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• John 16:5-11

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice a los discípulos que cuando regrese al Padre enviará al Abogado para que esté con ellos.

 

 

Se supone que este “Abogado” es ontológicamente uno con el Padre y el Hijo. Jesús dice: “El (el Parakletos) me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’”.

Al recibir el Espíritu, la Iglesia, a lo largo de su historia, asume la identidad del Hijo, una identidad arraigada, a su vez, en el Padre. Cada santo a lo largo de los siglos representa con su vida única esta entidad fundamental del Hijo, reflejo del Padre y hecho posible por la morada del Parakletos.

La obra del Espíritu es hacer presente y visible, de una manera infinitamente variada a través del espacio y el tiempo, la co-inherencia que caracteriza al Padre y al Hijo.

 

Paráclito: la palabra paráclito significa «el que está a mi lado para sostenerme» para que no caiga, para que siga adelante, para que conserve esta juventud del Espíritu. El cristiano es siempre joven: siempre. Y cuando el corazón del cristiano comienza a envejecer, su vocación de cristiano comienza a disminuir. O eres joven de corazón, de corazón o no eres plenamente cristiano. […] Esto es juventud. Una juventud que siempre te hace mirar a la esperanza: ¡esto, adelante! Pero para tener esta juventud necesitamos un diálogo diario con el Espíritu Santo, que está siempre a nuestro lado. Es el gran regalo que nos dejó Jesús: este apoyo, que os hace seguir adelante. […] Pidamos al Señor que no se pierda esta juventud renovada, que no sean cristianos jubilados que han perdido la alegría y no se pueden llevar adelante… El cristiano nunca se retira; el cristiano vive, vive porque es joven, cuando es un verdadero cristiano. (Homilía de Santa Marta, 28 de mayo de 2019)

 

 

Honorato de Amiens, Santo

Obispo, 16 de mayo
Patrón de los Panaderos y Pasterleros
Martirologio Romano: En Amiens, de Neustria, Francia, san Honorato, obispo. († c.600)

Breve Biografía

 


Es un nombre latino (Honoratus) que significa en primer lugar «persona a la que se honra por sus merecimientos». Como derivado de éste, llegamos al significado de «honrado» que nos es más familiar. Tuvo que ser en los primeros tiempos del cristianismo un sobrenombre bastante frecuente, convertido luego en nombre, puesto que aparecen en el santoral hasta ocho santos así llamados, sin contar el femenino Honorata, con cuyo nombre tenemos una santa (hermana de San Epifanio) que murió en Pavía el año 1500 y San Honorio, nombre de la misma raíz latina y que suele asimilarse con el de Honorato.



San Honorato, patrón de los panaderos, fue obispo de la localidad francesa de Amiens allá por el siglo VI. Nació en Port-leGrand, en Pothieu, no conociéndose con exactitud en que fecha concreta, y murió en la misma localidad un 16 de mayo en la primera mitad del siglo VII (alrededor del 650).



Era miembro de una de las familias más importantes del país y practicó desde la infancia la virtud. Fue San Beat su maestro y su guía espiritual, y fallecido su prelado, y en atención a sus altas virtudes fue escogido para sucederle, pese a su fuerte resistencia, ya que no creía merecer tal honor.



Según cuenta la tradición, durante su consagración, Dios quiso confirmarle con un prodigio, y los asistentes vieron descender sobre su cabeza un rayo divino y un aceite misterioso.



Cuando se supo en Port-leGrand que había sido proclamado al episcopado, su mamá, que estaba en esos momentos cociendo pan en la casa paterna, acogió la buena nueva con completa incredulidad, y dijo que sólo se lo creería si la requemada pala para hornear que tenía en la mano echase raíces y se convirtiese en árbol. Fiel a su palabra, a continuación plantó en el patio de la casa la pala, convirtiéndose en una morera que pronto dio flores y frutos. Todavía en el siglo XVI se seguía enseñando este árbol en la casa paterna de San Honorato. Desde entonces, floristas y panaderos se disputaron el santo patrón.



