Mark 6:30-34

Amigos, el Evangelio de hoy nos muestra la compasión de Jesús por la multitud en el desierto. 

“Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”.

Este es un punto central en el pueblo de Israel cuando estaban en el desierto, después de la huida de Egipto. Aislados, solos, asustados y sin comida, clamaban a Moisés por algo. Vemos personas que se mueren por falta de alimentos, y un profeta que está bajo amenaza de muerte. Esta multitud alrededor de un Jesús amenazado es una metáfora para la Iglesia. Hemos venido a Él porque tenemos hambre y nos quedamos aun cuando las cosas se vuelven sombrías.

Esa es la razón por la cual “no quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante”. Dios no ha venido para acabar con aquellos que lo han socavado espiritual y moralmente, sino para estar con ellos en total solidaridad.

Lorenzo de Brindisi, Santo

Doctor de la Iglesia, 21 de Julio

Por: n/a | Fuente: Corazones.org

Sacerdote capuchino – Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de caracter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Etimológicamente: Lorenzo = laurel, de la lengua latina.

Fecha de beatificación: 1 de junio de 1783 por S.S. Pío VI
Fecha de canonización: 8 de diciembre de 1881 por S.S. León XIII.

Iconografía: con hábito, un libro, la hostia alusiva a su veneración a la Eucaristía y la imagen de María Santísima, por la especial devoción que le manifestó.

Breve Biografía

Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.

Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: «Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?.» «Sí, lo habrá», respondió el superior. «Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento». Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.

Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.

Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.

Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.

Un sacerdote le preguntó: «Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?» Y él respondió: «En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo».

Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.

Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.

San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia en 1959, con el título de Doctor Evangélico, por lo elevado de su inspiración evangélica.

Ovejas sin pastor

Santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34. Domingo XVI del Tiempo Ordinario.

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesucristo, te doy gracias por los momentos en que piensas en mí sin que yo me dé siquiera cuenta. Concédeme imitar tu ejemplo. Que aprenda a mirar las necesidades de los demás antes que las mías. Que lo haga de corazón, no por aparentar. Te pido por mis seres queridos, por mis amigos y por las personas que aún no te conocen. Quiero ofrecerte esta oración en acción de gracias por tu presencia en la Eucaristía y en mi corazón

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este pasaje del Evangelio según san Marcos, encontramos a los apóstoles regresando de su misión, llenos de experiencias y enseñanzas para compartir con Jesús. Él, al ver su agotamiento, les invita a retirarse a un lugar solitario para descansar. Sin embargo, la multitud que seguía a Jesús era tan numerosa que no les permitía ni siquiera comer.

A pesar de sus planes de descanso, Jesús se compadece de la gente, que estaba como ovejas sin pastor, y decide quedarse para enseñarles. Esta decisión nos muestra su profunda preocupación por las necesidades espirituales de los demás, incluso cuando él mismo necesitaba descansa

La escena nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces nos encontramos ocupados, sin tiempo para descansar o reflexionar? ¿Cuántas veces ignoramos las necesidades de los demás porque estamos centrados en nuestras propias preocupaciones?

Jesús, al ver a la multitud, no se aparta egoístamente; en cambio, se convierte en el pastor que guía y enseña. Su compasión nos desafía a mirar más allá de nuestras agendas y a estar atentos a quienes nos rodean.

En este tiempo de vacaciones, podemos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a ser como Jesús, a renunciar a nuestro propio descanso para atender a aquellos que necesitan dirección y consuelo? ¿Cómo podemos ser pastores compasivos en medio de nuestras ocupadas vidas?

Quizás la respuesta esté en seguir el ejemplo de Jesús, que vio a las personas como ovejas sin pastor y se dedicó a enseñarles y guiarlas. Así, también nosotros podemos ser instrumentos de amor y compasión en el mundo, incluso cuando nos sentimos cansados o abrumados.

«El Evangelio de hoy nos dice que los apóstoles después de la experiencia de la misión, están contentos pero cansados. Y Jesús lleno de comprensión quiere darles un poco de alivio. Entonces les lleva a aparte, un lugar apartado para que puedan reposarse un poco. «Muchos entretanto los vieron partir y entendieron… y los anticiparon». Y a este punto el evangelista nos ofrece una imagen de Jesús de particular intensidad, ‘fotografiando’ por así decir sus ojos y recogiendo los sentimientos de su corazón. Dice así el evangelista: “Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”. tomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los «verbos del Pastor». El primero y el segundo están siempre asociados a la actitud de Jesús: de hecho su mirada no es la de un sociólogo o la de un fotoreporter, porque Él mira siempre «con los ojos de corazón». Estos dos verbos: «ver» y «tener compasión», configuran a Jesús como el Buen Pastor. También su compasión no es solo un sentimiento humano, pero es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la multitud con el pan de su palabra. O sea, enseñar la palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña. ¡Que bello es esto!».

