JUAN 16, 29-33
En el Evangelio de hoy Jesús les dice a sus discípulos que ellos lo abandonarán, pero que no estará solo porque el Padre está con Él. Y luego los alienta: “Les digo esto para que encuentren la paz en Mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: Yo he vencido al mundo”.
En la figura de Jesús de Nazaret, lo divino y lo humano se han unido de manera salvífica, y esta reconciliación es el Reino de Dios esperado. Aunque hay muchos temas en las Escrituras hebreas, hay uno que aparece de modo consistente y persistente: el deseo apasionado y doloroso de liberación, el clamor del corazón hacia un Dios del que la gente se siente alejada. Si solo se terminara el poder de la rebelión y el pecado y se restableciera la amistad de Dios y los seres humanos, entonces reinaría la paz, el shalom y el bienestar generalizado.
Lo que Jesús anuncia en su primer sermón en las colinas de Galilea, y lo que demuestra a lo largo de su vida y ministerio, es que este gran deseo de los antepasados, esta esperanza contra toda esperanza, esta unión íntima de Dios y la humanidad, es un hecho consumado, algo que se puede ver, escuchar y tocar.
Hechos de los Apóstoles 1:1-11 / Hebreos 9:24-28; 10:19-23 / Lucas 24:46-53
Todos hemos hecho la experiencia de desear intensamente que ocurra algo, que algún momento llegue: un encuentro con un familiar o amigo. También hemos vivido aquellos momentos de nervios ante un examen, de una entrevista de trabajo, … La importancia de lo que esperamos siempre marca la intensidad de cómo vivimos los momentos previos. A menudo también, si estos hechos son normales ya no los esperamos con la misma ilusión o no les esperamos en absoluto. Estas ideas sobre cómo vivimos y esperamos me ayudan a entender la solemnidad de hoy, la de la Ascensión del Señor, un momento muy preciso de aquel tiempo esencial que llegó después de la muerte de Jesucristo.
En la euforia de la Resurrección del Señor, podríamos pensar que los apóstoles y los discípulos y todos los que gozaron personalmente de la experiencia de saber que Jesús estaba vivo, que el crucificado había resucitado, ya lo tenían todo hecho y aprendido. Y que todos, incluso el dudoso Tomás cuando ya estaba asegurado personalmente de todo lo ocurrido, se quedarían en la seguridad de la presencia entre ellos de Jesús, que ese tiempo quizá se prolongaría. A pesar del impacto de la resurrección en los discípulos, las solemnidades de hoy y la de Pentecostés, que está íntimamente relacionada, nos vienen a decir que no, que todavía faltaba algún paso.
Hace muchos años en los cines había un descanso en las películas muy largas. Como todos sabéis, los escritos de San Lucas en el Nuevo Testamento tienen dos partes, el evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Puede que algunos hayan encontrado que la primera lectura y el evangelio de hoy eran algo repetitivos y explicaban la misma historia. No es raro. Aunque de forma inversa, hoy hemos leído el fin del Evangelio y el principio de los Hechos de los Apóstoles. Los dos textos nos explicaban La Ascensión del Señor, que podríamos decir que marca la media parte, y que al empezar de nuevo el relato, en la segunda parte, se recuerda un poco donde lo habíamos dejado. La ascensión marca el punto en el que la historia dejar de ser la historia de la vida de Jesús para pasar a ser la historia del Espíritu Santo, que hace la comunidad, la Iglesia.