Volviendo a la vida del santo, después de haberse producido el milagro, se cuenta que durante su episcopado fue honrado con otros sucesos extraordinarios, tales como la invención de los cuerpos de los santos Fuscio, Victorico y Genten, que habían permanecido ocultos de los fieles más de trescientos años. Dicen también de San Honorato, que su obispado fue significado por una serie de prodigios que demostraron su santidad, siendo, además especialmente distinguido por el Señor.



 

Sigue la leyenda atribuyendo a este santo numerosos milagros durante su vida y después de su muerte. Muchos siglos después de su fallecimiento, para socorrer las necesidades del pueblo en épocas de terrible sequía, el obispo Guy, hijo del conde de Amiens, ordenó una procesión general en la que se llevó la urna con el cuerpo del santo alrededor de los muros de la ciudad, consiguiéndose, al fin, la lluvia tan deseada y necesitada. Se le atribuyen a lo largo de los siglos infinidad de milagros, los paralíticos anduvieron, los sordos oyeron, los ciegos vieron y los prisioneros recobraron la libertad.



San Honorato señalaba claramente a los molineros y a los panaderos como sus protegidos. El culto a San Honorato desbordó los límites del obispado y se extendió, primero, por todo el país, y más tarde, más allá de las fronteras.



En 1202, el panadero Renold Theriens, regaló en París unos terrenos para construir una capilla en honor al santo. Más tarde, esta llegó a ser una de las más ricas de París, dando lugar además a la Rue y al Faubourg Saint Honoré, una de las calles más simpáticas y bulliciosas de la capital gala. En 1400, los panaderos de París establecieron su cofradía en la iglesia de San Honorato, celebrando desde entonces su fiesta patronal el 16 de mayo y propagando esta devoción y patronazgo por todo el mundo.



Era tan grande esta devoción, que en 1659, Luis XIV precisa que cada panadero «debe observar la fiesta de San Honorato, asistir el día 16 de mayo al servicio divino y pagar todos los domingos una retribución para subvenir a las expensas de la comunidad».



De todas formas, no en todos los lugares de religión cristiana o católica, los panaderos rinden culto a San Honorato. En otros sitios lo fue San Ludardo, que en el siglo XIII, ejerció la profesión de panadero; en Saint-Denis lo es San Illes, porque su nombre en griego, significa trigo; en Flandes y en diversaas localidades belgas es San Ambert, obispo de Cambrai, porque un panadero fue curado por su mediación; en Valencia es la Virgen de la Merced; en Castellón, Nuestra Sra. De Lidón; en Zaragoza, Santa Rita de Casia. Sin embargo, no siempre lo ha sido, en Barcelona, fueron también patronos de la panadería San Gim y San Juan del Pan.



 

 

Aunque haya lugares concretos en donde no sea San Honorato patrón de los panaderos, lo cierto es que para casi todo el mundo cristiano, no cabe lugar a dudas, a quien se debe venerar. El 16 de mayo ha sido y lo será siempre él día en que los panaderos festejan su patronazgo.

 

 
El auténtico Paráclito

Del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11.

 

 

Martes VI de Pascua


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por tu presencia y tu acción en mi vida. Gracias porque sé que eres un Dios cercano a mí, que me conoces, me comprendes y sobre todo, me amas. Infunde en mi alma tu Santo Espíritu para que me enseñe lo que quieres de mí y me ayude a realizarlo por amor. Señor, te necesito. Aumenta mi fe, mi confianza en ti y mi caridad. Aparta de mi vida todo aquello que me aleja de ti. Perdona mis pecados.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré. Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado”.


Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Comprendo, Señor, la tristeza de los apóstoles cuando ya saben que tu partida se acerca. Pero esta tristeza demuestra el afecto que ellos tenían por ti. Sabes bien cuánto nos duele la partida de un ser querido. Y esto es lo que pasa en este pasaje. Ellos están tristes porque no conciben una vida sin ti. Yo también, Señor, he sentido lo vacía que es la vida cuando se está sin ti, cuando se está apartado de tu lado. ¿Qué sería de mi vida sin ti, Jesús? Por lo mismo, prometes un consolador. ¡Cuánto consuelo necesita mi alma! Hay tantas cosas, Señor, que me entristecen, me confunden, me turban. Tú lo sabes. El consolador que me prometes no es uno cualquiera. Te refieres al Espíritu Santo. Éste sí que es un verdadero consolador.


Para consolar plenamente se necesita conocer la situación, comprender, compadecerse. Todo ello lo hace el Divino Espíritu. Nadie mejor que Él conoce mi interior, me comprende, me compadece y, por lo mismo, nadie mejor que Él me consuela. Dame la gracia, Señor, de experimentar en mi vida esta presencia divina y su acción que siempre va guiando mis pasos por el mejor sendero.



 

«La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones. El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha vencido la muerte, ha vencido el miedo, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor».
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2016).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Hoy invocaré con fervor y atención al Espíritu Santo antes de todas mis actividades.


 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

La mejor forma de iniciar la oración: invoca al Espíritu Santo

Nuestra oración tiene que ser siempre en el Espíritu, tenemos que invocarlo con sencillez y confianza


Llenos de gozo del Espíritu

 

Una de las más bellas oraciones de Jesús, nos dice el Evangelista San Lucas, es la que realizó “lleno del gozo del Espíritu Santo” (Lc 10, 21). Así, lleno del gozo de la presencia del Espíritu Santo, Jesús bendice al Padre, llamándolo Señor del cielo y de la tierra, y reconociendo que muchas verdades Él las oculta a los sabios e inteligentes, pero que las revela a los pequeños.

Así es su voluntad. Así como Jesús se llenó del Espíritu Santo para rezar, así nosotros necesitamos comenzar nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “¡Ven Espíritu Santo! Enciende en mi alma el fuego de Tu amor!”.

La mejor forma de iniciar la oración

A veces no sabemos lo que tenemos que pedir, nos podemos sentir confusos, desorientados, desanimados, llenos de mil preocupaciones, con la conciencia de que somos pecadores, abrumados por la tristeza, faltos de entusiasmo: no importa. Siempre podemos acudir al Espíritu Santo.

San Pablo nos dice que “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rom 8, 26). El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad. Jesús nos dijo que no nos dejaría solos sino que enviaría al Espíritu Santo. En la oración no estamos solos. Tenemos al Espíritu Santo. Es verdad que muchas veces no sabemos qué hacer, ni cómo orar, que no sentimos la suficiente concentración de la mente o del corazón. Pues ahí viene el Espíritu, en ayuda de nuestra debilidad y flaqueza. San Pablo añade que “no nosotros no sabemos orar como conviene” (Rom 8, 26), ni siquiera podemos saber a veces si las peticiones que hacemos pueden ser justas, pero “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.

San Pablo habla de una especie de “llanto” del Espíritu, que intercede ante el Padre por nosotros. ¿Y cómo no va a ser escuchada la oración del Espíritu del Hijo? ¿Cómo va a quedar vacía la oración y la vida de quien se pone confiadamente en las manos de este Espíritu, en el que podemos exclamar “¡Abbá!¡Padre!”? ¡Qué maravillosa confianza la de quien sabe que en el Espíritu puede llamar a Dios Padre, Papá!

Cómo debe ser nuestra invocación al Espíritu

Nuestra oración tiene que ser siempre en el Espíritu, tiene que invocar con sencillez y confianza al Espíritu para que venga en nuestra ayuda pues “su intercesión a favor de los santos es según Dios”. Ese Espíritu que es el mismo de Cristo y que es el que también anima la Iglesia en su caminar por el mundo, llena de vigor y de fuerza la oración de los fieles que lo invocan con fe. Quien ora en el Espíritu, caminará en el Espíritu, estará abierto a las sorpresas del Espíritu, pero también a su dulce compañía, a la ternura y misericordia del Padre.


