Guillermo de Vercelli, Santo
Abad, 25 de junio

Martirologio Romano: En Goleto, cerca de Nusco, en la Campania italiana, san Guillermo, abad, el cual, nacido en Vercelli, se hizo peregrino y pobre por amor a Cristo, y, aconsejado por san Juan de Matera, fundó el monasterio de Montevergine, en el que reunió a unos monjes a los que impartió una profunda doctrina espiritual, y también otros diversos monasterios, tanto masculinos como femeninos, en varias regiones de la Italia meridional. ( 1142)

Breve Biografía

Nació por el año 1085 en Vercelli, como indica su nombre, en el norte de Italia. Pocas cosas sabemos de su nacimiento e infancia, pero sí de su juventud y mocedad como un prodigio de mortificación y de don de milagros.

El solía decir a los monjes que trataban de imitar su vida y pretendían seguirle a todas partes: «Es necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos.

Ahí estaba sintetizada la vida que él llevaba y la que quería que vivieran también cuantos quisieran estar a su lado.

Cuando todavía era un joven hizo una perigrinación a Santiago de Compostela que en su tiempo era muy popular y que hacían casi todos los cristianos que podían. Pero él lo hizo de modo extraordinario: Se cargó de cadenas, que casi no podía arrastrar por su gran peso, y apenas tomaba bocado. Un día llegó a las puertas de una casa de campo y parecía desfallecer. A pesar de ello habló así al dueño de la misma que parecía ser un valiente caballero: «Señor, estas cadenas se me rompen continuamente y me hacen muchos honores porque son vistas por todos. ¿No serías tan bueno que me dieras una coraza para llevarla escondida junto a mis carnes y un casquete para mi cabeza? Dicho y hecho. Guillermo salió de la presencia de aquel caballero con gran esfuerzo, ya que apenas podía moverse con tanto hierro y con los dolores enormes que le proporcionaban. Vuelto a Palermo, el rey Rogerio que había oído ya hablar muchas maravillas de aquel raro peregrino, sintió grandes deseos de verlo.

En la corte se contaban chascarrillos a su costa y cada uno lo tomaba a chacota y decía de él las cosas más raras e inverosímiles. En aquella corte había una mujer que llamaba la atención por su vida deshonesta y ella al oír hablar de la santidad del peregrino dijo a todos los cortesanos: «Yo os prometo que le haré caer a ese pobre hombre en mis redes de lascivia». Se arregló lo mejor que pudo y se dirigió a visitarle. El santo hombre la recibió con grandes muestras de simpatía y tuvo con ella una larga conversación creyendo la dama que ya lo había conquistado para el pecado. Así volvió contenta a la corte y contó sus victorias. Pero habían quedado que volvería aquella noche para pasarla con él.

El santo peregrino la invitó, la tomó el brazo y le dijo: «Ven y acuéstate conmigo en este lecho nupcial». El extendió las brasas y llamaradas de una gran hoguera que había hecho preparar y se arrojó en ellas. La pobrecilla mujer, que se llamaba Inés, cayó avergonzada y prorrumpió a llorar al ver que no le tocaba el fuego al siervo de Dios. Hizo penitencia, abrazó la vida religiosa y murió santamente.

Según una tradición, un lobo devoró su asno y él lo reprendió, convirtiéndolo.

En Montevergine fundó un célebre monasterio y purificó la corte y los palacios de tanto pecado como se cometía. Príncipes y labriegos, hombre y mujeres abandonaban su mala vida y seguían su ejemplo dejándolo todo por seguir a Jesucristo.

Desde este Monte Sacro, que ahora se llama como en tiempos de San Guillermo, Monte de la Virgen (Montevergine), nuestro Santo continuaba ejerciendo un gran influjo por medio de su oración y vida de sacrificio. Lleno de méritos, murió el 25 de junio de 1142

Señor, si quieres puedes curarme

Santo Evangelio según san Mateo 8, 1-4. Viernes XII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero, Señor, estar contigo estos minutos. Enséñame a orar. Mira lo mucho que necesito de ti. Ayúdame a creer, a esperar y amar hoy un poco más. Gracias por todos los dones espirituales y materiales que me concedes. Gracias por tu inmenso amor. Gracias por tu presencia y tu acción en mi vida. Dame la gracia de serte siempre fiel y de ser un apóstol infatigable de tu Reino.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 1-4
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De pronto se le acercó un leproso, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: “Sí quiero, queda curado”.

Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Qué hermosa petición la que este leproso te hace postrado a tus pies! «Señor, si quieres, puedes curarme». Tras esta petición se descubre la fe maravillosa de un enfermo que ha aceptado su enfermedad y que no la vive como un castigo sino como un don, un medio para acercarse a ti. Es la fe manifestada en la disponibilidad del «si quieres». Esto me puede enseñar en mi vida a estar siempre abierto a la Voluntad de Dios. Eres Tú quien mejor sabes lo que me conviene en cada momento. Por ello, antes de cada petición podría decirte: «Señor, si quieres, concédeme…» «Si quieres, ayúdame…» «Si quieres, dame…».

Es la fe del que se abandona en tus manos esperando de ti lo que necesita. Este leproso no pide la curación, pide la Voluntad de Dios.?Y como no hay nada que te conmueva más que la fe, tu respuesta es inmediata: «quiero, queda limpio». El «quiero» me demuestra que no eres la lámpara de Aladino que satisface todos mis deseos, no eres la máquina dispensadora de bebidas que sólo cuando lo necesito acudo a ella para que me dé lo que pido. El «quiero» manifiesta tu libertad divina que siempre actúa conforme a mi bien.

Concédeme, Señor, un poco más de fe para saber abandonarme en tus manos con confianza; para saber pedirte con humildad; para buscar ante todo tu Voluntad sobre mí; para aceptar con agrado lo que dispongas en cada momento de mi vida.

«Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. Es precisamente lo que le sucedió al leproso: “Si quieres, puedes hacerlo”. Los derrotados descritos en la primera carta, en cambio, rezaban a Dios, llevaban el arca, pero no tenían la fe, la habían olvidado. Cuando se pide con fe, Jesús mismo ha dicho que se mueven las montañas. “Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré. Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”. Todo es posible, pero sólo con la fe. Y esta es nuestra victoria».

(Homilía de S.S. Francisco, 14 de enero de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré aceptar y solucionar alguna molestia o dificultad que se me presente, con la confianza de que Dios no me abandona y me ayudará a superarla.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús y los enfermos

¿Qué decía Jesús a los enfermos? ¿Cómo les daba esperanza? ¿Por qué curaba a algunos?

Si uno lee con detención los Santos Evangelios descubre todo un mundo, un océano de dolor que parece rodear a Jesús. Parece un imán que atrae a cuanto enfermo encuentra en su paso por la vida. Él mismo se dijo Médico que vino a sanar a los que estaban enfermos. No puede decir «no» cuando clama el dolor. El amor de Jesús a los hombres es, en su última esencia, amor a los que sufren, a los oprimidos. El prójimo para Él es aquel que yace en la miseria y el sufrimiento (cf. Lc 10, 29 ss). La buena nueva que vino a predicar alcanzaba sobre todo a los enfermos.

El dolor y el sufrimiento no son una maldición, sino que tienen su sentido hondo. El sufrimiento humano suscita compasión, respeto; pero también atemoriza. El sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo, mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Para poder vislumbrar un poco el sentido del dolor tenemos que asomarnos a la Sagrada Escritura que es un gran libro sobre el sufrimiento.(105) El sufrimiento es un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia. Sólo a la luz de Cristo se ilumina este misterio. Desde que Cristo asumió el dolor en todas sus facetas, el sufrimiento tiene valor salvífico y redentor, si se ofrece con amor. Además, todo sufrimiento madura humanamente, expía nuestros pecados y nos une al sacrificio redentor de Cristo.

La enfermedad en tiempos de Jesús.

El estado sanitario del pueblo judío era, en tiempos de Jesús, lamentable. Todas las enfermedades orientales parecían cebarse en su país. Y provenían de tres fuentes principales: la pésima alimentación, el clima y la falta de higiene.

La alimentación era verdaderamente irracional. De ahí el corto promedio de vida de los contemporáneos de Jesús y el que veamos con tanto frecuencia enfermos y muertos jóvenes en la narración evangélica. Pero era el clima el causante de la mayor parte de las dolencias. En el clima de Palestina se dan con frecuencia bruscos cambios de calor y frío. El tiempo fresco del año, con temperaturas relativamente bajas, pasa, sin transición ninguna, en los «días Hamsin» (días del viento sur del desierto), a temperaturas de 40 grados a la sombra. Y, aun en esos mismos días, la noche puede registrar bruscos cambios de temperatura que, en casas húmedas y mal construidas como las de la época, tenían que producir fáciles enfriamientos, y por lo mismo, continuas fiebres. Y con el clima, la falta de higiene.