La Ascensión nos dice que no podemos controlar nosotros a Jesús resucitado. Nosotros sólo podemos acoger alguna de sus maneras de estar ahí. Quizás para estimularnos, quizás para que no nos quedáramos demasiado en la resurrección palpable, como en la transfiguración del Tabor, quizás para seguir mostrándonos aquel destino definitivo, aquella comunión con Él que nos tiene preparada, cambió al cabo de cuarenta días de haber resucitado, la forma de estar presente en el mundo. Y lo primero que hizo fue desaparecer. Litúrgicamente lo representaremos el próximo domingo retirando de la Iglesia el cirio pascual, que ha presidido nuestras celebraciones desde el domingo de Pascual
La Ascensión del Señor nos enseña tres cosas importantes. La primera, tal como os decía al principio, es que nos hace vivir un vacío, y de este modo nos hace vivir la intensidad frente a algo que debe pasar. El mismo Jesús se refiere: Vendrá el Espíritu Santo. Es necesario que yo se vaya, dirá incluso el evangelio de San Juan. Había que los discípulos. y nosotros por extensión. nos pusiéramos en situación. Subrayo un detalle curioso y bonito: Jesús dice: espere al Espíritu Santo juntos ya Jerusalén. La expectación compartida seguro que es más intensa. Esta espera pertenece al ámbito más sagrado, más espiritual, el ámbito que por los judíos representaba Jerusalén. Es necesario que hagamos y demos al Espíritu Santo el lugar interior que le corresponde. Tengamos siempre en cuenta que es el vínculo entre Dios, Cristo y nosotros.
El segundo mensaje en la fiesta de la Ascensión es que Jesucristo se mantiene fiel a sí mismo. Se mantiene siempre. Diría que aprovecha incluso que se va para seguir insistiendo en su mesianismo diferente y activo. Y lo hace sin dar por perdidos a los apóstoles y discípulos que parecen no ser capaces de salir de sus esquemas. Parece difícil de comprender que después de todo lo que habían vivido, aún fueran como desorientados y le preguntaran: ¿Es ahora que restableceréis la Realeza de Israel? La pregunta a mí me sigue sonando demasiado dependiente de una manera de ser Mesías antigua, impropia de uno que ya ha pasado por la Cruz, ha resucitado y se ha hecho Señor del tiempo y del espacio, como a Dios mismo que es. Es en este sentido que él responde: cuando va a suceder esto no es importante. Lo que cuenta es ser testigos ahora y extenderse a toda la tierra. El libro de los Hechos de los Apóstoles es la historia de una comunidad que nace en Jerusalén fruto del don del Espíritu y que se extiende en todo el mundo. Y si finalmente podemos afirmar que sí que Jesucristo restablece la realeza de Israel, debemos decir que lo hace de una manera totalmente diferente.
Y después de subir al cielo: todavía se oye una voz que nos devuelve a la tierra: Hombres de Galilea, (referencia al origen para personalizar, para dirigirse muy directamente a los íntimos): Porque se está mirando el cielo, este Jesús volverá, pero es necesario que la historia mientras tanto continúe, y ciertamente el Libro de los Hechos de los apóstoles continúa, con una gran cantidad de aventuras apostólicas. Jesús sube al cielo bendiciendo. Bendiciendo todo lo que va a pasar.
Y lo tercero que nos marca la Ascensión es un camino personal. Nuestra vida de cristianos se hace siempre a imitación de Cristo: en el seguimiento de su maestría espiritual, de su compasión, incluso al intentar vivir pascualmente como resucitados, no dejándonos llevar por las fuerzas que nos llevarían a la muerte y siempre con la aspiración de la plena comunión con Él. La ascensión que marca, si cabía todavía, un paso más en la ya irreversible comunión entre el Padre y el Hijo, nos enseña que nosotros vamos hacia Dios y que tenemos la esperanza de llegar, como nos ha dicho la oración colecta: la Ascensión de Cristo es también nuestra elevación y en la gloria a la que ha llegado la Cabeza también el cuerpo tiene la esperanza de llegar. Y también nos dirá la oración de la poscomunión: Os mientras todavía estamos en la tierra nos permita abarcar las cosas del cielo, haz que el deseo de nuestra fe cristiana tienda hacia allí, donde es en ti uno que es hombre como nosotros, Jesucristo. Muy brevemente, he tratado de resaltar tres mensajes que la solemnidad de hoy tiene para todos nosotros. El primero es la espera del Espíritu Santo, el don que Dios nos da y que celebraremos el próximo domingo.