(S.S. Francisco, Angelus del19 de julio de 2015)).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Procuraré escuchar a mis amigos, familiares y compañeros con atención y sin dar muestras de prisas.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Religioso, diplomático, estratega, predicador: san Lorenzo de Bríndisi

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Dolors Massot – publicado el 21/07/15

Este capuchino era muy piadoso, tenía éxtasis al celebrar la misa. Un día Jesús se le apareció y le dio la comunión

Cesar de Rossi nació en Bríndisi, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una importante familia veneciana.

A los seis años ya llamaba la atención por su memoria prodigiosa. Supo repetir de memoria un sermón que había escuchado.

Pronto quedó huérfano de padre y fue acogido entre los niños oblatos de los franciscanos conventuales de Brindis.

Posteriormente, murió su madre y fue a vivir con un tío sacerdote en Venecia y estudió en el colegio de San Marcos.

En la ciudad conoció a los capuchinos y a los 16 años ingresó en el convento de esta orden en Verona.

Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que la vida que llevaría debía ser dura y austera.

El joven le preguntó: «Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?.» «Sí, lo habrá», respondió el superior.

«Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir, por amor a Él, cualquier padecimiento».

Como capuchino tomó el nombre de Lorenzo.

Además de estudiar filosofía y teología en la Universidad de Padua, el santo tenía un dominio extraordinario de lenguas. Hablaba griego, hebreo, alemán, bohemio, francés y español.

Enseguida manifestó su don para la predicación, que decidió emplear para llevar almas a Dios. Hubo muchas conversiones.

Era un hombre mortificado, que dormía sobre tablas, se levantaba por las noches a rezar salmos, ayunaba comiendo solo pan y verdura, se esforzaba por estar siempre de buen humor y alegre…

Un sacerdote le preguntó un día: «Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?». Él respondió:

«En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo».

Ya como sacerdote predicó en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, se desplazó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden.

San Lorenzo conocía muy a fondo los textos bíblicos (en su lengua original) y el papa Clemente VIII le pidió que trabajara especialmente por la conversión de los judíos. Así fue y tuvo éxito en la tarea.

También fue un instrumento fiel en la lucha contra el protestantismo en Alemania, a donde le enviaron sus superiores.

Viajó con el beato Benito de Urbino y primero se dedicó a atender a las víctimas de la peste, para más tarde fundar conventos en Praga, Viena y Gorizia.

En 1602 fue elegido superior general de la orden de los Capuchinos. Trabajó con responsabilidad y prudencia en el cargo, pero en 1605 manifestó que no quería ser reelegido porque pensaba que Dios quería otro camino para él.

Cuando los turcos amenazaban en el Mediterráneo y Europa, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática y logró el apoyo de los príncipes alemanes.

Siendo capellán militar, san Lorenzo llegó a tomar decisiones cruciales. Fue prácticamente general en jefe del ejército.

Por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque sin armas y con un crucifijo.

Todos consideraron que la victoria había sido obra de san Lorenzo.

Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

De hecho, san Lorenzo de Bríndisi fue arrebatado varias veces en éxtasis durante la misa.

Y era esa poderosa vida interior la que le daba fuerzas para llevar una vida de actividad en el mundo a pesar de sus deseos de entregarse solo al silencio y la vida apartada en el convento.

Fundó un convento de capuchinos en Madrid aprovechando que viajaba en misión para pedir al rey Felipe II que se uniera a la Liga Católica.

En otra ocasión, cuando san Lorenzo ya estaba mayor, viajó de nuevo a Madrid y Lisboa al encuentro del monarca para pedirle que relevara al virrey de Nápolesel duque de Osuna, que se comportaba tiránicamente con el pueblo. Felipe II así lo hizo.

Después fue nombrado nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga Católica.

En 1618, después de hacer mediador en varios conflictos reales, se retiró al convento de Caserta.

Allí falleció en paz el día que cumplía 60 años, el 22 de julio de 1619. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Dejó escritos 15 volúmenes de textos teológicos, entre ellos 800 sermones, un comentario del Génesis y varias obras contra Lutero. En 1959, el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia.

Oh Dios, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo y fortaleza, concédenos llegar a conocer, con ese mismo espíritu, las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la práctica después de conocerlas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.