TOQUES DE HOY

Evangelio / Catequesis / Santoral / Reflexiones

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Reflexiones diarias del Evangelio

Referencias Bíblicas
• Luke 15:1-3,
• Luke 15:11-32
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, nuestro Evangelio de hoy es la parábola más conocida de Jesús, y quizás la historia más grande jamás contada. Nos dice prácticamente todo lo que necesitamos saber sobre nuestra relación con Dios, tan solo si nos concentramos en los detalles con cuidado. 



El hijo menor pide su parte de la propiedad y la desperdicia rápidamente en una tierra lejana—y así siempre nos va. Somos los hijos de Dios; se nos ha dado la vida, el ser, todo por medio de Él; existimos a través de Él en todo momento. Lo que la historia presente aquí, tan vívidamente, es el momento del pecado, que significa ruptura o división. 



Así entonces, se vio obligado a trabajar y convertirse en alguien que alimentaba cerdos. Y nadie le daba nada. Por fin, entrando en razón, decide dejar todo ello y regresar con su padre. 



El padre lo ve desde muy lejos, y luego, dejando de lado formalismos, sale corriendo a su encuentro. La Biblia no es la historia de nuestra búsqueda de Dios, sino la búsqueda apasionada e implacable de Dios por nosotros. Pone en ese momento un anillo en el dedo de su hijo—anillo de matrimonio, que simboliza el restablecimiento de una apropiada relación entre Dios y nosotros.

 

 

Lea, Santa

Viuda, 22 de marzo

Por: n/a | Fuente: EWTN

Martirologio Romano: Conmemoración de santa Lea, viuda romana, cuyas virtudes y cuya muerte recibieron las alabanzas de san Jerónimo († c.383).

Breve Biografía

De «la santísima Lea», como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar – quizá joven aún – renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.

Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo:

«De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras».

»Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación».

No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, «cuya vida era tenida por todos como un desatino», llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.


 

 

La entrada a casa

Santo Evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32.

 

 

Sábado II de Cuaresma
Por: Javier Castellanos, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Muéstrame, Padre, el camino hacia ti. Dame fuerzas para ponerme en camino con el corazón y con las obras, «…dirige nuestra vida y condúcenos a la luz donde habitas»



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32



 

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca”. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre les dijo a sus criados: “¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo”. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: “¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo”. El padre repuso: “Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”.



Palabra del Señor



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



La parábola del hijo pródigo es, ante todo, la historia de un Padre. Cada escena de este relato habla por sí sola, pero el momento del abrazo habla de modo muy especial al corazón. En esta oración acerquémonos a Dios y dejémonos abrazar por Él, que es un buen Padre…



 

 

Jesús no exigía a los pecadores unas condiciones para poder encontrarse con Él. Lo mismo el Padre en la parábola, no pone un letrero de «paso restringido», «casa reservada para los leales». Sólo con ser hijo ya se tienen las puertas abiertas y todos los derechos al corazón misericordioso de Dios.



Cuánta esperanza nos da, cada vez que nos alejamos de casa, recordar que las puertas siempre están abiertas. Sólo depende de nosotros tomar la decisión de volver: «Me pondré en camino adonde está mi Padre.» Ahí tenemos la puerta del confesionario, donde recuperamos el anillo de familia, la vestidura de la gracia, las sandalias para volver a caminar. ¡Y cuántas veces en nuestra vida hemos sido recibidos ya en esta puerta! Porque Cristo no se cansa nunca de perdonarnos, y nos levanta sin contar el número de caídas. ¿Cómo no agradecer una misericordia tan grande?



Quizá ya hemos aprovechado la oportunidad esta cuaresma para una buena confesión, o bien pensamos hacerlo pronto. Sea como sea, pidamos en esta oración el don de una confianza cada vez más grande en la misericordia de Dios. Pidamos a María, Madre de Misericordia, que nos guíe de vuelta a casa si nos alejamos, y que nos enseñe a vivir cada vez más unidos a su Hijo Jesucristo.

 

 



«El relato nos hace ver algunas características de este padre: es un hombre siempre preparado para perdonar y que espera contra toda esperanza. Sorprende sobre todo su tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de casa: podría haberse opuesto, sabiendo que todavía es inmaduro, un muchacho joven, o buscar algún abogado para no darle la herencia ya que todavía estaba vivo. Sin embargo le permite marchar, aún previendo los posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el gran regalo de la libertad. Nos toca a nosotros hacer un buen uso. ¡Este regalo de la libertad que nos da Dios, me sorprende siempre!».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de marzo de 2016).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Buscaré hoy cultivar la alegría y el optimismo de saberme perdonado por Dios.



Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

La Cuaresma: un camino de alegría hacia la redención 

Si deseas entender el tiempo de Cuaresma y quieres vivirlo con alegría, aquí te compartimos los aspectos importante de este tiempo de preparación a la redención

 

 

La Cuaresma, esos cuarenta días que marcan el itinerario espiritual desde el Miércoles de Ceniza hasta la Semana Santa, no es un paréntesis de tristeza ni un lamento por el sufrimiento de la Cruz. Al contrario, es un tiempo de alegría serena, de esperanza activa y de renovación interior que nos prepara a la redención. 

Los Doctores de la Iglesia, desde san Agustín hasta santa Teresa de Jesús, han insistido en que este período no se reduce a una mera conmemoración del dolor, sino que es una preparación gozosa para la Resurrección. En el corazón de esta preparación, tres actitudes se entrelazan como hilos de un mismo tejido espiritual: la humildad, el arrepentimiento y la caridad. Integrarlas no solo es un ejercicio de piedad, sino un camino para vivir la redención como una experiencia transformadora.

Todo comienza con la ceniza

 

 

Aquel gesto sencillo y austero de recibir en la frente el polvo que recuerda nuestra fragilidad —“polvo eres y en  polvo te convertirás”— no es una invitación al pesimismo, sino a la libertad. San Agustín, en sus reflexiones, subrayó que la humildad es la puerta que abre el alma a la gracia. Reconocer que somos criaturas limitadas, dependientes de un Dios amoroso, no nos disminuye; al contrario, nos libera de la arrogancia que esclaviza. 

La humildad permite mirar la vida con realismo, aceptando que no somos dueños del tiempo, ni de las circunstancias, ni siquiera de nosotros mismos. Esta actitud psicológica, lejos de ser resignación, es el cimiento de la confianza. Quien se sabe pequeño, como un niño, puede caminar sin miedo de la mano del Padre.

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Una Metanoia

El arrepentimiento, en la tradición católica, no es un lamento estéril por los errores del pasado, sino un movimiento dinámico del corazón hacia la conversión. Los Padres de la Iglesia, como san Juan Crisóstomo, hablaban de la metanoia—un cambio de mentalidad— como el núcleo de la Cuaresma. 

Este proceso implica examinar con sinceridad las propias acciones, pero también las motivaciones más profundas: ¿Qué nos aleja de Dios? ¿Qué heridas no hemos sanado? ¿Qué apegos nos impiden amar con libertad? Santo Tomás de Aquino recordaba que el verdadero arrepentimiento no se mide por la intensidad del dolor, sino por la firmeza del propósito de enmienda.

Es aquí donde la Cuaresma adquiere su tonalidad esperanzadora: no se trata de flagelarse por los pecados, sino de abrir las ventanas del alma para que entre la luz de la misericordia con uno mismo. 

Volver a casa

 

 

Como el hijo pródigo que decide volver a casa, el cristiano descubre que el arrepentimiento no es un callejón sin salida, sino el primer paso hacia un encuentro que  nos devuelve la dignidad.  

Sin embargo, la humildad y el arrepentimiento carecerían de sentido si no desembocaran en la caridad. San Basilio el Grande lo expresó con claridad: «¿De qué sirve ayunar si no compartes el pan con el hambriento?». 

La Cuaresma no es un retiro individualista, sino un llamado a salir de sí mismo para tender la mano al hermano. La limosna, en su sentido más amplio, no es solo dar lo que nos sobra, sino compartir la vida. Santa Teresa de Calcuta, aunque no es Doctora de la Iglesia, vivió esta verdad: «El amor, para que sea auténtico, debe costarnos».

La caridad activa y la humildad

La clave para vivir la Cuaresma no está en aislar estas actitudes, sino en tejerlas en una única dinámica espiritual. La humildad sin arrepentimiento podría convertirse en complacencia; el arrepentimiento sin caridad, en un egoísmo disfrazado de culpa; la caridad sin humildad, en una obra vacía de protagonismo. San Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, enseñaba que la verdadera devoción debe ser «alegre y generosa».

¿Todavía no te sientes en cuaresma? Inspírate en los santos

 

 

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