Matthew 16:24-28

Amigos, en nuestro Evangelio de hoy, Jesús describe el sacrificio de convertirse en su discípulo: “Quien quiera seguirme, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme”. Tenemos una visión muy antiséptica de la cruz, porque la hemos visto durante tanto tiempo como un símbolo religioso.

Pero durante los primeros nueve siglos, aproximadamente, de la dispensación cristiana, los artistas no representaron la cruz, pues era demasiado brutal. Digas lo que digas sobre la violencia en La Pasión de Cristo de Mel Gibson, probablemente se acercó como ninguna otra obra de arte a mostrar la realidad de una crucifixión romana.

Pero aquí está la idea: en esa cruz debemos ver no solo una muestra de violencia, sino nuestra propia fealdad. ¿Qué fue lo que llevó a Jesús a la cruz? Necedad, enojo, desconfianza, injusticia institucional, traición de amigos, negación, crueldad indescriptible, buscar un chivo expiatorio y miedo. En otras palabras, toda nuestra disfuncionalidad se revela en esa cruz. Bajo la luz de la cruz, nadie puede repetir las palabras de la filosofía popular actual: “Yo estoy bien, y tú estás bien”. Por eso hablamos de la cruz como juicio de Dios sobre el mundo.

Domingo de Guzmán, Santo

Memoria Litúrgica, 8 de agosto
Por: Centro de Espiritualidad Santa María / Fuente: Centro de Espiritualidad Santa María

Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: Memoria de santo Domingo, presbítero, que siendo canónigo de Osma se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, mandando a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto (1221).

Etimológícamente: Domingo = del Señor. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía

Los Padres Dominicos están hoy de fiesta. Santo Domingo de Guzmán los fundó en el siglo XIII. Durante tantos años han hecho y siguen haciendo un gran bien a la Iglesia en todo el mundo.

El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa.

A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.

Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: «No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos».

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: «Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones».

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.

Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: «Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios». Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:

Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.

Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas p

or todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.

Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: «la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos». Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: «De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación». Pasaba noches enteras en oración.

Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.

Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: «Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte», dijo: «¡Qué hermoso, qué hermoso!» y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice Gregorio IX lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: «De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo».

¡Felicidades a quienes lleven este nombre y a los Dominicos y Dominicas!

“Hay silencios que hieren, pero hay palabras que curan”.

El que quiera venir conmigo

Santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28. Viernes 18ª semana del Tiempo Ordinario

Por: H. Jose Torres, LC | Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor que abra mi corazón a tus inspiraciones, y así poder cumplir siempre tu santa voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras. Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Estas palabras de Jesús nos invitan preguntarnos qué tan desprendidos somos de nuestros criterios para dejar que el Espíritu hable en nuestros corazones, y cuan dócil soy en sus manos para dejarme modelar por Él.

Cargar con nuestra cruz y seguir a Cristo es esa nuestra misión, nada simple pero tampoco imposible, Dios jamás pedirá cargar una cruz que nosotros no podamos cargar. Hoy es un buen momento para contemplar la cruz y ver como Cristo desde el patíbulo nos bendice, con sus brazos extendidos sobre el madero, con ademan de sacerdote eterno.

Contemplemos sus llagas donde brota la gracia y la misericordia.

«Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles» la fuerza de nuestros días se funda en la esperanza de una vida eterna, de una vida colmada de misericordia de amor, y es eso lo que nos tiene que motivar a vivir todos los días, con el corazón puesto en Cristo, buscando trasformar mis actividades de la vida ordinaria en extraordinarias.

Lo maravilloso de nuestras actividades es que podemos hacerlas no como las hace el mundo, sino como las haría Jesús en sus años de vida oculta. Pensemos en María santísima, como sería su trabajo en casa de Nazaret, cuanto amor pondría en todo lo que hace sabiendo que servía al Rey de reyes, cuantos detalles tendría para con su prójimo, con sus vecinos, parientes, etc, pidamos a nuestra madre del cielo que nos ayude a ser siervos humildes, que aprendamos a servir a nuestro Padre del cielo como lo hizo ella porque «La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante».

«No se trata de una cruz ornamental, o ideológica, sino es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor, por los padres, por los hijos, por la familia, por los amigos, también por los enemigos; la cruz de la disponibilidad a ser solidario con los pobres, a comprometerse por la justicia y la paz».

(Ángelus de S.S. Francisco, 19 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En cualquier momento del día, rezar un ave María, pidiendo que mi alma este siempre cerca de Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores

Entregado a la predicación y a la catequesis, difundió por toda la Iglesia universal el rezo del rosario

Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega (Burgos, España) en el año 1171. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés. Los tres aprendieron de su madre, Juana de Aza, a tener una intensa vida de piedad y un gran amor a la Eucaristía. Tanto Juana como Manés han sido declarados beatos.

A los 14 años, Domingo se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia. Estudiaba, trabajaba y destacaba por su madurez y su buen humor. Leía libros de espiritualidad y hacía muchas obras de caridad. Sus libros preferidos serían más tarde el evangelio de san Mateo y las Cartas de san Pablo.

Llegó a vender sus libros para dar de comer a los pobres.

Acompañó al obispo del Burgo de Osma al sur de Francia. Al ver que los misioneros no eran ejemplares, se removió y decidió entregarse a Dios en la oración y la predicación para convertir a las personas alejadas. Era un momento especialmente difícil en la Iglesia a causa de la herejía cátara. Para ello, debía ser penitente, rezar y dedicar muchas horas a la atención de la gente.

El poder de la oración

Al ver también que algunos empleaban la amenaza como método para convencer a los herejes, santo Domingo repuso: “Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores porque nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio, con la humildad sí se ganan los corazones.”

En agosto de 1216 fundó una comunidad que sería el origen de la Orden de Predicadores. Eran 16 hombres: ocho franceses, siete españoles y uno inglés. En muy poco tiempo, la orden se extendió y se fundó un gran número de conventos. Se les llamaba también “dominicos” porque santo Domingo era su fundador.

Pronto alcanzaron prestigio en las mejores Universidades europeas, entre ellas París y Bolonia.

Siempre su objetivo prioritario era catequizar allá donde estuvieran.

Falleció el 6 de agosto de 1221, exhausto y después de que le prestaran un colchón porque dormía sin él.

Mientras quienes lo acompañaban en sus últimos momentos rezaban «que todos los ángeles y santos salgan a recibirte», él dijo: «¡qué hermoso, qué hermoso!». Así murió.

Aunque santo Domingo no fue el creador de la devoción del santo rosario, sí fueron él y la Orden de Predicadores sus grandes difusores en toda la Iglesia Universal.

Oración

Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las enseñanzas de Santo Domingo de Guzmán y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.