No temamos a abrirnos al Espíritu en nuestra oración, no temamos pedirle los mayores dones, no creamos que el Espíritu es una especie de “figura decorativa” en la vida cristiana, o una prerrogativa de figuras carismáticas. El Espíritu Santo es la gran promesa de Cristo, es el Espíritu de amor y de verdad, es quien nos revela la gran vocación y misión del cristiano, es quien llena nuestros corazones de la caridad de Dios. 

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu Creador
y renueva la faz de la tierra.

Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos

con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.

Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

 

 

Recomendamos:

¿Qué sabemos del Espíritu Santo?: Desde el primer momento de la entrada en tu alma, en el bautismo, se ha dedicado a trabajar a destajo…

¿Cómo aprender a escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo?: El dulce Huésped del alma nunca está inactivo. San Pablo nos recuerda que actúa en nuestros corazones derramando el amor de Dios. El modo más común de su actuación son sus inspiraciones

¿Qué es el Espíritu Santo?: ¿Se podría decir que el Espíritu Santo es como un ángel guardián o como una fuerza que viene de lo alto?

Los dones del espiritu Santo
El temor de Dios
El Don de la Piedad
El Don de la Ciencia
El Don del Entendimiento
El Don del Consejo
El Don de la Fortaleza
El Don de la Sabiduría

 

 

Flor del 16 de mayo: María peregrina



 

 

Meditación: María inició su camino desde Nazaret a Jerusalén, visitó Ein Karem, viajó a Belén y huyó a Egipto siguiendo con sus pasos un camino escarpado, un camino difícil pero siempre cumpliendo la misión que el Padre le había encomendado. Hoy María sigue caminando: Lourdes, Fátima, San Nicolás, Medjugorje, Corea y tantos otros sitios Santos. Va de casa en casa llamando a las almas. Caminemos con Ella y tengámosla como maestra; Ella no se fatiga, camina de prisa y mendiga una caricia de amor a cada corazón que se aferra al mundo, habiendo olvidado lo dicho por Su Hijo Santo…”estad en el mundo sin ser del mundo”. Vivamos librados de esta tierra que no es la verdadera, pongamos nuestros ojos en el Cielo para que un día sea nuestro.



Oración: ¡Oh María peregrina, oh María Purísima!. Haz que te imitemos llevando la luz de Dios a cada corazón, y siendo como vos, testimonio de evangelización. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).



Florecilla para este día: Caminar es evangelizar: llevemos nuestra fe cristiana a alguien cercano al que nunca dimos testimonio del amor por Cristo y Su Madre.

 

 

Simón Stock, el santo a quien la Virgen dio el escapulario

Carmelita del siglo XIII al que se le apareció Nuestra Señora y le dio el escapulario con la promesa de librar del infierno a quien lo lleve impuesto

 

 

De san Simón Stock sabemos que fue un monje carmelita del siglo XIII. La tradición afirma que se le apareció la Virgen, le dio el escapulario y le prometió que quien lo llevara se libraría del infierno.

Desde el siglo XVI la costumbre del escapulario está extendida en toda la Iglesia.

A san Simón Stock se debe la evolución de la Orden del Carmen, que pasó de ser eremita a mendicante. Él fue prior.

Murió en Burdeos el 16 de mayo de 1265, cuando estaba cerca de cumplir cien años.

Oración

San Simón Stock cada día rezaba esta oración pidiendo por su Orden:

«Flor del Carmelo,
Viña florida, esplendor del cielo;
Virgen fecunda y singular;
Oh, Madre dulce,
de varón no conocida;
a los carmelitas,
proteja tu nombre,
estrella del mar.”