De todas las enfermedades la más frecuente y dramática era la lepra que se presentaba en sus dos formas: hinchazones en las articulaciones y llagas que se descomponen y supuran. La lepra era una terrible enfermedad, que no sólo afectaba al plano físico y corporal, sino sobre todo al plano psicológico y afectivo. El leproso se siente discriminado, apartado de la sociedad. Ya no cuenta. Vive aislado. Al leproso se le motejaba de impuro. Se creía que Dios estaba detrás con su látigo de justicia, vengando sus pecados o los de sus progenitores. Basta leer el capítulo trece del Levítico para que nos demos cuenta de todo lo que se reglamentaba para el leproso. ¡La lepra iba comiendo sus carnes y la soledad del corazón! Todos se mantenían lejos de los leprosos. E incluso les arrojaban piedras para mantenerlos a distancia.

¿Cuál era la postura de los judíos frente a la enfermedad? Al igual que los demás pueblos del antiguo Oriente, los judíos creían que la enfermedad se debía a la intervención de agentes sobrenaturales. La enfermedad era un pecado que tomaba carne. Es decir, pensaban que era consecuencia de algún pecado cometido contra Dios. El Dios ofendido se vengaba en la carne del ofensor. Por eso, el curar las enfermedades era tarea casi exclusivamente de sacerdotes y magos, a los que se recurría para que, a base de ritos, exorcismos y fórmulas mágicas, oraciones, amuletos y misteriosas recetas, obligaran a los genios maléficos a abandonar el cuerpo de ese enfermo. Para los judíos era Yavé el curador por excelencia (cf. Ex 15, 26).

Más tarde, vino la fe en la medicina (cf. Eclesiástico 38, 1-8). No obstante, la medicina estaba poco difundida y no pasaba de elemental. Por eso, la salud se ponía más en las manos de Dios que en las manos de los médicos.

Jesús ante el dolor, la enfermedad y el enfermo

Y, ¿qué pensaba Jesús de la enfermedad?

Jesús dice muy poco sobre la enfermedad. La cura. Tiene compasión de la persona enferma. La curación del cuerpo estaba unida a la salvación del alma. Jesús participa de la mentalidad de la primera comunidad cristiana (106) que vivió la enfermedad como consecuencia del pecado (cf. Jn 9, 3; Lc 7, 21). Por tanto, Jesús vive esa identificación según la cual su tarea de médico de los cuerpos es parte y símbolo de la función de redentor de almas. La curación física es siempre símbolo de una nueva vida interior.

Jesús ve el dolor con realismo. Sabe que no puede acabar con todo el dolor del mundo. Él no tiene la finalidad de suprimirlo de la faz de la tierra. Sabe que es una herida dolorosa que debe atenderse, desde muchos ángulos: espiritual, médico, afectivo, etc.

¿Y ante el enfermo?

Primero: siente compasión (cf. Mt 7, 26). Jesús admite al necesitado. No lo discrimina. No se centra en los cálculos de las ventajas que puede obtener o de la urgencia de atender a éste o a aquel. Alguien llega y Él lo atiende. Su móvil es aplacar la necesidad. Tiene corazón siempre abierto para cualquier enfermo.

Segundo: ve más hondo. Tras el dolor ve el pecado, el mal, la ausencia de Dios. La enfermedad y el dolor son consecuencias del pecado. Por eso, Jesús, al curar a los enfermos, quiere curar sobre todo la herida profunda del pecado. Sus curaciones traen al enfermo la cercanía de Dios. No son sólo una enseñanza pedagógica; son, más bien, la llegada de la cercanía del Reino de Dios al corazón del enfermo (cf. Lc 4, 18).

Tercero: le cura, si esa es la voluntad de su Padre y si se acerca con humildad y confianza. Y al curarlo, desea el bien integral, físico y espiritual (cf. Lc 7, 14). Por eso no omite su atención, aunque sea sábado y haya una ley que lo malinterprete (cf. Mc 1, 21; Lc 13, 14).

Cuarto: Jesús no se queda al margen del dolor. Él también quiso tomar sobre sí el dolor. Tomó sobre sí nuestros dolores.(107) A los que sufren, Él les da su ejemplo sufriendo con ellos y con un estilo lleno de valores (cf. Mt 11, 28).

