.

 

 

• Mark 12:38-44

• En el Evangelio de hoy Jesús alaba la generosidad de una viuda pobre. Sabemos que tal generosidad toma como modelo el dar de Dios que derrocha y llena de gracias en tal entrega. 

El cristianismo enseña que todas las personas son pecadoras y, por lo tanto, merecen una pena, pero que Dios, por pura generosidad, les da lo que no se merecen. Piensen en aquellas estrofas de una de las más populares poesías cristianas: “Gracia asombrosa, cuán dulce el sonido ¡Que salvó a un desgraciado como yo!”.

Dios derrama toda la creación en un acto efervescente de generosidad, y luego, y aún más sorprendentemente, atrae a sus criaturas humanas, a través de Cristo, a la intimidad de la amistad con Él. El cristianismo es una religión de gracia que se regocija en tal generosidad divina. Piensen dentro de este contexto en la parábola de los trabajadores contratados en diferentes momentos del día o en la historia del hijo pródigo.

Pero sabemos que el regalo no es solo para nosotros, más bien, la generosidad de Dios está destinada a despertar una generosidad similar en nosotros. Si la gracia asombrosa ha salvado a un desgraciado como yo, tengo que convertirme en vehículo de gracia para cada alma perdida que me rodea.

Así dice el Evangelio, echa en el tesoro todo lo que tenía para vivir. El Evangelio nos pone delante de este sorprendente contraste: los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece todo lo poco que tiene. Dos símbolos de actitudes humanas. Jesús mira las dos escenas.

Y es precisamente este verbo —“mirar”— que resume su enseñanza: a quien vive la fe con duplicidad, como esos escribas, “debemos mirar” para no ser como ellos; mientras que a la viuda debemos “mirarla” para tomarla como modelo. (…) Jesús nos invita a mirar a la pobre viuda. El Señor denuncia la explotación hacia esta mujer que, para dar la ofrenda, debe volver a casa sin siquiera lo poco que tiene para vivir. ¡Qué importante es liberar lo sagrado de las ataduras del dinero! (…) Pero, al mismo tiempo, Jesús alaba el hecho de que esta viuda da al Tesoro todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque confía en el tanto de Dios, y ese tanto de Dios multiplica la alegría de quien dona. (…)

 

 

De esta manera Jesús la propone como maestra de fe, esta señora: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad. Sus monedas tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional. Aprendamos de ella: una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos. (Ángelus 7 de noviembre de 2021)

 

 

San Landerico creó el mayor hospital de París en la Edad Media

Landry fue ordenado obispo en tiempo de hambruna: vendió sus posesiones y las dio a los pobres mientras atendía a los reyes de Francia

 

 

Landerico (Landry) fue ordenado obispo de París en el año 650. Era un año de hambruna.

Su tarea más destacada fue la construcción del mayor hospital de la época, que fue levantado junto a la catedral de Notre-Dame.

 

 

En un principio estaba dedicado a san Cristóbal, pero enseguida pasó a llamarse Hôtel-Dieu de París, ¡y todavía hoy existe!

 

 

El obispo destacó por su preocupación por los pobres y desvalidos. Con el hospital no se llegaban a cubrir las necesidades de la ciudad, pero sí a paliar en algo la situación. Se dice que en cada cama había en ese momento un enfermo, un moribundo y un muerto.

 

 

Entrega total

Por su parte, Landerico, no hacía distinción de personas y trataba a todos con caridad.

Consta que llegó a vender sus objetos personales, mobiliario e incluso algunos objetos de culto para repartir el dinero entre los pobres.

Landerico, junto a 23 obispos más, fue uno de los firmantes de la carta de privilegios que Clodoveo II concedió a la abadía de Saint-Denis en 653.

También encargó la redacción de las llamadas Fórmulas de Marculfo, que son formularios jurídicos eclesiásticos.

En París hizo levantar la iglesia de san Germán de Auxerre, que convirtió en la parroquia de los reyes de Francia.

 

 

San Landerico falleció en el año 661 (la fecha no se sabe con certeza). Fue enterrado en la abadía de Saint-Germain-Auxerrois.

Allí se conservaron la mayoría de sus restos, a excepción de dos huesos que se trasladaron a la parroquia de Saint-Landry en el año 1408.

Sin embargo, durante la Revolución Francesa los restos fueron sacados de Saint-Germain y están en paradero desconocido.

En la iglesia quedan hoy una estatua y unos frescos dedicados al santo en una de las capillas.

Su festividad se celebra el 10 de junio.

