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• Luke 2:36-40

Amigos, el Evangelio de hoy concluye el relato de Lucas sobre la Presentación del niño Jesús en el Templo.

 

La Presentación del Señor continúa hoy en nuestras iglesias, en nuestros templos, en la Misa. Decimos que la Misa es fuente y cumbre de la vida cristiana, porque incluso hoy realiza y aplica el poder salvífico de la Cruz. 

Y en el centro de la Misa, por supuesto, está la Eucaristía, que significa acción de gracias. Escuchemos lo que dice Lucas acerca de la profetisa Ana, una persona del Templo de la cabeza a los pies. Al ver al niño Jesús, “…se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. 

Esa es nuestra tarea y nuestro privilegio aún hoy.

El Evangelio viene a nuestro encuentro con una imagen muy hermosa, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y Ana, de quienes se habla en el Evangelio de la infancia de Jesús escrito por san Lucas. Tal vez estaban un poco resignados, a este punto, a morir antes: esa larga espera continuaba ocupando toda su vida, no tenían compromisos más importantes que este: esperar al Señor y rezar. Y, cuando María y José llegaron al templo para cumplir las disposiciones de la Ley, Simeón y Ana se movieron por impulso, animados por el Espíritu Santo (cf. Lc 2, 27). El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Ellos reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este signo de Dios. Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo (cf. Lc 2, 29-32) —fue un poeta en ese momento— y Ana se convirtió en la primera predicadora de Jesús: «hablaba del niño a todos lo que aguardaban la liberación de Jerusalén» (Lc 2, 38). (Audiencia general, 11 marzo 2015).

 

 

El encuentro de Ana con Jesús

Santo Evangelio según San Lucas 2, 36-40.

Día Sexto de la Octava de Navidad.




Por: Rogelio Suárez, LC | Fuente: somosrc.mx


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor Jesús, aumenta mi fe, para creer con sentimientos vivísimos, que Tú te has quedado realmente en el sacramento de la eucaristía para saberme amado por ti, y que en este preciso momento estás aquí conmigo, me estás acompañando, estás a mi lado y quieres compartir este momento de oración junto a mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según Lucas 2, 36-40



En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.



Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



 

Parece que Ana tenía muy claro lo primordial, lo que es esencial y a lo que estamos llamados todos nosotros:»Servir a Dios nuestro Señor». Ella, después de haber quedado viuda, después de entregar su único amor terrenal (marido), quiere buscar a Aquél que da la verdadera felicidad en esta tierra, y en la eternidad, de una manera inexplicable. Y yo, ¿qué estoy dispuesto a dejar para entregarle mi felicidad a Jesús para que pueda transformarla en felicidad verdadera? Cristo conoce muy bien toda mi entrega, todos mis pequeños sacrificios, mis molestias, mis dolores, puesto que mi dolor es también el dolor de Cristo. De ahí que Ana experimenta gran alegría al ver al niño Jesús, al tenerle en los brazos, al contemplar su rostro, al saber que para Cristo no es indiferente, como me pasa a mí cuando pongo mis oraciones y mis sacrificios en sus manos.



«Crecer en el Nazaret de mi hogar de la mano del niño Jesús». Lo único que sé de la infancia y juventud de Jesús por medio del Evangelio es que, «regresó a Nazaret»(Lc 2, 39) y que «el niño crecía en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres» (Lc 2, 40). No debo tener miedo de traer a este Niño a mi hogar, a ir creciendo de la mano del Niño Jesús, de María santísima y san José; que ellos sean las columnas fundamentales en mi hogar para ir creciendo en gracia y santidad delante de Dios. Basta contemplar cómo hablaban, cómo rezaban, cómo era el trato que tenía entre ellos y preguntarme, ¿cómo estoy creciendo en mi hogar?



Pondré todas las intenciones en manos de María Santísima, para que ella las presente a su Hijo y me conceda las gracias que tanto necesito.

«Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo. Durante este año, […], os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesus. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados».
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2015).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.Haré una visita al Niño Jesús y le daré la prioridad en mi vida.


Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Félix I, Santo

 

XXVI Papa, 30 de diciembre
Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica / ACIprensa
XXVI Papa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Félix I, papa, el cual rigió la Iglesia Romana en tiempo del emperador Aureliano († 274).

Breve Biografía


Se desconoce la fecha de su nacimiento; murió el año 274.

A principios de 269 sucedió al Papa San Dionisio como cabeza de la Iglesia Romana. Alrededor de esta época llegó a Roma, dirigido al Papa Dionisio, el informe del Sínodo de Antioquía, el cual ese mismo año había depuesto al obispo local, Pablo de Samosata, por sus enseñanzas heréticas referentes a la doctrina de la Trinidad (ver Antioquia). Una carta, probablemente enviada por Félix a Oriente en respuesta al informe sinodal, que contenía la exposición de la doctrina de la Trinidad, fue, más tarde interpolada a favor de su secta por un seguidor de Apolinario. Este documento apócrifo fue enviado al Concilio de Éfeso en 431 (Mansi, «Coll. conc.», IV, 1188; cf. Harnack, «Geschichte der altchristlichen Literatur», I, 659 sqq.; Bardenhewer, «Geschichte der altchristlichen Literatur», II, 582 sq.). El fragmento conservado en las Actas del Concilio hace especial énfasis en la unidad e identidad del Hijo de Dios y el Hijo del Hombre en Jesucristo. El mismo fragmento presenta al Papa Félix como mártir; pero este detalle, el cual está presente también en la biografía del Papa en el “[Liber Pontificalis]” (Ed. Duchesne, I, 58), no está apoyado por ninguna evidencia auténtica anterior y se debe evidentemente a una confusión de nombres. De acuerdo con la nota en el “Liber Pontificalis”, Félix construyó una basílica en la Vía Aurelia; la misma fuente también añade que él fue enterrado allí («Hic fecit basilicam in Via Aurelia, ubi et sepultus est»). Este último detalle es un error evidente, ya que el calendario romano de fiestas del siglo IV dice que el Papa Félix fue enterrado en la Catacumba de San Calixto en la Vía Apia («III Kal. Januarii, Felicis in Callisti», se lee en el «Depositio episcoporum»). La declaración del “Liber Pontificalis” relacionada al martirio del Papa resulta, evidentemente, de una confusión con el mártir romano del mismo nombre enterrado en la Vía Aurelia, y sobre cuya tumba se construyó una iglesia. En el antedicho “Feriale” romano o calendario de fiestas, el nombre de Félix aparece en la lista de obispos romanos (Depositio episcoporum), y no en la de los mártires.

 

 

La observación en el “Liber Pontificalis” le adjudica a este Papa un decreto por el cual las Misas debían celebrarse sobre las tumbas de los mártires («Hic constituit supra memorias martyrum missas celebrare»). El autor de esta entrada estaba aludiendo evidentemente a la costumbre de celebrar el Santo Sacrificio en privado, en los altares cerca o sobre las tumbas de los mártires en las criptas de las catacumbas (missa ad corpus), mientras que la celebración solemne de los Sagrados Misterios siempre se realizó en las basílicas construidas sobre las catacumbas. Esta práctica, todavía en uso al final del siglo IV (Prudentius, «Peristephanon», XI, vv. 171 sqq), aparentemente data del período cuando se construyeron en Roma las grandes basílicas sacramentales, y debe su origen a los solemnes servicios conmemorativos de los mártires, realizados en sus tumbas en el aniversario de su entierro, tan temprano como en el siglo III. Probablemente Félix no proclamó tal decreto, pero el compilador del “Liber Pontificalis” se lo atribuyó a él porque él no hizo ningún cambio en las costumbres de su época. De acuerdo con el detalle antes mencionado del “Depositio episcoporum”, Félix fue sepultado en la catacumba de san Calixto el 30 de diciembre.