Luke 17:1-6

Amigos, en el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús hablar sobre la fe. La fe es poderosa, porque es un enlace con la realidad de Dios, que es el poder que ha creado y sostiene el cosmos. A veces, el poder de la fe se manifiesta en formas espectaculares y obvias. Por ejemplo, hay una larga tradición de sanación de fe, que se remonta a Jesús mismo y a través de muchos de los santos. También está el poder de la oración. Cuando algunas personas piden con un espíritu de confianza, realmente creen que lo que están pidiendo sucederá, y entonces sucede.

Pero la mayoría de las veces, el poder de la fe se manifiesta en coraje para enfrentar situaciones traumáticas, la enfermedad e incluso el temor a la muerte. Es la confianza de saber que estamos siendo guiados y cuidados, incluso cuando esa orientación y cuidado no son inmediatamente evidentes.

Conocido también como San Martín Caballero

Martín de Tours, Santo

Memoria Litúrgica, 11 de noviembre

Por: Mario Sgarbossa y Luigi Giovannini | Fuente: Un santo para cada día Ediciones San Pablo

Obispo

Martirologio Romano: Memoria de san Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nació de padres paganos en Panonia, en el territorio de la actual Hungría, y llamado al servicio militar en Francia, cuando todavía era catecúmeno cubrió con su capa al mismo Cristo transformado en el semblante de un pobre. Recibido el bautismo, dejó las armas y llevó en Ligugé vida monástica en un cenobio por él fundado, bajo la dirección de san Hilario de Poitiers. Ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, manifestó en sí el modelo del buen pastor, fundando otros monasterios y parroquias en los pueblos, instruyendo y reconciliando al clero y evangelizando a los campesinos, hasta que en Candes regresó al Señor († c. 397). 

Breve Biografía

Martín de Tours es uno de aquellos hombres que han hecho hablar de sí a muchas generaciones por haber sido protagonista de episodios aptos para despertar la fantasía popular. Es frecuente la narración del episodio de San Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido.

Martín, hijo de un tribuno romano, nació en Sabaria, en Panonia, hacia el 315. A los quince años ya vestía el uniforme militar.

El episodio del manto hay que colocarlo en este periodo, porque a los 18 años recibió el bautismo y abandonó la milicia para seguir a San Hilario de Poitiers, su maestro. Después de un breve noviciado de vida eremítica en la Isle Galinaria, Martín fundo dos monasterios: Ligugé, el más antiguo de Europa, y Marmoutier, que se convertiría en un gran centro de vida religiosa.

Después del paréntesis contemplativo, siguió el activo: Martín, elegido obispo de Tours, se convirtió en el grande evangelizador de Francia. Había sido, como se dice, soldado sin quererlo, monje por elección y obispo por deber. En los 27 años de vida episcopal se ganó el amor entusiasta de los pobres, de los necesitados y de cuantos sufrían injusticias, pero no era bien visto por los de su clero que querían vivir tranquilamente. De hecho fue acusado por un sacerdote llamado Bricio. Su respuesta fue proverbial: “¿Si Cristo soportó a Judas, por qué no debería yo soportar a Bricio?”

Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una visita pastoral. Sus funerales, que tuvieron lugar tres días después, fueron una verdadera apoteosis; en ese día, el 11, se conmemora su memoria. Se puede considerar como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Esa fecha quedó también como punto de referencia en los contratos de arrendamientos, de terrenos, de compraventas, en el mundo agrícola: “el nuevo vino se bebe en San Martín”, se dice todavía hoy en muchas regiones de Italia y de Francia.

La mitad del manto que – según la leyenda – San Martín compartió con el pobre de Amiens, se conserva celosamente en una capilla. Al custodio de la capilla se llama “capellán”, sin ser lo, porque es el protector de la “capa” del Obispo de Tours.

Aprendemos a creer creyendo

Santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6. Lunes XXXII del Tiempo ordinario.

Por: Cristian Gutiérrez, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, porque de nuevo puedo estar a solas contigo en oración. Gracias por todos los beneficios que me has concedido. Quiero estar junto a ti. Te necesito y sin ti nada en mi vida tiene sentido. Por ello acudo para suplicarte tu compañía permanente a mi lado. Aumenta mi fe, mi confianza y mi amor. Enciende en mí un celo cada vez más ardiente por la salvación de las almas y una pasión irresistible por ti y por tu Reino.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado. Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”. Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy me hablas de las ocasiones de pecado, del perdón y de la fe. En mi vida siempre habrá ocasiones de pecado. Pero siempre estará también tu gracia para superarlas. A veces me detengo más a considerar la ocasión y lo mucho que me atrae el realizar aquel acto que la ayuda y socorro que me brindas para no ceder al enemigo. En las ocasiones de pecado, como dice el dicho, es mejor que se diga: «aquí huyó, que aquí murió». Dame la gracia, Señor, de luchar por mi vida de gracia y defenderla como el mayor tesoro que me has dado.