Quinto: con los ancianos tiene comprensión de sus dificultades, les alaba su sacrificio y su desprendimiento, su piedad y su amor a Dios, su fe y su esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas (cf. Mc 12, 41-45; Lc 2, 22-38).

Juan Pablo II en su exhortación «Salvifici doloris» (108) del 11 de febrero de 1984 dice que Jesucristo proyecta una luz nueva sobre este misterio del dolor y del sufrimiento, pues Él mismo lo asumió. Probó la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión. Fue rodeado de un círculo de hostilidad, que le llevó a la pasión y a la muerte en cruz, sufriendo los más atroces dolores. Cristo venció el dolor y la enfermedad, porque los unió al amor, al amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella, en la cruz de Cristo, debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante.

Al final de la exhortación, el Papa dice: «Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo» (número 31).

Nosotros ante el dolor y la enfermedad
¿Cuál debería ser nuestra actitud ante el dolor, la enfermedad y ante los enfermos?

Primero, ante el dolor y la enfermedad propios: aceptarlos como venidos de la mano de Dios que quiere probar nuestra fe, nuestra capacidad de paciencia y nuestra confianza en Él. Ofrecerlos con resignación, sin protestar, como medios para crecer en la santidad y en humildad, en la purificación de nuestra vida y como oportunidad maravillosa de colaborar con Cristo en la obra de la redención de los hombres.

Y ante el sufrimiento y el dolor ajenos: acercarnos con respeto y reverencia ante quien sufre, pues estamos delante de un misterio; tratar de consolarlo con palabras suaves y tiernas, rezar juntos, pidiendo a Dios la gracia de la aceptación amorosa de su santísima voluntad.

Además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para aliviarlo y solucionarlo, y así demostrar nuestra caridad generosa(109) El buen samaritano nos da el ejemplo práctico: no sólo ve la miseria, ni sólo siente compasión, sino que se acerca, se baja de su cabalgadura, saca lo mejor que tiene, lo cura, lo monta sobre su jumento, lo lleva al mesón, paga por él. La caridad no es sólo ojos que ven y corazón que siente; es sobre todo, manos que socorren y ayudan.

Juan Pablo II en su exhortación «Salvifici doloris», sobre el dolor salvífico, dice que el sufrimiento tiene carácter de prueba.(110) Es más, sigue diciendo el Papa: «El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios» (número 12).

CONCLUSIÓN
Así Jesús pasaba por las calles de Palestina curando hombres, curando almas, sanando enfermedades y predicando al sanarlas. Y las gentes le seguían, en parte porque creían en Él, y, en parte mayor, porque esperaban recoger también ellos alguna migaja de la mesa. Y las gentes le querían, le temían y le odiaban a la vez. Le querían porque le sabían bueno, le temían porque les desbordaba y le odiaban porque no regalaba milagros como un ricachón monedas. Pedía, a cambio, nada menos que un cambio de vida. Algo tiene el sufrimiento de sublime y divino, pues el mismo Dios pasó por el túnel del sufrimiento y del dolor…ni siquiera Jesús privó a María del sufrimiento. La llamamos Virgen Dolorosa. Contemplemos a María y así penetraremos más íntimamente en el misterio de Cristo y de su dolor salvífico.

(105) Recomiendo aquí la lectura de la exhortación del Papa Juan Pablo II «Salvifici doloris», sobre el dolor salvífico.
(106) Cf. 1 Cor 11, 30
(107) Léase el capítulo 53 del profeta Isaías
108) Desde el número 14 en adelante
(109) San Mateo 25, 31-46 nos da la clave
(110) Cf. Número 11

Prestar atención a las «piedras vivas» que están heridas y dispersas

El Papa a la 94ª asamblea plenaria de la «Riunione delle Opere per l’Aiuto alle Chiese Orientali»