La segunda es la fidelidad de Jesús a un modo de ser Rey y Mesías que nos hace estar siempre en la tierra, para ser sus testigos.
La tercera es la invitación a seguir.
. Nos comprometimos juntos a promover en nuestros corazones la conciencia del Espíritu Santo que hemos recibido, pero que seguimos pidiendo, nos comprometimos a la fidelidad al mesianismo de Jesucristo, que es Rey pero en el servicio, en la ayuda, en la compasión a los más necesitados, por tanto fiel a sí mismo, y también nos comprometimos al reto de su seguimiento, a nuestra identificación en todos los aspectos inagotables de la personalidad y el mensaje de Jesús de Nazaret. Un reto que tiene en sí mismo la prueba del éxito. Imagine que fácil: Un desafío de la vida que la puedes encarar sabiendo que te vas a salir y no sólo tú, sino todos los que se atrevan a aceptar el reto de ser cristianos hoy. En el fondo, lo que ha hecho ha sido aceptar el reto que Jesús resucitado nos vuelve a proponer hoy: tenerlo a Él por referente principal de sus vidas, anhelando la comunión con Dios. Éstos son los mensajes que nos deja la solemnidad de hoy.
Fernando lll, Santo
Memoria Litúrgica, 30 de mayo
Rey de Castilla y León
Martirologio Romano: San Fernando III, rey de Castilla y de León, que fue prudente en el gobierno del reino, protector de las artes y las ciencias, y diligente en propagar la fe. Descansó finalmente en la ciudad de Sevilla († 1252).
Fecha de beatificación: 31 de mayo de 1655 el Papa Alejandro VII confirmó su culto
Fecha de canonización: 7 de febrero de 1671 por el Papa Clemente X
Breve Biografía
Era hijo del rey Alfonso IX y primo hermano del rey San Luis de Francia. Fue un verdadero modelo de gobernante, de creyente, de padre, esposo y amigo. Emprendió la construcción de la bellísima catedral de Burgos y de varias catedrales más y fue el fundador de la famosa Universidad de Salamanca. San Fernando protegió mucho a las comunidades religiosas y se esforzó porque los soldados de su ejército recibieran educación en la fe. Instauró el castellano como idioma oficial de la nación y se esmeró para que en su corte se le diera importancia a la música y al buen hablar literario.
Sus enfrentamientos tuvieron por fin, liberar a España de la esclavitud en la que la tenían los moros, y por ende liberar también a la religión católica del dominio árabe.
Como todos los santos fue mortificado y penitente, y su mayor penitencia consistió en tener que sufrir 24 años en guerra incesante por defender la patria y la religión.
En sus cartas se declaraba: «Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago. El Papa Gregorio Nono, lo llamó: «Atleta de Cristo», y el Pontífice Inocencio IV le dio el título de «Campeón invicto de Jesucristo».
Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Y le hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas victorias. Este gran guerrero logró libertar de la esclavitud de los moros a Ubeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla. Para agradecer a Dios tan grandes victorias levantó la hermosa catedral de Burgos y convirtió en templo católico la mezquita de los moros en Sevilla. Fue canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.
Tengan paz en mí
Santo Evangelio según san Juan 16, 29-33. Lunes VII de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Jesús, aquí estoy para cumplir tu voluntad. Haz de mí lo que quieras y llévame allá donde necesites; llévame con aquellas personas que necesitan escuchar tus palabras de esperanza. Dame las fuerzas para no callar delante de aquellos que no quieren escuchar tu palabra. Vengo para hacer tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios”.
Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
La paz solamente Cristo nos la puede dar, podremos pensar que la tenemos, pero en realidad únicamente estando en Él podremos estar tranquilos. Cuántas veces podremos ir de un lado a otro buscando en qué saciar nuestra sed y, sin embargo, seguir sintiendo la sed atroz, la inquietud constante. Jesús habla hoy claramente y nos dice que si de verdad creemos en Él tendremos la paz.
