña a seguir adelante aquí en la tierra aunque tengamos que sufrir, con la esperanza de que Él nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo.
  • A entender que el sufrimiento, cuando se ofrece a Dios, se convierte en sacrificio y así, éste tiene el poder de salvar a las almas. Jesús sufrió y así se desprendió de su vida para salvarnos a todos los hombres.
    A valorar la oración, ya que Jesús constantemente oraba con el Padre.
  • A entender que el Cielo es algo que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los días.
  • A vivir el mandamiento que Él nos dejó: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.

Habrá un juicio final que se basará en el amor, es decir, en cuánto hayamos amado o dejado de amar a los demás.Dios da su gracia a través de la oración y los sacramentos. Su gracia puede suplir todas nuestras debilidades.

¡Dios está conmigo!

Santo Evangelio según San Mateo 17, 1-9. Transfiguración del Señor

Por: H. Adrián Olvera, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, hoy descubro que ahí donde Tú estés, es donde yo quiero estar.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quiere, haremos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo». Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: «Levántense y no teman». Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Si hago un esfuerzo y me pongo a pensar un poco, descubro que en mi vida han habido ciertos momentos, segundos e instantes en donde he podido gritarle al mundo: «Dios está conmigo»; me ha tomado consigo y me ha revelado de manera evidente la grandeza de su amor.

No es que algunas veces esté y otras no… Simplemente son momentos donde me ha deslumbrado el resplandor de su Corazón. Esos momentos se han convertido en pilares y refugios en los momentos difíciles… en los momentos de soledad; aunque también son rincones en mi vida en donde me encanta descansar.

La rutina, la cotidianidad, el paso de la vida a veces me hacen olvidar estos momentos;  me hacen olvidar esos caminos a los que Dios me ha querido invitar. Ahí donde me ha dicho que está conmigo, que me espera… Ahí donde ha surgido desde lo más profundo de mi alma de manera tan natural: «hagamos tres chozas, aquí quiero estar».

La transfiguración del Amor de Dios que he tenido a lo largo de mi vida no sólo son momentos que ya no están… momentos que son hermosos de recordar. Son encuentros que marcan un camino que quiero seguir… son encuentros que llenan de esperanza cualquier circunstancia de mi vida… Son encuentros que me hacen querer vivir.

Si hago un esfuerzo y me pongo a pensar un poco… puedo gritarle al mundo: ¡Dios está conmigo!

La «luminosidad» que caracteriza este evento extraordinario simboliza el objetivo: iluminar las mentes y los corazones de los discípulos para que puedan comprender claramente quién es su Maestro. Es un destello de luz que se abre de repente sobre el misterio de Jesús e ilumina toda su persona y toda su historia.

(Ángelus de S.S. Francisco, 12 de marzo de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Vivir este día con una actitud de asombro ante las manifestaciones del Amor de Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Transfiguración, donde Jesús mostró su gloria

Jesús muestra su Transfiguración delante de Pedro, Santiago y Juan, mientras la voz del Padre proclama: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo»

En la Transfiguración del Señor, Jesús se mostró a tres de los Apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) tal como es, en la gloria que le corresponde como Dios. Los tres evangelios sinópticos narran este suceso milagroso. En el Evangelio de San Lucas se describe así:

«Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: ‘¡Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: ‘Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo’. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto». (Lc 9, 28-36)

La Transfiguración, fiesta milenaria

Acerca de la celebración de la fiesta de la Transfiguración, la obra de referencia «Vidas de los Santos» de Alan Butler, explica:

«En el Oriente es más pronunciada que en el Occidente la tendencia a conmemorar con fiestas especiales los incidentes narrados en los Evangelios. Por consiguiente, lo más probable es que la fiesta de la Transfiguración sea de origen oriental.

Lo que consta con certeza es que antes del año 1000 se celebraba ya solemnemente esta fiesta en la Iglesia bizantina el 6 de agosto […]

Algunas Iglesias de Occidente celebraban esporádicamente la Transfiguración en diversas fechas.

El Papa Calixto III la convirtió en fiesta de la Iglesia universal para conmemorar la victoria obtenida sobre los turcos en 1456″.

6 de agosto: una victoria que protegía la fe

Pintura húngara del siglo XIX sobre la Victoria de Belgrado

Efectivamente, la fiesta se instituyó universalmente en memoria de la victoria del ejército cristiano comandado por Juan Hunyadi sobre los turcos en Belgrado el 6 de agosto de 1456.

De ahí que el Papa Calixto mandara levantar iglesias en honor al Salvador del Mundo.

Reflexión de san Juan Pablo II

El Papa san Juan Pablo II, en el año 2000, invitó a vivir esta fiesta litúrgica como una invitación a contemplar el rostro del Hijo de Dios que, en la montaña, se transfigura delante de Pedro, Santiago y Juan, mientras la voz del Padre proclama desde la nube: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

Escúchenlo” (Mc 9, 7). San Pedro, recordando con emoción ese acontecimiento, afirmará: “Hemos sido testigos oculares de su grandeza” (2 P 1, 16).

«En la época actual, dominada por la así llamada ‘civilización de la imagen’ es más fuerte el deseo de contemplar con los propios ojos la figura del Maestro divino, pero conviene recordar sus palabras: ‘Dichosos los que crean sin haber visto'» (Jn 20, 29).