El Santo Padre Francisco recibió en audiencia esta mañana en la Sala Clementina en el Vaticano, a los participantes en la 94° Asamblea Plenaria de la ROACO (Reunión Obras Ayuda Iglesias Orientales) , que tuvo lugar desde el pasado 21 de junio y que concluyó hoy con el encuentro con el Pontífice. Dirigiéndose a los miembros del organismo de ayuda a las Iglesias Orientales, Francisco recorrió las realidades eclesiales y geográficas afectadas por la guerra. Al principio del discurso, evidenció cómo el hecho de encontrarse «en presencia da confianza y ayuda a su trabajo» porque, precisó, «tenemos necesidad de encontrarnos, para hacer dialogar mejor las palabras y los pensamientos, para acoger las preguntas y los gritos que llegan de tantas partes del mundo, especialmente de las Iglesias y de los países por los que desarrollan su trabajo». «Yo mismo soy testigo de ello, porque precisamente en este contexto, en 2019, anuncié mi intención de ir a Irak, y gracias a Dios, hace unos meses, pude cumplir este deseo», añadió el Sucesor de Pedro. El Santo Padre también recordó la situación en Eritrea y la «grave crisis en el Líbano», que han sido objeto de las reuniones de la ROACO de este año. Y pidió, en particular, rezar el 1° de julio «junto a los jefes de las Iglesias cristianas» del país de los cedros. El pensamiento de Francisco se dirigió también a Tierra Santa, a los pueblos de Israel y Palestina, por los que expresó una esperanza: «Siempre soñamos que en el cielo se extienda el arca de la paz, dada por Dios a Noé como signo de la alianza entre el cielo y la tierra y de la paz entre los hombres». «A menudo, sin embargo, incluso recientemente, esos cielos -recordó el Pontífice- están surcados por artefactos que traen destrucción, muerte y miedo». Esto es la Biblia: Episodio 2 – Génesis 1. La creaci

Prestar atención a las piedras vivas

Otro grito de dolor se eleva también desde Siria, recordó el Santo Padre, «siempre presente en el corazón de Dios». Pero parece, subrayó «que no logra tocar el corazón de los hombres que tienen en manos el destino de los pueblos». El legado de los enfrentamientos y la violencia es dramático: «queda el escándalo de diez años de conflicto, de millones de desplazados internos y externos, de las víctimas, de la necesidad de reconstrucción que sigue siendo rehén de la lógica partidista y de la falta de decisiones valientes por el bien de esa martirizada nación». Francisco recuerda seguidamente que las reflexiones de la ROACO examinaron la situación eclesial en Etiopía, Armenia y Georgia. “A veces es necesario reconstruir edificios y catedrales, incluso los destruidos por las guerras, pero antes es necesario prestar atención las piedras vivas que están heridas y dispersas”.

El mensaje de Fratelli tutti

El Obispo de Roma expresó también que sigue «con aprensión la situación surgida con el conflicto en la región etíope de Tigray, en Etiopía, sabiendo que su alcance abarca también a la vecina Eritrea». «Más allá de las diferencias religiosas y confesionales», recordó el Papa, «nos damos cuenta de lo esencial que es el mensaje de la Fratelli tutti, cuando las diferencias entre etnías y las consiguientes luchas por el poder se erigen en sistema. Su pensamiento volvió también al 2016, cuando al final del viaje apostólico a Armenia, junto con el Catholicos Karekin II, se soltaron palomas al cielo, «como signo y deseo de paz en toda la región del Cáucaso.» «Desgraciadamente -observó-  esa región ha sido herida de nuevo en los últimos meses, y por eso les agradezco la atención que han prestado a la realidad de Georgia y Armenia, para que la comunidad católica siga siendo signo y fermento de vida evangélica».

La gratitud de Francisco

Dirigiéndose a los participantes en la 94ª asamblea plenaria de ROACO, el Papa extendió también su gratitud a otras valiosas realidades que buscan calmar el grito de dolor procedente de tierras martirizadas: A través de ustedes deseo hacer llegar mi agradecimiento a todas las personas que apoyan sus proyectos y los hacen posibles: a menudo son simples fieles, familias, parroquias, voluntarios…, que se saben ‘todos hermanos’ y dedican un poco de su tiempo y de sus recursos a aquellas realidades de las que ustedes se ocupan. Me han dicho que en 2020 la colecta para Tierra Santa pudo recaudar aproximadamente la mitad que en años anteriores. Ciertamente, pesaron mucho los largos meses en los que la gente no pudo reunirse en las iglesias para las celebraciones, pero también la crisis económica generada por la pandemia. Si por un lado esto es bueno para nosotros, porque nos empuja a una mayor esencialidad, sin embargo no puede dejarnos indiferentes, pensando también en las calles desiertas de Jerusalén, sin peregrinos que van a regenerarse en la fe, pero también a expresar una solidaridad concreta con las Iglesias y las poblaciones locales. Renuevo, pues, mi llamamiento a todos para que redescubran la importancia de esta caridad, de la que ya hablaba San Pablo en sus Cartas y que San Pablo VI quiso reorganizar con la Carta Apostólica Nobis in animo de 1974, que vuelvo a proponer con toda su actualidad y vigencia. La 94ª Asamblea Plenaria de ROACO, inaugurada el 21 de junio, contó con la presencia de numerosos invitados de Oriente Medio y África. Las obras se inauguraron con un enfoque en Tierra Santa. A continuación, los trabajos se centraron en Etiopía, Armenia y Georgia y, finalmente, a toda la región de Oriente Medio.