Pongámonos delante del cuadro Ángelus de Millet y veremos a dos campesinos que, en medio de su dura jornada, paran para alabar a su Dios con el rezo del Ángelus. Sus manos y sus pies están curtidos por el trabajo, su piel dorada por el sol y sus vestidos desgastados por los años. Sin duda tendrían una vida probada por el dolor y por las preocupaciones. Pero el cuadro transmite una paz profunda y silenciosa. En ese atardecer, este matrimonio se pone en manos de Dios y lo alaba. No importa nada porque quien tiene a Dios, lo tiene todo.
Pensemos un poco en nuestros días frenéticos y llenos de actividades. Nuestras preocupaciones se centran en tantas cosas que, a veces, podemos olvidar lo importante y el sentido que tiene nuestras vidas. Al mismo tiempo, podemos estar viviendo sin problemas, teniendo todo, pero en el fondo sentir esa inquietud que viene del hacer mucho, ganar mucho, y en lo profundo, sentir esa necesidad de paz y de quietud que solamente Cristo nos puede dar.
«Se trata del cansancio que da el “querer y no querer”, el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo “coquetear con la mundanidad espiritual”. Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: “Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, voy a rezar el Ángelus a medio día para recordar que todos mis trabajos y problemas no son nada si tengo a Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Los 3 grandes enemigos del Alma: Mundo, Demonio y Carne
Las Escrituras nos enseñan que no debemos amar al mundo, a no satisfacer los deseos de la carne y a luchar contra el demonio
Debemos tener algo muy claro en nuestra vida, si queremos seguir los mandatos del Señor. Debemos estar preparados y saber que los enemigos del alma son tres: Mundo, Demonio y Carne. Éstos nos llevan a desobedecer a Dios.
1.- Mundo:
Se lo vence aprendiendo a valorar las cosas como las valoran Dios y los santos, no como lo hace la gente sin fe que tiene un modo de pensar completamente materializado, restándole importancia a Dios y a sus mandamientos.
Esto es a lo que llamamos secularismo, es decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente sin fe, sin moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera dándole importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, o a la avaricia.
La escala de valores para Dios es la siguiente:
- Amar a Dios y cumplir sus mandamientos
- Amar al prójimo y tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros
- Perfeccionarse a si mismo lo más posible
En contraposición a esta pirámide, la escala de valores del mundo es:
- Tener mucho dinero e idolatrarlo
- Darle al cuerpo todos los gustos que quiera
- Querer obtener muchos honores, mucha fama y muy altos puestos
Obviamente seguir la escala de valores de Dios nos dan paz en esta vida y premio eterno en el cielo, mientras que la del mundo sólo trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse eternamente.
2.- Demonio:
¿Quién es el demonio? El demonio es un ángel creado por Dios en el cielo, que por haberse rebelado contra el mismo Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos compañeros de su maldad, que llamamos demonios.
El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. El trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne para causar el mayor daño al pueblo de Dios, para entorpecer el progreso de lo correcto, para acobardar a los cristianos, parar la proclamación del evangelio y debilitar la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de Dios.
La única forma de vencerlo es con oración, con fe, con sacrificios y rechazando todo lo malo. Pero sobre todo al demonio se le vence con la humildad. Como él es tan soberbio, huye de los humildes.
3.- Carne:
La forma de vencerla es no dando consentimiento a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo. No es pecado tener tentaciones, el pecado radica en consentirlas. Dios las permite para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y premio en el cielo al luchar contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él antes que nada.
Dios colocó cierto placer en las cosas para el disfrute de los seres humanos, como placer el comer para no morir de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse, y placer en el sexo, para que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo, no es el fin, el problema está en que perseguimos es estímulo en las cosas y no el fin.
Decía San Agustin “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.
Para no caer en la tentación la Iglesia nos recomienda confesarse, comulgar, asistir a la Santa Misa, evitar las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar en el Juicio y la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios.
Venciendo a nuestros enemigos
Los santos despreciaban el mundo y le vencían considerándole que estaba rematadamente loco. En el mundo se dice que los listos, los inteligentes, los que son felices, son los que han sabido hacerse ricos y ahora disfrutan de fama, de riquezas y de placeres. En cambio, Jesucristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices los pobres, los perseguidos, los que sufren, los que lloran”. (Evangelio de San Mateo, 5,3-11).