Oración

Señor, Dios nuestro,
que en san Landerico
has querido dar a tu Iglesia
un modelo de buen pastor,
concédenos, por su intercesión,
ser apacentados un día
con la grey de tus santos
en la abundancia de los gozos eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

 

En su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir

Santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44.

 

 

Sábado IX del Tiempo Ordinario


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.
Cristo, Rey nuestro.


¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Señor, creo en ti. Pongo todo mi ser a tu disposición, mis afectos, mis pensamientos, mis sentidos, todo mi corazón. Quiero estar aquí contigo.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44


En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”. En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Palabra del Señor.



 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Señor, no deseo suscitar en mí un sentimiento falso de culpabilidad, pero siento que la actitud del «fariseo» puede aplicárseme también. ¡Tengo un corazón que tan frecuentemente se busca a sí mismo! O, para decirlo más directamente: tantas veces me percato que aún soy egoísta. Pero esto no lo traigo a mi memoria para caer en la desesperación, sino para crear conciencia y dirigir nuevamente mi mirada sólo a ti.
Sí: quiero apartar la vista de mí mismo, dejar de admirarme demasiado y contemplarte a ti. Y en tu rostro ver también a mis hermanos y hermanas. ¿Me siento quizá el centro, el protagonista, la figura en torno a la cual de verdad gira todo el mundo? Es que, es cierto que tengo problemas y me parecen más grandes que los de los demás; quizá por eso me cuesta tanto quitar la vista de mí mismo.
Ahora bien, ¿alguna vez he intentado olvidarme un poco de mis deseos para cumplir los de mi prójimo?, ¿sean los de mis amigos, mi cónyuge, mis hijos, mis compañeros de trabajo o apostolado?, ¿por qué no hacer la prueba? En eso consiste, en parte, el testimonio del Evangelio: en negarse a sí mismo. Pero no es un negarse sin sentido, sino en miras a amar.
Ésa es la actitud que quiero formar en mi corazón, ése es el afecto que quiero que crezca en mí, Señor. El olvidarme un poco de mí en este día para pensar un poco en el otro. Y que mis obras se centren en amar.
Tengo tu testimonio, tengo tu gracia y tengo tu compañía.



 

 

«Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, con el desconcierto de los discípulos, hace subir a la cátedra y presenta como maestra de Evangelio vivo. Por intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad alegre y gratuita».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de noviembre de 2015).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a hacer un detalle de caridad para con alguien que no suelo tenerlo.


 

 

Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Novena al Sagrado Corazón de Jesús

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad

 






Por: n/a | Fuente: devocionario.com


Por la señal de la santa Cruz, etc.


Acto de Contrición (Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, etc.)

ORACIÓN PREPARATORIA

¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Rezar a continuación la oración del día que corresponda.

DÍA PRIMERO

 

Oración. ¡Oh Corazón sacratísimo y melifluo de Jesús, que, con ferventísimos deseos y ardentísimo amor, deseáis corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones! Inflamad y consumid las maldades e imperfecciones del mío, para que se abrase en vuestro amor; dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amantísimo Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma.


Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA SEGUNDO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón amabilísimo de Jesús, celestial puerta por donde nos llegamos a Dios y Dios viene a nosotros! Dignaos estar patente a nuestros deseos y amorosos suspiros, para que, entrando por vos a vuestro Eterno Padre, recibamos sus celestiales bendiciones y copiosas gracias para amaros. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, sí es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA TERCERO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón Santísimo de Jesús, camino para la mansión eterna y fuente de aguas vivas! Concededme que siga vuestras sendas rectísimas para la perfección y para el cielo, y que beba de vos el agua dulce y saludable de la verdadera virtud y devoción, que apaga la sed de todas las cosas temporales. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA CUARTO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón purísimo de Jesús, espejo cristalino en quien resplandece toda la perfección! Concededme que yo pueda contemplaros perfectamente, para que aspire a formar mi corazón a vuestra semejanza, en la oración, en la acción y en todos mis pensamientos, palabras y obras. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA QUINTO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús, órgano de la Trinidad venerada, por quien se perfeccionan todas nuestras obras! Yo os ofrezco las mías, aunque tan imperfectas, para que supliendo vos mi negligencia, puedan aparecer muy perfectas y agradables ante el divino acatamiento. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

 

 

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA SEXTO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón amplísimo de Jesús, templo sagrado donde me mandáis habite con toda mi alma, potencias y sentidos! Gracias os doy por la inexplicable quietud. sosiego y gozo que yo he hallado en este templo hermoso de la paz, donde descansaré gustoso eternamente. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA SÉPTIMO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón clementísimo de Jesús!, divino propiciatorio, por el cual ofreció el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones, diciendo: «Pídeme por el Corazón de mi amantísimo Hijo Jesús; por este Corazón te oiré, y alcanzarás cuanto me pides». Presento sobre vos a vuestro Eterno Padre todas mis peticiones, para conseguir el fruto que deseo. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros y Avemarías. Oraciones finales.