Con un libro al mar o a la montaña

El P. Felipe Santos nos invita a reflexionar sobre el valor de la lectura y el placer que produce en el alma adentrarse en los libros que nos ayudan a crecer como personas.

Amigo/a: Leer es una respuesta actual nuestra alma, una comida, un placer y una terapia global, aunque no te lo creas mucho.

El gran experto en libros, el americano Harold Bloom, confiesa: “ Leer bien es uno de los grandes placeres que nos puede conceder la soledad porque, al menos según mi experiencia, es el más terapéutico de los placeres”.

Lo que me agrada ante todo es leer bien lo que me gusta según la edad, los tiempos y los modos adecuados personalmente a cada uno.

Debemos admitir por experiencia que el máximo placer y ventaja de la lectura es entender la vida.

No importa si tenemos entre la manos el libro del autor que sea..

El agudo lector e intérprete Claudio Magris nos dice que la lectura no sirve de nada , sino para esto. Otras formas lingüísticas y temas nos comunican que una página es una manifestación de lo divino escondido en la cotidianidad.

“La lectura- como el amor, la amistad o incluso la simple mirada al mar o a los colores de la estación- debería ser un momento privilegiado para vivir el presente, adherirse a la epifanía de la vida revelada por una página que se lee , no porque sirva para una dibujo que hay que hacer, sino porque nos lleva a mirar mejor la sisa o el dolor”…

leer

Magris indica que la lectura de los autores europeos modernos es como una viaje hacia la patria del alma, un absoluto irreparable en la cultura de hoy, a la que la faltan certezas del pasado y valores que antes apasionaron a los poetas y narradores antes de la primera crisis del Decandentismo europeo. Además está, como para Ulises, en su tierra natal, con su esposa e hijos, el cielo y el perro de la casa.

Siempre, pero sobre todo en la época estival se multiplican las invitaciones culturales del libro. El de todo consiste en divertirse en compañía de loa autores que elijas. Hay obras de lírica, narrativa y enciclopedia y propuestas modernas en Cd-Rom.

Recuerda el film Fahrenheit 451. Todo el mundo se preocupa de aprender de memoria los libros antes de que los quemen. Hoy hay profesores jóvenes que hacen una lista de libros interesantes para leer en vacaciones. Y profesores mayores que, en lugar de hablar ellos, invitan a algún escritor- fuera del horario escolar- para que con su encuentro se animen a leer.

Hay ciudades universitaria en las que un buen grupo de universitarios están disponibles para programar y animar los intercambios entre estudiantes y autores.

Una escuela superior ha realizado durante años un Plan de lectura con títulos de autores de una época determinada y con finalidades de compromiso progresivo, géneros y tendencias ideológicas diversas con el fin de lograr. Al fin de cinco años, una idea global de los escritores de esa época o siglo.

Otros, aprovechando los periódicos, se han especializado en la pedagogía juvenil con el estudio de los derechos humanos mediante artículos, canciones, películas…
Con todo esto se consigue que te pongas en contacto con la grandeza humana y la fidelidad valiente de quienes con sus escritos han contribuido al significado de la existencia que, al fin y al cabo, consiste en la voluntad de existir.

Ellos han dejado en el mundo las huellas indelebles de su propio amor y valor, de su propia fe y esperanza, de su propia seriedad y del compromiso por el deber llevado a cabo con plena conciencia de su naturaleza y de sus destino.

Lee libros para adentrarte en el alma de quienes te precedieron o incluso de quienes viven pero que dan a la vida un enfoque precioso y distinto a la vulgaridad y mediocridad reinantes en hoy en la sociedad.
Un libro en el mar o en la montaña. Una gran amistad.

Nadar mar adentro

El apostolado es esencial en la vida del Cristiano, ya que es una ayuda para crecer en semejanza a Cristo.

Después de un viaje me puse meditar sobre la vida apostólica de un católico comprometido o quizás mejor, un católico con ganas de mejorar un poco la sociedad. Para muchos puede ser un cliché decir esta ultima frase. Pero algo de lo que puedo estar seguro es que es cierto y fundamental ese ímpetu por cambiar el mundo. Muchas veces damos por sentado que ya todo está perdido, sin siquiera mover un solo dedo.

 Quiero recalcar y dar énfasis en unos términos. Primero “voluntarios”, según el diccionario castellano significa “Conjunto de personas que se unen a un grupo para trabajar con fines benéficos o altruistas”. Por otro lado, la palabra apóstol, deriva del griego y significa “enviado”. En el Antiguo Testamento se usa a menudo con este sentido, de que la persona es enviada por la ley y la representa. En el catecismo de la Iglesia #863 dice “Toda Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los apóstoles. Toda Iglesia es apostólica en cuanto que ella es “enviada” al mundo entero; y todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío”.

Es decir, yo como católico, por mi fe, puedo creer y estar seguro que yo soy el “enviado” y tengo que descubrir en dónde puedo yo ser de ayuda o servir. La vocación cristiana, por su naturaleza, es una vocación al apostolado. Se le llama apostolado a “toda actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el Reino de Cristo por toda la tierra”

 ¿Qué estoy haciendo yo?. Es justo en ese momento que tenemos que saber qué contestarnos, si no sabemos, el papa Juan Pablo II señaló unos lineamientos muy importantes para poder llevar esto a cabo. En la Carta Apostólica del Nuevo Milenio, Juan Pablo II expresa que hay una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestros tiempos. Y esa fórmula, más bien es una persona,  es Cristo y la certeza que Él nos da. No se trata de inventar un programa, ¡el programa ya está!; y ha sido el de siempre. Nombrado en el Evangelio, se centra en Cristo mismo. Al que hay que conocer, amar e imitar para vivir con Él la vida y transformarnos. “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” Mt 28, 20

 Tres cosas importantes: celo apostólico, dejarse guiar por el mismo Cristo y preparación pastoral. Es necesario que en el programa hayan orientaciones adecuadas a las condiciones de cada comunidad u objetivo. Por eso uno debería discernir ”¿qué hago yo?”. Ver lo que me gusta y en lo que soy bueno. Hay que tener ese celo apostólico: identificarse con Cristo y su amor ardiente hacia la humanidad. Hay que sentirse contagiado por ese deseo apasionado de luchar y extender el Reino de Cristo.

Este plan de vida es una ayuda para crecer a semejanza de Cristo en mi propia vida. Sin un plan no podemos seguir un rumbo. Este es un plan que debe ser personal, es decir, hecho para cada persona y es único. No puede ser transferible. Debo empezar a hacerlo lo más pronto posible. Dios no va a bajar y decirme “Esto es lo que tienes que hacer”.  Debe hacerse en momentos de silencio y oración íntima con Él y con mucha reflexión, donde me guío por el Espíritu Santo y me dejo llenar por su iluminación. Es decir, trato de hacerlo durante algún retiro espiritual o ejercicios espirituales, que es cuando Dios nos da más respuestas. Y  por último, debe estar aprobado por mi orientador o director espiritual o algún sacerdote amigo.

No nos quedemos desde fuera o de lejos, nademos mar adentro en nuestra vida espiritual y moral. Formemos programas de vida que nos edifiquen y nos hagan ser mejores y así poder llegar a la santidad. Y podamos gozar de esa felicidad eterna que tanto ansiamos y anhelamos.

Nardo del 25 de Junio

!Oh Sagrado Corazón, fuente de unión!

Meditación: ¿Señor, me dejas espiar por una rendija en Tu vida…?. Te veo caminando por la pequeña Nazaret, pero no pareces un rey…tampoco un juez. Te ves esbelto, fuerte, de rostro hermoso. Tu mirada es profunda…miras los corazones de todos los hombres. Junto a Ti algunos discípulos van caminando, creo que son Pedro, Santiago y Juan…los escucho hablar de otros hermanos que han encontrado, y dicen que no tienen un corazón sano. De repente los miras y con imponente voz interrumpes su conversación. Se Te escucha decir: «no os quiero ver juzgar, sino sólo amar y predicar para cambiar lo que está mal…». Los discípulos hacen silencio, pues ha hablado el Maestro.
Y ahora me imagino, Señor, verte caminar aquí…a mi lado, y que yo también voy hablando de mis hermanos. Señor, Tú me dirías lo mismo y me recordarais Tus enseñanzas: «…así como juzguéis seréis juzgados…», o aquella otra: «…el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…». Señor, creo que no soportaría Tu Mirada, pues cómo verías mi alma, la verías manchada. Señor, yo también voy a hacer silencio, para sacar de mi corazón todo lo que no es bueno y poder seguir así las enseñanzas de mi Maestro. Señor, no permitas que yo ponga discordia, porque conozco Tu gran Misericordia. Haz que busque la unión como símbolo de amor, para ser Uno como lo sos Vos con el Creador y el Espíritu de Santificación.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Oremos para que descienda el Espíritu Santo sobre nosotros, y que por Su intermedio nos sigamos purificando, conociendo todo aquello en lo que a Dios no agradamos.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

El Papa: Si la oración no es valiente, no es cristiana 

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Fe y ponerse en camino, esto necesitas cuando pides algo a Dios, dice Francisco en una homilía en Casa Santa Marta

La fe en Jesús es coraje para ir más allá de las dificultades, como han hecho muchos santos: esto es lo que caracteriza a la oración cristiana.

Lo dijo el 12 de enero de 2018 el Papa en su homilía en Casa Santa Marta, inspirándose en el evangelio de la curación del paralítico. ¿Cómo es en el Evangelio la oración de quienes se arriesgan ante el Señor para obtener lo que quieren? El evangelio de Marco, ayer y hoy, habla de dos curaciones, explica el papa Francisco: la del leproso y hoy la del paralítico. Ambos rezan para lograrlo, ambos lo hacen con fe. El leproso, subraya el Papa, reta incluso a Jesús con valentía, diciendo: «¡Si quieres puedes curarme!». Y la respuesta del Señor en inmediata: «Quiero». Todo es, enseña el Evangelio, «posible para el que cree». Siempre, cuando nos acercamos al Señor para pedir algo, se debe partir de la fe y hacerlo en la fe: «Yo tengo fe en que Tú puedes curarme, yo creo que puedes hacerlo” y tener el valor de desafiarle, como este leproso de ayer, este hombre de hoy, este paralítico de hoy. La oración de la fe.

No recemos como los loros El Evangelio nos lleva a preguntarnos sobre nuestra forma de rezar. No lo hagamos como «papagayos» y sin «interés» en lo que pedimos, sino, sugiere el Papa,  supliquemos al Señor que «ayude a nuestra poca fe» ante las dificultades.

Son muchos, de hecho, los episodios del Evangelio en los que acercarse al Señor es difícil para quien está necesitado, y esto sirve de ejemplo para cada uno de nosotros.

El paralítico, en el Evangelio de hoy, por ejemplo, es incluso bajado por el techo para que su camilla llegue al Señor que está predicando a la inmensa muchedumbre.

«La voluntad hace encontrar una solución» subraya el Papa, hace «ir más allá de las dificultades».

Valor para luchar por llegar al Señor. Valor para tener fe, al principio: «Si quieres puedes curarme. Si tú quieres, yo creo’».

Y valor para acercarme al Señor, cuando hay dificultades. Ese valor… Muchas veces, hace falta paciencia y saber esperar los tiempos, pero sin desanimarse, ir siempre adelante.

Pero si yo con fe me acerco al Señor y digo: «Si quieres puedes darme esta gracia”, y después… como la gracia no ha llegado en tres días, voy a otra cosa, me olvido.

Si la oración no es valiente, no es cristiana

Santa Mónica, madre de Agustín, rezó y «lloró mucho», por la conversión de su hijo, y logró obtenerla: el Papa la cita entre los santos que tuvieron una fe muy valiente.

Valor «para desafiar al Señor», valor para «jugársela», aunque no obtenga en seguida lo que pide, porque en la oración «se juega fuerte» y «si la oración no es valiente, no es cristiana».

La oración cristiana nace de la fe en Jesús y va siempre con la fe más allá de las dificultades. Una frase para traerla hoy a nuestro corazón nos ayudará, desde nuestro padre Abraham, a quien se le prometió la herencia, es decir, tener un hijo a los cien años.

Dice el apóstol Pablo: “Creyó” y con esto fue justificado. La fe y “se puso en camino”: fe y hacer de todo para llegar a esa gracia que estoy pidiendo.

El Señor nos dijo: “Pedid y se os dará”. Tomemos esta palabra y tengamos confianza, pero siempre con fe y jugándonosla: este es el valor de la oración cristiana. Si una oración no es valiente, no es cristiana.