Las escrituras nos enseñan que no debemos amar al mundo y que no debemos debemos satisfacer los deseos de la carne. Las escrituras también nos enseñan como luchar contra el Demonio. Si nos ponemos de pie y resistimos al Demonio, él se alejará de nosotros. El Diablo tiembla cuando oramos. El es vencido cuando citamos o leemos un pasaje de la escritura, porque Cristo se hace presente de inmediato.
No temamos. Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Interceder por las esperanzas, los sufrimientos del mundo y por la paz
Regina Coeli, 29 de mayo de 2022.
Antes de rezar la oración mariana del Regina Coeli este mediodía, con los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comenzó recordando que hoy en Italia y en muchos países se celebra la Ascensión del Señor, es decir, su regreso al Padre. Y al comentar el Evangelios propuesto por la liturgia del día, que corresponde a San Lucas, se refirió a la última aparición del Resucitado a los discípulos.
“La vida terrenal de Jesús culmina precisamente con la Ascensión, que también profesamos en el Credo”
Como suele hacer, el Obispo de Roma, se preguntó “¿qué significa este acontecimiento? ¿Cómo debemos entenderlo?”. Y para responder a esta pregunta, invitó a detenerse en dos acciones que Jesús realizó “antes de subir al cielo: primero anuncia el don del Espíritu y luego bendice a los discípulos”.
El Señor no nos deja solos
Francisco afirmó que el Señor “sube al cielo, pero no nos deja solos”. Al contrario, dijo, “precisamente al ascender al Padre asegura la efusión de su Espíritu”. Y recordó que en otra ocasión Jesús había hablado de la conveniencia de irse, “porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes». De ahí la afirmación del Papa:
“El amor de Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, sino que nos hace protagonistas”
Por eta razón, prosiguió diciendo el Santo Padre, “al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu”. Y el Espíritu Santo “hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo”.
Un gesto sacerdotal
De la segunda acción del Señor, el Papa dijo que levantó las manos para bendecir a los apóstoles, con “un gesto sacerdotal”, puesto que “Dios, desde los tiempos de Aarón, había confiado a los sacerdotes la tarea de bendecir al pueblo”. De manera que, explicó Francisco, “el Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran sacerdote de nuestra vida”, que “sube al Padre para interceder por nosotros, para presentarle nuestra humanidad”.
“Así, ante los ojos del Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su ‘éxodo’ al cielo, Cristo ’nos abre camino’, va a preparar un lugar para nosotros y, desde ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados y bendecidos por el Padre”
Antes de rezar a la Madre de Dios el Obispo de Roma invitó a todos los hermanos y hermanas a pensar hoy en “el don del Espíritu que hemos recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio”. Y preguntémonos, dijo, “si realmente lo somos; y también si somos capaces de amar a los demás, dejándolos libres y dejándoles espacio”. Y luego, prosiguió, preguntémonos:
“¿Sabemos hacernos intercesores por los demás, es decir, sabemos rezar por ellos y bendecir sus vidas? ¿O servimos a los demás por nuestros propios intereses?”
La oración de intercesión
Aprendamos esto, concluyó el Papa: “La oración de intercesión, intercediendo por las esperanzas y los sufrimientos del mundo, por la paz. Y bendigamos con la mirada y palabras a quienes encontramos cada día”. E invitó a rezar “a la Virgen, la bendita entre las mujeres, que, llena del Espíritu Santo, siempre reza e intercede por nosotros”.
Saludos del Papa
Además de recordar el Rosario por la paz, previsto para el próximo 31 de mayo en la Basílica de Santa María la Mayor, y de comunicar el octavo consistorio de su pontificado para la creación de veintiún nuevos cardenales, de finales de agosto, tras rezar la oración mariana el Papa destacó que ayer, en Módena fue beatificado el padre Luigi Lenzini:
Nuevo beato en Italia
“Mártir de la fe, asesinado en 1945 por señalar los valores cristianos como el camino más alto de la vida, en un clima de odio y conflicto en aquella época. Que este sacerdote, pastor según el corazón de Cristo y mensajero de la verdad y la justicia, nos ayude desde el cielo a dar testimonio del Evangelio con caridad y franqueza”
Escuchar con el oído del corazón
Por otra parte, el Pontífice subrayó que hoy se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con el tema «Escuchar con el oído del corazón». Al respecto, el Santo Padre dijo a los fieles: «Saber escuchar, además del primer gesto de caridad, es también el primer ingrediente indispensable del diálogo y de la buena comunicación: saber escuchar, dejar que los demás lo digan todo, no cortar por la mitad, saber escuchar con los oídos y el corazón».
“Deseo que todos crezcan en esta capacidad de escuchar con el corazón”
El enfermo es siempre más importante que su enfermedad
Por último, tras saludar a los diversos grupos de fieles presentes en la Plaza de San Pedro, muchos de los cuales procedentes de Holanda, España, Polonia y Australia, el Papa recordó que hoy en Italia se celebra la Jornada Nacional del Socorro.
Y glosando su Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de este año, Francisco dijo:
«Recordemos que el enfermo es siempre más importante que su enfermedad, y que, aunque no se pueda curar, siempre es posible curar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir la cercanía».
Como es costumbre, tras desear feliz domingo, el Santo Padre pidió que por favor, no se olviden de rezar por él.
¡Queremos ser hombres y mujeres de paz!
Que el grito de la paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos y todos dejen las armas y se dejen guiar por el anhelo de paz.
Por: SS Francisco
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que sube de todas partes de la tierra, de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única gran familia que es la humanidad, con angustia creciente: ¡es el grito de la paz! El grito que dice con fuerza: ¡queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz; nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!
La paz es un don demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado. Vivo con particular sufrimiento y preocupación las tantas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por los dramáticos desarrollos que se presentan.
Dirijo un fuerte llamamiento por la paz, ¡un llamamiento que nace de lo íntimo de mí mismo! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta devastación, cuánto dolor ha traído y trae el uso de las armas en aquel martirizado país, especialmente entre la población civil e inerme!
¡Pensemos en cuantos niños no podrán ver la luz del futuro! Con particular firmeza condeno el uso de las armas químicas: les digo que tengo aún fijas en la mente y en el corazón las imágenes terribles de los días pasados!
¡Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede escapar! Jamás el uso de la violencia lleva a la paz. ¡Guerra llama guerra, violencia llama violencia!
Con toda mi fuerza, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su propia conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que miren al otro como un hermano y emprendan con coraje y con decisión la vía del encuentro y de la negociación, superando la ciega contraposición.
Con la misma fuerza exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo para promover, sin ulterior demora, iniciativas claras por la paz en esa nación, basadas en el diálogo y en la negociación, por el bien de la entera población siria. Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a quien está afectado por este terrible conflicto, en particular a los evacuados en el país y a los numerosos prófugos en los países vecinos. Que a los agentes humanitarios, empeñados en aliviar los sufrimientos de la población, se les asegure la posibilidad de prestar la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan: a todos nos corresponde la tarea de recomponer las relaciones de convivencia en la justicia y en el amor (Cfr. Carta encíclica, Pacem in terris [11 abril de 1963]: AAS 55 [1963], 301-302). ¡Que una cadena de empeño por la paz una a todos los hombres y a las mujeres de buena voluntad!
Es una invitación fuerte y urgente que dirijo a la entera Iglesia Católica, pero que extiendo a todos los cristianos de las demás Confesiones, a los hombres y mujeres de toda religión y también a aquellos hermanos y hermanas que no creen: la paz es un bien que supera toda barrera, porque es un bien de toda la humanidad.
Repito con voz alta: no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura del encuentro, la cultura del diálogo: éste es el único camino hacia la paz.
Que el grito de la paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos y todos dejen las armas y se dejen guiar por el anhelo de paz.
Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar para toda la Iglesia el próximo 7 de septiembre, víspera de la fiesta de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio, y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, según el modo que considerarán más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los pertenecientes a las demás religiones y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19:00 y hasta las 24:00, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para invocar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo.
¡La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de escuchar palabras de esperanza y de paz!
Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir este día de ayuno, organicen algún acto litúrgico según esta intención.
A María le pedimos que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre: que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar también este momento difícil y a empeñarnos a construir cada día y en todo ambiente una auténtica cultura del encuentro y de la paz.
María, Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! Todos: María, Reina de la paz, ¡ruega por nosotros!
¿Después de la Ascensión, qué?
¡No podemos quedarnos mirando al Cielo! Ahora nos toca a nosotros ser la voz de Jesús para alentar y consolar.
Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie la Buena Nueva. Ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, hacerlo. Los Sacerdotes predicando(sobre todo)con la palabra, los laicos predicando (sobre todo) con el ejemplo, los padres de familia predicando con la palabra y el ejemplo.
Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que compadezca a los pobres y lo enfermos. Ahora nos toca a nosotros.
Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que multiplique los panes y los pescados para alimentar a las multitudes. Esa es ahora nuestra tarea, multiplicando nuestros esfuerzos para dar de comer sino a las multitudes, por lo menos a los pobres que podamos.
Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que cuide a sus ovejas. Ahora nosotros tenemos que velar por ellas, especialmente por aquellas (el cónyuge, los hijos, los hermanos, los trabajadores) que Dios nos ha encomendado a cada uno.
Después de la Ascensión a nosotros nos toca ser la voz de Jesús para alentar y consolar. Sus manos para tenderlas a todo el que necesite ayuda. Sus pies para llevarlo a donde no lo conocen.
Después de la Ascensión:
¡No podemos quedarnos mirando al Cielo!
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No deje de rezar la Novena al Espíritu Santo. El domingo celebraremos la venida del nos renueve los frutos y dones que nos concede.
Espíritu Santo que le llamamos Pentecostés.
Flor del 30 de mayo: María Reina de la Paz
Meditación: “Reina de la Paz,…da al mundo la Paz en verdad, en la Justicia y en la Caridad de Cristo” (Pío XII, 1942, Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María). “Ella dio a Luz al Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5). La Paz, bendición del Salvador, no es la del mundo, pues el seguirle es persecución (conforme a Mateo 10,34-39). Es la Paz del corazón que quita la angustia y el temor, es fruto del Espíritu de Dios que habita en nuestro corazón y nos anticipa la alegría de la esperanza de quien a Dios da su alma (conforme a Juan 14,26-28). En Fátima, María nos prometió que “al final mi Corazón Inmaculado triunfará y vendrá un tiempo de Paz”. Todo está cercano, pero Dios está esperando al hombre, para que vuelva a Su lado, para que haga la paz con El. Sometiéndose a Su Santa Voluntad, haciendo penitencia por los pecados de ésta pobre tierra que está desierta, y oración para reparar y volver todos al Padre Celestial. Confesemos nuestros pecados para tener un corazón sano y ofrezcamos la Santa Comunión por la conversión.
Oración: ¡Oh María, Reina de la Paz!. Enséñanos a orar y reparar a través de tu Inmaculado Corazón, para así alcanzar la Redención, trayendo a la tierra el Reino de Dios. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Ayuno en reparación de los pecados y las ofensas al Santísimo Sacramento del Altar.
Santa Juana de Arco: La santa más guerrera
Wikipedia | ALETEIA
Una de las mujeres más emblemáticas de la Edad Media, Juana de Arco, fue elevada a los altares aunque en su momento fue incomprendida
Santa Juana de Arco, conocida como la “Santa doncella” es probablemente uno de los nombres propios más representativos de la Edad Media.
Su figura ha inspirado novelas, películas y ha sido todo un símbolo incluso para las feministas.
Su valor al frente del ejército durante la última fase de la Guerra de los Cien Años la convirtieron en un referente de coraje y valentía.
