Matthew 6:19-23

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos que no acumulen tesoros en la tierra, sino en el cielo, “donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben”. 

San Agustín dijo una vez que, dado que toda criatura está hecha ex nihilo, lleva consigo la herencia del no ser. Hay una especie de penumbra o sombra de la nada que acecha cada cosa finita. 

Esta es una manera filosófica bastante elevada de expresar lo que todos conocemos en nuestros propios huesos: no importa cuán buena, hermosa, verdadera o emocionante sea una cosa o estado de cosas aquí abajo, estará destinada a pasar al no ser. Pensemos en un hermoso fuego artificial que se abre como una flor gigante y luego, en un abrir y cerrar de ojos, desaparece para siempre. Todo está poseído por el no ser; todo, finalmente, es ese fuego artificial. 

Pero esto no es para deprimirnos sino que está destinado a redirigir nuestra atención precisamente a los tesoros del cielo, a la eternidad de Dios. Una vez que vemos todo a la luz de Dios, podemos aprender a amar las cosas de este mundo sin aferrarnos a ellas y sin esperar demasiado de ellas. ¡Piense en cuántas desilusiones y angustias podrían evitarse si tan solo supiéramos esta verdad!

Juan de Matera, Santo

Abad, 20 de junio

Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com

Martirologio Romano: En el monasterio de San Jacobo de Foggia, en la Apulia, Italia, san Juan de Matera, abad, insigne por su austeridad y su predicación al pueblo, que instituyó la Congregación de Pulsano en la región del Gárgano, bajo la Regla de san Benito ( 1139).

Breve Biografía

Nació en Matera (Lucania-Italia) en el seno de una noble familia. Desde muy joven quiso ser eremita y solicitó hospitalidad en el monasterio de Taranto, pero como era un hombre poco hablador, fue juzgado de carácter antipático y por ello alejado del monasterio.

Marchó a Calabria, uniéndose a los monjes de Montevergine junto a san Guillermo de Vercelli, su fundador, pero lo dejó para ser predicador en Bari; luego se dirigió a Sicilia viviendo en continua penitencia y por último se refugió en Ginosa en la Puglia, donde recibió de san Pedro la orden de reparar su iglesia; como san Francisco, entendió en una reparación arquitectónica, y junto con unos compañeros se puso al trabajo, pero fue encarcelado acusado de posesionarse de un tesoro. Se dio cuenta que lo que tenía que rehacer era la iglesia espiritual y salió de su aislamiento convirtiéndose en un predicador de gran éxito en toda la Italia meridional. Fue acusado de herejía, pero, la humildad que demostró en su proceso, hizo que se exonerase de los cargos. En Pulsano fundó, bajo la regla de San Benito, un monasterio que toma su nombre, Congregación de Pulsano que sobrevivirá algún tiempo. En su Vita se dice que fue un hombre de oración, solitario, y de una intensa vida mística. Tiene culto local.

¿En quién está nuestra confianza?

Santo Evangelio según San Mateo 6, 19-23. Viernes 11ª semana de tiempo ordinario

Por: H. Jesús Salazar, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame, Señor, a que mi verdadero tesoro seas sólo Tú.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!»

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio que meditamos hoy nos alerta para hacer un alto en el camino y replantearnos: ¿Dónde está nuestro tesoro?

Dios nos bendice abundantemente con tesoros muy buenos.En la juventud nos da energía, libertad, nuevos proyectos, oportunidades, opciones de vida; en la madurez nos puede dar estabilidad de vida, trabajo, el tener nuestra propia familia, un matrimonio feliz; en la ancianidad el poder ver los frutos de nuestra vida, el cariño de la familia. ¿Quién pondría en duda que estos tesoros son enormes? Inclusive las cruces y momentos de dificultad también son tesoros magníficos porque nos permiten participar del sacrificio de Jesús. Pero falta algo, si nuestro tesoro no tiene a Dios en el centro se herrumbra.

Cristo nos invita a ser ambiciosos espiritualmente hablando, a invertir en el cielo. Eso lo comenzamos haciendo aquí y ahora buscando tener una relación más cercana y profunda con Dios, no por interés, sino por amor. Una persona que tiene ese encuentro diario con Dios va cambiando sin darse cuenta y cambia a los que están a su alrededor con su espíritu positivo y lleno de caridad. Vivir esta cercanía con Dios nos permite vivir un pedazo de cielo en la tierra. Esto no es algo abstracto ni difícil de comprender, quien busca a Dios se le nota; ésa es la luz en los ojos de la cual nos habla el Evangelio. Lo mejor de esta amistad, es que Cristo viene en nuestro auxilio aun cuando somos débiles. ¿Quién dijo que es imposible ser santo en este siglo?

Podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: tu tesoro está donde está tú corazón. ¿Cuál es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina? ¿El corazón es bueno o el tesoro es otra cosa? Por lo tanto es el corazón el que tiene que ser purificado y convertirse. Sin un corazón purificado, no se puede tener nunca las manos verdaderamente limpias y los labios que pronuncien palabras sinceras de amor, de misericordia y de perdón.

(Homilía de S.S. Francisco, 30 de agosto de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicaré un breve tiempo a hacer un examen de conciencia para reflexionar en qué tengo puesto mi corazón que no me permite tener una relación más profunda con Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santos Juan Fisher y Tomás Moro, mártires de Enrique VIII

Public domain

Dolors Massot – publicado el 22/06/15 – actualizado el 21/06/23

Un obispo y un laico que murieron mártires por mantenerse fieles al Papa y desobedecer al rey de Inglaterra que quería anular su matrimonio con Catalina de Aragón

Juan Fisher nació en 1569 en el condado de York. Estudió Teología en Cambridge. Era obispo de Rochester.

Se le conocía por su erudición (a los 35 años ya era vicecanciller de su Universidad) y por su estilo de vida ejemplar.

Era austero y tenía gran preocupación por sus fieles, a quienes visitaba con frecuencia.

Fundó los Colleges de Cristo y de San Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII.

Luchó contra el protestantismo.

Era miembro de la Cámara de los Lores cuando Enrique VIII pretendió anular su matrimonio con Catalina de Aragón, romper con el Papa de Roma y proclamarse cabeza de la Iglesia en Inglaterra.

Entonces Fisher protestó contra algunas medidas anticlericales y logró añadir una cláusula que hizo enfurecer al rey.

Por su postura, fue arrestado y encarcelado dos veces, sufrió atentados y calumnias.

Finalmente, al negarse a prestar el juramento de Supremacía de Enrique VIII, lo llevaron a la Torre de Londres, lo despojaron del título episcopal y declararon Rochester «sede vacante».

El papa Pablo III, en cambio, trató de ayudarle desde Roma nombrándolo cardenal.

Juan Fisher fue decapitado el 22 de junio de 1535.

Tomás Moro, hombre de leyes y padre de familia

Tomás Moro nació en 1477. Era laico, abogado, padre de familia y lord canciller de Enrique VIII de Inglaterra.

Completó sus estudios en Oxford, se casó y tuvo un hijo y tres hijas. Se distinguía por su saber humanista, por ser un excelente padre de familia y por su buen humor.

Era católico de fuertes convicciones y amigo personal del rey. Entre sus obras destaca Utopía.

Cuando Enrique VIII decidió anular su matrimonio con su esposa Catalina de Aragón, Tomás Moro consideró incompatible su cargo con la fe, así que presentó su dimisión al monarca.

Esperaba que así podría llevar una vida tranquila apartado de las convulsiones políticas. Sin embargo, fue detenido y encarcelado en la Torre de Londres.

El rey quería que prestara el Juramento de Supremacía, pero él se negaba porque iba contra su conciencia.

Sus amigos no lograron que cambiara de opinión en los 15 meses que pasó en prisión. Ni tampoco su esposa.

Cuando esta le pidió que pensara en conservar la vida a toda costa, éste le dijo: «¿Cuántos años crees que podría vivir en casa?». «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», dijo ella. Moro dijo entonces: «Muy mal negocio, porque quieres que cambie por veinte años toda la eternidad«.

Tomás Moro fue decapitado pocos días después que el obispo Juan Fisher: el 6 de julio de 1535. Sus últimas palabras fueron:

«Muero siendo el buen servidor del rey, pero de Dios primero».

La fiesta de estos dos santos se celebra el 22 de junio.

Patronazgo

Santo Tomás Moro fue proclamado patrono de gobernantes y políticos por el papa san Juan Pablo II.  

Oración

Oh, Dios, que has hecho del martirio

la expresión de la fe verdadera,

concédenos, por tu bondad,

que, fortalecidos por la intercesión de los

santos Juan Fisher y Tomás Moro,

ratifiquemos con el testimonio de vida

la fe que profesamos de palabra.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén.