Matthew 28:16-20
Hoy es la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Después de la Resurrección, Jesús continuó apareciéndose a los discípulos por un tiempo—el marco bíblico estándar de cuarenta días—y luego llegó a su fin. La Ascensión de Jesús señala el final definitivo de estas apariciones posteriores a la Resurrección y el comienzo del actuar de Jesús desde la esfera propiamente Celestial.
Es crucial recordar que este distanciamiento de ninguna manera equivale a un abandono, sino más bien a una forma de intimidad aún más intensa. Moverse al Cielo, o a la forma divina de existencia, no es moverse a otro lugar sino a ese lugar de la existencia que se encuentra fuera del espacio. Paul Tillich se refiere a la Überräumlichkeit (más allá del espacio) de Dios e insiste en que esta trascendencia a cualquier espacio en particular implica la capacidad de estar presente en todo espacio. Esto es lo que queremos decir cuando mencionamos que Dios está “en todas partes”.
Por tanto, decir que Jesús ha “subido” a tal esfera de existencia no es decir que se ha “ido”. Sino es afirmar, si puedo adoptar una metáfora militar, que ha viajado a un punto más alto de ventaja, donde puede ver todo el campo de batalla y dirigir las operaciones con mayor eficacia.
John 16:20-23
En el Evangelio de hoy Jesús nos exhorta a orar con fe y esperanza: “Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, Él se lo concederá en Mi Nombre”. Invocar el nombre de Jesús es una forma efectiva de estar atentos a la calidad, y dar forma al contenido, de nuestra oración.
Cuando oramos “por Cristo nuestro Señor” estamos asumiendo la postura y actitud de Jesús, alineándonos con Él, obligándonos a desear lo que Él desea. Por consiguiente, es totalmente consistente orar en el nombre de Jesús por la paz, la justicia, el perdonar a nuestros enemigos, tener una mayor fe o por la salud de aquellos a quienes amamos.
Esas son todas cosas buenas que Jesús querría. ¡Pero sería anormal rezar por venganza contra nuestros enemigos en el nombre de Jesús, o por un Maserati, a través de Cristo nuestro Señor!
La cruz es el pasaje obligado, pero no es la meta, es un pasaje: la meta es la gloria, como nos muestra la Pascua. Y aquí nos ayuda otra imagen bellísima, que Jesús ha dejado a los discípulos durante la Última Cena. Dice: «La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora, pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo» (Juan 16, 21). Así es: donar la vida, no poseerla. Y esto es lo que hacen las madres: dan otra vida, sufren, pero después están alegres, felices porque han dado a luz otra vida. Da alegría; el amor da a luz la vida y da incluso sentido al dolor. El amor es el motor que hace ir adelante nuestra esperanza. Lo repito: el amor es el motor que hace ir adelante nuestra esperanza. Y cada uno de nosotros puede preguntarse: “¿Amo? ¿He aprendido a amar? ¿Aprendo todos los días a amar más?”, porque el amor es el motor que hace ir adelante nuestra esperanza. (Audiencia general, 12 abril 2017)
María Bernarda Bütler, Santa
Virgen y Fundadora, 19 de may
Martirologio Romano: En Cartagena de Nueva Granada, en Colombia, beata María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, la cual, nacida en Suiza, fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora († 1924).
Fecha de beatificación: 29 de octubre de 1995 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 12 de octubre de 2008 por S.S. Benedicto XVI
Etimologicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.
Etimologicamente: María = la amada por Dios, es de origen hebreo
Breve Biografía
María Bernarda, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Suiza y murió en Cartagena de Indias (Colombia). Siendo ya religiosa franciscana en su patria, marchó a Ecuador para desarrollar su vocación misionera, y luego pasó a Colombia. Dimensiones principales de su vida fueron la intensa oración, el apostolado, el servicio a los enfermos y desamparados, y la dirección de la Congregación en que se convirtió lo que en principio iba a ser una casa filial del monasterio suizo. El 29 de octubre de 1995, Juan Pablo II la beatificó. junto a otras dos hijas espirituales de san Francisco: María Teresa Sherer (16 de junio) y Margarita Bays (27 de junio).
María Bernarda (de nombre de pila: Verena) nació y fue bautizada en Auw (cantón de Argovia, Suiza) el día 28 de mayo de 1848. Era la cuarta hija de Enrique y de Catalina Bütler, campesinos humildes y católicos practicantes.