No en vano, la medievalista francesa Régine Pernoud dijo de ella que era “la mujer más conocida del mundo”.
Juana era una joven piadosa que había nacido en un pequeño pueblo de la región francesa de Lorena, llamado Domremy, probablemente el 6 de enero de 1412.
La suya era una vida como la de cualquier niña de la Francia rural, ayudando en un hogar en el que vivía con sus padres y sus cuatro hermanos.
Juana explicó tiempo después que la piedad que la llevó a su gran destino la había aprendido de su madre.
Visiones y una misión
Cuando alcanzó los catorce años, empezó a tener visiones de santas como Catalina de Alejandría o Margarita de Antioquía así como también del Arcángel San Gabriel.
Por aquel entonces, Francia se encontraba inmersa en una de las guerras más terribles de la Edad Media, la Guerra de los Cien Años.
YJuana creyó recibir de ellos una clara misión: guiar a la victoria con la ayuda de Dios al ejército de Francia.
Los soldados franceses resistían con grandes dificultades en uno de los últimos enclaves que no había sucumbido a las tropas inglesas, Orleans.
Juana supo entonces que era en aquella localidad situada en el corazón de Francia donde respondería a la llamada divina.
Antes de llegar a Orleans, Juana consiguió presentarse ante el Delfín Carlos en el castillo de Chinon.
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Fascinante Juana de Arco
La entrevista, que tuvo lugar en 1429, fue su primera prueba ante el mundo. Receloso de aquella joven, el futuro Carlos VII se escondió entre los miembros de la corte y en su lugar puso a un joven del castillo.
Juana no se dejó engatusar por aquella artimaña y consiguió reconocer al delfín entre la multitud, que quedó sorprendida.
Superada aquella primera prueba, Juana consiguió convencer a Carlos de su misión divina y puso rumbo a Orleans.
De todos es conocida la gesta de Juana en el sitio de Orleans a favor del ejército de Francia que llevó a la derrota inglesa y a la coronación de un nuevo rey.
Francia cantó las alabanzas de aquella joven campesina que había elevado el ánimo a un pueblo que se creía ya derrotado.
En Poissy, la que sería considerada como una de las primeras feministas de la historia, Cristina de Pizán, volvió a coger la pluma tras años de estéril creatividad para dedicar su última obra a la Doncella de Orleans cuya gesta había traspasado los muros del convento en el que se había recluido:
Tú, Juana, en buena hora nacida
¡Bendito sea Aquel que te creó!
Doncella de Dios ordenada
En quien el Espíritu Santo derramó
su gran gracia y que tuvo y tiene
la generosidad de un elevado don.
Traicionada por su rey
Ese mismo año de 1429 el delfín era ungido soberano en la catedral de Reims. Desde entonces, Carlos VII, se distanció de la Doncella.
Ella pretendía continuar luchando contra el enemigo según los designios que recibía de los enviados de Dios.
Pero al rey, que ya había conseguido lo que quería, no le importó iniciar una serie de pactos aun a expensas de perder territorios.
Juana siguió batallando hasta que fue capturada por los ingleses. Carlos no hizo nada por salvarla.
A la hoguera acusada de hereje
A partir de entonces, el destino de Juana estaba marcado. Acusada de hereje, fue quemada en la hoguera el 30 de mayo de 1431. Tenía solamente 19 años.
Su familia no se quedó de brazos cruzados y 23 años después de su muerte se revisó el caso consiguiendo que el papa Calixto III la rehabilitara.
Casi cinco siglos después, el 16 de mayo de 1920, el papa Benedicto XV la proclamaba santa de la Iglesia católica en una misa solemne en San Pedro del Vaticano.
El 30 de mayo, aniversario de su muerte, quedó marcado como la fecha para su festividad.
Santa, mística y política
En 2011, el papa Benedicto XVI dijo de ella que “la compasión y el compromiso de la joven campesina francesa frente al sufrimiento de su pueblo se hacen más intensos por su relación mística con Dios».
«Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política”.