DÍA OCTAVO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

Oración. ¡Oh Corazón amantísimo de Jesús, trono ígneo y lucidísimo, inflamado en el amor de los hombres, a quienes deseáis abrasados mutuamente en vuestro amor! Yo deseo vivir siempre respirando llamas de amor divino en que me abrase, y con que encienda a todo el mundo, para que os corresponda amante y obsequioso. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

DÍA NOVENO

Rezar el Acto de Contrición y la oración preparatoria.

 

Oración. ¡Oh Corazón dolorosísimo de Jesús, que para ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor con que padecisteis tantos dolores y penas para salvarnos, los quisisteis representar en la cruz, corona de espinas y herida de la lanza, con que os manifestasteis paciente y amante al mismo tiempo! Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, correspondiendo agradecido a vuestro amor, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.

Rezar las oraciones finales.

ORACIONES FINALES

Al Padre eterno. ¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
(Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena)

 

 

Oración. ¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.

 

 

El amor se comunica rebajándose, no imponiéndose

En la homilía de la Misa de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en San Pedro.


 

 

«El amor, la vida se comunican rebajándose y no imponiéndose. No hay otro tesoro más precioso que debamos custodiar los cristianos». Así resumió el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica vaticana y vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano, la primera enseñanza de Cristo a nosotros sus discípulos, al concluir su homilía en la misa de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, presidida en San Pedro, en el altar de la Cátedra. El cardenal franciscano recordó que Jesús, «cuando habla de ser elevado, alude siempre a su elevación en la cruz, es decir, a su abajamiento, porque es allí donde resplandece el amor de Dios por el hombre».

La invitación a la fraternidad en el Encuentro Mundial del sábado

También subraya que al compartir en la Eucaristía su Cuerpo como alimento bajado del cielo, todos somos hermanos, como se dirá en el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana del sábado. Y si «deseamos de verdad una vida plena, atendamos a la invitación de Jesús: ¡levántate, come y camina!… el camino es largo, siempre somos caminantes», pero no solos, o «Notalone!», el lema del evento del 10 de junio.

Oraciones por la pronta recuperación del Papa

En la colecta de apertura, el cardenal Gambetti pidió oraciones para recordar al Papa Francisco, hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma, e invitó a rezar por su salud. También en una de las oraciones de los fieles se reza para que Francisco, hospitalizado desde ayer en el Gemelli tras una operación abdominal, se recupere lo antes posible. En su homilía, comentando el pasaje del Evangelio de Juan en la liturgia de esta solemnidad, el arcipreste de la basílica vaticana recuerda que en el cuarto Evangelio, «Jesús revela el don de sí mismo en el pan y el vino eucarísticos no en una última cena, sino inmediatamente después de la multiplicación milagrosa de los panes».

 

 

Las palabras de Jesús: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo

El cardenal subrayó a continuación que el tema de la comida es fuertemente simbólico. «Si en un sentido lo que comemos y bebemos ‘se convierte en nosotros’, en otro sentido ‘nos convertimos’ en lo que nos alimenta, le pertenecemos», porque no somos los «dueños» de la vida, sino que dependemos de lo que comemos y bebemos. Por eso, la afirmación de Jesús: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo», tiene, para Gambetti, «un alcance enorme, que abarca estos y otros significados».

En torno al altar, compartimos a Cristo que se nos ofrece

En primer lugar, el Salvador nos recuerda que «si uno come de este pan, vivirá para siempre», por lo que… «alimentarse del cuerpo y de la sangre de Cristo es establecer una comunión plena, reconocer su divinidad inmersa en la fascinante carne humana». En torno al altar, además, los cristianos «somos todos comensales, compartimos al mismo Señor que se nos ofrece», y con él sus enseñanzas, «su presencia constante, sus gestos fraternos, sus silencios y sus recuerdos». Así, la comunidad eclesial que celebra la presencia del Señor «se convierte, paso a paso, en morada inmanente del Eterno, para que el mundo viva, para que todos seamos hermanos, como intentaremos decir el próximo sábado en el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana».