Al concluir la enseñanza escolar básica, se dedicó a los quehaceres domésticos y al trabajo en el campo. En plena juventud ingresó en una casa de religiosas. Al sentir que Dios no la llamaba a vivir en aquel lugar, regresó a la casa paterna, donde, entregada al trabajo, a la oración y al apostolado, continuó alimentando su vocación hasta que, el día 12 de noviembre de 1867, a los 19 años de edad, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora, en Altstätten (Suiza). El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Hizo la profesión religiosa el 4 de octubre de 1869.
Destacaba por su profunda virtud y sus cualidades humanas; por ello, no tardó en ser nombrada maestra de novicias y, más tarde, superiora, servicio que prestó hasta su partida para las misiones.
Cuando Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo (Ecuador), escribió relatando el total abandono en que vivía la gente de aquellas tierras y ofreciendo su diócesis como campo misionero, María Bernarda tuvo el convencimiento de que aquella invitación era una clara llamada de Dios a anunciar el Evangelio y a fundar una casa filial del monasterio de Altstätten en tierras ecuatorianas. Tras vencer la resistencia inicial de las autoridades eclesiásticas y obtener el permiso pontificio para dejar el monasterio, el 19 de junio de 1888, se dirigió, con seis compañeras, a Le Havre, Francia, donde embarcaron las siete rumbo a Ecuador.
Aquel paso, concebido sólo como el inicio de la fundación de una filial misionera del monasterio suizo, fue, de hecho, el inicio de un proceso que convirtió a María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto, la congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
Cuando llegaron a Ecuador, el obispo asignó a las siete religiosas la población de Chone, lugar difícil y espiritualmente abandonado, que contaba con unos 13.000 habitantes. Puso como base de su actividad misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio de las obras de misericordia. Se encargaron de la educación de los niños y jóvenes, anunciándoles el Evangelio, animaban la liturgia, visitaban y asistían a los enfermos y a los pobres.
La semilla derramada por esta gran mujer germinó y fructificó. Surgieron varias casas filiales en Ecuador. Pero la obra estuvo marcada también por el misterio de la cruz: pobreza absoluta, clima tórrido, inseguridades y dificultades de toda especie, se agregaron a malentendidos por parte de algunas autoridades de la Iglesia y la separación del instituto de algunas hermanas de su primera fundación fuera de Ecuador.
En 1895 la madre María Bernarda y más de 15 hermanas tuvieron que huir de Ecuador, a causa de una violenta persecución contra la Iglesia. En el puerto de Bahía se embarcaron rumbo a Colombia. Durante la travesía recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena de Indias, a trabajar en su diócesis. El día 2 de agosto de 1895 llegaron al puerto de Cartagena. Mons. Biffi las atendió paternalmente y les asignó como residencia un ala del hospital de mujeres, llamado Obra Pía, donde María Bernarda murió años más tarde.
El número de las hermanas creció y la congregación fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre Bernarda permanecía temporadas con las hermanas en los diversos lugares, compartía con ellas su trabajo y su vida, era ejemplo vivo de sencillez evangélica, edificaba y animaba a todas. Atendía con ternura y misericordia a todos los necesitados en el alma o en el cuerpo, pero sus predilectos eran los pobres y los enfermos. Oraba, exhortaba, escribía y evangelizaba con asombrosa entrega e intensidad.
Dirigió su congregación durante 32 años. Y cuando renunció con gratitud y humildad a este servicio, continuó animando a las hermanas con su ejemplo, su palabra y sus innumerables escritos, que son una mina de doctrina y de fecundidad espiritual.
Falleció el 19 de mayo de 1924, en la Obra Pía, a los 76 años de edad, 56 de vida religiosa franciscana y 36 de misionera en América Latina.
Su Intercesión comprobada
Dos milagros han sido reconocidos expresamente por la Iglesia Católica, atribuidos a la intercesión de la Madre María Bernarda Bütler, que sirvieron, primero, para la beatificación y, luego, la canonización. Cabe señalar que la Iglesia pide en estos casos el testimonio oficial de un tribunal médico, el cual corrobora que no hay explicación científica para las curaciones.
El milagro tomado para la beatificación ocurrió en 1969: la pequeña Liliana Sánchez, que por aquel entonces contaba con sólo 15 días de vida, presentaba ausencia de los huesos de la bóveda craneana e iba a morir en el corto plazo. Una religiosa de la congregación, la Hermana Filomena Martínez, le entregó a la mamá de la niña una reliquia de la Madre Bernarda y una novena. La señora puso la reliquia en la cabeza de su hija y rezó. De la noche a la mañana, se produjo una reconstrucción ósea completa, verificada por los médicos.
Por otra parte, en el año 2002, Mirna Jazime Correa, una médico de 29 años de edad de Cartagena, presentaba neumonía atípica complicada con derrame pleural bilateral y síndrome distrés respiratorio del adulto (SDRA). A pesar de los tratamientos médicos y farmacológicos no mejoraba y el 5 de julio se encontraba completamente desahuciada, conectada a las máquinas, mientras sus signos vitales iban decayendo.
Al igual que lo había hecho en su momento la madre de la niña Liliana Sánchez, la mamá de Mirna colocó sobre la cabeza de su hija una reliquia de la Beata María Bernarda y pidió durante todo el día la curación. Refieren testigos que a la oración se unió el personal de la unidad de cuidados intensivos.
La sorpresa llegó el día después, cuando se observó en la enferma una mejoría general, que se acentuó con el correr de las jornadas, sin que quedara ninguna secuela en los pulmones, luego de un cuadro de extrema gravedad.
Varios médicos del centro de salud testificaron: “No hay explicaciones naturales o clínicas en dicha curación. Lo que esperábamos en el cuadro tan complicado de la doctora Mirna era la muerte. La recuperación fue sorpresiva”.
El 6 de julio del 2007, el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre este milagro, que ha sido el último paso en el proceso que ahora terminará con la canonización de la beata Madre María Bernarda Bütler.
ORACIÓN
Te bendecimos, Señor,
porque has elegido a Santa María Bernarda,
para hacer presente tu amor misericordioso
y cooperar en la extensión de tu Reino.
Concédenos las gracias que por su
intercesión te pedimos,
haz que su ejemplo de vida
nos ayude a crecer en la bondad
y el amor al servicio de los hermanos.
Afirma, Señor, en nosotros,
la fe, la esperanza y la caridad.
Amén
Una alegría que nadie me podrá quitar
Santo Evangelio según san Juan 16, 20-23. Viernes VI de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo Rey Nuestro,
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor creo que me escuchas, que me ves, que me hablas. Creo que quieres estar conmigo en este rato de oración. Creo en ti, Jesús, pero aumenta mi fe.
Quiero creer más y más. Necesito una fe más grande en ti que me lleve a descubrirte en todos los momentos de mi obrar cotidiano. ¡Dámela por favor! Confío en ti, porque sé que Tú nunca me fallas. Dame una confianza más plena. Que sepa confiar en ti en los tiempos fáciles y en los difíciles, en los que me agradan y en los que no me agradan tanto. Te amo por lo que eres, Jesús, y no sólo por lo que me das. Dame la gracia de amarte cada día más y mejor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 20-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría. Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tu Palabra Señor no es nada ajena ni extraña a mi realidad. Por el contrario, es un mensaje que llega a todos los rincones de mi existencia y los llena de luz. Bien sabes, Jesús, que son muchas las ocasiones en las que experimento la alegría. Pero son también muchas en las que me invade la tristeza. Hoy en tu Palabra me hablas sobre este aspecto de mi vida; aspecto que Tú también experimentaste durante tu paso por este mundo. Quieres que profundice sobre estos dos sentimientos que se me presentan día a día. Me motivas al decirme que mis tristezas presentes no son eternas y luego me prometes una alegría que nadie me podrá quitar.
La tristeza es un sentimiento que se hace presente en mi vida de muchas maneras y por diversos motivos. Es tan humano sentirse triste que Tú mismo lo experimentaste en la última cena, en la despedida con tus apóstoles, en el huerto de Getsemaní, en tu pasión y en otras ocasiones. Desde entonces la tristeza no es la misma, pues me consuela saber que me comprendes, que Tú, Dios mío, la padeciste.
Pero ahora que has resucitado, me hablas de que la tristeza no es la última palabra en mi vida. Me dices que mis tristezas se convertirán en alegría. Dime, Señor, la fórmula que hace capaz este cambio. La fórmula eres Tú. La tristeza no es la misma si la vivo junto a ti, mirándote, escuchándote, compartiéndotela.
Los discípulos estuvieron tristes mientras estuvieron solos, pensando que todo había terminado en una cruz el viernes santo. Pero su tristeza se cambió en alegría cuando te volvieron a ver vivo, cuando te escucharon, te alimentaron y te tocaron. Yo también puedo, con tu gracia, cambiar mi tristeza en alegría si en ella te descubro, te veo, te toco, te amo. Dame, Jesús, esta gracia. Quédate siempre a mi lado, en especial en los momentos de tristeza.
Me has hecho, Dios mío, para ser feliz. Eso lo que me recuerdas en este pasaje. La alegría es el regalo que preparas a los que te aman, a los que te siguen hasta el final, aunque se tenga que pasar por Getsemaní y el Calvario. Mi mayor alegría es tenerte a mi lado, descubrirte vivo y real, verte, seguirte, amarte. Esta alegría de saberte cercano nada ni nadie me la podrá quitar. ¡Nada ni nadie! No hay cosa en el mundo que me pueda quitar la dicha de saberme querida, querido por ti. ¡Yo quiero que Tú, Señor, seas mi alegría!
«La alegría que suscita el encuentro con Jesús nos anima a anunciarlo. Por eso, el signo concreto de haberlo encontrado realmente es la alegría que experimentamos al transmitirlo a los demás. Se puede decir que desde el día de nuestro Bautismo se nos da un nombre nuevo, además de aquel que dan los padres: el nombre de “Cristóforo”, que significa, “portador de Cristo”. El cristiano es portador de Cristo. Vivir la misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer en la misericordia de Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de enero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofreceré una pequeña oración por los que están sumergidos en tristezas profundas, para que te sepan descubrir en ellas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Flor del 19 de mayo: Estrella de la mañana
Meditación: María, como el lucero del alba, nos anuncia el Nacimiento de Jesús, Sol de Justicia. Ella, la puerta del Cielo, nos sube peldaño a peldaño hacia su Hijo Amado, pidiéndonos con amor que tengamos humildad de corazón, viviendo las virtudes que en Ella destellan, como verdaderos discípulos y dignos hijos. Seamos sinceros y de corazón recto para subir de su mano al Cielo.
Oración: ¡Estrella de la mañana, nuestra soberana!, marca nuestro camino que es el mismo Cristo, para que no caigamos en ningún desvío y estemos siempre contigo. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Dar testimonio a alguien cercano sobre las virtudes de María, y su importancia como el más fácil y corto camino a Cristo. Recomendar también la lectura del libro de San Luis Grignon de Montfort: “Tratado sobre la verdadera devoción a María”.
San Francisco Coll, promotor de la educación de las niñas
Conoce al dominico y misionero catalán que fundó la Congregación de las Dominicas de la Anunciata
Francisco Coll Guitart nació en Gombrèn (Girona, España) el 18 de mayo de 1812. Era el pequeño de 11 hermanos y su padre falleció cuando tenía 4 años.
Su madre se encargó de formarlo cristianamente y hacer de él un joven recio y piadoso.
Estudió en el seminario de Vic (Barcelona) y vivió tiempos de incertidumbre ya que en esa época el Gobierno decretó la supresión de las órdenes religiosas en España. El 4 de agosto de 1835 él y sus compañeros son expulsados del convento.
Finalmente, pese a la prohibición del Gobierno, fue ordenado sacerdote e ingresó en la Orden de los Dominicos.
El padre Coll entendió que Dios lo llamaba a recristianizar llevando la Palabra de Dios de forma amable y sencilla a la gente. Propagó la devoción a la Virgen y en especial el rezo del rosario.
Fundó la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata y destacó como un hombre entregado a la educación de la infancia y la juventud, especialmente de las niñas.
San Francisco Coll falleció a los 57 años, el diciembre de 1869.
Oración
«…¡Oh Rosario!
Tú eres un libro breve, sí,
pero que enseña lo más santo y lo más sagrado de nuestra Religión,
tú eres un arca que ocultas un tesoro riquísimo
digno de que todos los hombres lo busquen con gran ansia,
tú eres un regalo del Cielo
que nos descubres los elementos de la Religión,
los principios, los motivos, y la práctica de todas las virtudes,
tú nos enciendes en caridad, y amor
hacia aquel Dios que tanto se dignó hacer y padecer por nosotros:
Tú despiertas a los somnolientos, caldeas a los tibios,
empujas a los perezosos, sostienes a los justos, conviertes a los pecadores,
reduces o confundes a los herejes, espantas al demonio, haces temblar al infierno
o, por decirlo mejor,
eres una devoción que incluyes y contienes todas las demás devociones».
Fragmento del “Elogio del Rosario” (sermón de san Francisco Coll).