El perdón es algo que tal vez en el mundo de hoy se habla mucho, pero se entiende mal. Sobre todo aquello de perdonar siempre no es algo que se inculque en la actualidad. Sin embargo, al hablarme del perdón me estás llamando a una de las más profundas imitaciones que puedo tener de ti. Tú que siempre nos perdonas, incluso más de siete veces al día, me invitas a perdonar también al que me ofende. Perdonar siempre, sin llevar cuentas.

«Auméntanos la fe» es la petición que los apóstoles te hacen hoy y que yo también te repito. Sin embargo, descubro en el Evangelio que no das una fórmula mágica, ni una orden para que ello se realice. Podría parecer que tu respuesta no satisface aquella petición de los apóstoles. Pero tu respuesta está implícita. Así como para aprender a nadar se aprende nadando y a leer leyendo, la fe crece, se aprende, en los actos que la ejercitan. A creer se aprende creyendo.

Por ello me quieres decir hoy que la fe no es un elemento reducido a la oración y a la religión. La fe puede estar presente también en los actos cotidianos de mi vida: en el trabajo, en la familia, en la dificultad, en el descanso. Señor, aumenta mi fe.

«“Auméntanos la fe”. Es una hermosa súplica, una oración que también nosotros podríamos dirigir a Dios cada día. Pero la respuesta divina es sorprendente, y también en este caso da la vuelta a la petición: “Si tuvierais fe…”. Es él quien nos pide a nosotros que tengamos fe. Porque la fe, que es un don de Dios y hay que pedirla siempre, también requiere que nosotros la cultivemos. No es una fuerza mágica que baja del cielo, no es una “dote” que se recibe de una vez para siempre, ni tampoco un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida. Porque una fe concebida para satisfacer nuestras necesidades sería una fe egoísta, totalmente centrada en nosotros mismos. No hay que confundir la fe con el estar bien o sentirse bien, con el ser consolados para que tengamos un poco de paz en el corazón. La fe es un hilo de oro que nos une al Señor, la alegría pura de estar con Él, de estar unidos a Él; es un don que vale la vida entera, pero que fructifica si nosotros ponemos nuestra parte».

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pediré perdón si he ofendido a alguien o perdonaré en este día a aquella persona que me pueda ofender, recordando y creyendo que hay que perdonar siempre, sin llevar cuentas.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Martín de Tours, de soldado a obispo por aclamación

© By Fulcanelli | Shutterstock

Saint Martin

Dolors Massot – publicado el 11/11/14

Dividió su capa para darla a un pobre y fundó el primer monasterio de Francia

San Martín de Tours (también llamado san Martín Caballero) nació en la actual Hungría en torno al año 316, en una familia pagana.  Su padre era militar.

Estando en Amiens (Francia) como soldado, un día de frío invierno se encontró con un mendigo. Martín dividió su capa en dos y le dio una parte al pobre.

Jesucristo en sueños

Aquella noche, en sueños se le apareció Jesús que le decía: «Martín, hoy me cubriste con tu manto».

Inmediatamente Martín –que ya era catecúmeno- se hizo bautizar y renunció a la milicia. Le dijo a su general: «Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame que de ahora en adelante sirva a Jesucristo propagando su santa religión».

Viajó a Poitiers, donde lo instruyó el obispo san Hilario. Le cedió unas tierras apartadas y allí fundó el que sería el primer monasterio de Francia.

Alcanzó fama de santidad en vida hasta tal punto que, por mucho que se resistía, en el 371 fue designado obispo por aclamación popular.

Su dedicación a las almas fue heroica. Sorprendía por gestos como oponerse a la tortura de los prisioneros. Fundó las primeras parroquias rurales de Francia.

Falleció en el 397 después de una larga vida dedicada a la oración, la formación de los sacerdotes y la evangelización de los pobres.

Santo patrón

William Chevillon I CC BY-SA 4.0

San Martín de Tours es patrono de los soldados, de la Guardia Suiza Pontificia, de tejedores, de comercios y fabricantes textiles. Se le tiene como patrón en países como Francia y Hungría y en ciudades como Buenos Aires y Orense.

Oración a san Martín de Tours

Glorioso soldado Romano, que te sentiste llamado por Dios a vivir la caridad:
Por las pruebas más grandes que sufriste por el Señor,
te pido de todo corazón que combatas la miseria de mi casa,
que la caridad de tu alma me siga por dondequiera que vaya,
y me consigas la bendición del Señor en todos mis negocios.

¡Oh! San Martín Caballero, del Señor fiel Misionero, líbrame de todo mal,
para que nunca me falte salud, trabajo y sustento.

Oh Dios, que conoces que por nuestras fuerzas no podemos subsistir,
haz que, por la intercesión de tu confesor y pontífice san Martín,
seamos fortalecidos contra todos los males que nos rodean.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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