 

 

A los hombres no nos gusta rebajarnos

¿Por qué entonces, se pregunta el vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano, a pesar de desear la vida, la vida eterna, y la comunión con los demás, «nos cuesta reconocer el camino de Dios que se revela en el pan vivo, descendido del cielo?» El principal obstáculo, para Gambetti, reside probablemente en el verbo que caracteriza «la acción de Dios: abajarse para comunicar amor». Nosotros, explica, «aunque queremos la vida y deseamos el amor, no nos gusta rebajarnos. Pensamos siempre en términos de grandeza, mundanos: vivir para nosotros corresponde al movimiento de tomar posesión -nutrir se interpreta como abarcar, engullir, no como recibir y transformar-, de dominar, de prevalecer». En particular, «para nosotros los hombres», la autoafirmación «es una cuestión de elevación, de no desdeñar matar para ser reconocido en su papel». Jesús, en cambio, recuerda el cardenal, «cuando habla de elevación, alude siempre a su ser elevado en la cruz, es decir, a su abajamiento, porque es allí donde resplandece el amor, en particular el amor de Dios por el hombre».

 

 

Somos caminantes, pero no estamos solos

Jesús, concluye Gambetti, «nos invita a permanecer en este movimiento de descenso para ser testigos de su amor» entre los hombres. No es fácil. «Pero si realmente deseamos una vida plena, escuchemos la invitación de Jesús: ¡levántate, come y camina!… el camino es largo, somos siempre caminantes, pero no estamos solos». El amor, la vida, son las últimas palabras de su homilía, «se comunican abajándose y no imponiéndose. No hay otro tesoro más precioso que debamos custodiar los cristianos».

 

 

«Yo soy el pan vivo»

Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo – Ciclo A


 

Había una vez un pan malo que, tan pronto salió del horno, fue colocado, contra su voluntad, en la vitrina de la panadería junto a otros muchos panes. Poco a poco los clientes se fueron llevando todos los panes y sólo quedó el pan malo que siempre que trataban de agarrarlo, gritaba y protestaba para que no lo tocaran. De pronto, llegó una señora a comprar pan y como no encontró más, se llevó el pan malo que refunfuñó disgustado: – “¿A dónde cree que me lleva?”. La señora le dijo: –“Pues te llevo a mi casa, donde hay cuatro niños que te esperan para poder ir a la escuela a estudiar todo el día”. El pan malo no tuvo más remedio que dejarse llevar, pero siguió refunfuñando para sus adentros… Tan pronto estuvo en medio de la mesa del comedor de la familia y se sintió amenazado por los cuatro niños, comenzó a gritar: –“¡No tienen derecho a hacerme daño! ¡Yo no quiero que me partan, ni estoy dispuesto a que me coman! ¡No lo voy a aceptar de ninguna manera!”.

Los niños, estupefactos, se contentaron esa mañana con el café con leche y algunas galletas que había del día anterior… Dejaron el pan malo sobre la mesa y se fueron a la escuela sin discutir más con él… Pasaron los días y la señora terminó tirando el pan malo a la basura, porque se puso tieso y nadie se lo quería comer…

Había, en cambio, otro pan bueno que tan pronto salió del horno, crujiente y tierno, se sintió feliz de que se lo llevaran de primero para la casa de una familia numerosa. Cuando lo colocaron sobre la mesa, sabiendo que lo iban a partir y que se lo iban a comer, agradeció a Dios porque podía darle vida a los niños que iban a estudiar a la escuela. Tuvo miedo y le dolió cada uno de los embates del cuchillo que lo fue rebanando poco a poco. Luego, cuando sentía cada mordisco, sufría, pero sabía que los niños lo necesitaban para jugar, para estudiar, para reír toda la mañana. Así que se ofreció con generosidad hasta el final, sin dejar sentir el dolor que lo embargaba.

 

Esta historia la suelo contar a los niños y niñas cuando hacen su primera comunión. A partir de este sencillo cuento, converso con ellos sobre el valor de la entrega, del sacrificio por los demás, de la entrega generosa de Dios a través de su Hijo en la Eucaristía. Los niños, como los que escuchaban al Señor, se preguntan aterrados: ¿cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo? 

Leyendo a santo Tomás de Aquino, podemos entender un poco mejor el sentido de la fiesta de hoy y de los textos bíblicos que nos propone la Iglesia para la celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: 

“El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres (…)

Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión (…)”.

Participar de la vida del Señor, por haber comido su carne y haber bebido su sangre, es participar de su vida divina, que no es otra cosa que una vida entregada, por amor, hasta la muerte. Por eso, “el que come de este pan, vivirá para siempre”, porque es una vida que no termina, sino que se transforma en vida para el mundo, como el pan generoso que se hizo risa y alegría en los niños del cuento.